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HistoriaPolíticaBiografía

Enrique IV, Rey de Francia y III de Navarra (1553-1610).

Rey de Francia, llamado el Grande, nacido en el castillo de Pau, en Bern, el 14 de diciembre de 1553 y muerto en París el 14 de mayo de 1610. Fue hijo del duque de Vendôme, Antonio de Borbón, y de Juana III de Albret.

Su padre era el jefe de una rama menor de los borbones, descendía directamente de Roberto de Clermont, el sexto hijo de san Luis (Luis IX), por lo que tenía ciertos derechos a la corona de Francia. Su madre era la hija de Enrique II rey de Navarra y de Margarita de Angulema la hermana de Francisco I, por lo que le correspondía el trono de Navarra y volvía a estar ligado a la sucesión del trono de Francia. Siguiendo las tradiciones de Navarra recibió el título de príncipe de Viana.

En 1555 Juana de Albret subió al trono de Navarra por la muerte de su padre y concedió a su esposo el título de rey de Navarra. La muerte en 1562 de Antonio de Borbón hizo que Juana fuese la reina en solitario y la encargada de la educación del joven príncipe. Esto marcó decisivamente a Enrique ya que su madre era calvinista convencida por lo que el príncipe fue educado en esta nueva doctrina.

Durante las Guerras de Religión que asolaron Francia, en concreto a lo largo de la tercera, tanto Juana como su hijo se unieron a los protestantes hugonotes en La Rochela, y tras la muerte en 1569 del príncipe de Condé, Enrique fue aclamado como jefe de la causa protestante, pero debido a que el príncipe de Viana tenía apenas 16 años, el mando del ejército recayó directamente en el almirante Coligny.

Por la paz de Sint-Germain-en-Laye del 8 de agosto de 1570 se acordó el matrimonio entre Enrique, príncipe de Viana, y Margarita de Valois, hermana de Carlos IX.

En junio de 1572, tras el fallecimiento de Juana de Albert, Enrique se convirtió en rey de Navarra bajo el nombre de Enrique III, ese mismo año, el 18 de agosto, se celebró la boda entre las protestas generales de católicos y protestantes. La noche del 23 al 24 de agosto se produjo en toda Francia una sangrienta represión contra los protestantes, conocida por su crueldad como la Matanza del día de San Bartolomé. La matanza fue ordenada por el rey Carlos IX y por la reina madre Catalina de Médicis, y estuvo dirigida por Enrique de Lorena, duque de Guisa. La represión se saldó con la muerte de diez mil personas en toda Francia y en ella el movimiento protestante francés perdió a muchos de sus líderes, pese a lo cual no desapareció y Philippe de Mornay se convirtió en su jefe. Enrique III de Navarra tuvo que elegir entre la abjuración y la muerte, eligió abjurar de su fe, y durante tres años permaneció en la corte francesa prisionero. En febrero de 1576 logró escapar y llegó a Gascuña, territorio donde los hugonotes eran más fuertes. Cuando Enrique de Navarra se halló seguro en Gascuña negó su abjuración alegando que había sido forzado a realizarla bajo pena de muerte y se puso de nuevo al frente de los protestantes. Ese mismo año, en julio, los protestantes lograron un importante tratado de paz que le concedía ciertas ventajas y sobre todo tiempo para organizar sus defensas. En 1576 los católicos franceses se habían reunido en torno al duque de Guisa y habían constituido la Liga Católica.

En 1584 falleció sin herederos el último hermano que le quedaba al rey francés Enrique III, Francisco, duque de Alençon y Anjou. Debido a que Enrique III tampoco tenía herederos varones de su matrimonio con Luisa de Lorena, y según la Ley Sálica, la corona correspondía a Enrique III de Navarra que era el pariente más cercano. Entonces fue cuando la cada vez más poderosa Liga se movilizó para evitar que un hugonote se elevase sobre el trono de Francia, y para defender los derechos (menos legítimos) del duque de Guisa al trono. Enrique III de Francia realizó entonces un intento fallido de que Enrique de Borbón renunciase a sus derechos al trono o de que se convirtiese al catolicismo.

