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FilosofíaReligiónBiografía

Laberthonnière, Lucien (1860-1932).

Filósofo y apologista francés, sacerdote católico, nacido en Chazelet (Indre) el 5 de octubre de 1860 y muerto en París el 6 de octubre de 1932. Importante representante del modernismo, y promotor de un método filosófico que denominó dogmatismo moral y ontología de la persona.

Vida

Realizó sus estudios en los seminarios Menor y Mayor de la diócesis de Bourges, siendo ordenado sacerdote en 1886, año en que también entró en la Congregación del Oratorio. En 1893, después de leer la L'Action, obra básica del filósofo Maurice Blondel, quiso conocerlo personalmente, y trabó con él una profunda amistad, aunque en los últimos años se distanciaron doctrinalmente. Enseñó filosofía en el Colegio de Juilly, y en 1897 fue nombrado superior de la École Massillon en París y publicó su primera obra importante: Le problème religieux. Durante este período siguió clases de Boutroux en la Sorbona, al mismo tiempo que colaboraba con artículos de filosofía de la religión en varias revistas. En 1900 apareció su obra Pour le dogmatisme moral y al año siguiente su Theorie de l'éducation. Cuando en 1903 fueron expulsadas de Francia todas las congregaciones de enseñanza -la del Oratorio se disolvió- y Laberthonnière tuvo tiempo para dedicarse de lleno a sus reflexiones y estudios filosóficos. Publicó entonces Essais de philosophie religieuse y Le réalisme chrétien et l'idéalisme grec -obra en la que contrapone el pensamiento cristiano al griego-, las cuales serían condenadas por el Vaticano en 1907. En 1905 se hizo cargo, junto con Maurice Blondel, de la dirección de la revista Annales de Philosophie chrétienne, que también fue suspendida por la Santa Sede en 1913, al mismo tiempo que se le prohibía a Laberthonnière realizar cualquier tipo de publicación. El sacerdote se sometió, pero no dejó de escribir, pidiendo a sus amigos que publicaran sus escritos después de su muerte. Durante los 20 años de silencio forzado, se ratificó en sus convicciones, acentuó su oposición frontal a la escolástica, pero públicamente inculcó la sumisión a las directrices de la Iglesia. Murió a los 72 años, en paz con la Iglesia. Varios de sus escritos fueron publicados después de muerte, y no sólo no fueron condenados, sino que muchos vieron en él la "garra del profeta".

Pensamiento filosófico

El pensamiento de Laberthonnière se centra desde el principio en el problema de nuestro destino. Comprender lo que somos, y lo que debemos ser, es para él, el problema metafísico por excelencia, en absoluta coincidencia con el problema religioso. Conecta así con Pascal y Maine de Biran, a través de los cuales entra en la tradición agustiniana. Por tanto, el punto de partida de su reflexión filosófica es la conciencia, que se afirma en un acto que es intrínsecamente pensamiento y libertad, conocimiento y amor. No se trata, pues, de una intuición o de una sensación, sino de un acto. La acción entendida como el esfuerzo del hombre que tiende por sí mismo a buscar la verdad; en esto conectó con la filosofía de la acción de Blondel.

Laberthonnière, además, defiende de lleno el "método de la inmanencia", que proclama que cualquier verdad -incluidas las de orden religioso y sobrenatural- no se convierte en nuestra verdad hasta que no actuamos para descubrirla en nosotros mismos; lo cual, sin embargo, no hay que confundir con el inmanentismo, que pretende eliminar la supra-naturaleza. Éste es el significado del dogmatismo moral, que Laberthonnière opone a los dogmatismos ilusorios, sean abstractos o empíricos. Concomitante con esto está la cuestión de la naturaleza de la fe: ¿Se trata de una sumisión a una autoridad constringente exterior o se impone por razones puramente intelectuales? ¿o será más bien la fe una "experiencia de vida", la efusión de una gracia por la cual Dios se comunica entregando su secreto para permitir al hombre participar de su vida íntima? Se plantea así la alternativa radical: extrinsecismo o intrinsecismo, correspondientes al idealismo abstracto de la filosofía griega y al realismo cristiano, respectivamente. Su opción es muy clara: la fe es algo viviente, es decir, algo que "se hace", y lo primero que hay que hacer con la fe es interiorizarla.

