Velasco Ibarra, José María (1893-1979).


Abogado, escritor y político ecuatoriano, cinco veces presidente de la República, lo cual constituye caso único no sólo en su país sino en toda Hispanoamérica. Su impronta política dio nombre a todo un período de la historia de su país, denominado «civilismo populista» o «velasquismo«.

Vida

Nació el 19 de marzo de 1893 en Quito, ciudad en la que también murió el 30 de marzo de 1979. Sus primeros años transcurrieron en la pobreza, hasta el punto de que, al morir su padre en 1909, el arzobispo González Suárez pasaba una pensión a la familia. Aprendió las primeras letras de su madre y continuó sus estudios en el colegio seminario de San Luis y en el San Gabriel de los jesuitas, para terminar como abogado en la Universidad Central en 1922. Casado en 1923 con la ambateña Esther Silva Burbano, ocupó los cargos de secretario de la Asistencia Pública, asesor de la municipalidad de Quito y miembro del Consejo de Estado. Muy pronto se dio a conocer en los medios políticos por su coraje y vibrantes arengas, así como por el apasionamiento, la convicción y erudición de sus artículos en El Comercio de Quito, en el que escribía la columna «Acotaciones» bajo el seudónimo de «Labriollé«. Por estos escritos mereció ingresar a la Academia Ecuatoriana de la Lengua. También fue miembro de la Academia de la Historia, honor que consiguió gracias a sus artículos sobre el pensamiento de Bolívar y sobre las ideas constitucionales de Rocafuerte. Los conservadores no perdían la esperanza de contarlo entre los suyos, dada la militancia de su padre en ese partido. En 1931 viajó a París para perfeccionar sus conocimientos y observar la realidad educativa en Francia. Regresó dos años más tarde para participar en el Congreso como diputado. En esta instancia se distinguió por su extraordinaria oratoria, llena de palabras vibrantes y devastadoras, que lograron la caída de varios gabinetes ministeriales e incluso la del propio presidente Martínez Mera. En 1933 logró su primera presidencia con el apoyo de los conservadores. Para entonces ya estaba separado de su primera esposa. En calidad de primer mandatario realizó un histórico viaje por varios países del sur, en el que recibió muestras de gran estima en todos los ambientes. Confiado en su popularidad, en 1935 quiso declararse dictador, pero al no ser apoyado por el ejército, se vio obligado a renunciar y a exiliarse en Colombia primero, y en Argentina después. El propio Velasco Ibarra reconocería más tarde: «Me precipité sobre las bayonetas«. Durante el destierro, se distinguió como profesor en la Universidad de La Plata y contrajo segundas nupcias con una de sus alumnas, Corina del Parral Durán, quien contribuyó en buena medida a devolverle el optimismo y las ganas de vivir. Mientras tanto seguía dando a la imprenta diversas obras que le merecieron un reconocido puesto entre los mejores ensayistas del continente. En 1939 se presentó de nuevo para las elecciones presidenciales, y, aunque ganó en las urnas, el fraude le dio el triunfo al liberal Arroyo del Río, lo cual provocó la rebelión de la Fuerza Aérea, pero, vencida ésta, Velasco tuvo que salir de nuevo hacia Colombia, camino del exilio. Desde el exilio Velasco Ibarra dirigió la más acérrima oposición contra Paz del Río -sobre todo a raíz del conflicto armado con el Perú en 1941 y la suscripción del tratado de Río de Janeiro en 1942, que cercenó gravemente el territorio ecuatoriano-, hasta terminar en el derrocamiento del gobierno en 1944. Mientras tanto, desde Santiago de Chile, donde residía por entonces, preparó un programa de Gobierno, el cual fue asumido por Acción Democrática Ecuatoriana. Apoyado por este movimiento izquierdista, nuevamente ganó las elecciones para el período 1944-1948. Volvió a proclamarse dictador en marzo de 1946, y a instancias de su ministro de gobierno Carlos Guevara Moreno, inició una auténtica persecución contra los izquierdistas. Su gobierno se debilitó notablemente, de forma que fue depuesto en agosto de 1947 y empujado una vez más al exilio. En 1951 ganó las elecciones derrotando a los candidatos de derecha y de izquierda. Esta vez logró finalizar su mandato constitucional de cuatro años, gobernando con gran popularidad desde 1952 a 1956.

