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PeriodismoLiteraturaBiografía

Chéjov, Mijaíl Pávlovich (1865-1936).

Narrador, periodista, traductor y erudito ruso, nacido en Taganrog (en la región de Rostov) en 1865, y fallecido en Yalta (Crimea) en 1936. Hermano menor del gran narrador y dramaturgo Antón Pávlovich Chéjov, no sólo dejó una producción literaria original en la que resultan bien visibles las mismas preocupaciones temáticas y estilísticas que nutren la obra de éste, sino que siguió rindiendo homenaje a la figura del gran escritor tras su desaparición, ocupándose de la recopilación y catalogación de sus manuscritos y de la creación en Yalta, junto con su hermana María, del Museo Antón Chéjov.

El ambiente literario que respiró en su entorno durante su infancia y adolescencia -avivado no sólo por Antón, sino también por el hermano mayor Alexandr, que fue asimismo un notable literato-, despertó en el joven Mijaíl unas vivas inquietudes humanísticas que le llevaron pronto a interesarse por la creación literaria. Cursó, empero, estudios superiores de leyes y, una vez licenciado en Derecho, ganó una cómoda plaza de funcionario en la Administración Civil; pero pronto se vio impelido a abandonar la rutina de la oficina para dedicarse de lleno a la escritura profesional, en su doble condición de periodista y creador literario. Gozaba, asimismo, de otra considerable fuente de ingresos dentro del campo de la traducción, en el que se ganó la vida durante muchos años gracias a una exquisita formación académica que incluía -en sus ambiciones cosmopolitas- el perfecto conocimiento de las lenguas inglesa, francesa e italiana. A Mijaíl Pávlovich Chéjov se debe, precisamente, la introducción en Rusia de algunos de los grandes autores europeos de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos de la centuria siguiente; pero, sobre todo, de dos ilustres figuras de las letras norteamericanas de todos los tiempos, como Jack London y Sinclair Lewis, cuyas principales obras vertió al ruso el menor de los Chéjov.

Estas inquietudes humanísticas -reflejadas también en su acusada sensibilidad artística y en sus notable dotes como dibujante- predispusieron desde muy pronto a Mijaíl Pávlovich Chéjov para el cultivo de la creación literaria, a la se entregó con ahínco desde unos postulados costumbristas en los que -como ya se ha indicado más arriba- queda patente la huella de su célebre hermano, sobre todo en la elección de unos personajes y unos ambientes que reflejan a la perfección la abulia provinciana y asfixiante de la pequeña burguesía provinciana. Pobladas de maestros rurales, médicos alejados de los principales centros de la cultura y la investigación, pequeños terratenientes apegados a sus prerrogativas caciquiles, representantes del clero y la milicia del interior del país, funcionarios acomodados en la irrelevancia de los destinos más sórdidos y, en definitiva, personajes dominados por la falsa e hipócrita placidez del reducido mundo que habitan (y del que apenas salen), las narraciones del menor de los hermanos Chéjov ahondan en esa rusa profunda y enigmática que sigue anclada a sus tradiciones seculares ya bien entrado el siglo XX, cuando el resto de las naciones avanzadas del mundo occidental han entrado en una dinámica de progreso que -equivocada o no- no aparece ni por asomo en esos ambientes provincianos donde reina la desidia, la pereza y el inmovilismo.

Entre sus cuentos más notables dentro de esta línea temática, casi todos ellos impresos en las recopilaciones tituladas Relatos y ensayos (1904) y La flauta (1910), destacan "La venganza", "La generala", "El reverso" y "La fuerza de la costumbre"; y, dentro de ese mismo tono de reflejo y denuncia de la abulia pequeño-burguesa provinciana, cabe situar algunas novelas suyas de gran interés, como La sabionda y Los huérfanos. Otras veces, el lamento por la pobreza y el retraso de las zonas interiores de su nación lleva a Mijaíl Pávlovich Chéjov a enfocar su lente crítica en las miserias de la población campesina y, en líneas generales, en la vida agraria rusa, perfectamente reflejada por el escritor de Taganrog en varias narraciones breves como "Aniuta", "Grishka", "El pecado", "La desgracia" y "Esposa única".

En su faceta de ensayista, Mijaíl Chéjov centró toda su atención en el estudio de la figura y la obra de su hermano Antón, para quien redactó numerosos prólogos de las primeras ediciones de sus obras y de su famoso Epistolario (en el que puede leerse la abundante correspondencia del genial autor con su otro hermano escritor, el susodicho Alexandr). Gracias a estas aportaciones de Mijaíl (y, de forma muy señalada, a las recogidas en sus ensayos titulados En torno a Chéjov y Antón Chéjov y los argumentos de sus obras), la crítica y los lectores del siglo XX han podido acceder a algunas de las claves fundamentales para elucidar la obra de uno de los mayores escritores de la literatura universal.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.