A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
HistoriaBiografía

Aragón, Fernando de. Duque de Calabria (1488-1550).

Aristócrata italiano asentado en España, donde ocupó el cargo de virrey de Valencia entre 1526 y 1550. Nació en Andria (Apulia, Italia), el 15 de diciembre de 1488, y falleció en Valencia, el 26 de octubre de 1550. Era hijo de Federico de Aragón, conde de Altomara, y de la segunda esposa de éste, Isabel de Nápoles, lo que le emparentaba directamente con los Trastámara aragoneses, al ser bisnieto de Alfonso V el Magnánimo, y primo carnal de quien habría de ser su máximo enemigo en los primeros años de su vida, el rey Fernando el Católico. La presencia de la familia de Fernando en el ámbito italiano se incrementó en 1496, cuando su padre, el conde de Altomara, sucedió a su sobrino Fernando II (o Ferrante II) como monarca napolitano. Las antaño hostilidades entre Francia y Aragón por el dominio de Nápoles fueron, de esta manera, alteradas, pues no entraba en los planes de ninguno de sus soberanos que un noble autóctono actuase como rey de tan importante y estratégico enclave.

Primeros años

Cuando Fernando de Aragón sólo contaba doce años, el tratado de Granada (1500), firmado entre el Rey Católico y el monarca francés, Luis XII, vulneraba por completo sus derechos sucesorios a la corona napolitana, pues las poderosas naciones pirenaicas ya habían firmado el reparto de Italia entre ambos estados. Debido a ello, el púber Fernando, agrupando a su alrededor a los descontentos napolitanos, formó un ejército para oponer la resistencia a aragoneses y galos que su padre no abanderó, pues Federico V, rey legítimo, aceptó la suculenta oferta de Luis XII: 3.000 ducados de renta anuales y el título de duque de Anjou. A partir de 1500, pues, Fernando de Aragón, que había heredado el ducado de Calabria por su tío Alfonso II, combatió, en especial, contra las tropas hispanas al mando del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, por el dominio de Nápoles. El fin de esta aventura llegó el 1 de marzo de 1502, cuando sus tropas fueron vencidas por el Gran Capitán y éste le hizo prisionero.

Tan onerosa captura planteó un grave problema al Rey Católico, puesto que, por una parte, su férrea actitud de control sobre Nápoles no iba a tolerar, de ninguna manera, la existencia de un poder autónomo susceptible de aliarse con Francia, su mayor enemiga. Por otra parte, el parentesco directo que existía entre él y el duque de Calabria le obligaba a maniobrar con cautela. La solución final, que satisfizo ambas premisas, fue la de instar al duque a que viniese a la península, bajo la promesa de que, en un futuro, contraería matrimonio con la infanta Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, entonces viuda de su primer matrimonio con Arturo. El duque de Calabria aceptó la oferta con no demasiado buen grado, pues, como posteriormente se verificó, la única pretensión del Rey Católico era alejarle de Italia: ya hacía tiempo que la infanta Catalina estaba comprometida en matrimonio con Enrique VIII de Inglaterra. En 1502 el duque de Calabria llegó al puerto de Barcelona, donde se instaló y comenzó su nueva vida, una vez abandonadas las viejas pretensiones sobre la corona napolitana. Por si acaso le cabía aún la esperanza, después de la nueva situación en Castilla, que, tras la muerte (1504) de Isabel la Católica, había repudiado la regencia del Rey Católico, éste se volcó todavía más en la conquista y definitiva pacificación de Nápoles hasta conseguir ser nombrado rey en 1506. Quizá a modo de compensación, Fernando nombró al duque de Calabria, en el mismo año, lugarteniente general de Cataluña, lo que parecía encumbrarle a una incipiente carrera dentro de los puestos de gobierno de la península... hasta que Germana de Foix, la que, andando el tiempo, se convertiría en su esposa, se cruzó por primera vez en su camino.

De la prisión al virreinato

En el mismo año 1506 Germana de Foix, sobrina de Luis XII de Francia, llegó a Barcelona para casarse con el Rey Católico, un matrimonio con todos los componentes de conveniencia de Estado. Aunque las fuentes y la información de la época confunden la objetividad (tal vez el duque aún no hubiera abandonado sus planes napolitanos) con la leyenda (flechazo, instantáneo y amoroso, entre ambos), el hecho es que algo debió suceder entre Germana y Fernando cuando éste, lugarteniente del reino a la sazón, recibió al séquito de la futura reina de Aragón en Barcelona, poco antes de la celebración de la boda. A los pocos días, el duque de Calabria intentó huir de Barcelona hacia Francia, pero los agentes de la corona de Aragón, obedeciendo órdenes dictadas desde 1500 por el Rey Católico, le detuvieron y le condujeron hacia un encierro dorado: el castillo de Játiva, oficialmente su "nueva residencia" pero, en realidad, una prisión vigilada continuamente por soldados aragoneses. Para edulcorar en lo posible este escándalo, el Rey Católico concedió a su imperturbable prisionero todas las cosas que quiso, entre ellas, además del séquito y los sirvientes, su extraordinaria biblioteca, pues, en aquel tiempo, el duque de Calabria ya tenía una de las mejores colecciones de impresos y manuscritos de todo el siglo XVI. De esta forma, desde 1506 Fernando de Aragón estuvo recluido en Játiva, dedicado a la lectura y a la música (sus dos aficiones predilectas), y ni siquiera la muerte del Rey Católico (1516) y la llegada del heredero, el futuro emperador Carlos V, variaron esta situación.

