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LiteraturaBiografía

Calderón de la Barca, Pedro (1600-1681)

Pedro Calderón de la Barca.

Poeta y dramaturgo español, nacido en Madrid el 17 de enero de 1600, y muerto en su ciudad natal en 1681. Continuador del arte nuevo de hacer comedias difundido por Lope de Vega, en su teatro se intensifica el componente lírico, se adensa la reflexión moral y filosófica, se enriquece la dimensión religiosa y se acentúa la introspección psicológica de los personajes, forjando en su conjunto un corpus dramático considerado como el más profundo y acabado del teatro áureo.

Vida

De familia acomodada y oriunda de la Montaña (es decir, de ascendencia hidalga acreditada), era hijo de un secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda, lo que dio a la familia una situación social de cierta importancia y acomodo. El dramaturgo fue el tercero de los hjos del matrimonio y recibió una educación esmerada en el Colegio Imperial de Madrid, regentado por la Compañía de Jesús en el edificio que actualmente ocupa el Instituto de Bachillerato "San Isidro", entre 1608 y 1613. Su condición de hijo tercero lo destinaba desde la cuna a ocupar una capellanía fundadada por su abuela. Entre 1614 y 1620 estudió, primero, en Alcalá de Henares, y después en Salamanca, hasta obtener el grado de Bachiller en Cánones. Son años juveniles en los que se le asocia a la clásica vida desordenada de los estudiantes, con la que prosiguió a partir de su regreso a Madrid, dejando de lado la carrera eclesiástica e introduciéndose en los ambientes literarios de la Corte. Participó en las justas y certámenes de esos años, tales como los de beatificación y canonización de San Isidro en 1621 y 1622 respectivamente. Todo ello nos lo sitúa en la estela de Lope de Vega, del que fue sucesor en la escena. En 1623 estrenó su primera comedia, Amor, honor y poder, que obtuvo no poco éxito. Durante estos años se vio envuelto en pleitos por su vida de pendencias y juego y por causa del testamento de su padre, que obligó al dramaturgo y a sus hermanos a pleitear con su madrastra y a vender el cargo de su padre para pagarle lo que les pedía. Probablemente fueron estos sucesos los que le llevaron a entrar al servicio del duque de Frías, con el que viajó por Flandes y el norte de Italia entre 1623 y 1625.

A su vuelta, prosiguió Calderón con su vida de antes y comenzó a obtener éxitos en la escena, al tiempo que empezaba a eclipsarse la figura de Lope. Su irrupción, en compañía de otros, en el sagrado del convento de las Trinitarias de Madrid, donde se encontraba la hija de Lope, en persecución de un cómico, le causó la enemiga de Lope y de Fary Hortensio Félix Paravicino. La burla que de este último hizo Calderón en El Príncipe Constante nos lo presenta bastante lejos del Calderón taciturno que tanto ha gustado presentar a la crítica. En el mismo año de 1629 en el que tenían lugar estos sucesos, vio estrenar La Dama Duende, su primer gran éxito. La década de 1630 a 1640 fue la más fructífera en lo que a los corrales de comedias se refiere. Al mismo tiempo, comenzó a recibir encargos para los teatros de la Corte, tanto en el salón dorado del desaparecido Alcázar como en el recién inaugurado Palacio del Buen Retiro, para cuya primera función escribió en 1634 El nuevo Palacio del Retiro. En El Retiro, las funciones se llevaban a cabo en un coliseo construido para tal efecto -que contaba con todos los adelantos en materia escenográfica, para los que la Corte había contratado al italiano Cosme Lotti-, pero también en escenarios montados sobre barcas en el Estanque de los jardines. Calderón colaboró con Lotti en todo tipo de espectáculos palaciegos, sobre todo desde que, en 1635, se le nombrara director de tales representaciones. En 1636 se le concedió el hábito de Santiago. Fueron los años de El médico de su honra, La hija del aire, etc. En 1636 apareció, además, la Primera Parte de sus Comedias, recogidas en número de doce, que tendrá sucesivas partes en 1637, 1664, 1672 y 1677, año en el que apareció también la primera entrega de sus Autos sacramentales.

