Río, Eduardo del (1934-2017).


Dibujante mejicano nacido en Zamora (Michoacán) en 1934 y fallecido en Tepoztlán, Morelos, el 8 de agosto de 2017, más conocido con el nombre de Rius. Fue considerado como uno de los más populares caricaturistas políticos de Iberoamérica y desde hace cerca de 45 años ha hecho de sus trazos el medio para expresar sus críticas a las instituciones nacionales como la iglesia, el gobierno y los partidos políticos.

Comenzó su carrera de dibujante en el diario Ovaciones en la capital de México. Después llegaron colaboraciones en 40 periódicos más e incluso llegó a fundar algunas revistas, como la famosa Garrapata, en pleno movimiento estudiantil del 68. En 1965 creó la historia Los Supermachos, a la que siguió Los agachados, una crónica de la vida social mejicana que llegó hasta 1986.

Publicó aproximadamente 100 libros ilustrados, en los que además de criticar al gobierno, al capitalismo y sus instituciones, también se enfrentaba al llamado sistema socialista; a partir de finales de la década de los ochenta escribió libros como Lástima de Cuba con los que marcó el fin de su simpatía hacia el socialismo cubano.

Entre otras obras firmadas por él destacan: Cuba para principiantes (1964), Historia rapidísima de España (1980), Palestina, del judío errante al judío errado (1983), Quetzalcóatl no era del PRI (1989), Su majestad el PRI, La iglesia y otros cuentos, Cristo de carne y hueso, Lennin para principiantes y La Revolución Femenina de las Mujeres. Recibió numerosos premios nacionales e internacionales como el Gran Prix de Montreal (1968) o el Premio nacional de Periodismo (1987).

Respecto a su trabajo de caricaturista político, con el que muchas veces se enfrentó a la censura, aseguraba que: «es el género que la gente sigue más porque le está haciendo reír; eso nos convierte en enemigos directos de los gobernantes, pero se hace una complicidad entre el lector y el caricaturista porque el lector siente que el caricaturista está diciendo lo que él no puede decir; la mayoría de la gente del pueblo no tiene voz, no tiene manera de hacer llegar su descontento. El caricaturista sirve de vocero, por eso puede ser el más popular de un periódico… cuando lo dejan«.