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Galindo, Francisco Esteban (1850-1896).

Poeta, dramaturgo, periodista, pedagogo, orador y político salvadoreño, nacido en San Vicente el 12 de marzo de 1850, y fallecido en Sonsonate en 1896. Fue hermano de Antonia Galindo, pionera de la literatura centroamericana escrita por mujeres. Su constante presencia en la vida pública salvadoreña de la segunda mitad del siglo XIX, realzada por los méritos de su incesante labor literaria y periodística, le convierte en una de las figuras más destacadas del panorama cultural centroamericano.

Tras concluir sus estudios primarios y medios en la Escuela Normal de San Vicente (institución fundada por el general Gerardo Barrios cuando el joven Francisco Esteban contaba diez años de edad), se trasladó a la capital del país para cursar estudios superiores en la Universidad de El Salvador, de donde egresó en 1871 con el título de licenciado en Derecho. Un año después, en el mismo centro universitario, obtuvo el grado de doctor en dicha materia.

Ya por aquel entonces, sus inquietudes políticas corrían parejas a su acusada vocación literaria. En el mencionado año de 1871 pasó a engrosar las filas del Partido Liberal, en el que pronto sobresalió como uno de los más facundos oradores de su entorno. Esta constante dedicación a la vida pública de su país (y, en general, de toda Centroamérica, pues desde siempre trabajó en pro de la reunificación centroamericana), le acabó consagrando como uno de los políticos más relevantes de su ámbito geo-cultural, pero también le reportó graves sinsabores, como el período de destierro que se vio obligado a cumplir en Honduras y Guatemala. En cualquier caso, sus ideas liberales (no sólo expuestas en sus célebres discursos parlamentarios -pues fue diputado durante muchos años-, sino también difundidas a través de los principales medios de comunicación de El Salvador) le llevaron a proponer una profunda renovación social y política de su país, renovación que deseaba aplicar empezando desde abajo, mediante un riguroso proceso de alfabetización y educación de sus compatriotas. Además, Francisco Esteban Galindo se mostró firme partidario de la libertad religiosa, y furibundo detractor del sistema de monopolios.

Su apasionada entrega a la política centroamericana de su tiempo le condujo a desempeñar diferentes cargos públicos al servicio de la administración de su país: fue subsecretario de Estado en varias legislaturas, y en 1872 se convirtió en uno de los miembros de la comisión encargada de redactar el Código administrativo de la República Salvadoreña. Además, contribuyó con su trabajo al desarrollo de las principales instituciones culturales y sociales de su patria: fue un fecundo y respetado profesor universitario, muy celebrado en sus cátedras de Derecho Público y Economía Política en la Universidad de El Salvador, donde pronunció varios discursos de extraordinario alcance político y académico, como el publicado bajo el título de Transcendencia de la ciencia en la vida del hombre (1872), o el dedicado a glosar la vida y obra del Libertador Simón Bolívar, con motivo del primer centenario de su nacimiento (1883). Asimismo, a su impulso tenaz e infatigable se debió la creación de la primera escuela nocturna centroamericana dedicada a impartir enseñanza a la clase trabajadora.

El compromiso cívico de Francisco Esteban Galindo quedó patente, además, en muchas de sus obras. En efecto, escribió una Cartilla del ciudadano (1872) que fue publicada por el gobierno e impuesta como texto de lectura obligatoria en todas las escuelas salvadoreñas, y un ensayo sobre educación, titulado Elementos de pedagogía (1886), que, premiado en un certamen de alcance internacional, se difundió por los centros de enseñanza de toda Centroamérica. Por lo demás, llevó sus desvelos socio-culturales a algunas instituciones tan relevantes como la Real Academia de San Salvador (de la que fue socio correspondiente), a la Sociedad de Artesanos de San Salvador, a la Sociedad Económica y del Porvenir de Guatemala, y a la Asociación La Juventud, de El Salvador, una sociedad científico-literaria que, constituida en 1877 en torno a un grupo de animosos jóvenes universitarios, llegó a sacar a la calle dos interesantes publicaciones periódicas: La Juventud y La Juventud Salvadoreña. Finalmente, en los últimos años de su vida colaboró con asiduidad, en calidad de corresponsal, con el llamado Repertorio Salvadoreño, órgano de difusión cultural de la Academia de Ciencias y Bellas Letras de El Salvador. Tras estas actividades públicas, Francisco Esteban Galindo se dedicó a la gestión de una empresa procesadora de alcohol de su propiedad, sita en la capital salvadoreña, y poco después se retiró a Sonsonate para dirigir en persona una explotación de bálsamo que poseía en unos terrenos propios. Allí murió, en 1896, alejado de esa vida pública que tanto tiempo le había sustraído en sus años de juventud.

