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Clarke, Arthur Charles (1917-2008).

Narrador y físico británico, nacido en Minehead (Somerset) en 1917 y fallecido el 18 de marzo de 2008 en Colombo, Sri Lanka. Hombre de Letras y, a la vez, científico preocupado por la observación del universo, dejó una interesante producción literaria en el campo de la ciencia-ficción, caracterizada por su confianza en los progresos de la Ciencia y, al mismo tiempo, por su interés en la naturaleza humana y en los beneficios que este desarrollo le puede deparar.

Tan temprano fue el nacimiento de su curiosidad científica, que era todavía un niño cuando trazó un mapa de la Luna valiéndose de un rudimentario telescopio de fabricación casera. Posteriormente, canalizó sus preocupaciones científico-técnicas trabajando como instructor de radar en las fuerzas aéreas del ejército británico y, al término de estas prestaciones militares, se matriculó en el Fing's College de Londres para estudiar física y matemáticas. Años después se convirtió en especialista en satélites de comunicación, de tal manera que en 1945, el escritor fue una voz pionera al presagiar que el futuro de las telecomunicaciones pasaba por el desarrollo de los satélites geoestacionarios, llegando incluso a patentar su idea, que finalmente no registró.

Comenzó a partir de entonces a dar rienda suelta a su vocación literaria, primero a través de algunas narraciones breves que vieron la luz a finales de los años cuarenta, y después por medio de sus célebres novelas de ciencia-ficción, siempre centradas en su obsesión por el progreso científico y los avances tecnológicos. En 1951 dio a la imprenta su primera novela, titulada Las arenas de Marte (1951), obra a la que siguió una recopilación de relatos -también dedicados a este género- publicados bajo el título de Expedición a la Tierra (1953). En este volumen aparece una narración breve, "El centinela", que al cabo de los años se convertiría en la base sobre la que Arthur Charles Clarke escribiría su novela más conocida, 2001, una odisea del espacio.

En 1956 volvió a los anaqueles de las librerías con una nueva novela de ciencia-ficción, La ciudad y las estrellas (1956), obra que vino a confirmarle como uno de los más prometedores especialistas del género. Pero su verdadera consagración mundial le llegó en 1968, a raíz de la publicación de la mencionada 2001, una odisea del espacio, una novela que mereció el aplauso unánime de críticos y lectores, y que se convirtió en un referente universal de ese subgénero narrativo merced a la acertada versión cinematográfica que de ella realizó el cineasta estadounidense Stanley Kubrick. Valiéndose de unas dosis de humor sabiamente dosificadas, Clarke presentó en esta novela una lúcida sátira de las instituciones y de las ideas vigentes, sin perder por ello su inveterada confianza en la ciencia (llegó a escribir en cierta ocasión: “Cuando un científico prestigioso pero anciano afirma que algo es imposible, lo más probable es que esté equivocado”), y su constante interés por el ser humano. A la postre, esta novela -como el resto de la producción del escritor británico- es un mensaje optimista sobre la importancia que el autor concede a la misión del hombre en el universo; y, al mismo tiempo, descubre una dimensión metafísica que indaga sobre la posibilidad de que el desarrollo humano no acabe conduciendo al hombre al encuentro con la divinidad.

El éxito de 2001, una odisea del espacio (y de su posterior adaptación a la gran pantalla) le permitió dedicarse de lleno al cultivo de la novela de ciencia-ficción durante la década de los años setenta, aunque nunca llegó a escribir una obra que superase a dicha narración.

También exitosa y reconocida es su novela Rama, que escribió en 1972 y que recibió el premio Nébula, además de los premios Hugo, Locus y John W. Campbell Memorial en 1974. El autor continuó la trama de la novela con una serie de narraciones posteriores en colaboración de Gentry Lee en las obras Rama II (1989), El jardín de Rama (1991) y Rama revelado (1993).

Posteriormente, se interesó por la fotografía y la exploración de las regiones submarinas, preocupación que le llevó a instalarse en Sri Lanka, donde residió desde entonces y hasta su muerte. Durante su estancia en este país se le otorgó el título de Caballero del Imperio Británico, título al que renunció tras el escándalo provocado por ser acusado de pederastia.

A pesar de que una grave enfermedad del sistema nervioso apenas le permitió seguir escribiendo, Arthur Charles Clarke hizo gala de su firmeza y tesón para lograr publicar en 1989 Días increíbles: una autobiografía de ciencia ficción. Su legado literario dio un nuevo fruto en 1998 con 3001, la odisea final, un relato con el que el autor pretendía seguir la estela de la obra que le catapultó a la fama internacional.

El 18 de marzo de 2008, falleció en su casa de Colombo, Sri Lanka, debido a una insuficiencia neumológica.

Autor

  • Isabel Sánchez Calvo