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FilosofíaBiografía

Schopenhauer, Arthur (1788-1860).

Filósofo alemán quien, por medio de su visión trágica del mundo y del hombre, se convierte en el primer representante de las corrientes vitalistas e irracionalistas posteriores.

Vida y obras

Nacido en el seno de una acaudalada familia de Danzig, Schopenhauer recibió su primera educación en su ciudad natal y en Hamburgo y además realizó numerosos viajes para completar su instrucción. Tras la muerte de su padre (debida tal vez a un suicido) en 1805, se trasladó a Weimar con su madre, prestigiosa escritora, la cual lo introdujo en los círculos literarios de Wieland y Goethe. Como le disgustaba la vida mundana que llevaba su madre, se recluyó en la soledad, y se dedicó a completar sus conocimientos de los clásicos latinos y griegos e inició el estudio de filosofías orientales. En 1809 se inscribió en la facultad de Medicina de la Universidad de Gotinga, donde asistió a las clases del escéptico Schulze. Luego pasó a la facultad de Filosofía de la Universidad de Berlín y allí siguió los cursos de Schleiermacher y de Fichte. En 1813 se licenció en Filosofía en Jena, con su tesis Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente (1816). Comenzó como profesor en Berlín donde pretendió eclipsar a Hegel, en plena gloria; lo que consiguió fue un rotundo fracaso. Después de viajar durante algún tiempo por diversos países europeos, regresó de nuevo a las clases. Otra vez el bajo número de alumnos, unido ahora a la epidemia de cólera, lo indujo a abandonar definitivamente la carrera académica. A partir de entonces se instaló en Francfurt, donde permaneció hasta su muerte. La personalidad de Schopenhauer presenta síntomas de psicopatología (manía persecutoria, hiperestesis y megalomanía).

Sus obras más importantes son: El mundo como voluntad y representación (1819), Sobre la voluntad de la naturaleza (1836), Los problemas fundamentales de la ética (1841), Aforismos para la sabiduría de la vida, y los ensayos de corte popular Parerga y Paralipomena (1851).

Pensamiento filosófico

El mundo como representación

El mundo que nos rodea es simple representación subjetiva, simple fenómeno que aprehendemos por medio de las tres formas de intuición: intuición espacial, temporal y causal. Por ser el mundo representación, se ve sometido al principio de la razón suficiente o "de causalidad" (sustitución de las categorías de Kant). Para este principio de razón suficiente, Schopenhauer admite cuatro formas, según cuatro clases de objetos: 1. El principio de razón suficiente del devenir (causa-efecto). 2. Principio de la razón suficiente del conocer (premisas-conclusión). 3. Principio de razón suficiente del ser (todo ser tiene su razón de ser) y 4. Principio de razón suficiente del obrar (para toda acción es posible encontrar una motivación).

La voluntad

En tanto el mundo es mera representación mía, puro fenómeno, no pasa de ser aparente. Lo verdaderamente real es el noúmeno, la "cosa en sí" kantiana. Para Schopenhauer el noúmeno no es otra cosa que la voluntad, realidad última de la cual procede cuanto existe y a la cual todo tiende. Se trata de la voluntad absoluta, cósmica, que se desparrama en todo lo existente de forma gradual o según diversas modalidades: así, la gravedad, la energía calorífica, la inercia, etc., componen la objetivación de la voluntad de los cuerpos físicos; en los animales tenemos una objetivación de mayor rango (instinto, reflejos, estímulos, etc.); por último, en el hombre se llega a una objetivación más elevada (voluntad concienciada). Entendida así la esencia unificada por la voluntad, se sigue que el mundo, tanto en su conjunto como en sus componentes, aspira a más. Cada ser, en cualquier grado en que se encuentre, se ve empujado a desplegar su energía-voluntad. Como consecuencia, para afirmarse se ve obligado a invadir el campo de los otros. En otras palabras, el mundo ejemplifica la insatisfacción al sentirse incompleto, deficiente, infeliz. "Este mundo es el peor de los mundos", dice Schopenhauer. Y para demostrarlo se fija en el hombre, el cual, en su afán de completez, se nos presenta como la personificación de la desdicha. Como si fuera poco, al final de todos los dolores le espera la muerte.

La liberación de la voluntad: la estética

A este ensamblaje metafísico pesimista le corresponde, en Schopenhauer, una ética no menos tenebrosa. Si el mundo es un piélago de dolores, le quedan al hombre estas alternativas: o huir hacia el aislamiento por medio de la inhibición o avenirse a vivir en medio de la miseria circundante. Visto lo irreparable del determinismo que lo amarra, poco puede esperar de la segunda alternativa. A lo sumo, para mitigar el dolor propio y el ajeno puede acudir a la compasión: actuar para paliar. En la primera alternativa el repliegue puede tomar tres salidas: el suicidio -para dejar de sufrir-, la sublimación -entrega al ejercicio de las ciencias-, y la contemplación del arte. Desechado el suicidio, Schopenhauer se queda con las otras dos posibilidades. La dedicación al arte consuela al hombre de sus desdichas, situándolo ante una de las precipitaciones más elevadas de la voluntad. El arte, cuya belleza supera a la de la naturaleza, nos acerca a la pureza de la voluntad. Y dentro del arte, la música ocupa el puesto de honor (de aquí viene la admiración de Wagner por la filosofía de Schopenhauer). Pero aún considera más completa la búsqueda del consuelo en el abandono del nirvana; no en vano se manifiesta ferviente devoto de la filosofía oriental. Aunque en esto, ciertamente, no da ejemplo con su vida.

La visión desgarradora que del mundo y del hombre ofrece Schopenhauer tendrá resonancias en pensadores de los siglos XIX y XX, como Nietzsche, si bien el éxito lo debe, más que a la solidez de su doctrina, a la energía desenfadada y a su estilo ágil y lleno de imágenes.

Autor

  • CCG.