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LiteraturaBiografía

Labé, Louise (¿1524?-1566).

Poetisa francesa, nacida en Parcieux (cerca de Lyon, en la región de Dombes) alrededor de 1524, y fallecida en su ciudad natal el 15 de febrero de 1566. Aunque su verdadero nombre era el de Loyse Charly o Louise Charlin, fue conocida en su tiempo como Louise Labé -apelativo con el que firmó sus poemas- y también como "La bella cordelera", ya que era hija y esposa de fabricantes de cordeles. Autora de una breve pero espléndida producción poética en la que aborda la pasión amorosa desde sus dos polos opuestos -ora en un tono idealizado, heredero del neoplatonismo petrarquista, ora en la línea erótica de exaltación carnal iniciada, en la remota Antigüedad clásica, por los poetae novi como Catulo (87-54 a.C.)-, está considerada como una de las escritoras más notables de la lírica gala renacentista y, sin lugar a dudas, como una de las voces poéticas femeninas más hondas, íntimas y originales de todos los tiempos.

Nacida en el seno de una familia acomodada perteneciente a la rica burguesía artesana, recibió desde niña una esmerada formación humanística, merced a la fortuna que había atesorado su padre tras haberse convertido en uno de los más célebres cordeleros de su región. Su instrucción, enfocada siempre hacia esa cultura italiana que tanta admiración despertaba en la burguesía lionesa de su tiempo, comprendió estudios de lenguas vivas y muertas (como el italiano, el español y el latín), abundantes lecturas clásicas (tanto literarias como eruditas), clases de música, prácticas de equitación e, incluso, algunas lecciones de esgrima. Esta valiosa educación -especialmente, la asimilada al ejercicio físico y el uso de las armas- habría de servirle de gran utilidad en su etapa juvenil, cuando protagonizó un episodio aventurero digno de las heroínas legendarias que poblaban sus lecturas. Al parecer, hacia 1542 se enamoró perdidamente de un militar al que, vestida de hombre y haciéndose llamar "capitán Loys", siguió hasta el sitio de Perpignan. Abandonada poco después por el ingrato guerrero, vertió el lamento de su pasión amorosa en los bellísimos sonetos que le han reservado un lugar de privilegio en la historia de la poesía francesa.

En rigor, los biógrafos de Louise Labé no han podido documentar este rocambolesco episodio de su vida, como tampoco han podido obtener muchos más datos acerca de su peripecia sentimental. Se sabe, empero, que participó activamente en la vida social y cultural de su entorno, y que durante algunos años mantuvo abierto un fecundo salón literario en el que se reunieron algunos de los grandes nombres de las Letras francesas de mediados del siglo XVI, como Clément Marot (1496-1544), Maurice Scève (1500-1564), Pontus de Tyard y el poeta Olivier de Magny -amigo y compañero de aventura romana de Joachim du Bellay (1522-1560)-, al que también se le atribuye una relación amorosa con Louise Labé. El talante liberal e independiente de la poetisa, que sorprendía tanto por su refinada cultura como por su falta de prejuicios morales, dio pie a numerosos rumores maliciosos sobre su vida amorosa, difundidos por espíritus tan pacatos como el del mismísimo Calvino (1509-1564). No es de extrañar, por ende, que su excelente integración entre los futuros poetas de la Pléiade, sumada a la fama de su extraordinaria belleza y a la sinceridad y desenvoltura de buena parte de sus versos, granjeara a Louise Labé una injusta reputación de mujer alegre y disoluta, proclive a los escarceos amoroso-sexuales.

