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HistoriaBiografía

Carlos V, Rey de Francia (1337-1380).

Rey de Francia, llamado el Sabio y el Prudente, nacido en Vicennes el 21 de enero de 1337 y muerto en Beauté-sur-Marne el 16 de septiembre de 1380. Fue primogénito de Juan II el Bueno y de la princesa Bona de Luxemburgo. Su reinado significó el restablecimiento provisional de la dinastía Valois dentro de la contienda que Francia e Inglaterra dirimían en la llamada Guerra de los Cien Años. Fue el primer heredero en ostentar el título de Delfín y duque de Normandía.

Debido a una misteriosa enfermedad contraída en su niñez, Carlos nunca gozó de buena salud, a lo que hay que añadir un físico endeble y pequeño; quizá, debido a estas limitaciones físicas, el futuro rey de Francia se aficionó a la literatura y a la política, lo que hizo que se convirtiera en un hombre de despacho más que en uno de acción. Fue el único rey, junto con Luis XVI, que evitó comandar en persona sus ejércitos; así, puso al frente de éstos a personas adecuadas, con el don de mando suficiente para conseguir los objetivos que se propuso nada más subir al trono: emprender la guerra contra Eduardo III de Inglaterra y reconquistar los territorios perdidos ante éste. Carlos siempre mantuvo en su memoria los reveses y desastres acaecidos en las batallas de Creçy y Poitiers, así que puso especial empeño en reforzar su caballería y en elegir los capitanes adecuados. Al igual que sus predecesores, Carlos V confió más en gentes de condición inferior, en gentilhombres que le debían todo cuanto tenían, que en los príncipes de sangre real o la alta nobleza, quienes siempre podían arrebatarle poder y territorios.

El ejemplo más claro de esto último fue la concesión del título de condestable (jefe de los ejércitos reales) a un oscuro capitán bretón, jefe de un ejército de bandoleros y mercenarios, Bertrand du Guesclin, quien fue capaz de sacar a Francia con sus acciones guerreras del marasmo en el que se hallaba. Similar política de concesiones y prebendas llevó a cabo Carlos V a la hora de asignar los puestos clave de la corte, de la administración y de la justicia, rodeándose de toda una cohorte de legalistas y tecnócratas dispuestos a servir a su rey hasta el final, como único sostén que tenían y único camino para ascender y medrar, entre los cuales destacaron Guilleame de Dormans, Abriot de la Rivière, Hugues Burreau, etc. En este aspecto, Carlos V fue un fiel continuador de la política llevada a cabo por Felipe IV el Hermoso.

Antes de su advenimiento al trono francés, Carlos V contaba ya con una dilatada experiencia política. Entre los años 1356-60 fue lugarteniente general de su padre y, tras la batalla de Poitiers, en la que el rey de Francia, Juan II, cayó prisionero de los ingleses, Carlos se hizo cargo de la regencia provisional del reino, en tanto que se recaudaba el dinero pedido por los ingleses para la liberación de su padre, la cual se produjo en el año 1359, por el Tratado de Londres. A su vez, también tuvo que enfrentarse a la política conspiradora de su primo Carlos II el Malo, rey de Navarra, quien un año antes había sido derrotado y hecho prisionero por Juan II. Gracias a ese duro adiestramiento, Carlos V pudo acceder al trono con un gran bagaje político, adquirido en circunstancias difíciles, que le haría posible sacar a Francia de la situación desesperada en que se hallaba.

El primer acto importante de su gobierno fue convocar Estados Generales, con objeto de recaudar fondos para armar un gran ejército que cerrara a los Plantagenet ingleses las vías por las que hasta entonces habían entrado en el país con total impunidad. Para lograr la estabilidad de sus fronteras, Carlos V tuvo que enfrentarse en primer lugar con una nueva revuelta de su primo, Carlos II de Navarra. A pesar de su reconciliación con Juan II, éste último tenía sobrados motivos para alzarse en armas contra la corona francesa debido a la posesión del ducado de Borgoña, que correspondía por herencia y por ley a Carlos II de Navarra. El ducado fue engullido por el rey Juan II, por lo que Carlos II se alzó en armas y puso sitio a París, apoyado por un gran contingente de mercenarios, comandados por el capitán Bruch. Carlos V envió a su general, Bertrand du Guesclin, para encararse a este ejército, quien consiguió una resonante victoria en la batalla de Cocherel, el 16 de mayo de 1364. Carlos II de Navarra no tuvo más remedio que retirarse y abandonar el asedio de París, perdiendo toda su influencia y apoyos. lo que desembarazó a Carlos V de su principal enemigo y más firme amenaza. A su vez, gracias al apoyo prestado al pretendiente castellano al trono, Enrique de Trastámara y la victoria de éste, en el año 1369, sobre el rey legítimo Pedro I de Castilla, Carlos V consiguió un firme y leal aliado en sus fronteras del sur, lo que le permitiría despreocuparse de un posible ataque inglés proveniente del reino de Castilla. Carlos V también consiguió, con la marcha a Castilla, de las molestas Compañías Blancas, comandadas por du Guesclin, reorganizar su ejército. Gracias a los impuestos, casi regularmente recogidos, pudo mantener un ejército de mercenarios poco numeroso pero muy disciplinado, presto a servir al rey.

Con las fronteras pacificadas y reforzadas, y tras una laboriosa preparación financiera y diplomática, Carlos V se hallaba preparado para enfrentarse al ejército inglés y recuperar todo lo perdido anteriormente (Creçy y Poitiers); firmó pactos de ayuda con el rey de Escocia, con el conde de Flandes e, incluso, con su primo Carlos II de Navarra, de tal forma que fue siguiendo con notable firmeza el prudente y escalonado plan político-militar que se había propuesto. Disconforme con lo acordado en el Tratado de Calais, Carlos V alegó sus derechos sobre la Aquitania, en poder del Príncipe de Gales, hijo de Eduardo III de Inglaterra. La respuesta inmediata de Eduardo III ante las pretensiones francesas fue la esperada por Carlos V: la ruptura de la tregua y el reinicio de la guerra entre ambos países.

El ejército inglés volvió a recurrir a la táctica de cabalgadas continuas que tan buen resultado le había dado anteriormente, pero la armada francesa, liderada por su propio rey desde palacio, evitó desde un principio los enfrentamientos directos y las grandes batallas, limitándose a hostigar a las compañías inglesas. Las ciudades de la Aquitania fueron cayendo, una tras otra, en poder de las tropas francesas, a la par que una escuadra castellana asolaba las costas francesas en poder de los ingleses. Tras cinco años de continuas campañas, la corona de Francia había recuperado prácticamente la totalidad de la Aquitania, a costa de un gran derramamiento de sangre. En el año 1380, las posesiones inglesas se limitaban a unas cuantas poblaciones desperdigadas, como Bayona, Burdeos, Brest y Calais.

Con todo a su favor, parecía que Carlos V podía conseguir la total expulsión de los ingleses de su reinado, pero no pudo reiniciar los ataques, habida cuenta del enorme esfuerzo realizado en las anteriores campañas, lo que dejó al país en una verdadera ruina. Lo mismo le sucedía a la corona inglesa. Ante semejante hecho, ambos monarcas firmaron la paz el 27 de junio de 1375 en la ciudad de Brujas.

Sin embargo, a partir de 1377, la intransigencia de Carlos V a abandonar su soberanía sobre los territorios que había reconquistado con tanto esfuerzo a los ingleses hizo que comenzaran de nuevo las disensiones. Carlos II de Navarra y el duque Juan de Bretaña se volvieron a declarar en rebeldía, ayudando a los ingleses en sus reivindicaciones territoriales. Carlos V pudo apoderarse de las fortalezas normandas y del ducado de Bretaña, pero los ingleses reaccionaron rápidamente y se instalaron en la localidad de Cherburgo. Carlos V, agobiado por la presión inglesa y por una reacción de la nobleza bretona en contra de la pretensión francesa de anexionarse el ducado, no tuvo más remedio que ceder y devolver el ducado a los rebeldes vasallos.

Ese mismo año, murió el papa Gregorio XI, que con su vuelta a Roma pretendió acabar con la etapa del papado de Aviñón. Pero la nueva elección papal provocó el llamado Cisma de Occidente, al ser elegidos dos papas, Urbano II y Clemente VII, el uno residente en Roma y el otro nuevamente en Aviñón. Carlos V prestó fidelidad al papa aviñonés, apoyo que ahondó aún más en un problema eclesiástico que afectaría a la política del continente y al propio desarrollo de la Guerra de los Cien Años, dependiendo de quien apoyara a uno u otro papa, o, lo que significaba lo mismo, alinearse con uno u otro rey.

Antes de morir, Carlos V tuvo que hacer frente a la grave crisis económica y social que se manifestaba en toda Europa desde hacía algún tiempo. La Peste negra volvió a hacer estragos en una población que, desde desde años anteriores, estaba subalimentada a causa de las guerras continuas, que habían devastado totalmente los campos de cultivo, y arruinada porque la escasez de moneda en circulación, había hecho que los nobles redoblaran la presión fiscal sobre los campesinos. Ante esta terrible situación, estallaron sublevaciones por todo el reino. La corona no tenía recursos para afrontar la nueva crisis, ya que las continuas guerras y el gran esfuerzo realizado en la reconquista de los lugares había dejado exhausta a Francia. El 16 de septiembre de 1380 falleció el rey Carlos V, dejando a su heredero, Carlos VI un país arrasado y con un incierto futuro en la confrontación con Inglaterra. La última medida decretada por el rey, la supresión del impuesto de los fuegos, hundió más aún la economía del reino al suprimir el único impuesto permanente seguro.

Durante su reinado se llevaron a cabo importantes reformas dentro de la administración de justicia y en la elección de los miembros del Parlamento, elegidos por sufragio popular. Gran amante de la literatura y de las bellas artes en general, Carlos V favoreció y protegió con su mecenazgo a un gran número de artistas franceses, dando lugar al despegue de las artes francesas. También fue el fundador de la Biblioteca Real, a la que dotó con casi mil volúmenes de su propiedad. Las universidades del reino, sobre todo la Sorbona de París, vieron aumentar su autogobierno y privilegios por el deseo expreso del rey.

Bibliografía

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  • ROMANO, R. y TENENTI, A. Los fundamentos del mundo moderno: Edad Media tardía, Reforma, Renacimiento. (Madrid, 1989).

CHG.

Autor

  • Carlos Herráiz