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Morelos y Pavón, José María (1765-1815).

Religioso, político y prócer mexicano nacido el 30 de septiembre de 1765 en Valladolid (actual Morelia) de padres “de buena reputación y cristianos antiguos” y muerto fusilado en San Cristóbal Ecatepec el 22 de diciembre de 1815.

Era hijo de Manuel Morelos, carpintero de ascendencia india y de Juana María Pérez Pavón, criolla, cuyo padre había sido maestro de escuela en la ciudad. Durante catorce años, además de las primeras letras que le enseñó su madre, sólo se sabe que ayudó en lo que pudo para el sostenimiento de la familia. La muerte del padre en 1779 sin embargo, significó un importante cambio. Confiado a la custodia de su tío Felipe Morelos, se trasladó a una hacienda cerca de Apatzingán (Michoacán) y se dedicó, primero a la labranza y poco después a conducir como arriero una recua de mulas, que su tío dedicaba a transportar los ricos cargamentos de mercancías entre el puerto de Acapulco, terminal de los galeones de Manila y la ciudad de México. Esta actividad le proporcionó un ingreso regular, que el joven Morelos invertía en comprar mulas y sostener a su madre y hermana.

Así vivió hasta cumplir los 25 años, “vigorizando su cuerpo y ganando en el conocimiento de la tierra caliente, escenario de sus actividades de insurgente”. En 1790, ante la insistencia de su madre que deseaba su ingreso en la carrera eclesiástica, con la ilusión de que accediese a una capellanía o beneficio dejado por su bisabuleo materno, se separó de su tío Felipe y regresó a Valladolid para ingresar en el colegio de San Nicolás. Allí tuvo ocasión de conocer al rector Miguel Hidalgo y Costilla, con el que coincidió durante dos años, aunque ningún historiador se atreve a señalar la existencia de una relación especial entre maestro y discípulo. Estudió gramática y latín y dos años más tarde amplió estos estudios en el Seminario Tridentino de la misma ciudad, recibiendo instrucción en retórica y filosofía. El 28 de abril de 1795 recibió el título de bachiller de artes en la ciudad de México.

Poco después solicitó de la jerarquía eclesiástica de Valladolid que se le confiriesen la tonsura clerical, las cuatro órdenes menores y el subdiaconato, lo que consiguió a finales de ese mismo año. En abril de 1796 aceptó una oferta del cura de Uruapan para enseñar gramática y retórica a los niños del lugar, tras recibir la licencia correspondiente. Fue su primera actividad intelectual remunerada. Tras algunos años de ejercicio, el 20 de diciembre de 1797, cumplidos los 32 años de edad, fue promovido al sacerdocio, otorgándosele licencias para celebrar misa, oir confesiones y predicar en Uruapan y curatos vecinos.

Se iniciaba así una larga carrera sacerdotal que le llevó a ejercer de cura párroco, primero en un distrito de Churumuco “el más caliente y quizá el más miserable de los pueblos de Michoacán”, regresando del cual su madre falleció en Pátzcuaro, antes de llegar a Valladolid. Morelos permaneció en Churumuco durante poco más de un año, hasta que en marzo de 1799 se le transfirió a la parroquia de Carácuaro, a unos 50 kilómetros de distancia, tan pobre como la anterior pero mucho más poblada. En Carácuaro vivió Morelos toda una década, administrando la parroquia y viviendo de las aportaciones de sus filigreses, que se resistían por todos los medios al pago de los impuestos eclesiales.

Se sabe que, entre tanto, mantuvo y mejoró un negocio de ganado que había iniciado en la época de arriero, administró la herencia de su madre, transfirió a su hermana la casa familiar, actualmente Casa de Morelos en la ciudad de Morelia y que tuvo dos hijos ilegítimos. Más tarde, durante el periodo revolucionario tuvo dos hijos más. En 1807 compró en Valladolid una casa a la que aumentó otro piso en 1809, sin que se tenga la menor certeza de que le llegara noticia alguna de que se estaba preparando una revolución. Bien es cierto que los historiadores señalan la creciente insatisfaccion y en todo caso la frustración de Morelos, acumulada a lo largo de muchos años de cura parroquial.