Calderón de la Barca:

Como caballero de Santiago, participó en el socorro de Fuenterrabía de 1638 y en la campaña de Cataluña de 1640, respecto de la que se cuenta la anécdota, nunca comprobada, de que el rey trató de impedir la posible pérdida de su dramaturgo en el campo de batalla mediante la orden de que no dejara Madrid mientras no le entregara una comedia concluida. Calderón le entregó en pocos días la titulada Certamen de amor y celos, que se representó en el Estanque de El Retiro. Herido durante el sitio de Lérida, obtuvo la licencia absoluta en 1642, a la que acompañó una pensión vitalicia.

A su retorno, entró al servicio del duque de Alba y continuó dedicándose al teatro, aunque sólo al religioso, dado que los teatros permanecieron cerrados entre 1644 y 1645 y, más adelante, entre 1646 y 1649 con motivo de los lutos por la reina Isabel de Borbón, primera mujer de Felipe IV y por el príncipe Baltasar Carlos. En este ambiente se produjo, además, la muerte de sus hermanos José (1645) y Diego (1647), y el nacimiento de su único hijo, ilegítimo. Conmovido por todo ello, ingresa en la Orden Tercera de San Francisco en 1650 y se ordenó sacerdote al año siguiente, ocupando así la capellanía fundada por su abuela. En 1653 fue nombrado capellán de los Reyes Nuevos de Toledo. Se dedicó a la composición de autos que le encargaban los ayuntamientos de Madrid y Toledo, y dejó de escribir para los corrales, aunque prosiguió con los encargos de la Corte (que consistían en piezas de tema mitológico y montaje espectacular, en las que la música comenzaba a tener un papel destacado). Son las primeras óperas y zarzuelas españolas, de las que poco nos ha llegado, si exceptuamos algunos números sueltos. El término Zarzuela se acuñó para un género mixto en el que se canta y se representa, pero no tiene nada que ver este espectáculo cortesano de tema mitológico con el género de carácter popular que, a partir de la misma idea pero con una base argumental tomada del sainete o de la propia comedia lopesca, comenzará a generalizarse a partir del XVIII en los teatros públicos y en los salones aristocráticos. Nada más erróneo, por tanto, que la costumbre habitual de hacer de Calderón el primero de nuestros zarzueleros, dado que nada sino la mezcla de canto y representación hay en común entre dos géneros por lo demás totalmente distintos.

Pese a haberse apartado de los corrales, recibió críticas por su condición de sacerdote dramaturgo, de las que se defendía arguyendo los encargos con los que se le importunaba. En 1663 fue nombrado capellán de honor del rey y en 1666, capellán mayor de Carlos II. Continuó escribiendo hasta el mismo año de su muerte. Su últmia comedia, Hado y divisa de Leónido y Marfisa, se representó en 1680, y su último auto sacramental, La divina Filotea, vio la luz, concluido por Melchor de León, en 1681, poco después de muerte de Calderón. Tras ésta, se abre un período de decadencia de nuestro teatro que se prolongará más de un siglo.

Obra

Sin llegar a los extremos de la obra de Lope, la de Calderón es también ingente: cerca de ciento veinte comedias, más de ochenta autos y varias piezas cortas. A pesar de cierta cantidad de piezas poéticas, entre la que destaca el poema compuesto sobre la divisa Psalle et Sille -"canta y calla"- situada en el coro de la iglesia de los Reyes Nuevos de Toledo, su obra es básicamente dramática. La producción dramática de Calderón aparece cuando el mecanismo teatral ya está organizado en España. Tal máquina va a servir para un genio opuesto en casi todo al de Lope, caracterizado por su mirada hacia el interior frente a la necesidad de exteriorizarse de Lope.

Desde Menéndez y Pelayo, su obra se viene dividiendo en comedias y autos y, dentro de la primera, una subdivisión en comedias de capa y espada, dramas trágicos, dramas filosóficos y dramas religiosos. Esta clasificación, a pesar de los problemas que puede plantear la distinción entre "religioso" y "filosófico" en algunos casos, se ha mostrado como útil a la hora de establecer una taxonomía dentro de la obra del dramaturgo. Con todo, pueden señalarse varias características comunes a toda su creación: la preocupación de la reponsabilidad moral del hombre, el conflicto entre lo real y la ilusión, y el honor como fuente de conflictos sociales entre el sentimiento y el papel del hombre en la sociedad; lo mismo cabe decir del aspecto formal, en el que el recurso constante a la metáfora, a la hipérbole y, sobre todo, a la paradoja convierte a cada comedia o auto en un auténtico poema dramático en el que se suman la lengua poética elaborada por Lope con las audacias gongorinas.

