A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
PeriodismoLiteraturaBiografía

Gómez, Ignacio (1813-1879).

Poeta, traductor, periodista, diplomático y catedrático salvadoreño, nacido en Metapán el 31 de julio de 1813, y fallecido en la ciudad de Guatemala el 5 de junio de 1879. Miembro de una ilustre familia de intelectuales salvadoreños, por el conjunto de su obra literaria y periodística, sumada a las brillantes funciones que desempeñó al servicio de la Administración pública de su país, está considerado como uno de los personajes más destacados e influyentes de Centroamérica en el siglo XIX.

Su saga familiar constituye uno de los más señalados jalones en el desarrollo político e intelectual de todo el dominio centroamericano: hijo del eminente jurisconsulto don Mariano Franco Gómez (que, en la etapa previa a la independencia de los territorios coloniales hispanoamericanos, había desempeñado relevantes funciones ante las Cortes españolas y al servicio del gobierno hondureño), fue padre del destacado intelectual guatemalteco Agustín Gómez, y abuelo del novelista y ensayista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo.

La formación académica que recibió desde niño Ignacio Gómez fue acorde con la del fecundo intelectual y el egregio hombre público que estaba llamado a ser. Con tan sólo doce años de edad se trasladó a los Estados Unidos de América para estudiar en un internado de Nueva York, de donde salió con un perfecto dominio de la lengua inglesa. Posteriormente, concluyó su educación secundaria en Francia, país al que había sido enviado por su progenitor para que entrara en contacto con los movimientos artísticos y las novedades científicas que estaban en boga en Europa por aquellos años.

Durante su primera estancia en el Viejo Continente, Ignacio Gómez se enfrascó en el estudio de una serie de lenguas europeas (francés, alemán e italiano) cuyo perfecto conocimiento habría de permitirle, andando el tiempo, leer en su idioma original a los principales autores extranjeros y mantener estrechas relaciones con las figuras más destacadas de la política, la diplomacia, el pensamiento y el arte de numerosos países, convertido así en un políglota erudito que también dominaba a la perfección las lenguas clásicas.

Al término de este completo proceso de aprendizaje, retornó a su país natal, donde vivió las consecuencias de la derrota salvadoreña y sufrió un período de encarcelamiento en las cárceles federales de Guatemala. Al salir de prisión, ingresó en la guatemalteca Universidad de San Carlos y, en una meteórica carrera, se doctoró en Jurisprudencia y Notariado (1836) después de haber sido discípulo, en las áreas de Derecho Público y economía Política, del doctor Antonio José Cañas. Pronto obtuvo una plaza docente en su Alma Mater, donde ejerció el cargo de Decano de la Facultad de Leyes, experiencia que luego habría de servirle para impartir clases en las principales facultades de Derecho de todo su ámbito geográfico centroamericano, de Chile, de Perú e, incluso, de la Península Ibérica. Además -todavía en tierras guatemaltecas-, ejerció la docencia como catedrático de lengua inglesa en la Academia de Estudios, un prestigioso centro de estudios superiores creado en 1832 por el gobierno del doctor Mariano Gálvez.

Al mismo tiempo, Ignacio Gómez comenzó a participar activamente en la administración pública de Guatemala, donde asumió primero las funciones de subsecretario del Ministerio de Gobernación, para pasar a ser más tarde auditor de guerra, jefe de sección del Ministerio General (1837), diputado (1838), juez de primera instancia, presidente de la Sociedad de Inmigración, miembro de las comisiones encargadas de redactar los proyectos de la Constitución y el Código Administrativo, magistrado fiscal de la Corte de Justicia y, finalmente, fiscal general de Hacienda (1853).

Las vicisitudes geo-políticas por las que atravesó el territorio centroamericano durante los primeros vagidos de su emancipación (con amplios períodos en los que se confunden los límites espaciales y las soberanías de varios países actuales), permitieron que Ignacio Gómez desempeñara también numerosos cargos de alta responsabilidad al servicio del gobierno salvadoreño. En efecto, en su país natal fue oficial mayor del Consejo Consultivo de Gobierno (1832); miembro de las delegaciones diplomáticas salvadoreñas cerca de la Santa Sede (1847), Estados Unidos (1849), Italia, España, e Inglaterra; ministro de Hacienda y Guerra (1852); ministro del Interior y de Relaciones Exteriores (1853-54); secretario de Estado (1855); ministro de Gobernación; encargado del Despacho; presidente de la Asamblea Nacional y de su Cámara legislativa; gobernador suplente del departamento de La Paz; y, en último término, diputado por dicho departamento (1857-1859). Tal vez sus gestiones más brillantes, entre todas las realizadas en el desempeño de los cargos recién citados, fueron las que llevó a cabo cuando estuvo destinado a la embajada de la Roma, donde resolvió los conflictos generados por la ambición y el intervencionismo del obispo Jorge de Viteri y Ungo.