En octubre de 1810, conocedor del levantamiento de Miguel Hidalgo, que había sido su rector en San Nicolás, y al tener noticia del edicto por el que se le excomulgaba, se “despertó su curiosidad a tal grado, que se sintió impulsado a acudir a Hidalgo y hablar con él”. Al parecer, su intención era la de ofrecerse como capellán, pero una vez llevado a cabo este encuentro el 20 de octubre, Hidalgo lo convenció de que aceptara una comisión más importate. Redactó este escrito: “Comisiono en la debida forma al señor don José María Morelos, cura de Carácuaro, como mi lugarteniente y le ordeno marcharse a la costa del sur a formar tropas y a cumplir las órdenes verbales que le he dado”. Entre estas instrucciones se incluía la toma del puerto de Acapulco, que Morelos conocía muy bien. El 25 de octubre Morelos, acompañado de una veintena de voluntarios mal armados, partió de Cuarácaro hacia las tierras calientes del sur (véase: Grito de Dolores).

La actividad insurgente de Morelos duró cinco años, a lo largo de los cuales fue capaz de desarrollar las cuatro campañas militares que le atribuyen los historiadores, además de una obra política, doctrinal y administrativa en la que se recoge un pensamiento avanzado, innovador y cargado de sentido popular y social. Se le reconoce un incipiente genio de estratega militar, despiadado y cruel en algunas ocasiones, capaz de enfrentarse y doblegar en varias ocasiones a los ejércitos realistas superiores en número, bajo el mando del temible Félix María Calleja.

La primera campaña, de octubre 1810 a agosto 1811, le permitió organizar y constituir un cuerpo de tropas disciplinado y bien armado, con el que intentó sin éxito la ocupación de Acapulco en febrero de 1811. Incapaz de lograrlo se retiró con sus fuerzas a Tecpan, desde donde preparó el asalto a Chilpancingo el 24 de mayo y la toma de Tixtla (actual Ciudad Guerrero) dos días más tarde. En el curso de esta campaña se le unieron los hermanos Miguel y Victor Bravo, nacidos en la hacienda de Chichihualco; Vicente Guerrero, oriundo de Tixtla y los hermanos Galeana, de Tecpan. En esta época contó con la colaboración del estadounidense Perter Ellis Bean, aventurero y cosmopolita y fabricante de pólvora, la que produjo en gran cantidad para las tropas insurgentes.

Desgraciadamente, en junio de 1811 fueron ejecutados Miguel Hidalgo y sus principales ayudantes, aunque le sucedió en la dirección del movimiento Ignacio López Rayón que se retiró a Zacatecas y se internó en Michoacán, mientras maduraba y concretaba un ideario político que diese coherencia y unidad a las iniciativas surgidas por todo el país. Unido a José María Liceaga, años más tarde compañero de Javier Mina y a José Sixto Verduzco, enviado de Morelos, Rayón estableció en agosto de este año la Suprema Junta Nacional de América. La mayor objeción que Morelos puso a esta Junta fue su declarado acatamiento a Fernando VII, defendido por Rayón como una medida de prudencia y moderación. Este fue, por lo tanto, el primer núcleo de gobierno insurgente, que se atrajo la simpatía de los intelectuales y hacendados criollos que deseaban establecer un sistema de Juntas similar al implantado en las provincias de España. En la ciudad de México se inició, en este tiempo, la formación de una sociedad secreta llamada Los Guadalupes.