Tal vez para poner coto a estas habladurías, su padre la casó hacia 1543 con otro rico fabricante de cordajes, Ennemond Perrin, quien sobrepasaba en más de un cuarto de siglo la edad de su joven esposa. A pesar de esta abrupta diferencia de edad, parece ser que Perrin fue un marido paciente y comprensivo, pues permitió a la escritora la apertura en su casa del susodicho salón literario, así como la impresión de los sonetos amorosos que, en recuerdo de sus antiguos lances amatorios, Louise Labé comenzó a redactar a partir de 1552. Además, sobrellevó con resignación las sátiras y los rumores lanzados por doquier contra su esposa, entre ellos una escandalosa canción anónima que, difundida en 1557, se burlaba con saña de las costumbres liberales de la poetisa. Por aquel tiempo falleció Ennemond Perrin, circunstancia que empujó a su viuda a adquirir algunas posesiones en el campo y refugiarse en su propia soledad hasta el final de sus días. Al parecer, algunos de sus familiares se convirtieron al protestantismo y la presionaron para que abrazara sus mismas creencias; pero ella se mantuvo fiel a la doctrina católica, aunque cercana al espíritu crítico de los erasmistas.

En 1565, tras saberse seriamente enferma, Louise Labé se afincó en la morada de su amigo Thomas Fortin, un banquero o abogado de origen florentino, al que nombró en su testamento -dictado el 25 de abril de dicho año- administrador de sus bienes cuando hubiera fallecido.

Obra

La aparición, a mediados del siglo XVI, de las Oeuvres (Obras, 1555) de Louise Labé, en edición de Jean de Tournes, supuso la consagración de una audaz escritora que, para asombro de muchos, publicaba sus versos precedidos de altos elogios firmados por algunos de los mayores poetas franceses del momento. La inspiración amorosa de su poesía, así como la libertad e independencia de su pluma, la convirtió, a ojos de muchos lectores, en una nueva Safo (s. VII-VI a.C.), si bien esta comparación iba únicamente referida a su condición de mujer y su asombrosa falta de prejuicios, ya que la temática lésbica no asoma por debajo de ninguno de sus versos. Sorprendía, además, que una escritora hubiera cosechado tantas alabanzas -sobre todo, entre los grandes autores de la Pléiade, con el propio Ronsard (1524-1585) a la cabeza- con una producción tan exigua, pues en el mencionado volumen sólo figuraban veinticuatro sonetos, tres elegías y un diálogo amoroso -Débat de la folie et de l'amour (Debate entre la locura y el amor)- compuesto a la manera de los Asolani de Pietro Bembo (1470-1547).

Como ya se ha apuntado en la breve reseña biográfica precedente, los poemas de Louise Labé están inspirados en una desgraciada experiencia sentimental que vivió en su juventud. Pero, lejos de amoldarse, en el tratamiento de la temática amorosa, a los modelos petrarquistas que hacían furor en la lírica de su tiempo, la animosa escritora hace acopio de todo su ardor, su apasionamiento y su sinceridad para expresar, con novedosa espontaneidad, la hondura de sus sentimientos, que van más allá de la mera idealización platónica para adentrarse en los registros más íntimos de la pasión carnal. Puede que algunas composiciones suyas -por lo demás, de riguroso arquitectura formal, en lo que a su aspecto externo se refiere- partan de los conceptos filosóficos impuestos por el neoplatonismo en la cultura humanística del Renacimientos; pero siempre la memoria que informa la substancia poética acaba rescatando la presencia corpórea de las sensaciones físicas, el recuerdo gozoso de un placer que se hace vívido y presente por encima de las convenciones sociales, los prejuicios morales y las modas literarias.

Cabe, por último, subrayar el feminismo avant la lettre de Louise Labé, patente no sólo en su valiente y arriesgada propuesta poética, sino también en el enfoque, el tono y el contenido de su excelente Debate entre la locura y el amor. Al margen de la influencia de Bembo, Castiglione (1478-1529) e, incluso, Erasmo de Rotterdam (1466-1536), brilla con luz propia la reivindicación de la independencia de pensamiento y actuación en la mujer, así como su defensa del derecho a la educación y al uso del discurso amoroso por parte de la población femenina.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.