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PolíticaHistoriaEconomíaBiografía

Colbert, Jean-Baptiste (1619-1683).

Estadista francés, nacido el 29 de agosto de 1619 en Reims y muerto en París el 6 de septiembre de 1683. Fue uno de los principales colaboradores de Luis XIV, al que sirvió durante más de dos décadas como ministro de finanzas, marina, obras públicas y comercio y secretario de la Casa del Rey. La política económica diseñada por Colbert desempeñó un papel esencial en el fortalecimiento administrativo de la monarquía francesa y en la consolidación de la hegemonía gala sobre Europa.

Vida

Nació en el seno de una familia de pequeños comerciantes de paños. A los diecinueve años entró a trabajar en una oficina de la administración real. Tras ocupar diversos cargos en París bajo las órdenes de Le Tellier, ministro de Guerra de Luis XIII, en 1651 se convirtió en el principal agente en la capital del primer ministro, el cardenal Mazarino, al que la rebelión de La Fronda había obligado a huir a provincias. Cuando el cardenal recuperó el poder, nombró a Colbert su intendente para asuntos privados, otorgándole además diversas prebendas, entre ellas la baronía de Seignelay. Antes de morir en 1661, Mazarino recomendó encarecidamente a Luis XIV que confiara en él para dirigir los asuntos de Estado. Aunque el rey decidió, tras la desaparición del cardenal, ejercer el poder personalmente, confió a Colbert numerosos asuntos, tanto públicos como privados. Así se inició su ascensión meteórica: en 1664 fue nombrado intendente de obras públicas y manufacturas; dos años después, inspector general de finanzas; en 1668, ministro de Marina y, al año siguiente, secretario de la Casa del Rey y ministro de Estado. Durante los siguientes 25 años, Colbert se encargaría de dirigir la reconstrucción económica de Francia al servicio de la glorificación de Luis XIV.

La reforma financiera

Su primer objetivo fue el saneamiento de la Hacienda regia, dirigida por el poderoso superintendente Nicolas Fouquet. Colbert ambicionaba su cargo y no escatimó medios para conseguirlo. Logró indisponer al rey contra el superintendente, mostrándole las numerosas irregularidades de su gestión y la corrupción sobre la que había levantado su inmensa fortuna. El propio Fouquet selló su caída al invitar al rey a su espléndido palacio de Vaux-le-Vicomte, cuya magnificencia deslumbró y encolerizó a Luis. Arrestado por orden del rey, Fouquet fue sometido a un simulacro de juicio, dirigido en la sombra por Colbert, y enviado a prisión, donde moriría tras quince años de cautiverio. Sin embargo, Colbert no ocupó su puesto, sino que recomendó al rey la creación de un Consejo de Hacienda, que él mismo presidiría con el cargo de intendente. En 1665 fue ascendido a inspector general.

La tarea de sanear las finanzas de la monarquía no era fácil. El restablecimiento del equilibrio presupuestario requería una amplia reforma del sistema financiero. En primer lugar, Colbert ordenó la creación de tribunales especiales, encargados de investigar las finanzas de los banqueros y arrendadores de impuestos, que habían obtenido enormes beneficios gracias a sus tratos con la Corona. Obligó a muchos de ellos a devolver parte de sus ganancias, renegoció los enormes intereses acumulados por la deuda pública e intentó reducir ésta mediante la derogación de parte de los bonos del Estado o de su retribución sin intereses.

La revisión de la deuda fue acompañada de la reforma del sistema tributario, heredero de la Edad Media y lastrado por la corrupción y la inoperancia de sus métodos administrativos. Aunque no introdujo variaciones importantes en el sistema impositivo, Colbert realizó una completa reorganización de la administración fiscal, estableciendo nuevos mecanismos de control de los oficiales y normas rigurosas en la contabilidad. Se hicieron obligatorios los extractos de cuentas para controlar mensualmente los ingresos y gastos y se elaboraron presupuestos anuales. El objetivo de estas medidas era establecer una control riguroso sobre los funcionarios públicos y mantener al monarca siempre al corriente del estado de sus recursos financieros.

