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BiografíaEconomía

Echevarrieta Mauri, Horacio (1870-1963).

Empresario español nacido en Bilbao en 1870 y fallecido en Baracaldo en 1963. Procedente de una de las familias más ricas de Vizcaya, heredó todo el imperio empresarial familiar tras el fallecimiento de su padre en 1903. La herencia estaba fundamentada en tres partes: varias minas de hierro arrendadas en Vizcaya, dos hectáreas de terreno en el Ensanche de Bilbao y participaciones en dos empresas extractivas nacionales: Fortuna y Sierra Menera.

Además de esto, Horacio heredó la posición política de su padre como máximo representante de las fuerzas democráticas de la provincia. Ocupó a partir de 1903 este cargo, que consiguió compatibilizar con el de diputado a Cortes por la Conjunción Republicana Socialista.

Durante la Primera Guerra Mundial decidió exportar hierro al Reino Unido mediante la creación de una gran flota. La empresa era muy arriesgada, pero al final le reportó un gran beneficio, aunque perdió tres de sus cuatro barcos. En 1917 abandonó los cargos políticos y decidió vender los ocho barcos que le quedaban. Con esta operación se embolsó 20 millones de pesetas. Este mismo año la familia decidió trasladarse a Madrid y en mayo Horacio adquirió los Astilleros de Cádiz. También ese mismo año falleció el socio de Echevarrieta, Isidoro Larrinaga, con el que había organizado negocios extractivos. A partir de ese momento, Horacio abandonó la política para centrarse en el negocio familiar.

Horacio comenzó a extender su negocio por toda España y probando con otras inversiones, algunas de ellas con malos resultados. Ya instalados en Madrid, Echevarrieta decidió probar con el negocio urbanístico. Con su experiencia como fabricante de cemento, fue él quien realizó la urbanización de la Gran Vía y la construcción de la Casa de la Prensa. También comenzó a producir vigas de madera. Sin embargo, las maderas y la Casa de la Prensa no fueron tan bien como el negocio del cemento y la urbanización de la Gran Vía. Para su realización concertó con el Ayuntamiento un precio fijo por m2 urbanizable. Esos terrenos fueron vendidos más tarde a la iniciativa privada a un precio más alto. El negocio resultó muy rentable.

En 1918, Echevarrieta fue uno de los creadores de los saltos del Duero, que más tarde sería Iberduero, aunque sin la presencia de Echevarrieta, que se retiró cuando no pudo hacer frente a los desembolsos exigidos por la sociedad.

En el sector hidroeléctrico en 1920, Echevarrieta fundó el Ferrocarril Metropolitano de Barcelona. Los otros socios de esta operación fueron Banca Marsans y Energía Eléctrica de Cataluña. Aunque su objetivo era la construcción del metro de Barcelona, Echevarrieta ya pensaba en la adjudicación del contrato de fluido eléctrico para el futuro ferrocarril.

Además de las anteriores actividades, hasta 1923 estuvo centrado en la construcción y venta de barcos, pero a partir de este año la demanda prácticamente nula desembocó en una gran crisis. Para no perder el negocio, pensó que si se unía con los alemanes podría sustituir a la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN), con participación inglesa, como suministrador de la Marina Española.

Tras duras pugnas, la SECN ganó la batalla en 1930, así que los pocos encargos que habían recibido fueron anulados. Esto provocó una profunda crisis en la economía de la casa Echevarrieta y Larrínaga. Todos los activos de la empresa familiar se destinaron a solventar la deuda con los acreedores e incluso los astilleros de Cádiz tuvieron que ser intervenidos por el Gobierno del Frente Popular en 1936 para finalizar el barco que habían comenzado. Todo el imperio Echevarrieta se vino abajo en tan sólo unos años.

Ante este panorama tan desolador Echevarrieta pensó que un modo de salir de la crisis sería prestando su apoyo a los portugueses exiliados a España para llevar a cabo una revolución contra la dictadura del presidente Hermona y Salazar en Portugal. A cambio, existía el compromiso de realizar pedidos de construcciones navales. Pero sobre todo era el interés de Azaña en este tema y en la construcción del submarino E-1 y de la adquisición por parte del gobierno de la Fábrica Nacional de Torpedos lo que daba esperanzas a Echevarrieta. Pero la salida de Azaña del gobierno dio al traste con esta operación. Para sacar adelante el material bélico ya construido, se vendió a Indalecio Prieto y a otros socialistas con intención de organizar una revolución. La operación fue interceptada y se localizó el material con Echevarrieta, que fue encarcelado durante nueve meses.

Durante la Guerra Civil, Echevarrieta recuperó los Astilleros de Cádiz en los que se centró, pero tampoco fue bien, ya que en 1947 se produjo una explosión que destruyó parte de la factoría. En 1952 tomó posesión del Astillero del Instituto Nacional de Industria a cambio de unas acciones de los nuevos Astilleros de Cádiz S.A. que Echevarrieta cedió al Banco de Santander cuatro años más tarde. Falleció sin más propiedades que sus residencias privadas.

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