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HistoriaPolíticaBiografía

Isabel de Valois. Reina de España (1545-1568)

Reina de España nacida en el palacio de Fontainebleau el 13 de abril de 1544 y muerta en Aranjuez el 3 de octubre de 1568.

Síntesis biográfica

Hija de Enrique II y de Catalina de Médicis, paso los primeros años de su vida bajo la atenta vigilancia de su madre. Prometida a Felipe IIen el año 1559, las cláusulas del contrato matrimonial formaron parte del tratado de paz de Cateau-Cambrésis. Tras contraer matrimonio por poderes en París, el 22 de agosto de 1559; el 31 de enero de 1560 tuvo lugar la boda oficial en el palacio del Infantado (Guadalajara). A pesar de sus esfuerzos no pudo dar a la corona un heredero varón, aunque de su matrimonio nacieron dos hijas, Isabel Clara Eugenia(1566) y Catalina Micaela (1567). La delicada salud de la reina y los duros tratamientos a los que fue sometida por los médicos de la corte, fueron la causa de su prematura muerte el 3 de octubre de 1568, cuando apenas contaba con 23 años.

Primeros años y negociaciones matrimoniales

Segunda hija de los todavía delfines de Francia, su nacimiento se produjo en el palacio de Fontainebleu cuando sus padres permanecían alejados de la corte de Francisco I, puesto que el monarca y su sucesor, el futuro Enrique II, se habían enemistado recientemente. Pero el nacimiento de Isabel contribuyó a poner paz entre padre e hijo y el rey se mostró encantado de conocer a su nueva nieta. El bautizo de la princesa se ofició en la capilla del mencionado palacio de Fontainebleu, siendo sus padrinos su abuela política, doña Leonor; y Enrique VIII, aunque este no acudió al evento personalmente.

La infancia de Isabel transcurrió en la itinerante corte francesa, donde recibió todo tipo de cuidados y fue rodeada de comodidades. Así tras su nacimiento y para disgusto de su madre, fue puesta bajo la tutela de la amante de su padre, Diana de Poitiers. Cuando la princesa tuvo edad suficiente comenzó su instrucción en compañía de María Estuardo, la prometida de su hermano el futuro Francisco II. La educación de ambas tuvo un marcado carácter humanista y fue vigilada atentamente por Catalina de Médicis, que si bien se mostró en ocasiones excesivamente severa, intentó participar de forma activa en los progresos efectuados por sus hijos. Isabel demostró en todo momento poseer una gran inteligencia y aunque no se han conservado muchos testimonios de esta época, parece que desde su infancia sintió adoración por la música y por las artes, seguramente como fruto de su educación, muy influenciada por los principios del Renacimiento.

Isabel de Valois prácticamente desde su nacimiento, había sido prometida en matrimonio al hijo de Enrique VIII, aunque debido a la corta edad de ambos se decidió posponer el enlace. Este proyectado matrimonio, que pretendía sellar una alianza entre el rey inglés y Enrique II, no llegó a celebrarse debido a la prematura muerte de Eduardo VI en el año 1553.

La primera aparición pública de Isabel de Valois se produjo con motivo de la boda del futuro Francisco II y María Estuardo, donde la princesa participó animadamente en los entretenimientos que formaban parte de los festejos. Poco tiempo después se llevaron a cabo las negociaciones para concertar su matrimonio con el heredero de Felipe II, el infante Carlos; como parte de los acuerdos alcanzados en la paz de Cateau-Cambrésis, pero la repentina muerte de María Tudor, segunda esposa de Felipe II, motivó que el monarca cambiara los términos de las negociaciones y que él mismo se convirtiera en su prometido. Así el compromiso de la princesa y el rey de España quedó sellado el 3 de abril de 1559. Tanto su padre como su prometido se mostraron muy interesados en que el matrimonio se llevara a cabo rápidamente, ya que se pretendía hacer de la mencionada paz un acuerdo duradero que pusiera fin a los enfrentamientos que habían mantenido durante largos años los Austrias y los Valois.

La boda de Isabel de Valois

Como era costumbre en la época antes de que Isabel abandonara la tutela de su padre y emprendiera su viaje a España, debía contraer matrimonio con Felipe II, el cual envió al duque de Alba para que le representara en la ceremonia por poderes. La mencionada ceremonia tuvo lugar en París el 22 de junio de 1559, en la catedral de Notre Damme.

Muy pronto la nueva reina de España se mostró nerviosa por su destino, aunque debido a su juventud, demostró sentir gran curiosidad por conocer a su esposo. Las fiestas por su matrimonio dada la importancia del novio estuvieron rodeadas de lujo y esplendor, así el rey manifestó ante el duque de Alba su gran satisfacción por el casamiento de su hija. Pero muy pronto se ensombrecieron los festejos, ya que en un torneo celebrado una semana después de la boda, Enrique II sufrió un aparatoso accidente que le provocó la muerte cuatro días después.

