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Clemente VII, Papa (1478-1534).

Papa de la Iglesia Romana nacido en Florencia en 1478 y muerto en Roma el 25 de septiembre de 1534. El acontecimiento más importante que tuvo lugar bajo su pontificado fue el divorcio de Enrique VIII de Inglaterra. A comienzos de dicho pontificado Clemente VII formó una liga para enfrentarse al emperador Carlos V, pero las relaciones con el Imperio mejoraron tras la derrota de la liga.

Síntesis biográfica

Perteneciente a la familia de los Médicis, su verdadero nombre fue Julio (Giulio) y fue hijo de Julián (Giuliano) de Médicis, muerto en los disturbios producidos en Florencia durante la conspiración de los Pazzi, meses antes del nacimiento de Julio. Aunque sus padres no estuvieron casados, fue declarado legítimo en virtud de ciertos cánones religiosos. Julio fue educado junto a los hijos de su tío, Lorenzo el Magnífico. Fue hecho caballero de Rodas y gran prior de Capua, pero alcanzó verdadera relevancia política tras la elección de su primo Juan (Giovanni) como papa (León X). Nombrado arzobispo de Florencia y cardenal el 28 de septiembre de 1513, cardenal diácono del título de Santa María in Dominica y canciller de la iglesia romana con el título de cardenal de San Lorenzo in Damaso, Julio de Médicis fue una pieza clave de la política desarrollada durante el pontificado de León X, siendo gobernador de las legaciones de Toscana, Bolonia y Rávena. Sin embargo, el cardenal de Médicis perdió gran parte de su influencia bajo su sucesor, Adriano VI, que llevó a cabo una política de austeridad. Clemente VII fue sucedido por Paulo II.

La liga de Cognac y el basculamiento hacia el Imperio

A la muerte de Adriano VI, el cardenal de Médicis fue elegido papa (18 de noviembre de 1523), y tomó el nombre de Clemente VII. Los primeros años de su pontificado estuvo entrascado en las negociaciones que dieron lugar a la formación de la liga de Cognac. Aunque el emperador Carlos V había sido uno de los principales apoyos que llevaron a la elección como papa del cardenal, en 1524 Clemente VII firmó un tratado secreto con Francisco I de Francia, en guerra con el emperador. Tras la derrota de las tropas francesas en Pavía, la captura de Francisco I por parte del virrey de Nápoles, Carlos de Lanoy, en febrero de 1525 y la benévola paz de Madrid (14 de enero de 1526), la influencia imperial aumentó enormemente en Italia y para contrarrestar ésto, el papa organizó una liga contra Carlos V en la que integró a Venecia, Florencia, y Francia. En cuanto Francisco I abandonó su cautiverio se puso al frente de la liga, conocida como liga de Cognac (firmada en la ciudad francesa el 22 de mayo de 1526) o "Clementina". El emperador envió embajadores a Clemente VII para convencerle de que abandonase la liga, pero al no obtener satisfacción, éstos consiguieron para Carlos la alianza de los Colonna. En contra de lo dispuesto en la tregua concertada con Hugo de Moncada, el papa destruyó catorce villas pertenecientes a la familia Colonna, lo que hizo que los Colonna se lanzasen sobre Roma, reforzados por el ejército del virrey de Nápoles, Carlos de Lannoy. Asustado, el papa se comprometió a devolver a los Colonna sus posesiones y dignidades y a entregar a Lannoy 70.000 ducados; después se confió y licenció a su ejército, pero las tropas imperiales del Milanesado, hambrientas, no se detuvieron y a principios de mayo de 1527 pusieron sitio a Roma (véase: Saco de Roma), obligando al pontífice a refugiarse en el castillo de Sant' Angelo, mientras la ciudad era metódicamente saqueada. El papa se rindió al virrey de Nápoles, aceptando todas las condiciones que se le impusieron: el pago de 400.000 ducados al ejército imperial; la entrega de varias plazas, entre ellas Ostia, Parma y Plasencia; y la condición de que el papa permanecería prisionero hasta que se cumpliese lo estipulado. Clemente VII fue liberado el 6 de diciembre, sin que se hubiese satisfecho lo pactado, no sin antes desembolsar 100.000 ducados para contener a los lansquenetes alemanes que habían iniciado el cerco de Roma. Pero en adelante varió su política frente al emperador, nombrando cardenal al general de los franciscanos, Francisco de Quiñones, principal representante de los intereses imperiales frente al Vaticano, y sobre todo, convenciendo al emperador de su intención de convocar un concilio general, largamente solicitado por Carlos V.

Efectivamente, el desamparo que el papa sufrió por parte de los miembros de la Liga en los siete meses que permaneció preso y la solicitud de ayuda por parte del emperador para enfrentarse a los luteranos en Alemania y para reponer a los Médicis en Florencia, hicieron que Clemente VII basculase hacia el lado imperial. El papa, que había residido en Viterbo y Orbieto, regresó a Roma a finales de julio de 1529 y allí firmó una paz con favorables condiciones para la Santa Sede, en la que se comprometió a permitir el paso del ejército imperial por sus territorios, a perdonar a los que hubiesen participado en el saqueo de Roma y a colaborar con el emperador y su hermano Fernando en para hacer volver a los luteranos a la fe católica. Las relaciones entre el Papado y el Imperio se normalizaron después de que Clemente VII coronase emperador en Bolonia a Carlos V (24 de febrero de 1530).