A partir de estos planteamientos hay que distinguir en Laberthonnière dos partes: una negativa o crítica, y otra positiva o afirmativa. En la primera arremete contra la influencia griega sobre el pensamiento cristiano, contra lo que denomina "aristotelización" del cristianismo. A través de la escolástica, que tiene su máximo exponente en Santo Tomás, el dios de Aristóteles -frío, estático, que no crea el mundo, que es principio de unidad lejos del universo-, se metió en lugar del Dios cristiano, que es amor y don de sí mismo, sobreabundante de ser, salvador de sus criaturas. Así, Laberthonnière llega a hablar del "anti-cristianismo" tomista. De la misma forma critica a los pensadores modernos, desde Descartes hasta Bergson.

En cuanto a la parte positiva, o afirmativa, su obra se presenta deliberadamente como una metafísica "en la que todo se explica, todo se hace, todo se resuelve por la caridad [...] Y yo la llamo directamente metafísica cristiana, porque ella es el cristianismo mismo, no ya adjunto, sino sustituyendo a toda otra metafísica: concepción del Dios Trinidad, que, precisamente porque es suficiente en sí mismo, puede crear libremente por amor". No se trata, pues, para Laberthonnière de una filosofía del cristianismo, sino que el cristianismo es su filosofía. Consecuente con este principio, pone por encima de todo la caridad, afirmando que "sólo una metafísica de la caridad, puede poner fin tanto al absolutismo de la autoridad como al extrinsecismo de la verdad".

La metafísica de Laberthonnière, necesariamente llevará a un "personalismo". Uno no conoce a Dios y a los otros si no se hace su servidor. La caridad es la identidad del amor de sí mismo, del amor de los otros y del amor de Dios. El verdadero problema filosófico es el del conocimiento del otro, el del amor del prójimo. Por tanto, el objeto de la filosofía es promover la vida y el pensamiento de unos para otros. Por eso calificó su filosofía como una "ontología de la persona", en la que Dios está al inicio de la búsqueda y al final de la misma. El ideal no es un saber objetivo, sino una creencia que une a las personas en una comunidad de amor. Esto se proyecta también en la interpretación del mundo: mientras que las filosofías intelectualistas proporcionan explicaciones del hombre en función del mundo, el personalismo cristiano explica el mundo en función del hombre.

El pensamiento pedagógico de Laberthonnière es consecuente también con su especulación filosófica. En educación se enfrentan dos intereses que hay que conciliar: el de la libertad del educando, que lucha por ser él mismo, y el de la autoridad. Una autoridad solamente es liberadora, y ayuda a conseguir la libertad del educando, cuando se sirve de su poder y de la habilidad de que dispone para subordinarse en cierto sentido a sí misma a aquellos que le son subordinados, y uniendo su propia suerte a la de ellos. Y esto es posible en cualquier método. Cabe aquí decir que el método "vale" el hombre, el cual "vale" no por lo que hace o por lo que dice, sino por lo que es. Laberthonnière considera especialmente eficaz la teoría católica de la educación, porque la caridad es un medio muy apropiado para promover el encuentro de las personas y conciliar la libertad con la autoridad.

Otras obras de Laberthonnière, además de las citadas son: Possitivisme et catholicisme (1911), Autour de L'Action Française (1911), Le temoignage des martyrs (1912) y Sur le chemin du catholicisme (1913). Tras su muerte se publicaron: Etudes sur Descartes (2 vol 1935), Etudes de philosophie cartésienne et Premiers écrits philosophiques (1937), Esquisse d'une philosophie personnaliste (1942), Pangermanisme et christianisme (1945), Sicut Ministrator (1947), Critique du laïcisme (1948) y La notion chrétienne de l'autorité (1955).

Autor

  • Cipriano Camarero Gil