Colbert intentó aumentar los ingresos fiscales de la monarquía. Para lograr este objetivo sin incrementar de forma significativa los impuestos -y especialmente el más importante, la talla (taille)-, Colbert decretó una revisión sistemática de las numerosísimas exenciones que beneficiaban a la nobleza y el clero. Se crearon comisiones para examinar los privilegios fiscales de los excusados y determinar la legitimidad de los títulos nobiliarios, a fin de acabar con el fraude de las falsas hidalguías. Paralelamente, Colbert trató de hacer menos onerosa la talla para las clases productoras mediante una distribución más justas del impuesto en razón del patrimonio. Sin embargo, estas medidas chocaron con la extrema fragmentación local y provincial del sistema fiscal francés. Colbert sólo logró imponer una cierta homogeneidad fiscal en las regiones centrales del país, más próximas al poder monárquico. Sus esfuerzos obtuvieron mejores resultados en lo tocante al establecimiento de métodos eficaces de control y gestión de los impuestos. Creó protocolos detallados para la administración de las oficinas fiscales y mecanismos de supervisión sobre los funcionarios locales, eliminando en buena medida la antigua corrupción, lo que se tradujo en un aumento considerable de los ingresos ordinarios de la Hacienda regia.

La política económica de Colbert, que pronto se conocería como colbertismo o industrialismo, se basaba en un fuerte proteccionismo de la producción nacional, dirigido a castigar las importaciones y favorecer el desarrollo del comercio interior y de las exportaciones. En 1664 ordenó una primera revisión de los aranceles aduaneros, que sería completada en 1667. Los países afectados por estas medidas respondieron, a su vez, con la imposición de restricciones a la importación de productos franceses. Esta "guerra de las tarifas" culminó con el estallido del conflicto bélico franco-holandés de 1672-1678.

A través de estas medidas, Colbert consiguió doblar los ingresos del Estado en el plazo de una década, equilibrando el presupuesto de la monarquía. Pero el estallido de la guerra con Holanda y la política de prestigio de El Rey Sol, deshicieron en parte la labor del ministro. El esfuerzo bélico continuado creó un déficit permanente en la Hacienda regia, que de nuevo tuvo que recurrir a los mecanismos habituales para conseguir dinero: empréstitos, enajenación del patrimonio real, deuda pública, aumento de las imposiciones, etc. Aunque en todo momento aprobó la política económica de su ministro, Luis XIV consideraba que el enriquecimiento de la nación no era un fin en sí mismo, sino un medio para conseguir la glorificación de la monarquía. Por ello, nunca supeditó sus objetivos en Europa a las recomendaciones de Colbert.

La reforma del comercio y las manufacturas.

Como ministro de obras y manufacturas, Colbert realizó un gran esfuerzo por desarrollar la industria y el comercio franceses. Según su doctrina económica, el fortalecimiento de la supremacía francesa requería el incremento de la presencia de Francia en los mercados internacionales. Para lograr este objetivo puso en marcha un programa de desarrollo naval, que entrañaba un desafío directo a la principal potencia marítima y comercial de la época, Holanda, con la que Francia inició una peligrosa competencia internacional. Como ministro de Marina, promovió la construcción de una gran flota, tanto militar como mercantil, que terminara con el monopolio efectivo que los barcos holandeses tenían sobre el transporte de las mercancías francesas. Concedió privilegios para la creación de astilleros, impuso medidas que castigaban la utilización de navíos extranjeros y otras que premiaban la de barcos de construcción nacional, al tiempo que negociaba la obtención de monopolios comerciales en el extranjero. Para competir con ingleses y holandeses en el comercio internacional, fundó una serie de compañías mercantiles con capital estatal: la Compañía Francesa de las Indias Orientales y la de las Indias Occidentales (1644), la Compañía del Norte (1669), orientada hacia los mercados bálticos, y la Compañía de Levante (1670) para el comercio con el Mediterráneo oriental.

Pero su proyecto no se limitaba a la adopción de una política comercial agresiva, sino que incluía un programa de reformas destinadas a mejorar la calidad de la producción manufacturera y a desarrollar el mercado interior. A fin de incrementar la calidad de los productos, estableció una completa reglamentación de fabricación y severas multas para los contraventores; concedió privilegios a manufacturas privadas -llamadas Manufactures Royales- para fomentar la exportación de determinados productos o para sustituir a las importaciones extranjeras; auspició el establecimiento en Francia de artesanos y obreros especializados de otras regiones de Europa y fundó talleres estatales con amplias subvenciones y un estricto control sobre su funcionamiento. Para velar por el cumplimiento de la reglamentación comercial creó un nuevo cuerpo de inspectores de manufacturas y, desde 1673, trató de generalizar las juntas de control corporativas para vigilar la calidad de la producción dentro de los distintos gremios.

Esta política de fiscalización estatal suscitó la oposición de comerciantes y contratistas, quienes desconfiaban del control de la monarquía y preferían mantener su libertad de acción frente a los poderes públicos. No obstante, el pueblo francés apoyó, en general, las medidas de protección, que revertían en un mayor control de los precios. Pero Colbert no consiguió variar las costumbres tradicionales de inversión del capital. En una época de escasez de numerario, la gente no deseaba arriesgar su capital invirtiéndolo en la industria o el comercio, por lo que las empresas lanzadas por Colbert arrastraron una perpetua carencia de capital privado y, como en el caso de las Compañías comerciales, dependieron en gran medida de las subvenciones reales.

