Cela Trulock, Camilo José (1916-2002).
Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista y articulista español, nacido en Iria Flavia (La Coruña) el 11 de mayo de 1916 y fallecido en Madrid el 17 de enero de 2002 que, a lo largo de su carrera, logró los más prestigiosos galardones literarios: Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1987, Premio Nobel de Literatura en 1989 y Premio Cervantes en 1995. Aunque cultivó prácticamente todos los géneros, destacó con indiscutible singularidad en la novela, el cuento y el ensayo. La brillantez de su prosa, heredera de una plástica acidez que está en la línea del conceptismo quevedesco y el tremendismo valleinclanesco, así como sus audaces innovaciones experimentales en el campo de la novela, hacen de su vasta obra literaria una de las más ricas y fértiles entre las letras hispánicas del siglo XX.
Nacido en el seno de una familia de ascendencia inglesa e italiana por parte de madre, vivió en Madrid desde su niñez, ciudad en la que estudió Derecho y asistió también a clases en la Facultad de Filosofía y Letras, especialmente a las de Pedro Salinas. Frecuentó el círculo intelectual creado en torno a María Zambrano. En 1935 se anunció como poeta en El Argentino, revista de La Plata, prometiendo la publicación del poemario Pisando la dudosa luz del día, que sería impreso en 1945 y del que avanzaba dos poemas en la citada revista. Con todo ello, Cela se situaba dentro de la mezcla de tradición y modernidad del 27 desde el propio título del libro, tomado de un verso de don Luis de Góngora. De hecho, el sustrato surrealista de Cela es palpable a lo largo de toda su producción posterior, especialmente en Oficio de tinieblas 5 (1975). Desde este punto de vista, muchas de las críticas que se le han hecho por fragmentar en exceso sus novelas encuentran respuesta en este carácter lírico. Junto a ello, otro elemento destacable de este lirismo estriba en su preocupación por el léxico, palpable no sólo en su obra creativa, sino también en las adaptaciones realizadas del Cantar de Mio Cid, La Celestina o El Quijote, o en las recopilaciones publicadas con los títulos de Diccionario secreto (1968 y 1971) y Enciclopedia del erotismo (1976-77). Desgraciadamente, y a pesar de su rigor, estos últimos trabajos han obrado en la imagen popular de Cela un efecto similar al que produjeron los chistes sobre Quevedo en la consideración vulgar del gran poeta de nuestro siglo XVII. Cela ha vuelto posteriormente al género erótico con Cachondeos, escarceos y otros meneos (1991). Volviendo a su obra poética, ha continuado como una labor callada que sólo de vez en cuando ha asomado a la imprenta hasta la publicación de un volumen que la recoge toda bajo el título de Poesía (1996).
A partir de 1931, una enfermedad pulmonar le obligó a numerosos períodos de reposo en los que se dedicó a las lecturas que habían de conformar su personalidad literaria: Cervantes, Quevedo y Ortega y Gasset, a los que habría que sumar su desgarrada visión de España, emparentada directamente con la de Goya y Valle-Inclán. A este esperpentismo corresponde en buena medida el carácter brutal de algunas páginas de Cela en libros como El bonito crimen del carabinero y otras invenciones (1947), El gallego y su cuadrilla y otros apuntes carpetovetónicos (1951) o La Familia de Pascual Duarte (1942); tal brutalidad, en parte explotada por el propio autor, se ha sumado a la falsa imagen del Cela zafio y cazurro que, como ya hemos señalado, es tan injusta como la del Quevedo chistoso y chocarrero; porque con ello sólo busca el autor acudir a la raíz primaria del ser humano, más allá de todo lo que implique educación del carácter. La búsqueda de esa misma esencia primitiva fue la impulsora de sus libros de viajes, iniciados en 1948 con el conocidísimo Viaje a La Alcarria, y a los que pertenecen también El gallego y su cuadrilla (1949), Del Miño al Bidasoa (1952), Judíos, moros y cristianos (1956), Primer viaje andaluz (1959), Viaje al Pirineo de Lérida (1965), Páginas de geografía errabunda (1966) y Primer viaje andaluz: notas de un vagabundo por Jaén, Córdoba, Sevilla, Huelva, y sus tierras (1989). A ellos se sumó, en 1986, un Nuevo viaje a la Alcarria, realizado, por contraste con el original, en un Rolls-Royce y con una choferesa negra por acompañante. Este tipo de actos, a los que el autor fue en exceso proclive en los últimos años, han dañado en gran medida su fama literaria, dando al público que no se molesta en leerle una imagen banal que parecía no preocupar demasiado al autor.