Debido a los numerosos compromisos que retenían a Felipe II en Flandes, éste decidió posponer el viaje de su esposa, ya que según marcaba el rígido protocolo él debía encontrarse en España cuando la princesa cruzara la frontera. Esto permitió a Isabel participar en los fastos realizados en honor del nuevo rey de Francia. Finalmente Isabel emprendió el viaje a su país de adopción, en los primeros días de enero de 1560. Tras ultimar los preparativos de su lujoso ajuar, abandonó la ciudad de Blois, donde se encontraba la corte, y emprendió su largo viaje. Isabel, durante las primeras etapas del mismo, estuvo acompañada por la familia real en pleno, aunque finalmente se despidió con gran tristeza de sus seres queridos en la ciudad de Poitiers.

La reina que por consejo de su madre hablaba correctamente el español cuando inició el viaje a su nuevo país, con el fin de aclimatarse lo antes posible a su nueva situación, no paró de hacer preguntas sobre España y mostró gran curiosidad por aprender las costumbres de la rígida corte de Felipe II. Tras su llegada a Burdeos fue escoltada hacia los Pirineos por Antonio de Borbón. En el paso que marcaba la frontera se encontró con el conde de Buendía, Juan de Coruña; que había sido nombrado maestro de ceremonias por Felipe II. Cruzar la frontera no fue tarea fácil, ya que en esos días cayó una fuerte nevada que retrasó la marcha de la numerosa comitiva. La entrega de Isabel se produjo en Roncesvalles, aunque esta sufrió un notable retraso por los problemas que surgieron entre los representantes de ambos monarcas, ya que ni españoles ni franceses se ponían de acuerdo sobre el lugar donde efectuar la entrega. Finalmente Isabel fue puesta bajo la custodia del IV duque del Infantado y del cardenal Mendoza.

El itinerario que siguió a Isabel por tierras españolas fue calculado minuciosamente por su esposo, que determinó que la comitiva de la reina pasara por Rasuain, Pamplona, Tafalla, Villafranca, Tudela, Agreda, Soria, Gomara, Morón, Baraona, Jadraque e Hita. Así se proyectó que el primer encuentro de ambos esposos se produjera en el palacio del Infantado, en Guadalajara. Isabel de Valois llegó al mencionado palacio el 28 de enero de 1560, allí fue recibida por su cuñada Juana de Austria, que se encargó de presentarle sus respetos en nombre de la familia real.

La reina no vio a su esposo hasta la boda, que tuvo lugar el 31 de enero. Los esponsales se celebraron a las 10 de la mañana en la capilla del palacio donde se encontraban alojados ambos, siendo oficiada por el cardenal Mendoza, así la madrina de boda fue la infanta Juana de Austria y el padrino fue el duque del Infantado. Inmediatamente después se iniciaron los festejos, los cuales incluyeron numerosos banquetes, corridas de toros, música, recitaciones y fiestas de cañas. El día 3 de marzo los monarcas emprendieron el viaje a Toledo, donde se encontraba el infante Carlos; ciudad a la que llegaron el día 12 del mismo mes. Fue en esta ciudad donde se produjeron las mayores celebraciones y allí la reina recibió el cariño de sus súbditos. Isabel que penetró en la ciudad por la puerta de la Bisagra, tardó más de seis horas en llegar a la puerta del Alcázar, donde fue recibida por su hijastro, don Carlos; por Juan de Austria y por Alejandro Farnesio. Pero a los pocos días de su llegada a Toledo Isabel cayó gravemente enferma, aquejada de viruela; por lo que quedaron suspendidos los festejos.

Vida matrimonial y nacimiento de sus hijas

La vida matrimonial de Isabel de Valois fue armoniosa en todo momento, ya que parece que ambos esposos se profesaron un gran cariño durante los años que duró su unión y esto a pesar de las discretas infidelidades cometidas por Felipe II, entre los años 1560 y 1564, sobre las cuales Isabel no realizó ningún comentario. Felipe II al igual que sus súbditos muy pronto aprendió a querer a su tercera esposa, que sin duda le ofreció los momentos más felices de su vida. Por su parte Isabel se mostró satisfecha con su vida de casada, a pesar de lo aburrida que le parecía la corte de España, tan diferente a la francesa. Así la reina en una carta enviada a su madre afirmó lo siguiente: Este lugar me parecía uno de los más aburridos del mundo. Pero os aseguro, Señora, que tengo un marido tan bueno y soy tan feliz que aun cuando fuese cien veces más aburrido, yo no me aburriría nada.

Las acusaciones vertidas sobre la supuesta infidelidad de Isabel con Carlos de Austria y la teoría de que su muerte fue provocada por este motivo, no tienen ningún fundamento histórico, ya que por el contrarío Felipe II confió ciegamente en su esposa. Prueba de la confianza que tenía depositada en Isabel es que en 1565 la envió en misión diplomática a Francia, acompañada por el duque de Alba, para que Catalina de Médicis cambiara la orientación de su política frente a los protestantes. Isabel que disfrutó de la compañía de su madre y su hermano, Carlos IX, discutió airadamente con la regente de Francia para salir en defensa de su esposo, a lo cual Catalina replicó: "Muy española venís". A pesar de que las conversaciones de Bayona no tuvieron éxito, Felipe II no tuvo reproches por la actuación de Isabel, pero hay que señalar que fue la única de sus esposas que participó en la política del reino.

