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HistoriaPolíticaBiografía

Iglesias, Miguel (1830-1909).

Militar y hacendado que destacó en la guerra de Perú con Chile, firmando el Tratado de Paz de Ancón de 1883. Gobernó Perú entre 1883 y 1885. Nació el 11 de junio de 1830 en Cajamarca, hijo de Lorenzo Iglesias Espinach y de Rosa Pino. Su padre llevaba el apellido Espinach, por lo que debía descender del riquísimo minero español Miguel Espinach, dueño de minas en Hualgayoc. No fue un militar de carrera. Inició estudios universitarios, pero los interrumpió para dedicarse a la agricultura, puesto que su familia era dueña de tierras en la región.

Cuando estalló el conflicto con España que llevó al combate del Callao del 2 de mayo de 1866, Iglesias armó con su dinero un batallón, por lo que se le dio el grado de Coronel. En su departamento desempeñó cargos inherentes a su condición de miembro de la clase propietaria. Fue diputado durante el régimen de Pezet (1864-1865), alcalde provincial, director de la Beneficencia y Prefecto del departamento. En 1874 organizó una revolución contra el gobierno de Pardo que no prosperó.

Al presentarse la guerra con Chile, repitió su conducta pasada y organizó nuevamente un batallón con el que marchó a Lima. Ahí se unió a la revolución de Piérola que derribó al gobierno de La Puerta, quien había encargado del mando tras el viaje a Europa del Presidente Prado. Era el 21 de diciembre de 1879.

Piérola lo nombró Ministro de Guerra y en tal condición asistió valientemente a la defensa de Lima en enero de 1881. Cúpole dirigir una división de cinco mil hombres en el flanco derecho, cuyo frente daba a los pantanos de Villa y cuya retaguardia era el Morro Solar, donde estaba emplazada la artillería. El ataque de la división chilena comandada por Lagos lo obligó a retroceder hacia el morro, desde donde hizo tenaz resistencia. Las fuerzas enemigas debieron ocupar los flancos para subir el promontorio. Desde la cumbre, Iglesias se lanzó con un contingente a punta de bayoneta hacia abajo, abriendo brechas en el frente chileno. Al llegar al malecón fueron capturados.

Participó en las negociaciones para lograr un armisticio y una ordenada ocupación de Lima, luego de lo cual se retiró a "Udima", su hacienda en Cajamarca. Lizardo Montero, el nuevo Presidente, lo nombró Jefe político del norte, con sede en Cajamarca. Organizó un pequeño ejército con el que enfrentó a las fuerzas chilenas que habían marchado al norte para derrotarlo. El 13 de julio de 1882 se encontraron en San Pablo, consiguiendo poner en fuga a los chilenos y desocupar Cajamarca.

Lamentablemente esta victoria no trajo mayores consecuencias, e Iglesias se convenció de que acciones de esa naturaleza no alcanzarían a cambiar el curso de la guerra. Fue así que lanzó el "Manifiesto de Montán" (31 de agosto de 1882), de controvertido juicio en la historia peruana. En éste, su autor señalaba que era necesario conseguir la desocupación del territorio, aún a costa de hacer cesiones territoriales. Era la opinión de la clase propietaria, juzgan los historiadores, que querían evitar una mayor destrucción y descapitalización de sus fundos.

Los chilenos acogieron positivamente el Manifiesto y buscaron consolidar a Iglesias como Presidente, para poner término a la guerra. Antes debían deshacerse de Cáceres, quien sin acatar el llamado de Iglesias, seguía dando guerra en la sierra central. Tras la derrota de Huamachuco, el 10 de julio de 1883, las esperanzas peruanas parecieron esfumarse.

El Tratado de Ancón fue suscrito el 20 de octubre de 1883 entre los delegados del Perú y Chile, Lavalle y Novoa. En el mismo se estipulaba la cesión definitiva de Tarapacá, provincia que contenía los yacimientos de salitre que eran la causa profunda de la guerra, y la temporal, por diez años, de Arica y Tarapacá. Luego de ese lapso se realizaría un plebiscito que decidiría la suerte de las mismas. El ganador del plebiscito debería entregar al perdedor diez millones de pesos plata como indemnización. Chile quedaría en posesión de las islas guaneras hasta sacar un millón de toneladas y cobrarse así la indemnización de guerra. Si el guano que se extrajese no fuese bastante, podría echarse mano de los yacimientos de guano que se hallasen en otros lugares de la costa peruana. Un detalle importante fue que el gobierno chileno se obligaba a reconocer el valor de los certificados salitreros expedidos por el gobierno peruano con ocasión de la expropiación de las oficinas salitreras en 1875 y los años sucesivos.

El tratado debía ser aprobado por los congresos de ambos países para tener validez. Iglesias, cuyo régimen era ahora sostenido por los chilenos y desconocido por Cáceres, que no se resignaba a la cesión de territorio, convocó a un Congreso, que se instaló en Lima el primero de marzo de 1884 y aprobó el tratado. Este mismo congreso lo designó Presidente Provisorio.

Las fuerzas chilenas iniciaron una progresiva desocupación del territorio, que culminó en agosto de 1884. Muchos juzgan que Iglesias debió entonces abdicar el mando y organizar elecciones; pero no lo hizo, quizás presionado por los chilenos, quizás persuadido de que la situación no permitía una campaña electoral.

Inició un gobierno autotitulado "Regenerador", en medio de grandes estrecheces económicas, jaqueado por las fuerzas de Cáceres, quien se autoproclamaba "el reconstructor" y la impopularidad que era la consecuencia de haber aceptado la Paz de Ancón.

La guerra civil contra Cáceres tuvo diversas alternativas. Iglesias dominaba el norte y la capital, mientras la sierra central y sur cambiaba repetidas veces de mano. A mediados de 1885 parecía que su posición era la más fuerte y que pronto derrotaría a su enemigo, pero una hábil estrategia del héroe de la Breña distrajo sus tropas de Lima y las fuerzas caceristas pudieron entrar a la capital desguarnecida.

Eran los últimos días de noviembre de 1885. Sitiado en la plaza de armas, resistió algunos días, pero el cerco se iba estrechando. Las fuerzas caceristas, parapetadas en las torres de las iglesias del centro, estaban ya a tiro de fusil del palacio de gobierno; Iglesias apenas tenía efectivos. El cuerpo diplomático destacado en Lima ofició de mediador y consiguió la renuncia de Iglesias, quien se embarcaría en un navío extranjero. Una de las condiciones que consiguió fue que sus tropas fueran integradas al ejército nacional futuro con sus mismos grados y haberes.

Se formó una Junta de Gobierno que presidió Antonio Arenas, que pocos meses después convocó a elecciones, ganadas arrolladoramente por Cáceres. Iglesias se retiró de la vida política, falleciendo en Lima el 7 de noviembre de 1909. Aunque para algunos, Iglesias representó la claudicación frente al enemigo, para otros, fue la cordura que llamó, aún con el sacrificio de su imagen y futuro político, a poner final a una guerra que estaba ya perdida. Alguien tenía que hacerlo y pagar con las consecuencias.

Autor

  • Carlos Contreras.