Grande será también la presencia de Baroja en la formación de Cela (no olvidemos que el joven Cela será uno de los contertulios habituales del novelista guipuzcoano en sus últimos años), cuya huella se demuestra tanto en la estructura abierta de sus novelas como en la selección de ambientes barriobajeros -como los de La Busca, Aurora Roja o La Feria de los discretos- en muchas de las obras de Cela, y sobre todo en La Colmena, por lo que hay de coincidencia en el ambiente madrileño. También es evidente el carácter lírico de muchas de las páginas narrativas de Cela.
En 1942, la publicación de La familia de Pascual Duarte supuso un revulsivo dentro del desolador panorama de la narrativa española de postguerra. En 1957 ingresó en la Real Academia Española, pronunciando un discurso sobre La obra literaria del pintor Solana, en el que se detuvo en la relación pintura-literatura a la que él mismo no es ajeno y que nos lleva, una vez más, a la búsqueda de lo primitivo por lo irracional que supone la obra de Cela. En 1964 obtuvo el doctorado honoris causa por la Syracuse University de Nueva York, circunstancia que aprovechó para dar varias conferencias por los Estados Unidos y escribir el Viaje a U.S.A., que publicaría en 1967.
Su obra en prosa se inició, como ya hemos indicado, con La familia de Pascual Duarte, en la que el excelente estilo del autor se ponía al servicio del realismo más crudo y sin concesiones. Tal crudeza, constante en la obra posterior del autor, dio lugar a la creación de una corriente denominada tremendismo, que, curiosamente, no sería seguida por el autor, que dejaría que su capacidad de describir con dureza permaneciera dentro del contexto necesario, al menos durante esos años de la primera postguerra, tal y como demuestra Pabellón de reposo (1943), en la que el tono lírico se diluye mediante la utilización de la perspectiva múltiple. A partir de aquí, ha sido especialmente importante para el autor no repetirse en sus novelas, lo que le ha llevado a un constante experimentalismo que no es óbice para encontrar en su narrativa una serie de puntos comunes como los que venimos señalando (onirismo, fragmentarismo, búsqueda de los impulsos básicos del ser humano, con frecuencia identificado con el sexo). Así, en 1944 se volverá hacia el molde picaresco para escribir Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, reconstrucción literaria que destaca especialmente por la riqueza léxica, a la que seguirá La Colmena, publicada en 1952 y en Buenos Aires por los problemas que le causó la censura en España (sin ir más lejos, la expulsión de la prensa del Movimiento, de la que era colaborador habitual). La Colmena supone la adaptación a España de las técnicas objetivistas y conductistas de la narrativa norteamericana, especialmente Manhattan Transfer, de John Dos Passos. Sin embargo, el desgarro de un país hundido, en el que la lucha por la supervivencia, en el más amplio y terrible sentido de la palabra lucha, es moneda corriente, no podía gustar a quienes pretendían haber construido una nueva realidad. Así, la novela fue criticada y censurada por más que el autor respondiera que se había comportado como el fotógrafo que sale a la calle con su cámara a cuestas para retratar lo que ve. En la obra, más de trescientos personajes, muchos de ellos sólo nominales, se entrecruzan en tres días de diciembre y por dos o tres barrios del centro de Madrid. Los personajes viven casi todos una existencia mísera, o bien gozan de una comodidad que deben a la miseria ajena. La narración de las historias se entrecruza para encaminarse haca un final común que, sin embargo, se deja abierto. Con ello busca Cela no centrar la novela en ninguno de los personajes, por más que uno de ellos, Martín Marco, sirva de hilo conductor dentro de la maraña ciudadana que protagoniza la novela. El crudo retrato de la realidad hace dudar de la pura intención literaria, por más que el autor haga protesta de ella.