Político de ideas liberales -basadas en el liberalismo que había tenido ocasión de conocer de primera mano en Gran Bretaña-, Ignacio Gómez se manifestó en contra de la presencia militarista en los gobiernos de los generales Gerardo Barrios y Rafael Carrera, por lo que se vio forzado a emprender un largo exilio que le condujo primero a México y, posteriormente, a Lima (Perú) y a Santiago (Chile). A raíz de estas estancias en los referidos países hispanoamericanos (y otros territorios citados con anterioridad), ejerció como ministro plenipotenciario de Honduras, Nicaragua, Perú y Chile en diferentes ciudades europeas y norteamericanas.

Sin embargo -y a pesar de los grandes honores que le reportaban estos cargos-, el alejamiento de su entorno geográfico más querido sumió a Ignacio Gómez en una progresiva decadencia física y mental, decadencia que acentuó su gravedad a raíz de dos hechos luctuosos: en 1864 falleció su hermano Mariano, un prestigioso médico y cirujano que llevaba cerca de veinte años ejerciendo como facultativo en diferentes instituciones carcelarias y sanitarias de la ciudad guatemalteca de Antigua Guatemala; y en 1877 murió su hijo Salvador, que unos años antes se había desplazado hasta el Perú para acompañar a Ignacio en su destierro. Por aquel entonces trabajaba el ya veterano prócer en su país natal, al frente de las redacciones del Boletín Municipal, de Santa Ana, y del diario El Pensamiento, de Guatemala. Ignacio Gómez nunca logró recobrarse de esta última pérdida, y, ya gravemente deterioradas sus facultades físicas y psíquicas, se retiró a la capital de Guatemala, donde perdió la vida el 5 de junio de 1879.

En su condición de periodista, Ignacio Gómez fue el fundador de varios rotativos, y colaboró con sus artículos y ensayos en otras muchas publicaciones periódicas centroamericanas. Junto con Francisco Dueñas y Enrique Hoyos, fundó el rotativo El Amigo del Pueblo (1842); en compañía de Gregorio Arbizú, creó el diario El Cometa (1854); y con la ayuda de Valero Pujol, cuando ya estaba en sus postreros años de existencia, dio vida a La Civilización (1876). Además, fue corresponsal del semanario norteamericano El Compilador, de Nueva Orleans, y en su nación salvadoreña ejerció de redactor de la Gaceta Oficial del gobierno (1857-58).

Como ensayista y tratadista volcado al terreno jurídico, dirigió en Guatemala las ediciones de la Recopilación de las leyes patrias (1855-56) y el Código de procedimientos judiciales (1857). Asimismo, fue el impulsor de un exhaustivo proyecto de recopilación de datos procedentes de los informes municipales de seis departamentos salvadoreños, proyecto destinado a elaborar la Estadística general de la República de El Salvador, magna obra publicada entre 1858 y 1861, reimpresa parcialmente en 1926 y en 1974, y editada de manera definitiva por la Academia Salvadoreña de la Historia en 1992.

El renombre que alcanzó Ignacio Gómez en el Nuevo y el Viejo Continente, tanto en su faceta política como en su condición de humanista y creador literario (fue uno de los más celebrados poetas satíricos de su tiempo), motivó que su figura y su obra fueran objeto de numerosos homenajes, galardones y reconocimientos dentro y fuera de sus fronteras. Así, en efecto, fue nombrado miembro de la famosa Academia de los Arcades de Roma (en la que ingresó, bajo el pseudónimo de Clitauro Itacense, en 1848); miembro del Instituto Americano de Nueva York; presidente honorario del Instituto de África en París; caballero de la Orden Pontificia de San Gregorio Magno; y miembro de la Logia Masónica del Vínculo Fraternal (Guatemala, 1877).

Al margen de los centenares de artículos que dejó diseminados en multitud de publicaciones europeas y americanas, lo más selecto de su pensamiento político y de sus ideas estéticas quedó recogido en los siguientes libros que dio a la imprenta: Historia contemporánea de Centro América, Biografía del General Francisco Morazán, Tratado de lógica elemental, El patronato, y Los partidos Liberal y Conservador.

Bibliografía

  • CAÑAS-DINARTE, Carlos. Diccionario escolar de autores salvadoreños (San Salvador: Consejo Nacional para la Cultura y el Arte [CONCULTURA], Dirección de Publicaciones e Impresos, 1998).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • JR.