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FilologíaBiografía

Lachmann, Karl (1793-1851).

Filólogo y profesor universitario alemán, nacido en Braunschweig (o Brunswick, ciudad perteneciente a la Baja Sajonia) en 1793 y fallecido en Berlín en 1851. Autor de una brillante y fecunda labor filológica que arrojó nueva luz a los estudios de la Antigüedad clásica greco-latina y al conocimiento de los textos bíblicos, está considerado como uno de los padres de la moderna crítica textual.

Impulsado desde su temprana juventud por una acusada vocación humanística, cursó estudios superiores de Letras y dedicó todos sus afanes profesionales al campo de la filología, ya en su faceta de crítico e investigador, ya en calidad de profesor en la Universidad de Berlín. El rigor y la novedad de sus métodos de acercamiento a los textos (y, en particular, su escrupulosa búsqueda de unos criterios de validez universal que permitan fijar con exactitud la versión original de una obra), le convirtieron en una de las figuras más notables de la filología decimonónica europea, a la que también impulsó decisivamente desde su condición de miembro fundador de la acreditada Sociedad Filológica de Berlín. Miembro, asimismo, de la Academia de Berlín, dejó un monumental legado crítico en el que destacan sus ediciones de autores clásicos como Homero, Lucrecio y Propercio; sus investigaciones sobre el Nuevo Testamento, y sus trabajos acerca de las antiguas sagas mitológicas germánicas, recopiladas en el volumen titulado De la forma primitiva de los poemas de los Niebvelungen (1816). Otras obras suyas de notable interés son Poetas que han escrito en alto alemán en el siglo XIII; De la acentuación y el arte de versificar en el alto alemán antiguo; y Del canto y la declamación.

Hacia una nueva crítica textual

Los estudios realizados hasta comienzos del siglo XIX en el campo de la crítica textual recibieron un auge insospechado a raíz de los trabajos de Karl Lachmann, quien, después de haberse honrado con el título de discípulo de Gottfried Hermann (1772-1848) -a quien denominó pater studiorum-, difundió su propio método para fijar las relaciones existentes entre los diversos manuscritos de una obra. Su desde entonces famoso y muy utilizado procedimiento consistía en partir del trazado de un árbol genealógico (o stemma codicum) que debía establecer qué códices derivaban de otros a través del trabajo de sucesivos copistas; para ello, Lachmann proponía el cotejo de todas las copias hasta determinar una serie de errores semejantes que, por su ausencia o presencia en los distintos códices comparados, permitirían establecer en cada rama del árbol genealógico un antepasado común, y proceder así hasta la base misma del stemma hasta poder elegir una variante tan parecida como fuera posible al original. Sirviéndose de este método -que fue aceptado de inmediato por todos los filólogos coetáneos, ya que les brindaba una serie de normas que, aplicadas con precisión científica, ahorraban la hasta entonces ardua tarea de interpretar y enmendar fatigosamente un texto corrupto hasta lograr la restitución del original-, Karl Lachmann continuó los estudios de Wolf (1787-1824) sobre La Ilíada de Homero (Prolegomena) y publicó sus célebres Consideraciones sobre la Ilíada, en las que dividía el poema épico en dieciocho cantos y contradecía la opinión del recién citado filólogo sajón, según la cual la epopeya homérica no era obra de un único autor, sino que se había ido forjando por sí sola en sucesivos ejercicios desarrollados en escuelas de poetas y rapsodas. El método de Lachmann sirvió para negar esta versión romántica del origen de la Ilíada y restituyó a Homero su autoría.

Estudios bíblicos

Tras la buena acogida dispensada por la comunidad filológica internacional a sus nuevos métodos de crítica textual, Karl Lachmann tuvo la audacia de aplicar a los textos bíblicos los mismos procedimientos que tan buen resultado le habían dado en sus investigaciones sobre el legado de los clásicos. Fue, así, el primer estudioso del Nuevo Testamento que se apartó totalmente del denominado Textus Receptus (es decir, el texto tal y como lo había deparado la tradición) para aventurarse a una audaz cotejo de manuscritos que le permitió demostrar cómo éstos podían retrotraerse hasta sus originales perdidos, al paso que le dejaba establecer su lugar en la cadena de transmisión e, incluso, su posible paginación original. Consciente de sus limitaciones -y, desde luego, de la falta de comprensión que habrían de mostrar, en un principio, los teólogos y exegetas cristianos-, Lachmann no se propuso en ningún momento reproducir en su edición el texto original -lo que tenía por imposible, pues lo consideraba perdido y, probablemente, destruido-, sino alcanzar a presentar el modelo de texto habitual entre los cristianos de la Europa oriental hacia finales del siglo IV, época hasta donde le era posible retrotraer sus pesquisas. Despreció, pues, cualquier edición impresa del Nuevo Testamento y, tras muchos años de infatigable labor de cotejo y clasificación de copias manuscritas, a comienzos de la década de los años treinta logró superar todos los obstáculos interpuestos por la Iglesia oficial y alcanzar unos objetivos que, al margen de cualquier discusión teológica, venían avalados por rigurosas evidencias documentadas. Tras los recelos iniciales con que fue recibido este trabajo de Karl Lachmann, con el paso del tiempo parece universalmente aceptada la valoración que hizo Hort acerca de esta edición rigurosamente científica del Nuevo Testamento, la primera que se atrevió a apartarse de la tradición del Textus Receptus: "Un nuevo período comenzó en 1831, cuando por primera vez, un texto fue construido directamente de antiguos documentos sin la intervención de ninguna edición impresa, y cuando el primer intento sistemático fue hecho para substituir la elección arbitraria por el método científico en la discriminación de variantes textuales"

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.