En julio de 1585 Enrique III promulgó el edicto Nemours por el que el protestantismo era declarado ilegal en Francia. La respuesta protestante fue inmediata, declararon la guerra al rey de Francia. A este enfrentamiento se le conoce como Guerra de los Tres Enriques debido a que sus protagonistas fueron: Enrique III como jefe nominal de los católicos; Enrique de Guisa como auténtico líder católico y Enrique de Borbón como representante de los protestantes. El reino quedó dividido en dos bandos: de un lado, el partido calvinista, que dominaba el suroeste con el apoyo de Inglaterra y de varios príncipes alemanes; y de otro, el católico, cuyo principal bastión era la corte parisiense dominada por los Guisa, y apoyado por los subsidios de Felipe II de España. Los Guisa tenían también de su parte a las ciudades, agitadas por la profunda crisis socioeconómica que vivía el reino. Entretanto, el pretendiente al trono se convirtió en líder del partido hugonote y recibió el apoyo de Isabel I de Inglaterra y del príncipe elector del Palatinado. La victoria de los protestantes en Coutras el 20 de octubre de 1587 puso fin al enfrentamiento.

En 1588 Enrique III, temeroso del poder de los Guisas hizo asesinar a las dos cabezas de la familia, el Cardenal Lorena y el Duque de Guisa. Esta acción restó al rey los pocos aliados que aún mantenía con lo que tuvo que pedir ayuda, para salvar su vida, a su enemigo Enrique de Borbón. Juntos ambos monarcas sitiaron París en agosto de 1589. En dicha acción el dominico Jacobo Clément asesinó al rey de Francia, por lo que quedaba como único candidato al trono Enrique III rey de Navarra. Enrique de Borbón contaba con el apoyo de los protestantes, con el del personal de la corte y con el de muchos católicos que le pedían que se convirtiese al catolicismo; frente a él se hallaba la aún poderosa familia Guisa que encabezaba la Liga, el rey de España Felipe II y el papa Gregorio XIV; su antecesor Sixto V le había excomulgado y le había declarado no apto para llevar la corona de Francia ni la de Navarra. Por último, algunos de los católicos que en un principio apoyaron a Enrique con la condición de que se convirtiese al catolicismo, al ver que este no tenía ningún interés en tal conversión formaron el denominado Tercer Partido, el cual proponía la elección del anciano cardenal Carlos de Borbón, hijo de Luis I príncipe de Condé, y como lugarteniente de esta al duque de Mayenne; máxime cuando Enrique de Borbón había repetido en numerosas ocasiones que no cambiaría de religión por motivos políticos. Debido que la situación se encontraba en un callejón sin salida, Enrique tomó una decisión, se retiró a Normandía con la intención de reclutar tropas y obtener el apoyo de Inglaterra, Alemania y de la cada vez más dividida Liga.

La victoria de Enrique de Borbón en Arqués en septiembre de 1589 le dio el apoyo que necesitaba para presentarse de nuevo en París y reclamar el trono. Pero en ese momento apareció la figura de Mayenne, que protegía los intereses de un sector de la Liga y del cardenal Borbón. Enrique de Navarra logró un decisiva victoria sobre Mayenne en Ivry en marzo de 1590, pero entonces, cuando parecía que todos sus enemigos estaba acabados, uno más poderoso que todos los anteriores juntos apareció para complicar aún más las cosas. Las tropas de Felipe II, ante la posibilidad cada vez más probable de que un protestante se sentase en el trono de Francia, y ante la petición de ayuda de la Liga, intervinieron en el conflicto. Los ingleses apoyaron a Enrique IV y enviaron un ejército al mando del conde de Essex y a la flota del corsario Frobisher.

Desde Flandes los poderosos tercios de Alejandro Farnesio invadieron el norte de Francia arrasando a cuantos enemigos se encontraba, derrotó a Enrique en las batallas de Ligny y Aumale, y regresó a Flandes, ya que tenía serios problemas de salud, que nunca había sido partidario de la invasión y que sus tropas estaban exhaustas. Pero no bien había llegado a Flandes cuando recibió de nuevo la orden de internarse en Francia. En esta segunda ocasión, y pese a su delicado estado de salud, alcanzó con sus tercios las puertas de París. España también tenía su candidato al trono de Francia en la persona de la infanta Isabel Clara Eugenia, ya que esta era hija de Isabel de Valois y por tanto nieta de Enrique II y de Catalina de Médicis, la candidatura española era débil ya que la ley Sálica prohibía el gobierno de las mujeres, pero la fuerza de las tropas españolas estuvo cerca de lograrlo.

No tardaron en surgir las divisiones dentro de la Liga Católica. Por un lado apareció una facción, los Dieciséis, radicales del catolicismo que se negaban a cualquier tipo de acuerdo con Enrique IV y que eran apoyados militarmente y económicamente por España. De otro lado, aquellos que veían en la actitud expansionista de Felipe II un peligro mayor que en el protestantismo del rey francés. Esto no hizo sino debilitar a la coalición y permitir un respiro al hostigado Enrique IV.

Enrique de Borbón, con su país invadido por las tropas españolas, con los católicos apremiándole para convertirse al catolicismo y con su ejército en fuga y vencido, decidió hacer caso a su consejero De Rosny, posteriormente duque de Sully, y convertirse al catolicismo. Una leyenda sin documentación histórica que la avale atribuye a Enrique la frase: París bien valía una misa, que según la leyenda fue la expresión del soberano cuando ante las dificultades en las que se encontraba decidió hacer pública su conversión al catolicismo. Dicha leyenda convierte la conversión del rey en un acto vacío motivado por aspectos políticos y carente de sinceridad. Sea como fuese, la conversión real tuvo lugar el 27 de julio de 1593 ante el arzobispo de Bourges y tuvo un efecto instantáneo sobre la revuelta, ya que a medida que los católicos fueron enterándose de la misma fueron rindiendo las plazas que tenían en su poder y uniéndose a la causa real. El 27 de febrero de 1594 Enrique IV fue consagrado como rey de Francia en la catedral de Chartres. Ese mismo año, en marzo, París abrió sus puertas al rey lo que obligó a retirarse a las tropas españolas. No obstante la guerra contra la Liga se prolongó hasta 1596 y con España no se firmó la paz hasta el 2 de mayo de 1598, en el conocido como Tratado de Vervins, y tras un duro enfrentamiento bélico entre ambas monarquías.

Felipe II, ante el giro que habían dado los acontecimientos tuvo que renunciar a sus aspiraciones dinásticas sobre el trono francés, pese a lo cual mantuvo la esperanza de anexionar, con el beneplácito de la Liga Católica, algunos de los territorios que en suelo francés habían conquistado los tercios. Fue por este motivo por el que Enrique IV declaró la guerra a Felipe II. El monarca español invadió Francia desde todas sus fronteras. Enrique IV perdió en 1597 Amiens y Calais, mientras veía como los ejércitos españoles recorrían Francia de un extremo a otro. Tanto Inglaterra como las Provincias Unidas se unieron a Francia en una coalición ante el poderío y expansionismo español, el acuerdo se firmó el 24 de mayo de 1596. Pese a ello, los ejércitos aliados seguían sin lograr detener el avance de los tercios. Solo las dificultades financieras de la Hacienda de Felipe II, que declaró una suspensión de pagos en 1596, obligaron al rey español a buscar la paz. El 13 de abril de 1598 se publicó el Edicto de Nantes que restablecía la tolerancia religiosa en Francia y por el que concedía libertad religiosa a los hugonotes, con limitadas restricciones. El 2 de mayo se firmaba la paz de Vervins con España, por la que Felipe II reconocía a Enrique como rey de Francia y le devolvía los territorios conquistados.