En agosto de 1811 Morelos contaba, según sus propias palabras, “con cuatro batallones en pie de guerra: uno para proteger los puertos de la costa; otro en El Veladero, fuera de Acapulco; un tercero en Tixtla y el último en Chilpancingo, para encargarse del abasto de pólvora". Desde el primer momento Morelos se inclinó por la proclamación de algunos principios revolucionarios, tomados de sus conversaciones con Hidalgo. En Aguacatillo, el 17 de noviembre de 1810, había anunciado el establecimiento de un nuevo gobierno y en este decreto incluyó la abolición de la esclavitud (que confirmaría con solemnidad a principios de 1813), de los tributos y de las tesorerías de las comunidades. Este decreto está considerado como uno de los documentos más importantes en la historia social de América Latina. Como justificación de su levantamiento afirmaba que “ya que España se encontraba en manos de los franceses y los gachupines conspiraban con Napoleón para perpetuar su poder, todos los americanos debían unirse en defensa del país y de la religión”.

La segunda campaña de Morelos, tras unos meses dedicados a la reorganización y preparación de sus huestes, se desarrolló de noviembre de 1811 a mayo de 1812. Una vez tomado Tlapa reunió a todas sus fuerzas en Chiautla para establecer una nueva estrategia: dividió su ejército en tres grandes cuerpos, uno al mando de Miguel Bravo, que marcharía hacia el sur y trataría de conquistar Oaxaca; el segundo dirigido por Hermenegildo Galeana, que atacaría y dominaría Taxco y el tercero, bajo la dirección del propio Morelos, que avanzaría hacia el norte, entraría en Izúcar sin combatir el 12 de diciembre, para atacar Tenango y Tenancingo, antes de llegar a Cuautla (Morelos), ocupada el día de Navidad. Los historiadores discuten por qué Morelos no siguió hasta Puebla, cuya conquista hubiera constituido el anticipo a la caída de la capital. En cambio, dejando guarecida Cuautla, prefirió correr hacia el oeste, para unirse a las tropas de Galeana estacionadas frente a Taxco. Fue uno de sus más graves errores militares.

Porque entre tanto, Calleja, con un numeroso cuerpo de ejército, sitió Zitácuaro (Michoacán), residencia de la Junta de Rayón, obligando a sus miembros a huir y dispersarse sin ofrecer resistencia. Este fue el comienzo de la decandencia de Rayón y de sus seguidores y constituyó un duro golpe al inicial optimismo insurgente.

Al conocer la caída de Zitácuaro, Morelos regresó a Cuautla, vía Cuernavaca, dispuesto a resistir el asalto anunciado de Calleja. El sitio de Cuautla, que se prolongó de febrero de mayo de 1812, ha sido interpretado de manera diferente por los panegiristas de cada uno de los bandos. Inicialmente Morelos logró derrotar a Calleja, pero reforzado éste con tropas de refresco, mientras los insurgentes se mostraban incapaces de organizar una fuerza exterior que atacase al jefe realista por la espalda, el agotamiento de los víveres, la falta de agua y el acoso de las epidemias, diezmaron los efectivos de Morelos y le obligaron a organizar una salida arriesgada, que culminó con notable éxito. Tanto los insurgentes como el propio Calleja se atribuyeron el triunfo sobre sus contrarios, pero el sitio de Cuautla, de todos modos, constituyó un modelo de resistencia límite, que socavó y atemperó el triunfalismo del virrey.

La tercera campaña, de junio de 1812 a agosto de 1813, es la etapa de mayor actividad y de más rotundo éxito de Morelos. Reagrupadas sus fuerzas en Chiautla, con Galeana y Bravo, durante algunos meses dominó el eje Chiautla-Tehuacán, entabló diversas acciones con las fuerzas realistas y trató de impedir las comunicaciones entre la capital y el puerto de Veracruz. Pero al llegar el mes de noviembre se decidió a tomar la ciudad de Oaxaca, lo que consiguió el día 25 de este mes. Se trata de una de las acciones militares más brillante de Morelos, que contó con el apoyo de Mariano Matamoros y Miguel Bravo, logrando derrotar a las tropas del general español González Saravia. “La brillante victoria de Morelos en Oaxaca reforzó mucho la suerte de los insurgentes, aumentó su prestigio personal y produjo gran cantidad de beneficios materiales”. Morelos escribía a Rayón: “Esta hermosa provincia merece su atención y en ella tengo por cierto que fundamos la conquista de todo el reino […] por los recursos que encierra de hombres útiles, minas, tabaco, puertos y granas que convertiremos en fusiles”.

Durante varias semanas Oaxaca fue el cuartel general de Morelos, que fortaleció y extendió su dominio de la zona, al tiempo que intensificaba su labor administrativa y el ordenamiento de la insurgencia. Creó la intendencia de la provincia y el ayuntamiento de la ciudad, expidió reglamentos relativos a los horarios comerciales, la portación de armas, el toque de queda y el uso de una insignia de identificación personal. También creó una Junta de Protección y Seguridad Pública, responsable del orden y la seguridad del pueblo. En la fiesta de acatamiento a la Junta Suprema, se presentó vistiendo un uniforme nuevo, con la insignia de capitán general, lo que simbolizaba la cumbre de su carrera militar.

En aquellos momentos, estuvo dudando si penetrar en el Valle de México, como le pedían sus seguidores de la capital, asociados en la agrupación de Los Guadalupes, o ceder al instinto que le señalaba la necesidad de apoderarse de un puerto de mar, para fortalecer sus relaciones con Estados Unidos y facilitar la llegada de ayudas procedentes del exterior. Inclinado por esta segunda opción, salió de Oaxaca el 9 de enero de 1813, atravesó la cordillera realizando marchas increíbles y, a partir de abril, estableció el asedio de Acapulco, que se prolongó durante varios meses hasta que el 20 de agosto consiguió su capitulación. La mayoría de los comentaristas opinan que con esta decisión Morelos perdió siete preciosos meses, que hubieran podido inclinar el resultado final de la insurgencia. De todos modos, con la conquista de Acapulco, Morelos controlaba un territorio que se extendía desde Guatemala hasta Colima, incluyendo la mayor parte de los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, así como el sur de los de Veracruz, Puebla, México y Michoacán. En la ciudad de Oaxaca, a lo largo de casi todo el año 1813 se publicó, por iniciativa de Morelos, Correo Americano del Sur, periódico insurgente.

Entre tanto, se habían producido algunas novedades en el terreno político. Conocedor Morelos de las intenciones de Rayón de promulgar una Constitución americana, retrasó la contestación y, cuando lo hizo, pocos días antes de conquistar Oaxaca, le expresó sus objeciones principales: había que excluir definitivamente la mención a Fernando VII, limitar el número de los consejeros de Estado y aceptar que la elección del propuesto generalísimo de la república fuese de por vida, sin más límites que “la incapacidad, la enfermedad o la edad de sesenta años”. Rayón no convirtió en ley su proyectada Constitución, entre otras razones, porque en la ciudad de México se había publicado y acatado públicamente la nueva Constitución española promulgada en Cádiz (véae: Constitución Española de 1812).

Mediado el mes de mayo, mientras sitiaba Acapulco, se le ocurrió a Morelos la idea de convocar un congreso nacional de representantes provinciales, como respuesta a las iniciativas de Rayón. Después de solicitar de éste que reuniera a los miembros de su Consejo en Chilpancingo, donde “serían reelegidos o depuestos”, dirigió un decreto a las provincias para que nombraran electores que deberían reunirse el 8 de septiembre, con la finalidad de elegir un nuevo Congreso. Llegado el momento, redactó el texto conocido como Sentimientos de la Nación, que sirvió de base para las deliberaciones de los allí reunidos. En realidad, la mayoría de las propuestas, discursos y proclamas de Chilpancingo, fueron redactadas por Carlos María Bustamante, fiel seguidor de Morelos.

Se considera que su última campaña, de contenido más político que militar, se desarrolló precisamente a partir de septiembre de 1813 y llega hasta su caída prisionero en Temeslaca, en noviembre de 1815. Instalado en Chilpancingo, Morelos formuló un plan de gobierno compuesto de 59 artículos, prácticamente un proyecto de Constitución. Reconocía el principio de la separación de poderes, proponía que el ejecutivo lo ejerciese un generalísimo elegido a perpetuidad y con derecho a proponer la legislación que considerase necesaria. El legislativo quedaría en manos de un Congreso de diputados, cuyas personas serían declaradas sagradas e inviolables, manteniendo de momento el poder judicial existente. El artículo 17 declaraba la independencia de España, sin hacer referencia a ningún monarca. Entre los miembros natos del Congreso se encontraban los miembros de la Junta Suprema de Rayón.

El 14 de septiembre, una vez instalado el Congreso, Morelos leyó un discurso y los diputados iniciaron el examen de las propuestas contenidas en Sentimientos de la Nación. Al día siguiente fue elegido generalísimo por aclamación, con todos los poderes y la facultad de nombrar sus lugartenientes, cargos que recayeron en Mariano Matamoros y Manuel Muñíz. Hubo que esperar durante algo más de un mes a que llegaran Rayon, Bustamante, Liceaga y Cos, pero en noviembre se celebraron sesiones regulares y el día 6 el Congreso aprobó una declaración de independencia, redactada por Bustamante. Se iniciaba así: “El Congreso de Anahuac […] declara solemnemente a presencia del Señor Dios, árbitro moderador de los imperios […] que por las presentes circunstancias de la Europa, ha recobrado el ejercicio de su soberanía usurpada; que en tal concepto queda rota para siempre jamás, y disuelta la dependencia del Trono Español […]”.

Deseoso de conquistar Valladolid, porque entendía la necesidad de contar con una ciudad en la que establecerse, Morelos decidió su asalto, llegando a sitiarla a partir del 22 de diciembre de 1813. Pero los realistas, reforzados los últimos meses y con la llegada de importantes contingentes de tropas enviadas por el virrey Calleja, obligaron a Morelos a retirarse en confusa desbandada, lo que diezmó y desalentó a sus seguidores. De este modo se iniciaba la decadencia militar y política del líder insurgente, obligado a retirarse y a obedecer las órdenes del Congreso de Chilpancingo, periodo que se prolongó a lo largo de casi dos años.

Felix María Calleja, nombrado virrey de Nueva España, aprovechó esta situación para ejercer presión en todos los frentes, avanzando sobre Chilpancingo, lo que obligó al Congreso a emprender una marcha incesante, que lo llevaría finalmente a la ciudad de Apatzingán, rumbo a Jalisco, donde acabó de discutirse y se proclamó el texto constitucional el 22 de octubre de 1814. Morelos, entre tanto, había renunciado al poder ejecutivo y dejó de ejercer mando militar alguno, excepto el de las tropas de su escolta. De regreso a Acapulco, vivió momentos muy dolorosos, al enterarse de la muerte de sus más fieles seguidores como Matamoros y Galeana, los brazos ejecutores de su estrategia militar: “Acabáronse mis brazos, ya no soy nada”, llegó a decir.

Corriendo de un lugar a otro, medio escondido y rodeado de un escaso contingente de tropa, repelió a las fuerzas enviadas para capturarle, participó con fidelidad admirable en los trabajos del Congreso, mantuvo sus principios y discutió algunas de las medidas que pretendían tomar los dirigentes de la insurgencia. A mediados de 1814 solicitó de su colaborador Peter E. Bean que se trasladara a Estados Unidos, en demanda de ayuda y armamento. Bean lo hizo así, conoció al francés Joseph A. Humbert y, a través de éste, contactó con José Alvarez de Toledo, refugiado en Nueva Orleans tras su fracaso de Texas. En mayo de 1815 Toledo escribió al Congreso, recibió un nombramiento de general insurgente en el exterior firmado por Morelos, y se ofreció para organizar una expedición en apoyo de la independencia. Cuando José Manuel Herrera, diputado que había sido presidente del Congreso en Chilpancingo, se trasladó a Nueva Orleans junto con Toledo, se abrió una ventana a la esperanza insurgente.

