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FilosofíaReligiónBiografía

Anselmo de Canterbury, San (1033-1109).

Filósofo y teólogo italiano, San Anselmo tuvo como máxima aspiración armonizar fe y razón, para lo cual parte siempre de la fe. Su lema fue: "Credo ut intelligam". Se distingue por sus aportes racionales para demostrar la existencia de Dios. Fue también conocido como Anselmo de Aosta.

Vida y obras

Nacido en Aosta (Italia), Anselmo se sintió siempre inclinado hacia la búsqueda del conocimiento. Por este motivo, y quizás también por causa de las difíciles relaciones que se establecieron con su padre a la muerte de su madre, emprendió un largo recorrido por todas las escuelas de Francia, hasta llegar a la abadía benedictina de Bec, en Normandía, que gozaba de gran prestigio por aquel entonces, bajo la dirección del maestro Lanfranco de Pavía. Atraído por el recogimiento y el estudio, decidió hacerse monje. Sucedió a Lanfranco como abad del monasterio, siendo los años de su priorato (1062-78) los más fecundos en su actividad como escritor y maestro. Más tarde fue nombrado obispo de Canterbury, cargo que le ocasionó duros enfrentamientos con el rey de Inglaterra, dada la fidelidad de Anselmo al papado. Por este motivo se vio obligado a pasar la mayor parte de su vida en el exilio. Solamente el año 1106 pudo volver a Inglaterra para morir, tres años después, en la ciudad de Canterbury.

Sus principales obras son: El Monologion o Exemplum meditandi de ratione fidei (1076), el Proslogion o Fides querens intellectum (1077-78), De grammatico, De veritate, De libertate arbitrii (1080-85), Cur Deus homo (1098), libro en que expone los motivos de la Encarnación, y que es de capital importancia en la historia de la teología.

Elementos filosóficos de su doctrina

El conocimiento

Para Anselmo el conocimiento comienza por los sentidos a través de los cuales percibimos las cosas como son. Pero los sentidos no nos dan un juicio de verdad: éste procede de la inteligencia. Un enunciado emanado de la inteligencia será verdadero si corresponde a lo que son las cosas. Pero las cosas no podrían ser causa de la verdad si ellas mismas no tuvieran en sí una verdad producida por la summa veritas que es Dios. Se da, pues, en él, una solución al problema de los universales de impronta netamente platónica.

Relaciones entre razón y fe

Cuando Anselmo se plantea el problema del conocimiento de la summa veritas, unas veces parece confiar enteramente en la razón, y otras cree que sin un previo acto de fe el hombre no llegará a ese conocimiento. Algunos han querido explicar este hecho afirmando que Anselmo sólo pretende hacer teología, y que para él la razón tiene valor solamente en función de aquélla. Pero quizás sea más correcto interpretar estos datos como una evolución en el pensamiento anselmiano. En el Monologion y en el Proslogion intenta llegar a la summa veritas por argumentos puramente racionales. Pero las objeciones que surgieron contra los argumentos presentados en estos libros, le hicieron pensar que para llegar a las realidades superiores hacía falta partir del hecho de la fe. Y esta es su postura en Cur Deus homo y en De incarnatione.

Las pruebas de la existencia de Dios

En el Monologion trata de probar la existencia de Dios por una argumentación a posteriori, partiendo de la gradualidad de las perfecciones en las cosas sensibles. Existen en el mundo muchas cosas buenas, unas mejores que otras, sin que el bien se identifique con alguna de ellas. Decimos que una cosa es mejor que otra porque la pensamos en relación con el único y supremo Bien. Igualmente todo cuanto existe se debe a un único y supremo Ser, que hace que todo lo demás exista.

Pero la prueba original de Anselmo es la argumentación a priori tal como la expone en el Proslogion, el llamado "argumento ontológico". Parte de la constatación de que cualquiera que afirme (o incluso niegue) la existencia de Dios, lo está concibiendo como "el ser del que nada puede pensarse mayor que él". Al menos, pues, ese ser existe en la mente. Pero es absurdo pensar que solamente existe en la mente, porque también se puede pensar que exista en la realidad y en ese caso éste será mayor que aquél. Por lo tanto, para evitar la contradicción, debemos concluir que el ser del que no se puede pensar nada mayor, existe tanto en la mente como en la realidad. La validez de este argumento fue puesta en duda por el monje Gaunilón, ya que de la idea de algo perfecto y maravilloso (una isla, por ejemplo) no se puede deducir su existencia real. A esto respondió Anselmo que el argumento sólo vale para el caso del ser perfectísimo, porque de otro modo dejaría de serlo, ya que la existencia real de algo supone una perfección superior a la mera idea de lo mismo.

Partiendo de la conclusión de que Dios es sumo Bien y sumo Ser, podemos atribuirle todas aquellas perfecciones que, en cualquier caso, son mejores que su negación. Y todas ellas se le atribuirán no como participadas de algún otro, sino como idénticas a su esencia.

Doctrina moral

Anselmo concibe la perfección de las cosas como un reflejo exacto de la idea divina según la cual fueron hechas. Todas las cosas son lo que deben ser, porque son como las quiso el creador. Pero la perfección del ser inteligente está en querer ser lo que debe ser, y quererlo porque ello es su rectitudo, su justicia. Esto implica la libertad en el hombre, que, según Anselmo, es la capacidad de hacer o no hacer. Pero no de pecar o no pecar, sino la capacidad de poder hacer el bien, porque Dios nos ha predestinado para el bien, y no para el mal. Este poder es una perfección; es en cierto modo tener por sí mismo la propia determinación.

El problema de la libertad y la predestinación lo trata en su último escrito De concordia. Dios puso en nosotros el bien de la voluntad y nos predestinó para buscar el bien. Esa predestinación para el bien no nos priva de la libertad, puesto que Dios simplemente crea y conserva en nosotros la posibilidad de adherirnos al bien.

Bibliografía.

  • VUILLEMIN, J.: Le Dieu d'Anselme et les apparences de la raison, París, 1971.

Autor

  • CCG.