Marina y obras públicas.

Colbert no dejó de acumular competencias durante sus más de dos décadas en el poder. Como ministro de Marina, cargo que ocupó desde 1668, emprendió la creación de una gran armada que pudiera competir en el mar con las potentes flotas de Inglaterra, Holanda o España, y dirigió la fortificación de las fronteras terrestres y de las costas de Francia. El desarrollo de la potencia marítima requería mano de obra y, para obtenerla, Colbert ingenió una serie de métodos no sólo eficaces, sino también baratos: prohibió bajo pena de muerte que los marineros franceses trabajaran en barcos extranjeros, y recomendó a los jueces que enviaran a galeras a los delincuentes comunes, a fin de potenciar la flota francesa en el Mediterráneo, cuya principal fuerza motriz eran los galeotes. Este mismo destino se recomendó para los presos políticos, los protestantes y los esclavos traídos del Canadá o de África. Para fomentar la utilización de los barcos de construcción nacional, fijó cuantiosas multas que castigaban la contratación de navíos extranjeros para el transporte de mercancías. Por otra parte, la construcción naval le llevó a preocuparse por el estado de los recursos madereros de Francia y, en 1669, promulgó la Ordenanza de aguas y bosques, con la que trató de establecer un rígido control sobre estos sectores, cuya gestión era una de las más corrompidas de la administración. Esta ordenanza fue parte de la ingente labor legislativa que desarrolló Colbert, cuyos ejemplos más significativos son la Ordenanza criminal (1670), el Código mercantil (1673), la Ordenanza marítima (1681) o el Código Negro, que regulaba el trabajo de los esclavos en los territorios coloniales franceses.

Su política de fortificación fronteriza constituyó uno de los logros más notables y duraderos de su carrera. Bajo su férula se construyeron o reforzaron decenas de fortalezas a lo largo de la costa y de la frontera (Toulon, Brest, Dieppe, Saint-Maló, Calais, Dunkerque, Le Havre...). Su sentido de la propaganda le indujo a preocuparse de que estas fortificaciones fueran no sólo inexpugnables, sino también bellas, y encargó a los principales artistas del país, como Pierre Puget, el diseño y ornamentación de los edificios.

En 1669 Luis XIV le nombró ministro de la Casa del Rey, puesto desde el que podía impulsar la vida cultural del país a mayor gloria del monarca. Colbert aplicó a las artes y las ciencias el mismo principio que había guiado sus anteriores cometidos: el enaltecimiento del poder monárquico. Por entonces era ya miembro de la Academia Francesa y, en 1663, había fundado la Academia de Inscripciones y Bellas Letras, destinada a escoger las leyendas de las inscripciones y medallas conmemorativas de las victorias de El Rey Sol. Tres años después creó la Academia de las Ciencias, cuyo objetivo fue aplicar los descubrimientos científicos al desarrollo de los recursos nacionales. Y, por último, en 1671 inauguró la Academia Real de Arquitectura. Asimismo, Colbert fue el fundador o el principal promotor de diversas escuelas y organismos culturales, como la Academia de Francia en Roma -donde los artistas franceses podían formarse con los mejores maestros de su tiempo-, la Escuela de Lenguas, destinada al estudio de las lenguas orientales, el Jardín Botánico o el Observatorio de París.

Mercantilismo y colbertismo

La práctica económica de Colbert hundía sus raíces en el pensamiento de B. de Laffemas, A. de Montchrétien o el mismo cardenal Richelieu. Colbert no fue, pues, el padre del mercantilismo, aunque sus esfuerzos por llevar a la práctica los principios de esa doctrina económica y la amplitud y el rigor de su política pueden considerarse ejemplos paradigmáticos de la práctica mercantilista europea del siglo XVII.

