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PinturaBiografía

Gutiérrez de la Vega, José (1791-1865)

Pintor español, nacido en Sevilla el 6 de diciembre de 1791 y muerto en Madrid en diciembre de 1865. Su fecha de nacimiento resultó durante mucho tiempo materia de controversia y se dieron para ella fechas como 1805 y 1815. Hijo de un maestro arcabucero que trabajaba también el grabado y la talla en madera, destacó pronto como pintor, de modo que a los once años (1802) logró ingresar en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, en la que permaneció hasta 1817. Tan largo aprendizaje se debe a que el pintor hubo de compatibilizar sus estudios con la asistencia al taller paterno, asistencia que abandonó totalmente a partir de su boda en 1813. Con todo, ya antes había comenzado a dejar el taller paterno por el de su tío, el pintor Salvador Gutiérrez, que gozaba de prestigio en Sevilla. En 1825, fue nombrado profesor ayudante de la misma Escuela.

Como todos los pintores sevillanos del momento, se inicia en la estela de Murillo. La influencia de éste no se debía tanto al hecho de que fuera pintor sevillano (también lo eran Velázquez y Valdés Leal) cuanto a su frecuente presencia en iglesias de la ciudad, así como en el Museo de Pinturas, al que acudían a copiar los estudiantes de la Escuela. Será Gutiérrez el más murillesco de todos los pintores de su generación, circunstancia a la que ayudan las frecuentes copias de cuadros del maestro del XVII que hubo de realizar por encargo en sus años de estudiante. Tal influjo se plasma en la alegría y suavidad de sus colores y en el realismo amable de sus escenas domésticas. Asimismo, el sentido popular de su pintura se desprende, en buena medida, de pinturas como la llamada Sagrada Familia del Pajarito del maestro del XVII.

Con todo, la influencia de Murillo no será la única en el estilo de Gutiérrez de la Vega, sino que se constituirá en una base sobre la que se asentarán asimilaciones posteriores de otros estilos. De especial importancia será la de la pintura romántica inglesa, que conoce en casa de Mr. Brackenbury, cónsul de Inglaterra en Cádiz, en cuya casa se hospeda en 1829 y cuya colección de pinturas estudia, amén de realizar una serie de retratos de la familia (el cónsul, su esposa y sus dos hijas) en la que ya se plasma la influencia del retratismo inglés tanto en fondos como en actitudes. Asimismo, en Sevilla, la amistad del viajero inglés Richard Ford, pintor aficionado, le permitirá completar su estudio de la pintura inglesa. La suma de las líneas murillescas y de la pintura inglesa se muestean plenamente asumidas en los dos retratos que del matrimonio Ford realizará en 1831.

Este año de 1831, marca el final de la etapa andaluza de Gutiérrez de la Vega, llavada a cabo, sobre todo, en Sevilla, bien que pasara temporadas en Cádiz en casa de los Brackenbury, con los que le llegaría a unir estrecha amistad. Este año, decide viajar a Madrid en compañía de su amigo y paisano Esquivel para opositar a los premios de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Ninguno de los dos logrará triunfar ante un jurado demasiado influido todavía por los gustos del Neoclasicismo francés. Tampoco les será fácil conseguir el nombramiento como académicos de mérito en San Fernando, aunque finalmente lo conseguirán en 1832 (Gutiérrez de la Vega por La muerte del santo rey Fernando III ). Con todo, su llegada a la capital coincide con la muerte de Fernando VII y el comienzo de al fiebre romántica. Formará parte del Liceo Artístico y Literario y se dará a conocer como retratista. Pronto será uno de los más afamados y solicitados de Madrid (llegará a ser pintor de cámara honorario de la reina regente), bien que tal fama no le permita lograr premios en las Exposiciones Nacionales de Pintura, en las que fue constantemente relegado a pesar de la indudable calidad de su obra. Cuadros de este período dignos de ser destacados son el Retrato de Señora que se conserva en la Colección Maura, Retrato de la marquesa de Valdeterrazo, Isabel II a los cuatro años, Retrato de la duquesa de Frías en traje de maja, Retrato del marqués de Almonacid de los Oteros, uno de los que muestrean de forma más visible la influencia inglesa en el fondo tormentoso y en la actitud del joven marino retratado, y, sobre todo, el excelente retrato de Isabel II a los quince años que se conserva en el Museo Romántico de Madrid, probablemente el mejor de todos los suyos.

Sus retratados abarcan buena parte de la sociedad madrileña del momento, desde políticos como Manuel de la Concha o Bravo Murillo hasta literatos como Ros de Olano o Larra (cuyo retrato, conservado en el Museo Romántico de Madrid, se ha convertido en la imagen canónica del escritor), pasando por personajes de la burguesía como el que protagoniza el desconocido Retrato de Caballero que se conserva en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid y que supone una de las mejores muestras de la capacidad de observación de Gutiérrez de la Vega.

Pintó también buen número de cuadros religiosos, muchos de ellos por encargo, así las Santas Justa y Rufina que cuelgan del museo de pinturas del Palacio Real de Madrid, la bellísima Santa Catalina del Museo del Prado (Casón del Buen Retiro) o Magdalena despojándose de sus joyas. En todos ellos se transparenta, una vez más, la influencia de Murillo.

El éxito lleva al pintor a instalarse con su familia en Madrid. Su asimilación a la corte será tal que, a pesar de ostentar durante doce años la dirección de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, desde 1835 como interino y desde 1845 como efectivo, apenas visitó en ese tiempo la ciudad andaluza, de modo que se vio obligado a renunciar por no poder atender al cargo. Con todo, no parece que a la Academia, rango que mientras había obtenido la Escuela, le pareciera contraproducente, al menos en principio, que su director estuviera en contacto con la corte a pesar de que ello supusier la lejanía física y una disponibilidad menor. Así lo atestigua la abundante correspondencia que mantuvieron la institución y su director durante los doce años de su mandato. Será a partir de 1845, fecha en la que su favor ante la reina madre comience a declinar, cuando Gutiérrez de la Vega empiece a tener problemas. Se le niega en repetidas ocasiones el nombramiento de pintor de cámara efectivo a pesar de producirse vacantes, y se retrasan los pagos de sus encargos. Ello lo amargó y parece haber sido el motivo de que en sus últimos años dejara la pintura hasta su muerte, acaecida a los setenta y cuatro años de edad. De hecho, parece que tuvo inacabado un lienzo de grandes proporciones y tema histórico que le había sido encargado por la Casa Real y que no llegaba a concluir, a pesar de habilitarse para ello varias salas de Palacio primero y una del Museo del Prado después, porque no se le pagaba ni con dinero ni con nombramientos. Al tiempo, la Academia sevillana comienza a quejarse de sus ausencias y acaba por hacerlo dimitir.

Bibliografía.

  • ARIAS DE COSSÍO, Ana Mª; José Gutiérrez de la Vega, pintor romántico sevillano. Madrid, Fundaciones Vega-Inclán-Patronato nacional de Museos, 1978.

  • Gerardo Fernández San Emeterio.

Autor

  • G.F.S.E.