Las comedias de capa y espada son la vertiente del teatro de Calderón que más se asemeja al de Lope. Calderón supone para la comedia lopesca la depuración del molde a través de la simplificación de la trama y la mejora de la construcción, normalmente a través de la supresión de escenas públicas como las que tanto gustaban a Lope y a su generación. El motor de la acción suele ser el amor, con el que confluyen los celos y el honor. Los personajes se mueven de acuerdo con el decoro de su nivel social y la acción se basa habitualmente en el equívoco. Es el caso de El astrólogo fingido; Casa con dos puertas, mala es de guardar; Hombre pobre, todo es trazas; El alcaide de sí mismo; Guárdate del agua mansa o No hay burlas con el amor. Por supuesto, es el género al que pertenece también La Dama Duende, el primero de sus éxitos, en el que una de las damas atrevidas de nuestro teatro, doña Ángela, se introduce por las noches en el cuarto de su amado para desordenar los muebles como si fuera un fantasma.

Como se puede deducir de todo esto, la línea del Calderón de los corrales no sería la que continuaría el teatro español a finales del XVII y durante el XVIII, sino la del Calderón de los autos sacramentales y de las comedias heroicas y mitológicas de palacio, en las que el ornato escénico tenía tanta importancia como el propio texto, y esto merced a la calidad poética de Calderón, pues la balanza se inclinaría del lado de la tramoya así topara el organizador con un dramaturgo menos hábil que el que nos ocupa. De estas comedias palaciegas, también llamadas "de aparato", escritas por lo general en fecha más tardía, destacaremos Ni amor se libra de amor, basada en el cuento del Amor y Psique; La fiera, el rayo y la piedra, zarzuela basada en los mitos de Pigmalión, Anaxárate y Cupido; Fieras afemina Amor, sobre Hércules y Onfalia y Eco y Narciso, mito que se prestaba a singulares efectos musicales de eco merced a la transformación final del protagonista, tales como los empleados por Monteverdi, Carissimi o, más tarde, Bach en diferentes obras. Dentro de este apartado hay que señalar también La púrpura de la Rosa, representada en el Buen Retiro en 1660 y que sería la primera ópera representada en América.

De entre los dramas religiosos señalaremos El Purgatorio de san Patricio; El Príncipe Constante y El mágico prodigioso.

Los dramas de honor son los que más fama han dado al autor y los que, probablemente, más críticas han atraído sobre su figura. Sus argumentos son casos extremos en los que la fama pública de un hombre se ve comprometida por un adulterio, o por la simple sospecha de éste, sin que le quede al deshonrado más remedio que lavar su honor con la mancha de los culpables. El concepto de honor, absolutamente ajeno a la mentalidad de nuestro tiempo, no se refiere al arrebato de celos, sino a una auténtico mandamiento social al que hay que obedecer a sangre fría:

"Al Rey, la hacienda y la vida
se ha de dar, pero el honor
es patrimonio del alma
y alma sólo es de Dios
".

Con todo, se trataba de un código que, al menos en el teatro y la novela, el público aceptaba y aplaudía. Su pervivencia en nuestra sociedad ha sido tema constante para los escritores preocupados por el estudio del carácter español, tanto en ensayos como en novelas, en las que, casualmente o no, coincide con el tema de Don Juan. Es el caso de La Regenta, de "Clarín", y Tigre Juan y El curandero de su honra, de Ramón Pérez de Ayala. En este último, la parodia del honor calderoniano es evidente desde el propio título. Las tres obras más conocidas de este apartado de la producción calderoniana son El Pintor de su deshonra; A secreto agravio, secreta venganza y, sobre todo, El médico de su honra, en el que un caballero deja morir desangrada a su mujer por la simple sospecha, infundada, de haberle sido infiel con la posterior anuencia, y aún alabanza, del rey. Con todo, el más famoso drama de honor de Calderón es El Alcalde de Zalamea, en el que el conflicto del honor abandona la escena cortesana para aparecer entre plebeyos como el alcalde Pedro Crespo, personaje digno y consciente tanto de su valor como de su puesto en la sociedad que se rebela contra los abusos (como siempre de tipo sexual) del capitán don Álvaro de Ataide, de familia noble. La posición del villano es reforzada en la obra por la cobardía de un hidalgo pobre que intenta aparentar lo que no tiene. Como en el caso anterior, la presencia del rey sancionando al que ha lavado su honor supone la aprobación suprema de su conducta.