En su faceta de periodista, el escritor de San Vicente desarrolló una incesante actividad de la que quedaron huellas en todos los diarios y revistas de su tiempo. Fue el redactor más destacado del Diario Oficial, antes de que esta publicación pasara a convertirse en el órgano difusor de la legislación salvadoreña, y publicó numerosas colaboraciones sobre las más variadas materias (literatura, política, ciencias, artes, religión, etc.) en El Álbum, La Tribuna y El Correo Nacional. Especialmente sobresalientes, por su cantidad y calidad, fueron las colaboraciones que envió a El Universo, un periódico que, fundado por Baltasar Estupinián, acogió entre sus páginas a las principales figuras literarias del momento, como Salvador J. Carazo, José A. Castro, David J. Guzmán, Rafael Reyes, Antonio Guevara Valdés, Isaac Ruiz Araujo, Francisco Castañeda, etc. Precisamente fue en El Universo donde vio la luz una de las obras más celebradas y difundidas de Galindo, su agudo ensayo sobre el general Francisco Morazán, artífice de la malograda unificación de Centroamérica.

La mencionada revista El Álbum, fundada en 1875 por Francisco Esteban Galindo y Salvador J. Carazo, pronto se convirtió en el principal medio de proyección de las Letras salvadoreñas. Por su parte, la revista La Tribuna (1878), fundada por Galindo y los susodichos Castro, Reyes y Guevara, fue durante algún tiempo uno de los principales exponentes de la situación política salvadoreña, sobre todo durante los gobiernos del mariscal de campo Santiago González (a quien apoyó decididamente el consejo editorial de esta publicación) y del Dr. Rafael Zaldívar (1876-1885). En La Tribuna, a pesar de su cariz político, tuvieron cabida también algunos trabajos literarios de extraordinaria calidad e importancia para las Letras salvadoreñas decimonónicas, como los poemas de Francisco Gavidia, Manuel Delgado y Antonia Galindo.

A la relación de todas estas publicaciones periódicas hay que añadir, siempre que se cita el nombre de Francisco Esteban Galindo, el semanario El Ciudadano, fundado por dicho autor en su ciudad natal, en 1871. Tras una breve etapa de existencia, El Ciudadano dejó de editarse para reaparecer posteriormente en 1881, fecha a partir de la cual empezó a cobrar una mayor regularidad y una progresiva aceptación entre los lectores preocupados por la cultura y la política centroamericanas. Sin embargo, la publicación dejó de editarse cuando Francisco Esteban Galindo fue desterrado a Honduras.

En su condición de creador literario, el escritor de San Vicente triunfó como dramaturgo en 1874, año en el que una pieza suya (el drama titulado Dos flores, o sea, Rosa y María, escrito en verso y compuesto de tres actos) fue llevada al escenario del Teatro Nacional, en la capital de El Salvador. Esta pieza dramática, que ya había sido publicada dos años antes de su estreno en El Correo de Ultramar, de París, mereció los honores de la reedición impresa en 1896, cuando volvió a aparecer entre las páginas de la revista salvadoreña El Pensamiento. El resto de la producción literaria de Francisco Esteban Galindo se compone de numerosos poemas románticos escritos en sus años juveniles, muchos de los cuales vieron la luz en el rotativo El Faro Salvadoreño. En ellos queda bien patente esa facilidad de Galindo para el manejo de los recursos retóricos, virtud que le acreditó como uno de los mejores oradores de su tiempo; no en vano Rubén Darío, en una visita a Sonsonate realizada en 1896, levantó su copa poética en un brindis dirigido de esta guisa al escritor salvadoreño: "Por el que echa rosas de oro / cuando dice sus palabras. / Por ti, Galindo, que labras / tu pensamiento sonoro".

Bibliografía

  • CAÑAS-DINARTE, Carlos. Diccionario escolar de autores salvadoreños (San Salvador: Consejo Nacional para la Cultura y el Arte [CONCULTURA], Dirección de Publicaciones e Impresos, 1998).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • JR.