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PolíticaHistoriaBiografía

Carlos de Austria, Príncipe de Asturias (1545-1568).

Heredero al trono de España, entre 1560 y 1568, nacido en Valladolid el 8 de julio de 1545 y muerto de en el Alcázar de Madrid, el 29 de julio de 1568.

Síntesis biográfica

Primer hijo de Felipe II y de su primera esposa, María Manuela de Portugal, creció rodeado de comodidades, aunque estuvo muy distanciado de su padre desde su infancia. Débil y enfermizo, durante toda su vida tuvo notables problemas físicos y psicológicos. Reconocido como heredero al trono por las Cortes Castellanas en 1560, las Cortes del reino de Aragón se negaron a reconocerle por no haber acudido personalmente a la convocatoria de 1564. Ese mismo año fue nombrado consejero de Estado, pero Felipe II alarmado por sus profundos desequilibrios mentales decidió apartarle de las tareas de gobierno. Finalmente murió el 28 de julio de 1568, en extrañas circunstancias, en sus aposentos del Alcázar de Madrid.

Primeros años

Nacido en la madrugada del 8 al 9 de julio, su nacimiento supuso una gran alegría para su padre, Felipe II, que en aquel momento era príncipe de Asturias, ya que el nacimiento de un hijo varón suponía que la continuidad de la dinastía estaba asegurada. Pero la alegría duró poco en la Corte, pues cuatro días después falleció la princesa de Asturias, María Manuela, como consecuencia del parto.

La salud del pequeño infante fue muy frágil desde los primeros momentos de su vida, apenas podía moverse y los médicos de la Corte detectaron que sufría una malformación, posiblemente provocada por la consanguinidad que había entre sus progenitores; que iba tener como consecuencia que éste tuviera problemas para caminar erguido, ya que sufría de una notoria cojera. Además de estos problemas físicos, Carlos tuvo serios problemas mentales que dificultaron su ritmo de aprendizaje, de este modo hasta los tres años no pronunció sus primeras palabras y durante toda su vida tartamudeó al hablar, lo cual tuvo como consecuencia que el infante se mostrara tímido y huraño con las personas que le rodeaban y especialmente con su padre, al que apenas veía debido a las múltiples ocupaciones de éste. Con el paso de los años no mejoró su situación y sus profesores, Juan de Mañatones y Honorato de Juan, tuvieron serias dificultades para que el infante aprendiera a leer y a escribir.

Debido a su condición de huérfano, su padre decidió que el infante, en un primer momento, estaría al cuidado de una de las damas de la difunta emperatriz Isabel, Leonor de Mascareñas, la cual contaba con su total confianza al haber sido su niñera. Cuando el príncipe pudo caminar pasó al cuidado de las hermanas de Felipe II, María y Juana de Austria, las cuales rodearon al pequeño de atenciones. Tras el matrimonio de María con el archiduque Maximiliano II, Juana de Austria se hizo cargo del cuidado de su sobrino, convirtiéndose en su compañera de juegos, hasta que ella misma contrajo matrimonio con el heredero al trono de Portugal, el infante Juan Manuel. Hay que destacar además la notable participación que tuvo en el cuidado del príncipe su ayo, Antonio de Rojas, el cual todas las semanas enviaba un informe detallado a Felipe II sobre los progresos del príncipe y sobre las actividades cotidianas que llenaban su vida. Pero a pesar de todas las atenciones a las que fue objeto el carácter de Carlos empeoró con los años, cada vez se hacía más desagradable y violento, y fueron muchas las quejas de sus sirvientes en este sentido, sólo parecía sentir una especial predilección por su tía Juana, a la que consideró como una segunda madre, pero a la que no le perdonó que le abandonara para contraer matrimonio.