Enrique IV, una vez asegurada su posición en el trono, se dedicó a reorganizar un país completamente asolado por la guerra. Las provincias se encontraban a merced de los abusos de los gobernadores y bajo el poder absoluto de los grandes nobles que se comportaban como señores feudales en sus dominios. La primera labor del rey fue acabar con este tipo de abusos y recortar el poder de la nobleza. Para remediar la situación de ruina de la Hacienda y solventar los problemas económicos de la ciudadanía emprendió una serie de obras tendentes a mejorar las infraestructuras al tiempo que tomaba medidas para facilitar legalmente el comercio, todo ello con el objetivo de crear nuevas fuentes de riqueza y reactivar las transacciones comerciales. Impulsó el desarrollo de la actividad agrícola, la industria y el comercio, produciéndose un espectacular crecimiento que llevará a la colonización de Canadá; en este nuevo territorio en explorador francés Champlain fundó la ciudad de Québec. Colocó al frente de la Hacienda pública al duque de Sully, al cual dio carta blanca para su ambicioso programa de reformas. Sully logró reducir la deuda exterior de Francia de forma muy considerable. Durante diez años Francia vivió un proceso de crecimiento no conocido hasta entonces.

Tras poner los cimientos del resurgimiento interior de Francia, Enrique IV volvió su atención hacia el exterior, en concreto hacia Saboya, donde logró apoderarse, en 1601, de los distritos de Bresse, Bugey y Volromey. Pero el objetivo del monarca francés era la constitución de una alianza internacional contra la Casa de Austria, el enemigo secular de la monarquía francesa. La sucesión de los ducados de Jülich y Cléveris fue el motivo que buscaba Enrique IV para iniciar las hostilidades. Con anterioridad Enrique IV había entrado en negociaciones con la Unión Protestante de Alemania, a los que solicitó ayuda en esta ocasión. En 1610 firmó el Tratado de Bruzzolo con el duque Carlos Manuel de Saboya. Este acuerdo ponía las bases para la colaboración de ambos estados contra el dominio español de la península itálica. Pero cuando el monarca francés iba a tomar las armas contra los Austrias, el jesuita Ravaillac le apuñaló causándole la muerte el 14 de mayo de 1610, el día anterior se había producido la consagración del heredero en Reims, a instancias de la reina María de Médicis, que fue nombrada regente durante la minoría del delfín, esta coincidencia de hechos levantó muchas sospechas y se supuso que María podría tener alguna complicidad en el fallecimiento del monarca, pero nadie pudo probarlo. Con anterioridad Enrique IV había salido airoso de varios atentados, uno de ellos protagonizado por Carlos de Gontaud, duque de Birón.

Enrique IV acabó por ser uno de los reyes más queridos por el pueblo francés; tuvo fama de gran militar y de poseer un valor extraordinario. Tuvo numerosas amantes, entre las que destacan Gabriela d’Estress, Enriqueta de Entragues y ya en su vejez, la joven Carlota de Essarts, posteriormente princesa de Condé. Estuvo casado en dos ocasiones, la primera con Margarita de Valois (la famosa reina Margot), de la cual se separó, sin haber tenido ningún hijo, tras los numerosos escándalos que protagonizó, y contrajo matrimonio con María de Médicis con la que tuvo al futuro Luis XIII, su sucesor; un príncipe que murió en 1611; Gastón duque de Orleans; Isabel, posteriormente reina de España por su matrimonio con Felipe IV; Cristina, casada con Víctor Amadeo, duque de Saboya, y Enriqueta, mujer de Carlos I, rey de Inglaterra.

Autor

  • Juan Antonio Castro Jiménez