Las relaciones de Isabel con los miembros de su nueva familia fueron en todo momento cordiales. La reina fue una de las mejores amigas de Juana de Austria y trató con cariño a don Carlos, el cual a pesar de sus bruscos cambios de humor siempre se mostró atento con su madrastra. Además la extremada juventud de la familia del monarca, don Juan de Austria y Alejandro Farnesio eran prácticamente de su misma edad, provocó que el rígido protocolo que dominó la casa del rey fuera suavizado por Isabel, la cual se complacía en organizar fiestas, excursiones, bailes, mascadas, etc. Así era frecuente que Felipe II observara los juegos de su esposa complacido y que estuviera atento a todos sus caprichos.

Pero la felicidad de los monarcas nunca fue completa, ya que Isabel durante los años que duró su matrimonio dio muestras de tener una delicada salud. La reina padeció en dos ocasiones de viruelas y era frecuente que sufriera fuertes fiebres y trastornos intestinales, que la dejaban postrada en la cama durante días. Pero la actuación de los médicos de la corte no fue precisamente las más adecuada, ya que los tratamientos que se le aplicaron, sobre todo sangrías y purgas, no hicieron más que debilitarla. Por ese motivo Isabel sintió una profunda aversión por los médicos y tuvo que ser reprendida por su esposo por negarse a seguir las indicaciones de éstos.

En el mes de mayo de 1564 se anunció oficialmente que la reina se encontraba en estado, pero ésta abortó a los tres meses, debido a que sufrió de fiebres tercianas. En opinión de los médicos su vida corría grave peligro y por ese motivo Felipe II realizaba frecuentes visitas a sus aposentos. En el otoño de 1565 Isabel quedó nuevamente embarazada y el 1 de agosto de 1566 dio a luz en el palacio de Balsain (Segovia) a su hija primogénita, Isabel Clara Eugenia. A pesar de la desilusión inicial, el monarca intentó animar a su esposa que se mostró muy apenada por no haber dado a luz un hijo. Aproximadamente un año después, el 10 de octubre de 1567, nació Catalina Micaela y dada la condición de ésta y la delicada situación del heredero al trono, la cuestión sucesoria se hacía cada vez más desesperada. Ambos embarazos fueron muy duros para Isabel que se vio afectada por fuertes dolores de cabeza, mareos y vómitos.

Muerte de Isabel de Valois

El último año de la vida de Isabel estuvo marcado por su profunda tristeza. Así intentó mediar sin éxito, en el conflicto que mantenía el rey con su hijo Carlos, aunque la locura de éste se agravó tanto que fue imposible interceder por él. La muerte de Carlos fue un duro golpe para ella, que en aquellas fechas se encontraba embarazada.

Una vez más la intervención desacertada de los médicos, provocó grandes sufrimientos a Isabel de Valois. Puesto que diagnosticaron trastornos intestinales a la reina, cuando en realidad ésta había quedado nuevamente embarazada en las Navidades de 1567. Así el duro tratamiento al que fue sometido empeoró su estado de salud de tal modo, que en el mes de septiembre no podía levantarse de la cama. Durante los días siguientes Isabel sufrió de fuertes dolores de riñones y de trastornos digestivos y urinarios. El 22 de septiembre de 1568 notó como las fuerzas la abandonaban y supo que el momento de su muerte estaba cerca, por ese motivo solicitó la presencia de su confesor y pidió al monarca que fuera a visitarla. En la última conversación privada que mantuvo con Felipe II, ésta rogó el perdón del monarca por no haber concebido hijo varón y le expresó su pena por dejar a sus hijas huérfanas a tan temprana edad. Además recomendó al monarca que tratara con consideración a las damas de su séquito y que sobre todo mantuviera la concordia con Francia.

Isabel dispuso poco antes de morir los detalles de su funeral. La reina pidió ser enterrada con un hábito de san Francisco, en el monasterio de las Descalzas Reales, tras lo cual solicitó por escrito la autorización de su cuñada, que había fundado el mencionado monasterio. El 3 de octubre comenzó a sentir terribles dolores y ante la sorpresa de todos, dio a luz a una niña de cinco meses, que apenas vivió unas horas. Isabel de Valois espiró poco tiempo después y fue enterrada siguiendo sus indicaciones. El pueblo lloraba su perdida, la corte hacía lo mismo y el desconsolado marido, que desde ese momento siempre vistió de negro; se recluyó por unos días en el monasterio de San Jerónimo para rezar por alma.

Bibliografía

  • JOVER ZAMORA, J. M. España en tiempo de Felipe II. Historia de España de Menéndez Pidal. (Vol. XXII). Madrid, Espasa Calpe, 1994.

  • FERNANDEZ ALVAREZ, M. Felipe II y su tiempo. Madrid, Espasa Calpe, 1998.

  • NADAL, S. Las cuatro mujeres de Felipe II. Barcelona, Mercedes, 1944

Autor

  • Cristina García Sánchez