Su cuarto acceso a la presidencia tuvo lugar en 1960, en binomio con Carlos Julio Arosemena Monroy. Surgió al poco tiempo el escándalo de «La Chatarra«, material bélico adquirido con sobreprecio por su ministro de Defensa, lo cual hizo que el propio Arosemena se constituyera en fiscal y derrocara a Velasco Ibarra el 7 de noviembre de 1961, por lo que éste se vio obligado a regresar a Buenos Aires. Anciano, pero no acabado, Velasco Ibarra regresó para participar de nuevo en las elecciones para el período 1968-1972, en las que triunfó una vez más. Comenzó a gobernar en alianza con su implacable enemigo, el partido Liberal Radical. La anarquía izquierdista le obligó a cancelar el Congreso y a asumir de nuevo poderes absolutos, hasta que fue depuesto por el general Guillermo Rodríguez Lara. Una vez más, salió para Buenos Aires, donde vivió en austeridad y pobreza -como fue habitual en él- pero rodeado del cariño y el aprecio de su esposa y de los bonaerenses. El 7 de febrero de 1979, su esposa moría atropellada por un autobús. Velasco Ibarra se vio entonces hundido en la soledad y tristeza. Una semana después de enterrar a su esposa, sus sobrinos le condujeron a Quito, donde murió el 30 de marzo del mismo año. El pueblo, que apreció siempre en él su espíritu austero, carismático y quijotesco, creó el rumor de que había muerto de amor. Viril y elegante, parco en comer y en beber, impecable en su presentación, creyó siempre en el alto destino del género humano que camina hacia la Divinidad como su fin último. Su falta de sentido administrativo y su vehemencia le llevaron a cometer abusos de poder, pero fue amado por las clases populares, y supo amarlas y sufrir con ellas, llevado de un inmenso sentido patrio que le empujó a visitar los pueblos más alejados, incluso a lomo de mula. En todas sus administraciones supo imprimir una dinámica de acción creadora en su patria. Entre sus logros más positivos se cuentan: la abolición de la discriminación administrativa por ideas políticas y religiosas, el fortalecimiento del sentimiento nacional, respeto y protección a la Iglesia Católica y empuje decidido a la educación con la creación de innumerables centros educativos.

Obra

Fue también un exquisito estilista y un pensador profundo, como lo revelan sus libros, entre los cuales destacan: Democracia y Constitucionalismo (1929), Meditaciones y luchas (1930), Cuestiones americanas (1930), Conciencia o barbarie (1936), Aspectos del Derecho Constitucional (1939, obra declarada como libro de texto en las universidades de Argentina), Lecciones de Derecho Político, Expresión Política Hispanoamericana, Experiencias jurídicas de América, Derecho Internacional del futuro (estas cinco publicados en 1930), Tragedia Humana y Cristianismo (1951). Su obra ha sido recogida en una edición de 15 volúmenes, bajo el título Obras completas. Velasco Ibarra es, sin duda, una de las más sobresalientes figuras de la vida cultural del Ecuador y la más controvertida personalidad política de la época moderna.

Bibliografía

  • OJEDA, L., Mecanismo y articulaciones del caudillismo velasquista, Quito, 1971.

  • CUVI, P., Velasco Ibarra, último caudillo de la oligarquía, Quito, 1977.

  • TORRE ESPINOSA, C., de la, La seducción de Velasco Ibarra, Quito, 1993.

  • ARZAGA VEGA, R., Velasco Ibarra, la seducción del caudillo, Quito, 1985.