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HistoriaPolíticaBiografía

López Pacheco Cabrera y Bobadilla, Diego. Marqués de Villena (1599-1653).

Político y administrador colonial español nacido en 1599 en Alcázar de Belmonte y muerto en 1653 en Navarra. Fue virrey de Nueva España de 1640 a 1642.

Don Diego López Pacheco, marqués de Villena, duque de Escalona y conde de San Esteban de Gormaz nació en 1599 en Alcázar de Belmonte, en La Mancha. Estudió en la Universidad de Salamanca y fue coronel de infantería. Heredó los títulos nobiliarios al fallecer su hermano mayor y, en 1620, contrajo matrimonio con doña Luisa Bernarda, quien murió en 1638, un año antes de su nombramiento como virrey. Escalona fue, de hecho, el primer grande de España en ser designado virrey de la Nueva España. En abril de 1640 embarcó hacia el virreinato con una inmensa comitiva de más de 70 criados. En la misma flota viajaba el visitador general y obispo de Puebla, don Juan de Palafox y Mendoza, con quien desembarcó en el puerto de San Juan de Ulúa el 24 de junio del mismo año.

El gobierno de Escalona estuvo marcado, ante todo, por su difícil relación con Palafox. Pese al intento de ambos por dar una imagen de amistad o al menos concordia, su relación nunca fue buena, y se fue deteriorando a lo largo de 1641 hasta desembocar en un enfrentamiento abierto. A ello contribuyeron las diferencias de carácter de los dos personajes, un virrey orgulloso de su noble estirpe, ostentoso y fundamentalmente interesado en su lucro personal, y un visitador puritano, tenaz y decidido a reformar los vicios, tanto políticos como morales, del virreinato. También fueron decisivos los conflictos religiosos entre las órdenes regulares y la iglesia secular, y la actitud inflexible y crítica de Palafox hacia los defectos intrínsecos al gobierno virreinal.

La actuación del obispo en la esfera religiosa fue el detonante de la discordia. En diciembre de 1640, Palafox reformó las doctrinas de indios del obispado de Puebla, para quitar a los frailes el control de las parroquias y dárselo a los curas. Este asunto tenía una vertiente política, pues los criollos, que eran mayoría entre el clero secular y consideraban injustos los privilegios de los regulares, aplaudieron la medida. Tras un titubeo inicial, Escalona, que tenía un fuerte vínculo con la orden franciscana, salió en defensa de los frailes y autorizó a los alcaldes mayores a obstaculizar los esfuerzos del prelado, encaminados a no asignar trabajadores de repartimientos a los conventos mendicantes.

Junto a las discrepancias en el ámbito religioso, fueron surigiendo entre el duque y el obispo conflictos de índole política, consecuencia de las ideas reformistas de Palafox. En concreto, Palafox acusaba al virrey de administrar las rentas reales en beneficio propio y de sus allegados, de privar de libertad a la audiencia de México, de enriquecerse a costa de los súbditos del rey, y de hacer poco o nada por acabar con los abusos y vejaciones perpetradas por los alcaldes mayores contra los indios y españoles. Como la gran mayoría de los virreyes en esta época, Escalona se lucraba con la venta de oficios públicos. Pero además, en contra de órdenes expresas del rey, sacó una cantidad considerable de dinero de las cajas como adelanto de su salario, dinero que invirtió en el comercio de Filipinas y repartió entre sus criados a quienes nombró a alcaldías mayores.

En su ofensiva contra la corrupción y la negligencia administrativa, Palafox chocó inexorablemente con Escalona. La ruptura definitiva se produjo, sin embargo, a raíz de una cuestión bien distinta: en diciembre de 1640 y tras 60 años de dominación española, Portugal rompió definitivamente con la corona española. Por su difunta mujer, Escalona era pariente del duque de Braganza, el cabecilla de la sublevación que había sido proclamado rey bajo el nombre de Juan IV.

La corona decidió tomar precauciones. En enero de 1641 se despacharon a Nueva España diversas cédulas; Escalona recibió la orden de no admitir más lusitanos en el virreinato, debía informarse de sus posibles intenciones, retirarlos de los puertos al interior si lo estimaba conveniente y embargar los navíos portugueses que arribasen al virreinato. Palafox utilizó y manipuló los recelos para conseguir sus objetivos políticos. Adujo el peligro que suponía que un territorio de la importancia de Nueva España para la corona estuviera en manos de un pariente del rebelde y sugirió trasladar a Escalona a otra parte de la monarquía, preferiblemente en Europa. La tensión aumentó al extenderse el rumor de que los portugueses de Brasil y Cartagena de Indias también se habían sublevado, y que los de Nueva España estaban cada vez más envalentonados y acumulaban armas, sin que el virrey tomara las precauciones necesarias. Palafox informó al Consejo de Indias, al rey Felipe IV y al conde-duque de Olivares de todo ello. Recogió rumores acerca de la supuesta intención de Escalona de proclamarse rey de Nueva España y testimonios acerca del trato favorable que daba a los portugueses. El obispo se cuidó muy mucho de acusar abiertamente al virrey de traición, sin embargo, sí hizo lo imposible por dar a entender en Madrid que el reino estaba intranquilo porque se dudaba de la fidelidad del duque por su parentesco y favoritismo hacia los lusitanos.

Para justificarse, Escalona hizo publicar un bando en el que ordenaba a los portugueses registrarse y entregar las armas a las autoridades, y en cartas a la corte acusó a Palafox de fabricar todas estas absurdas historias para hacerse con el control del virreinato. En Madrid, sin embargo, causaron gran alarma las noticias y rumores que llegaban de Nueva España, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta que en 1641 se había producido la conspiración del duque de Medina Sidonia, cuya hermana estaba casada con el rebelde Braganza. En enero de 1642, una junta formada por, entre otros, el conde de Castrillo, presidente del Consejo de Indias, propuso al rey que Palafox cesara a Escalona en sus funciones y, si lo encontraba culpable, lo remitiera preso a España. A ello, el rey agregó que, si hubiera indicio suficiente de su traición, se le quitara la vida. Así lo indicaban una serie de cédulas secretas que Palafox recibió en mayo de 1642; además fue nombrado arzobispo de México y virrey interino.

Palafox envió noticia al virrey de su nombramiento como arzobispo y se dirigió a la capital. En la noche del 9 de junio, convocó sigilosamente a la audiencia, al marqués de Cadereita, al cabildo de México y a otras personalidades, y les notificó la voluntad del rey. En la madrugada, envió una comitiva de oidores y funcionarios para comunicar al virrey el contenido de las cédulas. Escalona no tuvo otra alternativa que dejar el gobierno en manos de Palafox y retirarse al convento de Churubusco, donde permaneció unos meses hasta mudarse a otro convento en el cercano pueblo de San Martín. Con el apoyo de los franciscanos y de sus muchos amigos en España, el primogénito del duque, el conde de Santisteban, presentó una convincente defensa de la fidelidad de su padre ante el rey. En ella acusaba a Palafox de prevaricación. Escalona regresó a España en abril de 1643, fecha en la que se constituyó una junta especial, formada por consejeros de Indias y de Castilla, para estudiar su caso. Tras largas deliberaciones, fue exculpado y repuesto al frente del virreinato. Pero Escalona rechazó el nombramiento y a cambio solicitó diversas mercedes. Finalmente fue designado virrey de Sicilia, y luego de Navarra, donde falleció en 1653.

Bibliografía

  • Gutiérrez de Medina, Cristóbal: Viaje del virrey marqués de Villena, México, UNAM, Instituto de Historia, 1947.

  • Hanke, L: Los virreyes españoles en América durante el gobierno de los Austria: México, Biblioteca de Autores Españoles, 273-277 (Madrid, 1976-1978), "Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, marqués de Villena y Duque de Escalona", T. IV, pp. 25-71.

  • Israel, J: Raza, clases sociales y vida política en el México colonial, 1610-1670, Fondo de Cultura Económico, México 1980.

Cayetana Álvarez de Toledo
Universidad de Oxford

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  • 0106 CAT