El objetivo de esta política era el enriquecimiento de Francia. Según Colbert, sólo sobre esta base podría construirse un sistema fiscal eficaz que remediara el perpetuo déficit de la monarquía. De esta forma, la riqueza del reino sustentaría la del Estado y redundaría, por tanto, en el poderío del monarca. Al igual que la mayoría de los teóricos de su tiempo, Colbert consideraba que la riqueza de un Estado radicaba en la cantidad de numerario que controlara. En una época de general escasez monetaria, Colbert creía que la única forma de retener el dinero en Francia era conseguir una balanza comercial favorable, reduciendo hasta el mínimo las importaciones y fomentando las exportaciones. Sobre esta cuestión escribió:"Es fácil ponerse de acuerdo en que la abundancia de dinero de un Estado es causa de su grandeza y poderío (...) Hay una única cantidad de dinero que circula por toda Europa y que, de cuando en cuando, se incrementa con lo que viene de las Indias occidentales (...) No se puede aumentar el dinero en el reino sin arrebatar, al mismo tiempo, la misma cantidad a los estados vecinos (...) Es necesario aumentar el dinero en el comercio público, obteniéndolo de los países de donde proviene, conservándolo en el interior del reino, impidiendo que salga y ofreciendo medios a los hombres para que saquen de él un provecho." De acuerdo con este pensamiento, la prosperidad de un Estado sólo podría lograrse a expensas de sus vecinos y competidores. Este "pesimismo económico", que fue uno de los rasgos más característicos del mercantilismo, rechazaba la idea de un crecimiento conjunto e invitaba a desarrollar una guerra económica sin cuartel.

Valoración

La política de Colbert influyó de forma decisiva en la modernización de las estructuras administrativas de la monarquía francesa y en el desarrollo de los recursos económicos del país. Sin embargo, sus resultados sólo podrían percibirse si se mantenía la paz, lo que no entraba en las intenciones de Luis XIV, quien enzarzó a Francia en una serie interminable de guerras europeas que dejaron al país agotado y al borde de su resistencia. Al final de su vida, Colbert era un hombre decepcionado, cuya amargura se trasluce en las cartas que escribió en sus últimos años. Después de más de dos décadas de esfuerzos, los resultados de su gestión estaban muy lejos de sus expectativas. La política arancelaria tuvo que ser derogada tras la guerra con Holanda; los gastos de la monarquía crecieron de forma exorbitante debido a la política de prestigio desarrollada por el rey; las Compañías de Comercio acusaron los problemas de la Hacienda real y fueron desapareciendo entre 1674 y 1690; algo parecido ocurrió con las Manufacturas Reales, cuya rentabilidad cayó en picado al cesar la ayuda oficial. No todo, sin embargo, fueron fracasos. La marina mercante se recuperó y duplicó su tonelaje en apenas dos décadas, garantizando una mayor presencia francesa en el mercado internacional y la consolidación de las colonias ultramarinas, especialmente en América. Con razón, los fisiócratas del siglo XVIII reprocharon a Colbert el haber prestado muy escasa atención a la agricultura. Su acción se centró en los sectores de la economía que consideraba necesarios para impulsar la competencia internacional, es decir, la producción manufacturera, el desarrollo naval y la empresas mercantiles. Hizo, no obstante, algunos esfuerzos por mejorar la productividad agropecuaria, como el fomento de la cabaña ganadera o la diversificación de cultivos.

Su personalidad y su obra suscitaron, tanto durante su vida como después de su muerte, agrias oposiciones y duras polémicas. Su gestión fue blanco de gran número de panfletos clandestinos. Tras su desaparición fue difamado públicamente y criticado por fisiócratas y liberales. Su política debe contemplarse, no obstante, en el marco del conservadurismo mercantilista que dominaba la vida económica de la Europa de su tiempo. Como ha escrito C. Gómez Centurión, Colbert fue "un administrador minucioso al servicio de su soberano, no un economista". De ahí su falta de visión económica de largo alcance.

A su muerte, acaecida cuando contaba 64 años, dejó inmejorablemente situada a su progenie: su primogénito, Jean-Baptiste, marqués de Seignelay, le sucedió al frente del ministerio de finanzas; su segundo hijo, Jacques Nicolas, fue arzobispo de Rouen y, el cuarto, Jules Armand, ministro de obras públicas, mientras que sus tres hijas casaron con duques. Dejó una serie de interesantes escritos, entre los que destacan su Memoria sobre los asuntos financieros de Francia (1663) y el texto privado Particularidades secretas de la vida del rey.

Bibliografía

  • BRAUDEL, F. y LABROUSSE, E. (dir.) Histoire économique et social de la France, II. París (PUF), 1970.

  • DEYON, P. Los orígenes de la Europa Moderna: El Mercantilismo. Barcelona (Península), 1976.

  • GÓMEZ-CENTURIÓN, C. El siglo de Luis XIV. Madrid (Cuadernos Historia 16), 1985.

  • MONGREDIEN, G. Colbert, 1619-1683. París (Hachette), 1963.

  • NECKER, J. Elogio di J-B. Colbert. Catania (Editrice Catenense di Magisterio), 1987.

Autor

  • Victoria Horrillo Ledesma