Clemente III y Enrique VIII de Inglaterra

Mientras estos acontecimientos se producían en Italia, en Inglaterra Enrique VIII deseaba divorciarse de su esposa, Catalina de Aragón, para casarse con Ana Bolena. Clemente VII recibió al enviado Inglés, Knigt, que quería conseguir del papa la anulación del matrimonio del monarca inglés, mientras se encontraba prisionero en Sant' Angelo; Knigt alegó que el matrimonio de Enrique VIII con la mujer de su hermano se había realizado gracias a la dispensa papal publicae honestatis, por lo que si Clemente accedía a declararla ilegal, el matrimonio quedaría invalidado. El papa no pudo hacer nada, sin embargo, hasta después de su liberación. Mientras se encontraba en Orbieto recibió de nuevo a Knight, pero al haber declarado la reina Catalina que su matrimonio con Arturo, hermano mayor de Enrique VIII, nunca se había consumado, el papa declaró que no se podía invalidar el matrimonio del rey por causa de afinidad.

Enrique VIII tomó las riendas del asunto directamente y lo primero que hizo fue deponer de su cargo de primer ministro al cardenal Wolsey por su afinidad a Roma y al Imperio. De esta forma se consumó la ruptura del vínculo entre Inglaterra y el Papado. En 1531 el rey tomó una gran cantidad de dinero de la Iglesia de Inglaterra mediante la restauración del antiguo derecho llamado Praemunire, que acusaba de traidor a aquel que se opusiese a los intereses del rey; la excusa fue que los prelados ingleses habían reconocido a los legados papales. En 1532 la Iglesia Anglicana logró su total independencia fiscal de Roma con la supresión de las anatas, es decir el envío a Roma de las rentas de una sede durante el primer año de ocupación por un obispo. Por último se llegó a la independencia judicial con la Ley de Apelación (1533), que prohibía al clero inglés recurrir a los tribunales eclesiásticos extranjeros. Gracias a la muerte del arzobispo de Canterbury, William Warlam, contrario al divorcio y el nombramiento de Thomas Cranmer como su sucesor, el divorcio se hizo efectivo y fue sancionado, el 23 de mayo de 1533. El 1 de junio, Ana Bolena fue coronada con todas las solemnidades como reina de Inglaterra.

Sólo entonces reaccionó el papa con la sentencia de excomunión sobre Enrique VIII y con la declaración de que la sentencia de divorcio pronunciada por Cranmer era ilegal, y por tanto el matrimonio con Ana Bolena era nulo. No obstante Enrique VIII contaba con el apoyo del clero inglés, del Parlamento y del pueblo y sancionó su definitiva desvinculación de Roma con el Acta de Supremacía, del 3 de noviembre de 1534, que dejaba la Iglesia Anglicana y las rentas eclesiásticas en manos del rey. El nuncio pontificio fue expulsado de Inglaterra y se rompieron las relaciones diplomáticas. El tribunal papal pronunció en marzo de 1534 el veredicto sobre el divorcio de Enrique VIII, declarando que el matrimonio entre el rey y Catalina de Aragón era absolutamente válido.

El papa, que había sido acusado de hacer demasiadas concesiones y de demorarse en la declaración de la validez del matrimonio de Enrique VIII, fue después acusado de ser el responsable de que Inglaterra se perdiese para el Catolicismo. Lo cierto es que la determinación con la que el monarca llevó a cabo el asunto hace improbable que cualquier otra política desarrollada por el pontífice hubiese dado resultados diferentes.

Otros aspectos de la política clementina

Aunque la amistad con el emperador nunca se rompió después de la coronación de Bolonia, Clemente VII nunca prestó a Carlos V la ayuda que éste le había pedido para enfrentarse a los protestantes en Alemania. Parece que el papa nunca tuvo intención de convocar un concilio general en el que era muy posible que surgiesen las diferencias entre Francia y el Papado. No era sólo Carlos V el interesado en el concilio; Enrique VIII también solicitó del papa que convocase un concilio general en el que se tratase el tema de su divorcio.

Clemente VII fue consciente del peligro turco y siempre alentó las expediciones extranjeras. Bajo su patronato se realizaron dos reformas en la orden Franciscana: la de los Capuchinos y la de los Recolectores. Espléndido mecenas, fue el protector de Cellini, Rafael y Miguel Ángel y durante su pontificado comenzaron los trabajos de decoración de las bóvedas de la Capilla Sixtina.

Las fuentes parecen coincidir en que Clemente VII fue un humanista, digno representante de la familia de los Médicis, estupendo diplomático, que dejó en segundo plano los asuntos espirituales. Su vida privada, por lo que se conoce de ella, fue irreprochable.

Bibliografía

  • ARETÍN, K. O. von. El Papado y el Mundo Moderno. Madrid, 1970.

  • CHIOVARO, F. Urbi et Orbi: dos mil años de Papado. Barcelona, 1997.

  • MATHIEU-ROSAY, J. Los Papas: de San Pedro a Juan Pablo II. Madrid, 1990.

  • RANKE, L. von. Historia de los Papas en la Edad Moderna. México D. F., 1997.

JMMT

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero