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HistoriaBiografía

Calleja del Rey, Félix María, Conde de Calderón (1753-1828).

Militar y político español, virrey de Nueva España desde 1813 hasta 1816, nacido de familia distinguida en Medina del Campo (Valladolid) el 11 de noviembre de 1753 y fallecido en Valencia el 24 de julio de 1828.

Sentó plaza de cadete en el regimiento de infantería de Saboya en 1773 y llegó a alcanzar el grado de capitán. Tomó parte en la desgraciada expedición de Argel (1775); el sitio de Gibraltar (1779-1783), donde sirvió de edecán al marqués de Branciforte y conoció al conde de Revillagigedo; y, finalmente, el sitio y rendición de la isla de Menorca. Más tarde, reconocido capitán graduado, fue director de estudios en el Colegio Militar del Puerto de Santa María (1784), donde instruyó a varias compañías de cadetes hasta el año 1788, en que se extinguió ese centro.

En 1789 acompañó al segundo conde de Revillagigedo, nombrado virrey de Nueva España, y desembarcó en Veracruz con destino a la ciudad de Puebla, donde alcanzó el nombramiento definitivo de capitán y actuó como instructor de cadetes, sargentos y oficiales. Gozaba de la confianza del virrey, que le encargó la inspección y el estudio de la situación militar en los territorios fronterizos, lo que le permitió recorrer diversas regiones. En 1790 creó el cuerpo de dragones de milicias de frontera de Ocotlán, visitó algunas provincias, realizó los mapas y las descripciones de esa zona y, a partir de 1792, formó los padrones militares del reino de Nueva Galicia, los cuerpos de frontera de la colonia y primera División del norte, y la matrícula de los puertos de Pánuco y Tampico. En opinión de Revillagigedo, Calleja “es un oficial de talento, aplicación, zelo y buena conducta…”.

El nuevo virrey marqués de Branciforte le encargó en 1795 la inspección de los territorios de Nuevo Santander y Nuevo Reino de León, visitando pueblos y misiones y examinando las obras militares existentes. Al intensificarse la amenaza de incursión de los navíos ingleses, el virrey le ordenó elaborar los planes para la defensa de los puertos y costas del Golfo de México, y los completó proponiendo que se establecieran patrullas militares permanentes.

Con la reorganización militar llevada a cabo por el virrey Miguel Azanza, a Calleja se le encomendó el mando de la décima brigada del cuerpo de milicianos con sede en San Luis Potosí, para lo cual se le mantuvo en el rango de teniente coronel, por lo que se sintió profundamente contrariado. En un escrito de 1798 que dirigió al rey y en la carta que escribió al virrey Azanza acompañándolo, protestaba por el hecho de que “mis coetáneos en España” fuesen ya generales, mientras él seguía sin ascenso. Logró el reconocimiento de coronel, nuevas menciones elogiosas de sus superiores y en 1800 el ascenso a brigadier, que le otorgó el virrey por su labor pacificadora en las provincias del norte.

Prácticamente retirado en San Luis Potosí, vivió atento a los conflictos que se producían en las fronteras del norte y en 1807 casó con doña Francisca de la Gándara, de familia criolla, a la que se llamó primero “la generala” y más tarde “la virreina mexicana”, por la extensa red de amistades que supo cultivar con los grupos de nativos más distinguidos. Al producirse la invasión francesa de la península y los primeros brotes de inquietud entre la sociedad criolla, supo dominar la región “con mano de hierro”, fomentar la pública adhesión de fidelidad al rey, convocar suscripciones de fondos de apoyo a la guerra contra el invasor francés y promover la creación de cuerpos de soldados voluntarios, llamados “de Fernando Séptimo”.

Convocado por el virrey Iturrigaray a la ciudad de México, participó en las consultas que se realizaron al conocerse los informes procedentes de España, asesoró al comisionado Jabat y, tras un enfrentamiento con Iturrigaray, a cuya política se oponía, apoyó el “golpe de estado” del hacendado Gabriel de Yermo, lo que provocó la caída del virrey y el nombramiento del mariscal Pedro Garibay. Calleja, en un informe de 1816, escribió que “fui nombrado gobernador de la capital y encargado de restablecer y mantener la quietud pública”. Poco más tarde regresó a San Luis y permaneció en esta ciudad hasta la llegada del virrey Venegas, en septiembre de 1810.

Con el levantamiento del cura Hidalgo y el inicio de la “revolución de Independencia”, el brigadier Calleja tuvo un papel destacado al servicio del virrey, como responsable del desarrollo de las operaciones de la contra-insurgencia. El 17 de septiembre de 1810 Venegas nombró a Calleja general en jefe de los cuerpos de ejército que debían operar contra los rebeldes. A lo largo de casi tres años dirigió las operaciones y derrotó a los líderes de la insurgencia: Miguel Hidalgo, López Rayón y José María Morelos. En aquellos años se ganó la fama de “sanguinario y brutal, represor y exterminador de ciudades y pueblos”. El insurgente e historiador Carlos María Bustamante lo llamó “el nuevo Tamerlan” (véase Tamerlan).

Pero, conforme avanzaba la campaña, sus desavenencias con el virrey se hicieron más intensas, lo que provocó la formación de dos partidos en la ciudad de México. Sus seguidores lograron que la Regencia de Cádiz lo designara para substituir a Venegas, que le traspasó sus poderes el 4 de marzo de 1813 en medio de una gran fiesta popular.

Calleja se sintió obligado a respetar la publicación de la Constitución de 1812 (véase Constitucionalismo español), hecha por Venegas, aunque sus opiniones personales fueran muy contrarias a aquellos preceptos. En su primer informe al ministro de la guerra, el 15 de marzo de 1813, explicaba la situación del virreinato con los colores más sombríos. Sin embargo, en una proclama dirigida al pueblo de Nueva España, alabó la nueva Constitución "precioso fruto de los afanes y la sabiduría del Congreso Nacional" y prometió que sería “el primero en observar celosamente sus preceptos”.

Así tuvo que hacerlo inicialmente, y en abril y julio se celebraron elecciones a cabildos municipales y a diputaciones provinciales, de acuerdo con la nueva legislación. Para desesperación de los “peninsulares”, resultaron electos todos los candidatos “americanos”, hecho que se repitió al realizar las elecciones a Cortes ordinarias, el mismo mes de julio. La respuesta de Calleja fue inmediata: afirmó que el gobierno no tenía fondos para pagar el viaje a la península de los catorce diputados elegidos y redujo el número de representantes a dos.

Durante casi un año la situación insurgente pareció estancarse, proclamando los dos bandos victorias y triunfos más aparentes que reales, ya que mientras el virrey alardeaba de la destrucción de los grupos rebeldes, Morelos y sus seguidores, tras la captura de Oaxaca y el sitio de Acapulco, que había caído en su poder en abril de 1813, se reunieron en Congreso en Chilpancingo y procedieron a elaborar una Constitución, al nombramiento de “generalísimo” en favor de Morelos y a la firma de una declaración de independencia, el 6 de noviembre de 1813. Pero, tras varios meses de pruebas y errores, los generales realistas mantuvieron a raya el movimiento de insurgencia.

A finales de 1813 José María Morelos fracasó en el intento de tomar Valladolid (la actual Morelia), lo que demostraba el acierto de Calleja al llevar a cabo una profunda reestructuración de su estrategia militar. En enero de 1814 los realistas entraron en Chilpancingo, obligando al Congreso mexicano a iniciar un largo peregrinaje de evasión. Desposeído Morelos del mando supremo, los insurgentes se dividieron en facciones y sufrieron sucesivas derrotas, compensadas en octubre de 1814 con la proclamación de la Constitución de Apatzingán, que eligió un poder ejecutivo plural, integrado por Morelos, el doctor Cos y el licenciado Liceaga.

La vigencia de la constitución de 1812, por breve que fuera, provocó un estallido de libertades en la capital y en las ciudades del interior, multiplicándose las publicaciones, discusiones y tertulias favorables al autonomismo criollo, en el marco de una monarquía liberal. La alarma e intranquilidad de las familias peninsulares se manifestó enseguida, y aunque Calleja publicó en junio de 1814 un bando reafirmando el sometimiento a la Constitución y propuso el indulto de los rebeldes para festejar el regreso del rey a Madrid, al conocer lo que había ocurrido en España y olvidando sus promesas, ordenó el desconocimiento de la Constitución, prohibió cualquier crítica o ataque a “los derechos y prerrogativas del trono” y se adhirió con todo entusiasmo al absolutismo fernandino. En agosto de 1814 recibió el título de teniente general.

En pocas semanas se cancelaron todas las disposiciones del período constitucionalista, se repusieron los ayuntamientos perpetuos, se restablecieron las Audiencias de México y Guadalajara, se reconoció a la Compañía de Jesús y volvió a instalarse el tribunal de la Inquisición. Entre tanto, seguían los enfrentamientos militares y se multiplicaban las acciones de ambos bandos, en una guerra de resistencia y desgaste generalizada en el virreinato, paralela a las medidas de represión y destierro de los criollos influyentes opuestos a la política del virrey. Así se consumió todo un año, hasta que el 5 de noviembre de 1815, atacado el convoy del Congreso mexicano dirigido por Morelos, éste cayó prisionero de las fuerzas realistas que le condujeron a la capital. Sometido a juicio y condenado por la Inquisición se enfrentó a un auto público de fe, que lo calificó de “hereje formal, fautor de herejes, profanador de los santos sacramentos, cismático, lascivo…, y traidor a Dios, al rey y al papa”. Fue fusilado el 22 de diciembre en San Cristóbal Ecatepec.

El desconcierto y la disolución de los grupos insurgentes debilitaron las actividades rebeldes, situación que aprovechó Calleja para pregonar la pacificación del virreinato y el triunfo de las armas leales al rey. Pero se trataba de una pacificación engañosa, que recubría las desavenencias y quejas de algunos militares, como los brigadieres Cruz y Arredondo, y de eclesiásticos, como los obispos Abad y Queipo y Antonio Joaquín Pérez, críticos de la política virreinal. Las numerosas representaciones enviadas a España culminaron en la real determinación de cesar a Calleja, acuerdo que se conoció al desembarcar su sustituto en Veracruz, a primeros de septiembre de 1816. El día 20 de ese mes el virrey Calleja hizo entrega del bastón de mando al teniente general Juan Ruiz de Apodaca, hasta entonces capitán general de la isla de Cuba.

A su regreso a España, el rey lo nombró conde de Calderón, en recuerdo de la famosa batalla de 1812, concediéndole la Gran Cruz de Isabel la Católica y la de San Hermenegildo, mientras servía en Madrid como vocal de la Junta Militar Consultiva de Ultramar. El 6 de agosto de 1819 recibió el nombramiento de capitán general de Andalucía, gobernador de Cádiz y general en jefe del Ejército de Ultramar, en sustitución de La Bisbal. Hecho preso al producirse la sublevación de Riego, regresó a Madrid y posteriormente se trasladó a Valencia. Al enfrentarse a los constitucionalistas se le deportó a Ibiza, donde permaneció de septiembre de 1821 a agosto de 1822. Con el regreso del absolutismo se le mantuvo alejado en Valencia, donde sufrió juicio de purificación en 1825. Falleció en esta ciudad el 24 de julio de1828.

Bibliografía

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Autor

  • Gil Novales / M. Ortuño