La prisión del duque, encarcelado en las inexpugnables murallas de Játiva, se tornó en un retiro momentáneo de las actividades políticas debido a un acontecimiento casual: el asalto a la cárcel-fortaleza por los rebeldes valencianos en 1521, dentro de la revuelta de las Germanías. Los agermanats, pronto apercibidos del ilustre abolengo del prisionero, intentaron convencerle de que les apoyase en su lucha, proyectando, incluso, su matrimonio con la enferma reina Juana, con el fin de acabar con la tiranía del rey intruso y sus extranjeros ministros. El duque calabrés, escarmentado de anteriores promesas similares que, precisamente, le habían costado la prisión, decidió hacer caso omiso de las propuestas de los rebeldes, con cuya causa, además, no simpatizaba en demasía por la obvia diferencia estamental. De esta forma, una vez domeñado el levantamiento por el emperador, su neutralidad fue recompensada por éste de manera generosa: a la consiguiente puesta en libertad (13 de diciembre de 1521), y después de encabezar la delegación que, junto al duque de Béjar y al obispo Alonso de Fonseca, había recibido a la futura emperatriz Isabel en Badajoz, Fernando de Aragón fue el padrino de boda del emperador, con lo que éste quiso dejar clara la nueva y preponderante posición del duque de Calabria en la penínsucla. A este acontecimiento se le unió el matrimonio con Germana de Foix, celebrado en Sevilla, en 1526, poco después de la boda entre el propio emperador y la emperatriz Isabel, quienes fueron, en reciprocidad, padrinos de la nueva pareja. Cabe pensar, si acaso, que tal vez la leyenda de los dos jóvenes enamorados en 1506 fuese cierta, y Germana de Foix, viuda por segunda vez, hubiese solicitado al emperador el enlace con el duque de Calabria. A veces, la realidad puede más que las pruebas históricas.

La corte literaria y musical del duque de Calabria

Poco después del desposorio, el emperador Carlos nombró a los recién casados virreyes de Valencia, ciudad a la que trasladaron su residencia (en el Palacio del Real) y donde tomaron posesión de su cargo el 28 de noviembre de 1526. Este nuevo nombramiento permitió al duque de Calabria, además de una excelente renta, una posición de poder inaudita en quien, apenas unos años atrás, lucía grilletes en Játiva. Como señala M. Fernández (op. cit., p. 73), "el duque de Calabria pasó a ser, de un prisionero de Estado, a uno de los personajes principales dentro del sistema político de Carlos V". Efectivamente, la fidelidad asegurada de Fernando de Aragón liberó de problemas levantinos al emperador; por otra parte, pacificada la región después de las Germanías, la acción gubernamental de los virreyes se limitó a las consabidas formalidades, por lo que ambos, en especial el duque, pudieron dedicarse a sus aficiones más festivas: la música y la literatura.

Especialmente en los diez años en que la pareja convivió en Valencia (hasta 1536, fecha de la muerte de Germana), pero también hasta el propio fallecimiento del duque (1550), Valencia fue, por antonomasia, el lugar de más plena efervescencia cultural de su tiempo. Auspiciados por una nobleza valenciana deseosa de compartir los galanteos cortesanos de sus virreyes, las fiestas en el Palacio del Real fueron un dechado de actividades poéticas, escénicas y musicales. La capilla musical del duque de Calabria, heredera de la tradición aragonesa y napolitana, fue la más importante de Europa, y en ella figuraron los más ilustres compositores hispanos de la primera mitad del siglo XVI, como Pedro de Pastrana, Cristóbal de Morales, Juan de Cepa, o Mateo Flecha el Viejo, así como su discípulo, el valenciano Fernando de Cárceres. Por otra parte, poetas cortesanos de Valencia, como Luis Crespí de Valldaura, Joan Ram Escrivá, Juan Fernández de Heredia, Luis de Milán (también destacado vihuelista) o Joan de Timoneda, engalanaron las tertulias y adornaron los debates poéticos celebrados al albur de los virreyes. El legado de esas fiestas, esas celebraciones musicales y esas inspiraciones poéticas se halla en el denominado Cancionero de Uppsala (edición príncipe en 1556), una recopilación del repertorio poético y musical de la corte del duque de Calabria, como hábilmente demostró José Romeu y Figueras. Por lo que respecta a la biblioteca de Fernando de Aragón, ésta ya contaba con un extraordinario número de volúmenes en 1526, fecha de su establecimiento en Valencia, pero aumentó considerablemente con el paso del tiempo, especialmente después de 1536, cuando el duque comenzó las gestiones para hacerse con los libros de la biblioteca de su bisabuelo, Alfonso el Magnánimo, desperdigados por diversos lugares de España e Italia. También contribuyó a esta búsqueda bibliográfica la afición a la lectura de la segunda mujer del duque de Calabria, doña Mencía de Mendoza, marquesa de Cenete, con la que don Fernando de Aragón se casó en 1539, un año más tarde de enviudar por la muerte de Germana de Foix. A la muerte del duque, la biblioteca pasó al monasterio de San Miguel de los Reyes; en la actualidad, parte de ella se encuentra en la Biblioteca Universitaria de Valencia, pero sus inmejorables volúmenes aún no han sido objeto del amplio estudio que se merecen. Ambos legados, el musical y el bibliófilo, quedan como testigos de la azarosa vida de su dueño, fallecido en Valencia en 1550.

Bibliografía

  • Cancionero de Upsala. (México, El Colegio de México: 1944).

  • FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M. Carlos V. Un hombre para Europa. (Madrid, Espasa-Calpe: 1999).

  • MATEU IBARS, J. Los virreyes de Valencia. (Valencia: 1963).

  • ROMEU FIGUERAS, J. "Mateo Flecha el Viejo y el Cancionero de Upsala". (Anuario Musical, XII [1958], pp. 113-226).

  • SARTHOU CARRERAS, C. El castillo de Játiva y sus históricos prisioneros. (Valencia: 1949).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez