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LiteraturaBiografía

Dabove, Santiago (1889-1952).

Poeta, narrador y ensayista argentino, nacido en Morón (provincia de Buenos Aires) en 1889, y fallecido en su lugar de origen en 1952. A pesar de que falleció sin haber dado a la imprenta ni un sólo libro, dejó una breve pero espléndida colección de textos misceláneos que, publicada póstumamente bajo el título de La muerte y su traje (1961), le sitúa entre las voces más lúcidas, originales y deslumbrantes de la narrativa hispanoamericana contemporánea.

Autor escéptico donde los haya habido, descreído de la trascendencia que otros escritores, lectores y críticos confieren al hecho literario, permaneció siempre al margen del animado panorama cultural bonaerense de la primera mitad del siglo XX. En un tiempo en el que estaban en plena ebullición las revistas culturales (Nosotros, Prisma, Proa, Sur, Martín Fierro, Claridad, etc.), los movimientos de Vanguardia (Ultraísmo, Creacionismo...) y los diferentes colectivos en que se agrupaban, según sus tendencias estéticas y/o ideológicas, las docenas de jóvenes autores que intentaban abrirse un hueco en la rica historia de las Letras argentinas (los prosistas ideólogos del grupo Boedo; los "martinferristas" del grupo de Florida, etc.), Santiago Dabove -que compartía con su hermano Julio César la pasión por la escritura- exhibió una actitud totalmente contraria y se negó en rotundo a tomar parte activa en esa ceremonia mundana de la vanidad artística e intelectual.

Sólo la amistad que le unió a algunas de las figuras egregias de aquel Buenos Aires consumido por la fiebre literaria logró sacar del anonimato a Santiago Dabove. En su círculo de conocidos y allegados figuraba el genial escritor argentino Macedonio Fernández, maestro de varias generaciones, con el que los hermanos Dabove compartían una humilde tertulia literaria -casi una reunión privada de amigos- los sábados por la noche. Santiago, Julio César y Macedonio formaron así, con cierto escepticismo burlón frente a los pretenciosos colectivos que surgían por doquier en aquel período, un reducido y selecto grupúsculo cerrado al que bautizaron "la Triquia".

En ocasiones se sumaba a aquellas veladas otro joven admirador de la obra del genial Macedonio Fernández: Jorge Luis Borges. Admitido con agrado en dichas tertulias -lo que era ciertamente inusual entre los miembros de "la Triquia"-, Borges llegó incluso a participar en los juegos literarios colectivos de los tres autores (como, por ejemplo, el proyecto, urdido por el propio autor de "El Aleph", de crear entre los cuatro una novela que, bajo el título de El hombre que será presidente, habría de jugar con el disparatado y megalómano sueño de Macedonio Fernández de alcanzar algún día la Presidencia de la República Argentina).

Aquel ingenioso proyecto narrativo -al que también quiso sumarse, a última hora, otro amigo aceptado por "La Triquia", Carlos Pérez Ruiz- nunca se llevó a cabo; pero sirvió para que Borges descubriera el talento narrativo del discreto, apático y displicente Dabove. Por vía de el autor de Historia universal de la infamia, los escritos inéditos del escritor de Morón (y, en especial, sus excepcionales narraciones breves) llegaron, al cabo de unos años, hasta otros destacados autores del círculo borgiano, como Adolfo Bioy Casares y su esposa Silvina Ocampo, ambos auténticos devotos -como el propio Borges- del cuento fantástico. Así las cosas, a comienzos de la década de los años cuarenta Ocampo, Borges y Bioy Casares dieron a la imprenta su magnífica recopilación titulada Antología de la literatura fantástica (1940), pronto erigida en pieza de obligada referencia en las facultades de Letras de todo el mundo; en sus páginas figuraba "Ser polvo", un relato del hasta entonces autor desconocido e inédito Santiago Dabove, quien, por vía esta auténtica joya del género, pasó a convertirse en un autor de culto entre los adictos al género.

A duras penas habían conseguido Borges y sus dos compañeros de aventura editorial el beneplácito de Santiago Dabove para incluir su relato en dicha antología. Fiel a su concepción de la Literatura como un don privado apto sólo para ser disfrutado en un reducido círculo de cómplices de afinidades estéticas, el autor de Morón continuó sin visitar una imprenta hasta el final de sus días.

Transcurridos nueve años desde la fecha de su desaparición, algunos amigos de Santiago Dabove -avalados por el empeño de un ya internacionalmente consagrado Jorge Luis Borges, quien se había propuesto revelar al mundo los logros del portentoso estilo narrativo del escritor de Morón- consiguieron rescatar sus principales escritos y darlos a la imprenta bajo el título de La muerte y su traje (Buenos Aires: Ed. Alcántara, 1961). Se trata de un volumen misceláneo en el que, junto a los espléndidos relatos de Dabove -que conforman la mayor parte del libro-, figuran otras incursiones suyas en géneros tan diversos como el poético, el aforístico, el ensayístico, etc. Pero, a pesar de esta proteica diversidad genérica, el libro guarda, en lo que a sus coordenadas temáticas se refiere, una asombrosa coherencia, pues todas y cada una de sus páginas giran en torno al tema que obsesionó al Dabove escritor a lo largo de toda su discreta existencia: la muerte.

Su enfoque de este tema, lejos del fatalismo del esplín romántico y del culto decadente de simbolistas y modernistas, muestra un escéptico distanciamiento que, tamizado en no pocas ocasiones por un lúcido toque irónico, recuerda en mucho la postura que Dabove mantuvo, a lo largo de toda su vida, respecto al hecho literario. Se diría que el agudo, nihilista y descreído autor de Morón contempla, desde un plano terrenal que duras penas logra colocar su genialidad a ras de suelo, ciertos aspectos de la realidad a los que la gran mayoría de los mortales confiere una -para él- improcedente dimensión transcendente. En este sentido, sus relatos fantásticos poseen una genuina y radical originalidad, si bien la crítica especializada ha sabido rastrear, con acierto, las huellas de otros maestros universales del género, como el estadounidense Edgar Allan Poe, el uruguayo Horacio Quiroga, el argentino Lepoldo Lugones y, cómo no, sus dos amigos Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges.

Y es que, en efecto, junto a dicha radical originalidad no faltan en los cuentos de Santiago Dabove los temas, argumentos, recursos y motivos inherentes al género fantástico, en una sugerente y turbadora sucesión de lances macabros, viajes en el tiempo, experimentos científicos, metamorfosis sorprendentes, fenómenos sobrenaturales y otros ingredientes parejos que, por extraño que parezcan, acaban ofreciendo al lector -y aquí radica, tal vez, la innegable genialidad de Santiago Dabove- la sensación de que es posible conciliar el universo imaginario con los dominios del razonamiento lógico. El autor de Morón -como atinadamente ha explicado el escritor y crítico literario Jorge Calvetti- "alguna vez debió de haberse asomado a ese bisel azul e inteligente del mundo donde la realidad es doble y la materia entrega su ola última, restallando, como los látigos. Seguramente por eso pudo percibir lo que no todos hemos visto; por eso denotaba la inquietud, el inconformismo y la tristeza que sólo puede mostrar un hombre que ha perdido la esencia de sus días".

Cabe, por último, traer a colación los títulos de algunos de los mejores relatos de Dabove, pues hasta ahora sólo se ha mencionado esa pequeña obra maestra del género que Borges, Ocampo y Bioy Casares incluyeron en su celebérrima antología ("Ser polvo"). Otras narraciones breves del autor de Morón son "Tren", "La muerte del perrito", "El recuerdo", "El Cristo en la arena" y "El experimento de Varinski".

Bibliografía

  • RACUZZI, Sergio. "Santiago Dabove", en rev. Brecha (Buenos Aires), nº 1 (1982).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.