En el año 1560 Carlos fue reconocido como heredero al trono de Castilla, por las Cortes del mencionado reino, pero su estado de salud empeoró considerablemente ya que durante este año comenzó a tener sucesivos ataques de fiebres que le obligaron a permanecer postrado en la cama. Por este motivo el rey pospuso su viaje al reino de Aragón, donde debían celebrarse también Cortes, ya que los médicos recomendaron que éste no realizara el largo viaje a Monzón. A pesar de lo delicado de su estado de salud, Carlos se negó a seguir las indicaciones de sus médicos que le instaban a vigilar su alimentación, ya que era propenso a los excesos, y a que realizara ejercicios que contribuyeran al fortalecimiento de sus piernas. El joven Carlos cada vez se mostraba más violento y altivo ante el monarca, aunque por estas fechas Felipe II le disculpaba y confiaba en que llegado el momento su hijo estaría a la altura de las circunstancias. Tras sufrir una nueva recaída, su padre comenzó a estudiar su posible traslado al reino de Valencia, donde el clima podría favorecer su recuperación, pero se descartó esta opción por estar demasiado lejos de la Corte, así tras algunas deliberaciones se pensó en Alcalá de Henares, donde el infante estaría vigilado por don Juan de Austria y por Alejandro Farnesio, ambos estudiando en la universidad.

Carlos llegó a Alcalá de Henares en el año 1561 y se instaló junto a su tío y su primo en el palacio que el arzobispo de Toledo poseía en esta localidad. El príncipe apenas prestaba atención a sus estudios y cometía cada vez más excesos, que le llevaban a empeorar su delicado estado de salud, aunque aparentemente se encontraba mejor ya que no había sufrido ningún ataque de fiebres. Pero la situación muy pronto cambiaría, el 19 de abril de 1562 sufrió un grave accidente tras caer por las escaleras cuando iba en persecución de la hija de uno de los empleados del palacio. Su estado fue considerado muy grave y fueron muchos los que pensaron que no sobreviviría, así su padre comenzó a realizar los preparativos para su funeral. Carlos atendido por los mejores médicos de la Corte no experimentaba ninguna mejoría y tras la falta de recursos de éstos, que llegaron incluso a practicarle una trepanación, Felipe II decidió recurrir a un prestigioso médico valenciano, Pinterete, que finalmente, debido a sus sólidos conocimientos de medicina árabe, logró la recuperación del príncipe. Tras su restablecimiento Felipe II decidió vigilar personalmente a su hijo para lo que le trasladó de regreso a Madrid.

Problemas con Felipe II

Los choques entre padre e hijo fueron constantes desde 1562 hasta 1564, ya que Felipe II no entendía el comportamiento de su hijo y su falta de control, así en numerosas ocasiones tuvo que reprenderle en público, lo cual aumentó el resentimiento que Carlos sentía hacia su padre.

La situación comenzó a empeorar a partir del año 1564, ya que el príncipe de Asturias, que tenía casi veinte años, empezó a protestar por no ocupar ningún puesto destacado en la administración del reino. Su padre se mostraba indeciso a este respecto debido a las dudas que albergaba acerca de la capacidad de su hijo, baste como ejemplo señalar que años antes, en 1559, había prometido a sus súbditos de Flandes enviar a Carlos como gobernador, pero finalmente debido a la complicada situación decidió enviar a Luis de Requesens. El heredero al trono se enfurecía más cada día y reprochaba a su padre su falta de confianza. Finalmente Felipe II decidió nombrarle consejero de Estado, pero esta decisión aumentó la ira de su hijo, que muy pronto fue consciente de que las decisiones importantes eran tomadas directamente por su padre y que el Consejo era un órgano consultivo, casi sin ninguna autoridad.

