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HistoriaPolíticaBiografía

Ebert, Friedrich (1871-1925).

Político alemán, nacido en Heidelberg el 4 de febrero de 1871 y muerto en Berlín el 28 de febrero de 1925. Dirigió el Partido Socialdemócrata alemán desde 1913 hasta 1925 y asumió la cancillería tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, encargándose de la represión del movimiento revolucionario espartaquista (véase Espartaquismo). Fue nombrado primer presidente de la República de Weimar y, como tal, trató de mantener la estabilidad de la joven democracia alemana en la etapa crítica de la posguerra.

Nació en el seno de una familia humilde y aprendió el oficio de guarnicionero, que le llevó a recorrer toda Alemania. Siendo aún muy joven comenzó a militar en el movimiento socialista a través del sindicalismo. En 1899 ingresó en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Trabajó en la redacción del rotativo socialista Bremer Volkszeitung, desde cuyas páginas desarrolló un pensamiento socialista de corte revisionista liberal que, sin olvidar los debates ideológicos del marxismo, se apartaba de las nociones de lucha de clases y revolución social, abogando por una gradual emancipación de la clase trabajadora dentro del sistema democrático. En este sentido, los principales intereses de Ebert se centraron en la mejora del bienestar social de la clase trabajadora y en su evolución moral y educativa.

En 1905, con treinta y cuatro años, fue nombrado secretario general del Partido Socialdemócrata, en una época de gran expansión de dicha organización, que se había convertido en una de las principales fuerzas políticas de Alemania. Ebert dotó al partido de un sistema profesional de administración y archivos, del que hasta entonces había carecido por temor a la persecución judicial. En 1912 obtuvo un escaño en el Reichstag (parlamento alemán) y, al año siguiente, sustituyó a su protector, August Bebel, como presidente del SPD.

Bajo su presidencia, el partido adquirió una creciente influencia en la vida política alemana. Pronto, sin embargo, tendría que afrontar una difícil prueba: cuando, en 1914, estalló la Primera Guerra Mundial, el socialismo alemán tuvo que decidir entre sus ideales internacionalistas y antimilitaristas y la lealtad a la patria alemana, representada por el II Reich del Kaiser Guillermo II. El 3 de agosto de ese año, Ebert consiguió imponer a la junta directiva del SPD su criterio respecto a la política belicista del Reich. Apoyó decididamente las confiscaciones de guerra decretadas por el Kaiser y abogó con vehemencia por la puesta en marcha de un supremo esfuerzo de guerra que permitiera a Alemania vencer la contienda. Esta misma actitud fue adoptada por los principales partidos, que ni siquiera trataron de exigir al gobierno del Reich un decidido esfuerzo en favor de la pacificación. Faltó por ello la fuerza política capaz de obligar al Kaiser a revisar sus sueños imperialistas, que abocaron a Alemania a una guerra de desastrosas consecuencias tanto a corto como a largo plazo.

No obstante, la postura de Ebert y del ala mayoritaria del SPD respecto a la guerra provocó un duro debate interno en las filas del partido. En marzo de 1917 el ala radical socialista se separó de la organización, convirtiéndose en el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD), que rechazó la política bélica y exigió el comienzo inmediato de negociaciones de paz con las potencias aliadas. Poco después se segregaba el grupo de extrema izquierda socialista de los espartaquistas, que sería posteriormente el núcleo del Partido Comunista Alemán (KPD). Pero las diferencias en el seno del SPD no sólo se referían a la postura respecto a la guerra europea. Existían también numerosas oposiciones respecto a la estrategia de lucha social y política a seguir. Mientras que los miembros de la izquierda radical consideraban que el estado de excepción provocado por la guerra podía servir de acicate para la revolución socialista, el ala moderada encabezada por Ebert veía en la crisis del Reich la oportunidad para implantar una democracia parlamentaria que evitase la fase violenta de la revolución social.

Para contrarrestar la agitación revolucionaria y la infiltración de elementos soviéticos en el movimiento obrero alemán, el SPD de Ebert formó, junto al católico Partido de Centro y el Partido Democrático, la llamada coalición tricolor -en homenaje a los colores de la bandera de la revolución liberal alemana de 1848: rojo, amarillo y negro-. En octubre de 1918, cuando el estado mayor alemán no pudo ocultar por más tiempo la derrota de Alemania, Ebert apoyó a un gobierno de coalición que, presidido por el príncipe Max de Baden, reunió a los partidos de la alianza tricolor para poner en marcha una urgente reforma constitucional cuyo objetivo prioritario era salvar al Reich de la crisis social que se avecinaba. Al igual que sus socios de coalición, Ebert estaba dispuesto a impedir el estallido de una revolución de signo bolchevique. "Odio la revolución como odio el pecado", declararía ante el príncipe de Baden. Sin embargo, la revolución estalló en Berlín el 9 de noviembre de 1918, protagonizada por los consejos de soldados y obreros y por el movimiento espartaquista de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. Ante la proclamación en las calles de la república, Max de Baden pidió a Ebert que le sustituyera en la cancillería, en un intento de controlar el estallido revolucionario a través de la influencia social del SPD. Aunque la revolución quedó restringida a Berlín, el marasmo del Reich obligó a Ebert a reconocer la completa derrota del régimen y a asumir la República ese mismo día, tras la huida del Kaiser Guillermo.

Ebert formó entonces un gobierno provisional enteramente socialista, formado por el SPD y el USPD. El nuevo gabinete asumió el título de Consejo de los Comisarios del Pueblo y se instituyó como el representante del poder delegado de los consejos de soldados y obreros que controlaban la situación en la capital. Sin embargo, Ebert estaba decidido a atajar la revolución y emprendió una inmediata represión policial contra el movimiento espartaquista. Su objetivo era transferir el poder a un parlamento elegido democráticamente tan pronto fuera posible. Después de que la revuelta social fuera controlada en Berlín, Ebert convocó elecciones para la formación de una Asamblea Constituyente. Los comicios, celebrados en enero de 1919, dieron la victoria a la coalición tricolor por una aplastante mayoría del 85% de los votos. Así se inauguró la República de Weimar, en medio de una profunda quiebra social y política.

El primer gobierno del nuevo régimen, presidido por el socialdemócrata Philipp Scheidemann, se encargó de la redacción de una nueva Constitución. Con el acuerdo de los tres partidos de la coalición, Ebert fue elegido presidente provisional de la República por la Asamblea Constituyente. El presidente confió a Hugo Preuss, un profesor de derecho constitucional, la redacción del borrador de la nueva carta magna alemana. Ebert deseaba utilizar la reforma constitucional para alterar la estructura orgánica del Reich, eliminando el régimen de independencia administrativa de los Länder (estados), para establecer en su lugar un Estado unitario y centralizado (Einheitstaat). Sin embargo, su proyecto chocó frontalmente con los intereses de los grupos de poder tradicionales de los Länder, que deseaban conservar su autonomía política, y, especialmente, con los intereses de Prusia, cuya poderosa clase terrateniente buscaba garantizar la continuidad de su hegemonía política en el nuevo régimen. En realidad, la reforma constitucional gestada en Weimar no alteró sustancialmente los pilares político-económicos del Reich: el ejército y la clase de los terratenientes prusianos (Junkers) continuaron manejando los hilos del poder y colaboraron activamente con el gobierno socialdemócrata en la represión de los elementos izquierdistas durante los primeros años de la República.

En efecto, Ebert dirigió una lucha sin cuartel contra los grupos socialistas y comunistas que actuaban en Alemania. En esta batalla se agotaron los recursos de la República y se perdió la oportunidad de emprender una profunda reforma política que garantizara la continuidad de la democracia parlamentaria. En medio de una terrible crisis económica, Ebert encargó a su ministro de defensa, Gustav Noske, la eliminación del peligro revolucionario. El principal instrumento en la lucha contra comunistas y socialistas fueron los Freikorps, las fuerzas paramilitares formadas por oficiales desmovilizados de la Reichswehr (ejército del Reich), cuya lealtad a la República era más que dudosa.

El 6 de junio de 1920 tuvieron lugar las primeras elecciones legislativas al parlamento de la República. La coalición tricolor perdió la mayoría absoluta y el SPD sufrió un importante revés electoral. La plataforma política sobre la que se había apoyado Ebert se disolvió inmediatamente, dejando un vacío de poder que, a medio plazo, significaría la muerte prematura de la República de Weimar, que, sin embargo, seguiría arrastrando su agonía hasta la subida al poder de Adolf Hitler en 1933. La derrota electoral de la coalición de Ebert fue una consecuencia inmediata de la firma del Tratado de Versalles, el acuerdo con las potencias vencedoras que impuso durísimas condiciones de paz a una Alemania ya aplastada por la derrota. El 13 de marzo de ese mismo año se había producido una primera intentona golpista contra la democracia de Weimar: el llamado Putsch Kapp, dirigido por los generales Ludendorff y Luttwitz. El golpe no tuvo éxito, pero aniquiló las expectativas de Ebert respecto a la reconciliación entre la socialdemocracia y el ejército alemán.

En enero de 1923 Ebert afrontó la peor crisis de su mandato, al producirse la ocupación de la cuenca minera del Ruhr por el ejército francés, como garantía del pago de las indemnizaciones de guerra impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles. Ebert apoyó decididamente la resistencia popular contra la ocupación y alentó la huelga general convocada en protesta por la injerencia francesa. Sin embargo, la huelga asestó el golpe de gracia a la ya maltrecha economía alemana. La inflación se disparó hasta niveles insostenibles y el país pareció sumirse sin remedio en la parálisis socioeconómica. Para afrontar la crisis, Ebert nombró canciller a uno de sus hombres de confianza, el independiente Wilhelm Cuno, que, sin embargo, se mostró incapaz de remediar el caos económico. Le sucedió al frente de la cancillería Gustav Stresemann, del Partido Popular de centro-derecha, a quien Ebert no respaldo en principio, pero cuyas medidas de reforma monetaria contribuyeron decisivamente a frenar la inflación. A pesar del éxito de su gestión económica, el giro hacia la derecha que imprimió Stresemann en la política alemana provocó la salida de la coalición de gobierno del SPD, lo que causó la renuncia del canciller en noviembre de 1923. Ebert protestó enérgicamente contra esta decisión de su partido, que consideraba un error político y que, en efecto, produjo el apartamiento del poder del SPD durante las décadas siguientes.

La situación alemana mejoró progresivamente gracias al control sobre la inflación y a la reducción de las reparaciones de guerra pactada con las potencias aliadas. Pero, una vez que el país superó la etapa crítica de la posguerra, la derecha alemana exigió la salida del poder de Ebert quien, para evitar una conflictiva campaña electoral, había hecho prorrogar su mandato hasta el 30 de junio de 1925. Sometido a una campaña difamatoria a gran escala por la ultraderecha y los nacionalistas, Ebert fue llevado ante los tribunales acusado de alta traición por haber promovido, presuntamente, una huelga en una fábrica de munición en 1918. El golpe que supuso este proceso precipitó su muerte prematura, acaecida antes de que concluyera su mandato, a la edad de 54 años. Le sucedió en la presidencia de la República el mariscal monárquico Paul von Hindenburg.

Bibliografía

  • KLEIN, C. De los espartaquistas al nazismo: la República de Weimar. Barcelona, 1970.

  • KOCKA, J. Facing Total War: German Society, 1914-1918. Berg, 1984.

Autor

  • Victoria Horrillo Ledesma