Enrique Borrás, voz original.

[Fragmento de El Alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, extraído de "El Archivo de la Palabra" del Centro de Estudios Históricos, editado por la Residencia de Estudiantes.

Enrique Borrás encarnó la figura de Don Pedro Crespo de manera magistral, haciendo crecer al personaje gracias a la naturalidad y sencillez de su puesta en escena].

Respecto de los dramas filosóficos, es preciso tener en cuenta en primer lugar La Vida es Sueño, en donde se reflexiona sobre la razón de estado frente a la libertad humana a través de la figura del príncipe Segismundo, hijo del rey de Polonia que ha sido apartado del trono a causa de un pronóstico que vaticinó que destronaría a su padre. La curiosidad del rey lo lleva al trono durante un día para devolverlo a su prisión, pero el joven luchará para conseguir el trono al que está destinado hasta destronar a su padre y librar así a Polonia del rey injusto que lo ha mantenido prisionero para permanecer seguro en el trono sin temor. La reflexión sobre el poder mal adquirido aparece también en La Hija del Aire y La Cisma de Inglaterra, la primera sobre el mito de Nino y Semíramis y la segunda sobre el divorcio de Enrique VIII de Inglaterra de Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. En los tres casos, la recurrencia a espacios lejanos, míticos o contrarios a España permiten al dramaturgo hablar con libertad, sin temor a que sus palabras se interpretaran contra la Corte española, con la que, por lo demás, sus relaciones no podían ser mejores. Por otra parte, el respeto por la institución monárquica le lleva a centrar el caso histórico de Enrique VIII en la figura de Ana Bolena, que es quien asciende a donde no le está destinado y quien, como Semíramis en La Hija del Aire, acaba siendo derribada por los mismos que ayudaron a elevarla. El problema del buen gobierno, constante a lo largo de todo el XVII, primero merced a los valimientos de los duques de Uceda y Lerma y, ya con Felipe IV, del Conde-duque de Olivares, así como con la minoría de Carlos II y el gobierno de don Juan José de Austria, parece haber sido un asunto de importancia para Calderón, que ya lo trató durante los tiempos de Olivares en Saber del mal y del bien, estrenada en 1628.

Calderón de la Barca:

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Finalmente, los autos sacramentales están escritos para la festividad del Corpus Christi, en la que se ensalza la presencia real de Cristo en la forma consagrada. A causa de esto, los autos tenían en su desarrollo metafórico que estaba relacionado con la propia naturaleza de la fiesta y que los convertía en lo que el propio Calderón llamó "Sermones / puestos en verso" en los que se buscaba explicar al pueblo cuestiones de índole teológica a las que de otra manera no podía acceder. Son los más alegóricos los que carecen de otro argumento, como El gran teatro del mundo, El gran mercado del mundo o No hay más fortuna que Dios; otros se ayudan de un argumento mitológico (Los encantos de la culpa, sobre Circe y Ulises; El divino Orfeo; o Andrómeda y Perseo, que se incluyen dentro de la amplísima corriente que, desde la propia Edad Media, había buscado una explicación moral a las fábulas mitológicas) o bíblico (La cena del Rey Baltasar; Sueños hay que verdad son, sobre la historia de José en Egipto; El árbol del mejor fruto; A tu prójimo como a ti, sobre el buen samaritano; La siembra del Señor, etc.). Otros aprovechaban temas históricos o legendarios (La devoción de la misa, El Santo Rey don Fernando, etc.) e, incluso, motivos como la construcción del nuevo palacio en El nuevo Palacio del Retiro o Las Órdenes militares.

Pedro Calderón de la Barca,

Bibliografía

  • VV.AA. ACTAS del Congreso Internacional sobre Calderón y el teatro español del Siglo de Oro. Madrid, 1983.

  • RUIZ RAMÓN, Francisco. La Hija del Aire. Madrid: Cátedra, 1987

  • RUIZ RAMÓN, Francisco. La cisma de Inglaterra. Madrid: Castalia, 1981.

  • VALBUENA BRIONES, Ángel. Calderón y la comedia nueva. Madrid, 1977.

  • VAREY, John E. Cosmovisión y escenografía: el teatro español en el Siglo de Oro. Madrid, 1987.

Autor

  • Gerardo Fernández San Emeterio / José Ramón Fernández de Cano