El viaje que realizó Felipe II, ese mismo año, a Aragón donde el rey no pudo conseguir que las Cortes reconocieran a Carlos como heredero al trono, ya que los nobles consideraban una afrenta que no hubiese ido personalmente, aumentó la distancia entre Felipe II y su hijo. Carlos culpó directamente a su padre de no haber obtenido la confirmación de las mencionadas Cortes, a pesar de que el monarca había intentado justificar su ausencia, alegando su delicado estado de salud. Felipe II dudaba que la situación de Carlos mejorase y decidió paralizar las negociaciones matrimoniales iniciadas con su primo Maximiliano II, para que su hijo contrajera matrimonio con la hija de éste, Ana de Austria. También parece que el rey fue consciente del problema sucesorio, ya que no consideraba que Carlos pudiera hacerse responsable del gobierno de sus reinos a su muerte. Carlos tras conocer esta situación, comenzó a conspirar en contra de su padre, pero su mente era cada vez menos lúcida y sus planes para derribar a Felipe II del poder eran totalmente descabellados.

La muerte de Carlos y el inicio de la leyenda negra

La inestabilidad mental de Carlos aumentaba por momentos y cada vez se hacía más desconfiado, así ordenó instalar un dispositivo de seguridad en sus aposentos del Alcázar para evitar ser asesinado mientras dormía. Además sufría continuos ataques de ansiedad y en ocasiones había demostrado ciertas tendencias maniaco-depresivas. A finales de 1567 la situación se hizo insostenible, Carlos comentó con el príncipe de Ebolí su nuevo plan para hacerse con el poder. En esta ocasión la situación suponía un grave peligro para la estabilidad de la monarquía, ya que parece que había sostenido algunas conversaciones con los rebeldes de Flandes, los cuales le habían ofrecido el gobierno del territorio para sacudirse definitivamente el control del monarca español. Así cuando Carlos comenzó a pedir dinero a destacados nobles para escaparse de España, Felipe II que conocía punto por punto sus planes, decidió poner freno a la locura de su hijo. Así tras comunicar al Consejo de Estado la grave situación, el 18 de enero de 1568, decidió encerrar a Carlos en sus aposentos para evitar que cometiera un error irreparable. El príncipe, durante los meses que duró su encierro, se mostró cada vez más desequilibrado e intentó en varias ocasiones suicidarse, lo que llevó a su padre a extremar las precauciones, además sufrió de graves trastornos alimenticios y poco a poco su salud se fue degradando. Finalmente Carlos murió el 29 de julio de 1568, a la edad de veintitrés años. Se desconocen las causas de su muerte, aunque según la versión oficial, emitida por el propio monarca, su hijo había fallecido por causas naturales debido a su delicado estado de salud.

La detención del príncipe en el Alcázar suscitó multitud de teorías en todas las Cortes de Europa, ya que nadie podía o quería entender las razones de Felipe II. La muerte del infante en estas circunstancias desató una dura campaña de desprestigio hacia el monarca, fueron muchos los que pensaron que Carlos había sido asesinado por su padre, y esto dio origen a la llamada leyenda negra. De este modo los protestantes, con Guillermo de Orange a la cabeza, afirmaron que la verdadera causa de la muerte del heredero habían sido los celos del rey, ya que éste había sorprendido a su esposa, Isabel de Valois, con Carlos y no había podido perdonar la infidelidad de ambos. Felipe II también fue acusado por alguno de sus más destacados enemigos, entre los que se encontraba su antiguo secretario Antonio Pérez, que respaldaron la teoría del asesinato por envenenamiento. Finalmente hay que añadir que los historiadores del siglo XVII lanzaron la teoría de la muerte de Carlos por motivos de Estado, el sentido del deber del monarca le impediría dejar el gobierno de sus reinos en manos de un demente.

Bibliografía

  • DÍAZ-PLAJA, F. Historia de España en sus documentos. Siglo XVI. Madrid, Cátedra, 1988.

  • FERNANDEZ ALVAREZ, M. Felipe II y su tiempo. Madrid, Espasa Calpe, 1998.

  • JOVER ZAMORA, J.M. (dir) España en tiempos de Felipe II, en Historia de España de Menéndez Pidal. Vol XXII. Primera parte. Madrid, Espasa Calpe, 1994.

  • LINCH, J. Los Austrias (1516-1598), en Historia de España, vol. X. Barcelona, Crítica, 1992.

Autor

  • Cristina García Sánchez