El Congreso, entre tanto, abandonó Apatzingán y se estableció en Uruapan, a la vez que elegía el nuevo poder ejecutivo tripartito integrado por Morelos, Cos y Liceaga. Obligado por su deseo de acercarse a un puerto de mar que le permitiera recibir la ansiada ayuda exterior, pero también por las disensiones y enfrentamientos de sus líderes, se decidió su traslado a Tehuacán, encargándose Morelos de escoltar y defender a los integrantes del legislativo. Con la incorporación de Nicolás Bravo, el contingente militar se componía de un millar de soldados, la mitad de ellos armados. Sin embargo, llegados a Tesmalaca, seis millas más allá del río Mezcala (cerca de la actual Iguala), un destacamento realista al mando del coronel de la Concha cayó sobre el convoy y aprehendió a Morelos, mientras Bravo pudo escapar, protegiendo al convoy hasta su llegada a Tehuacán.

Conducido a la ciudad de México, el 22 de noviembre de 1815 se iniciaba el primero de la serie de juicios a que fue sometido, ya que las autoridades militar, eclesiástica y civil se disputaron el derecho a condenarlo. Incoado con toda rapidez, el primer juicio terminó el día 23 y enseguida se presentó al prisionero ante el temible tribunal de la Inquisición, que lo incriminó por abandono de las doctrinas de la Iglesia y la adopción de herejías de autores malignos, condenándolo “por hereje, apóstata, materialista, deista, libertino, enemigo implacable de la cristiandad y del Estado, seductor vil, hipócrita y traidor”. La sentencia dictada por la consulta de fé acordó realizar un auto de fé público, seguida de su degradación, la confiscación de todos sus bienes y, si el virrey le perdonaba la vida, su expulsión de América para sufrir prisión perpétua en una prisión africana.

Al parecer, su calidad de buen católico, profundamente preocupado por la salvación de su alma, unida a la impresionante argumentación del tribunal, venció su resistencia y le obligó a revelar por extenso una detallada información civil y militar, sobre el curso de los cinco años de insurgencia. El auto de fé, celebrado el 27 de noviembre, “fue un terrible espectáculo. El prisionero entró en la habitación con hábitos penitenciales, se arrodilló durante la ceremonia de reconciliación mientras se cantaba el miserere y le dieron unas plamadas amables de purificación”. El juicio estatal se celebró al día siguiente y su declaración, registrada y anotada por el propio Morelos, constituye una de las fuentes de información más valiosas sobre el movimiento de independencia.

Decretada su muerte, el virrey la demoró durante algunas semanas, quizás a la espera de una reacción que permitiera la captura o la entrega de los demás jefes insurgentes. Finalmente, el 22 de diciembre, conducido por un pelotón de soldados y en compañía de un sacerdote, fue llevado a San Cristobal Ecatepec, donde se le fusiló y enterró. Allí debieron permanecer sus restos, hasta su traslado solemne a la catedral de México, según decreto del Congreso de 23 de julio de 1823. En 1910, al igual que los demás líderes de la Independencia, se depositaron en la cripta de la Columna de la Independencia, erigida ese mismo año en el Paseo de la Reforma.

Bibliografía

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  • LEMOINE VILLICAÑA, E. Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos. UNAM. México, 1965

  • HEEMESDORF R. Morelos, hombre fundamental de México. Editorial Grijalbo. México, 1958

  • DE LA TORRE VILLAR, E. La Independencia de México. Editorial Mapfre. Madrid, 1992

  • TIMMONS, W. H. Morelos, Sacerdote, soldado, estadista. Fondo de Cultura Económica. México, 1963

Manuel Ortuño

Autor

  • Sánchez / 0201 Manuel Ortuño