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Fernando I. Rey de Castilla y de León (1029-1065)

Fernando I, Rey de Castilla. Plaza de Oriente. Madrid.

Rey de Castilla y León nacido en fecha desconocida y muerto en León el 27 de diciembre de 1065. Fue el segundo hijo del rey de Navarra Sancho Garcés III el Mayor y de doña Munia Mayor, hermana del conde de Castilla, García Sánchez e hija de Sancho García. Fue conde de Castilla entre 1029 y 1037 y rey entre el 1035 o 1037 y el 1065. Su verdadero nombre era el de Fernando Sánchez, aunque al proclamarse rey pasó a ser conocido como Fernando I El Magno.

A la muerte de Sancho García y debido a la corta edad del heredero García Sánchez, doña Mayor se encargó de la regencia del condado. Cuando el 13 de mayo de 1029 el conde de Castilla García Sánchez fue asesinado por miembros de la familia leones de los Vela en el pórtico de la iglesia leonesa de San Juan Bautista, donde se encontraba para celebrar su enlace nupcial con Sancha, hermana del rey Bermudo III de León; el condado de Castilla recayó de nuevo sobre su hermana, doña Mayor. Sancho Garcés III de Navarra tomó posesión del condado en nombre de su esposa. Se desconoce la fecha exacta en la que Sancho Garcés le dio el condado a su segundo hijo, Fernando, pero es muy posible que fuese en ese mismo año de 1029 ya que el documento más antiguo en el que Fernando aparece como conde de Castilla está fechado en ese año, aunque se desconoce si gobernaba de forma independiente o asociado a su padre. Poco tiempo después, tal vez en 1032 o quizá antes, Sancho Garcés concertó el matrimonio entre Fernando y Sancha, la que iba a ser mujer del difunto conde García Sánchez.

Una vieja querella existía entre el reino de León y el condado de Castilla, la disputa de la región fronteriza entre el Pisuerga y el Cea, esta disputa se mantuvo en suspenso entre 1029 y 1035 ya que el rey navarro Sancho Garcés III era el dueño y señor de los territorios cristianos del norte de la península y el joven Bermudo III no tenía el poder necesario para oponérsele, pero en 1035 falleció Sancho III el Mayor y Bermudo III aprovechó la ocasión para lanzarse sobre los territorios en disputa. Fernando I a la muerte de su padre, lo primero que hizo fue autoproclamarse como rey de Castilla, lo que no pudo por menos que escandalizar al rey leonés y provocar aún más su ira. Fernando I acabó de esta manera con el condado de Castilla e instituyó el reino, cuyo principal núcleo lo constituyeron siempre las tierras de la actual provincia de Burgos.

El rey leonés organizó una campaña contra Castilla; en primer lugar contrajo matrimonio con la última hija del difunto conde castellano Sancho García, llamada Jimena. El motivo de este enlace estaba en asegurarse partidarios dentro de Castilla y en prepararse unos buenos derechos sucesorios en el caso de que Fernando falleciese. Fernando por su parte era consciente de que Castilla no era rival para una hipotética coalición entre leoneses y navarros, por otro lado, sabía que si Castilla tenía que ser fuerte esto no se conseguiría sino a base de aumentar sus territorios. Con todo ello en mente, Fernando I solicitó la ayuda de su hermano García Sánchez III, rey de Navarra, quien se la cedió a cambio de concesiones territoriales. La frontera navarra se desplazó entonces hacia el oeste y el sur. El monarca leonés avanzó al frente de su ejército hasta las cercanías de Burgos, donde se encontró con las tropas castellanas dirigidas por Fernando. El 1 de septiembre de 1037 se produjo la batalla de Tamara de Campos en la cual Bermudo III resultó herido por una lanza y falleció en el campo de batalla.

La muerte de Bermudo III sin descendencia dejó el reino de León en manos de doña Sancha, la esposa de Fernando I, el cual tomó el gobierno en virtud de los derechos de su mujer. El 22 de junio de 1038 el obispo Servando coronó a Fernando, en la iglesia de Santa María de León, como rey de Castilla-León, con el nombre de Fernando I. Esto supuso la primera unificación entre ambos territorios. Pese a que en un principio un amplio sector de la nobleza leonesa se negó a aceptar la unificación de los dos reinos, Fernando finalmente pudo imponer su criterio y su fuerza y ser reconocido por todos, castellanos y leoneses, como el legítimo rey.
Poco tiempo después de la coronación de Fernando, las relaciones entre éste y su hermano García Sánchez III se enturbiaron. Las razones de estas desavenencias no están claras. Según algunos autores el motivo era la envidia que García Sánchez III sentía hacia Fernando I a causa del espectacular engrandecimiento de los territorios de éste desde el condado de Castilla hasta el reino Castellano-leonés; otros autores hacen referencia a que el motivo fue que el territorio de Castilla estaba disminuido por las concesiones que Sancho III el Mayor había realizado a Navarra y que comprendían toda la parte oriental, siguiendo una línea que iba desde Santander a Montes de Oca y pasaba unos kilómetros al este de Burgos. Una tercera teoría sitúa el inicio del enfrentamiento en la visita que Fernando hizo a su hermano García cuando éste estaba enfermo en Nájera; el cronista Pelayo de Oviedo, partidario del rey leonés, no especifica que sucedió en dicha visita pero menciona la intención de García de asesinar a su hermano en dicha visita y que si no lo hizo fue por falta de valor. Otra versión habla de las reclamaciones de Fernando I sobre La Rioja y La Bureba y la negativa de su hermano a cederle esos territorios. Sea como fuere lo cierto es que las relaciones entre ambos soberanos empeoraron de forma dramática hacia mitad de la centuria, hasta el punto de que Fernando I aprovechó una visita de su hermano para encarcelarle en Cea.

El rey navarro logró escapar de su secuestro en Cea. Buscó y logró la alianza con gascones y musulmanes para juntos, lanzar una expedición de castigo sobre Burgos. Fernando I salió al encuentro de su hermano, ambos ejércitos se encontraron en Atapuerca el 1 de septiembre de 1054. En la batalla de Atapuerca García Sánchez III falleció y Castilla aprovechó para recuperar los territorios hasta la ría de Bilbao y las gargantas de Pancorvo. El resto del disminuido reino de Navarra quedó en poder de Sancho Garcés IV el Despeñado, hijo del fallecido rey y sobrino del vencedor, al que éste había nombrado rey de Navarra en el mismo campo de batalla y al que había obligado a reconocer su superioridad. En 1076 tras el asesinato de Sancho IV por sus hermanos, Castilla se apoderó de la Rioja y otra serie de territorios que empequeñecieron aún más el reino navarro.

Una vez asentado firmemente en el norte de la península Ibérica y convertido en el principal soberano entre los cristianos, además de haber logrado una relativa tranquilidad en el interior de sus reinos, Fernando I fijó su atención en los musulmanes del sur y el este. Aprovechó la desintegración del califato de Córdoba para extender las fronteras de su reino hacia el sur. Hacia el 1055 emprendió una campaña contra el rey de la taifa de Badajoz Muhammad al-Muzaffar. Durante la campaña, que duró tres años, Fernando I tomó las plazas portuguesas de Viseo y Lamego, así como numerosos castillos como los de Gormaz, Berlanga, San Justo, Güermes o Santa Mera, e impuso parias en aquellas zonas que no pudo repoblar por falta de gente. Sus ataques a los debilitados reinos de taifas le reportaron, además de grandes beneficios económicos a través del cobro de parias, una notable posición autoritaria respecto de los reinos musulmanes más importantes.

El 24 de julio de 1064 Fernando I protagonizó uno de los hitos más destacados de sus ataques a los musulmanes al conquistar la importante localidad de Coimbra. Los historiadores discrepan sobre la duración del sitio de dicha plaza, ya que para algunos fue de seis meses y para otros de siete años (Cronicón Lusitano); es probable que el sitio se prolongase de forma interrumpida durante años, tras un período inicial de gran empuje, que bien pudiera ser de seis meses. Lo cierto es que tras la toma de Coimbra la frontera entre ambos reinos quedó fijada en el río Mondego.

Al tiempo que Fernando I atacaba al rey de Badajoz, declaró la guerra a los reyes taifas de Zaragoza, Toledo, Sevilla y Valencia. Fernando I logró que Ahmed I al-Muqtadir, rey de la taifa de Zaragoza, empezase a pagarle parias a partir de 1061, al tiempo que le arrebataba las plazas de Vado del Rey, Berlanga, Aguilera, San Esteban de Gormaz y los castillos de San justo y Santa Mera entre otros. Tras Zaragoza, Fernando I atacó a Abul Hassan Yahya Ibn Ismail de Toledo, conocido como al-Ma'mum, en 1062, al cual le arrebató Úceda, Salamanca, Guadalajara, Alcalá de Henares y Madrid, logrando además un abundante botín y el pago de parias en oro. En 1063 al-Mutadid, rey de la taifa de Sevilla, ante el inmenso despliegue realizado por Fernando I decidió evitar la confrontación y solicitó una entrevista con el rey cristiano. Al-Mutadid prometió rendir homenaje a Fernando I y entregarle una importante cantidad de dinero. Fernando I exigió, por su parte, un tributo anual y la entrega de las reliquias de santa Justa. Cuentan las crónicas que al no encontrarse los restos de santa Justa, el dirigente musulmán compensó a Fernando I entregándole el cadáver de san Isidoro, el cual fue aceptado y enterrado en la iglesia leonesa de san Juan Bautista (véase: Colegiata de San Isidoro de León).

La última campaña de Fernando I contra los musulmanes se dirigió contra el reino de Valencia, el único de los grandes reinos peninsulares que aún no había reconocido la soberanía de Fernando. A finales de 1064 Fernando I dirigió a sus hombres sobre Abd al-Malik al-Muzaffar, rey de la taifa de Valencia. El rey castellano-leonés logró sin esfuerzo alcanzar la ciudad de Valencia, a la que puso sitio en los primeros días de 1065. Era la primera vez que los castellanos dirigían sus armas contra el reino valenciano, y Fernando se encontró con que el ejército musulmán era indisciplinado y estaba mal organizado. Sólo la fortaleza de los impresionantes muros de Valencia explican la resistencia de los valencianos. Ante la imposibilidad de rendir la ciudad, Fernando I tendió una trampa al régulo velenciano, al cual hizo creer que se retiraba del campo de batalla y cuando Abd al-Malik salió en su persecución le presentó batalla con la totalidad de las fuerzas cristinas. El encuentro de ambos ejércitos se produjo en Paterna y la victoria correspondió a las huestes de Fernando I. Tras la derrota, al-Muzaffar recibió la ayuda de su suegro, al-Ma'mum de Toledo, el cual posteriormente le traicionó y le encarceló por su incompetencia. Las crónicas árabes hablan de que Fernando I recibió la ayuda de Alí Iqbal Ad-Dawla, rey de la taifa de Denia, en el asedio a Valencia. En las crónicas cristianas sin embargo, no ha quedado constancia de que el rey de Denia ayudase a Fernando I.

Tras el sitio de Valencia Fernando I se sintio enfermo, por lo que emprendió el regreso a León, donde falleció poco después, el 27 de diciembre de 1065.

En su testamento repartió el reino entre sus hijos: a Sancho II el Fuerte, su hijo mayor, le dejó el reino de Castilla; a Alfonso VI el Bravo el reino de León y Asturias; a García el reino de Galicia y los territorios conquistados en Portugal; a Urraca la ciudad de Zamora y a Elvira la de Toro.

Los hijos de Fernando I, principalmente Sancho II, se dedicaron a guerrear entre ellos. Sancho II, no respetó el testamento de su padre y arrebató Galicia a su hermano García en 1071, al cual hizo, en 1072, prisionero Alfonso VI. Posteriormente Sancho II atacó a su otro hermano, Alfonso, al que venció cerca del río Pisuerga e hizo encarcelar en Burgos. Por intercesión de su hermana Urraca, Sanchó liberó al prisionero bajo condiciones, entre ellas que se retirara de la vida pública y no le disputase el trono. Alfonso, sin embargo, huyó a la corte del rey de la taifa de Toledo Abul Hassan Yahya ibn Ismail. A continuación Sancho tomó Toro y puso sitio a Zamora, ciudad que resistió el asedio durante siete meses hasta que Bellido Dolfos asesinó al rey castellano.

Autor

  • Juan Antonio Castro Jiménez