Posteriores son otros títulos: Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), un alucinado monólogo de una mujer con su hijo muerto, plasmado -nuevo experimento narrativo- a través de cartas que la mujer escribe; La Catira (1955), recreación de la naturaleza y el lenguaje venezolano, que recuerda por su experimentalismo al Tirano Banderas de Valle-Inclán; Tobogán de hambrientos (1962); y Vísperas, festividad y octavas de San Camilo de 1936 en Madrid (1969), en la que, de nuevo, el protagonista es colectivo. Esta novela está ambientada en los primeros días de la guerra civil en Madrid y sirve a Cela para bucear una vez más en el primitivismo hispano, ahora analizando el cainismo de la sociedad española. Como es habitual en Cela, el sexo cuenta con un papel de suma importancia a la hora de describir, o simplemente sugerir ese primitivismo.
Las últimas novelas del autor fueron: Oficio de Tinieblas 5 (1973), su obra más personal a la que se ha referido, como ya lo hiciera Espronceda con el Canto a Teresa como "una purga de mi corazón"; Mazurca para dos muertos (1983); Cristo versus Arizona (1988) y La cruz de San Andrés (Premio Planeta 1994). En septiembre de 1999 presentó Madera de boj, la novela que aplazó durante diez años, al recibir su premio en Estocolmo y que, a la postre, se convirtió en su última aportación a las letras españolas.
Es también autor de narrativa breve, en la que destacan la observación costumbrista y la búsqueda de lo curioso, arropadas siempre por la cuidada prosa celiana. Son títulos como el ya citado El bonito crimen del carabinero; Timoteo, el incomprendido (1952); Baraja de invenciones (1953); El molino de viento (1956); Tobogán de hambrientos (1962); Las compañías convenientes y otros fingimientos y cegueras (1963); Garito de hospicianos (1963); El ciudadano Iscariote Reclús (1965); Santa Balbina 37: gas en cada piso (1977); Los sueños sanos, los ángeles curiosos (1979); El tacatá oxidado (1981); Los vasos comunicantes (1981); Los viejos amigos, primera y segunda serie (1981); Once cuentos de fútbol (1992) o La dama pájara y otros cuentos (1994), entre otros.
Entre 1956 y 1979, fue director de la revista mallorquina Papeles de Son Armadans, auténtico foro cultural de aquellos años que propició la difusión de los autores exiliados y de las literaturas catalana y gallega, así como la consideración del arte como un todo global, haciendo especial hincapié en la conexión literatura-pintura. También dirigió El Extramundi, revista de creación literaria y crítica filológica.
Son también de interés sus colaboraciones en libros de pintura como Gavilla de fábulas sin amor (1962, sobre Picasso) y El Solitario (1963, sobre Rafael Zabaleta); de fotografía, como Toreo de salón (1963); o de otros temas tan dispares como el mundo de la prostitución (Izas, rabizas y colipoterras, de 1964, serie de estampas comentadas de prostitutas).
Algunos de sus libros de cuentos han aparecido destinados al público juvenil. Es el caso de Vocación de repartidor (1985) y Las orejas del niño Raúl (1986).
Asimismo, es autor de una breve obra dramática compuesta por dos títulos estrenados en 1970: María Sabina y El carro de heno o el inventor de la guillotina, y de diversos ensayos sobre temas varios tales como Vuelta de hoja (1981); Rol de cornudos (1985) o Rol de comidas (1989). En el otoño de 1997, Camilo José Cela concluyó la redacción de una obra de teatro titulada Homenaje a El Bosco, segunda parte, extracción de la locura o El inventor del garrote. Se trata de una pieza dramática escrita por encargo de la Comunidad de Madrid, para conmemorar el centenario de la Generación del 98.
Bibliografía
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GIMÉNEZ FRONTÍN, J.L. Camilo José Cela. Texto y contexto (Barcelona: 1985).
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ZAMORA VICENTE, A. Camilo José Cela: acercamiento a un escritor, (Madrid: 1962).
G. Fernández San Emeterio.