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Alfonso XI. Rey de Castilla y León (1311-1350)

Alfonso XI, rey de Castilla. Burgos.

Rey de Castilla y León, nacido en agosto de 1311 en Salamanca y fallecido durante el cerco de Gibraltar el 27 de marzo de 1350. Bajo su reinado se produjo un considerable aumento de la potestad regia y un fortalecimiento jurídico de la figura del rey frente a la nobleza. Mantuvo constantes luchas contra el reino de Granada, siendo sus mayores logros militares la victoria del Salado y la conquista de Algeciras. Fue conocido con el sobrenombre de el Justiciero.

La minoría de edad del rey

Hijo de Fernando IV de Castilla y León y de doña Constanza de Portugal, don Alfonso llegó al trono cuando sólo contaba con poco más de un año, después de la muerte de su padre el 7 de septiembre de 1312. Se decidió nombrar un consejo de tutoría, pero hasta que estuvo designado, el rey niño fue depositado para su custodia en la iglesia de San Salvador de Ávila. Eran dos los bandos que, para aumentar sus influencias en la política castellana, trataron de ejercer la tutoría del rey: por una parte el infante don Pedro, su tío, que contó con el apoyo de la reina doña Constanza; por otra, el infante don Juan, tío del anterior y afecto a don Juan Núñez de Lara. Ambos consiguieron importantes apoyos nobiliarios (y militares) para su causa. En 1313 se celebraron en Palencia dos reuniones de cortes paralelas, en las que los procuradores de cada una de ellas eligieron tutores del rey a aquellos cuyo partido seguían. Para evitar la guerra civil, doña María de Molina, viuda de Sancho IV, y don Pedro enviaron a León al obispo de Ciudad Rodrigo para que pactase, a lo que se negaron los partidarios de don Juan. La muerte de la reina doña Constanza coadyuvó al acuerdo; las negociaciones se firmaron en Palazuelos en agosto de 1314 y por ellas se entregó la custodia del niño a su abuela, doña María de Molina, que se estableció con Alfonso en Toro. A pesar del acuerdo, el reino no fue pacificado hasta finales de año y se convocaron unas Cortes en Burgos para ratificar el acuerdo de Palazuelos.

En las Cortes de Burgos de 1315 se puso de manifiesto la gran influencia de doña María de Molina. Y aunque las hostilidades entre don Juan y don Pedro siguieron latentes, la muerte sucesiva de ambos tutores propició la elección de un nuevo consejo de tutoría. Los bandos en lucha fueron encabezados en esta ocasión por don Juan Manuel, nieto de Fernando III y por doña María de Haro, viuda del infante don Juan de Castilla, que patrocinó a su hijo, don Juan de Haro el Tuerto; también entró en juego el infante don Felipe, hijo de Sancho IV, que ante las pretensiones de don Juan Manuel, se alineó del lado de su madre en un primer momento. Pero cuando doña María relevó a don Juan Manuel de su cargo de mayordomo del rey, don Felipe buscó su ayuda para enfrentarse a don Juan de Haro. Finalmente la reina hubo de acercarse a su hijo y a don Juan Manuel, debido a la presión de el Tuerto, que contaba además con el apoyo de don Fernando de la Cerda. Los enfrentamientos entre ambos bandos comenzaron en primavera de 1320. Para resolver la situación, doña María convocó unas Cortes en Palencia para abril de 1321, de las cuales no se tiene testimonio de que se celebrasen; un año después las Cortes de Valladolid acordaron una nueva tutoría compartida, pero ésta se vio truncada en el mes de junio por la muerte de la reina. En este punto las fuentes guardan silencio, pero todo parece indicar que cada uno de los tutores siguió contando con el apoyo de sus respectivas áreas de influencia y las discordias entre don Felipe, don Juan de Haro y don Juan Manuel continuaron, llegando a poner el reino en una crítica situación durante el año de 1324.

La época de los validos

La mayoría de edad de Alfonso XI fue decretada en las Cortes de Valladolid de 1325. Los tutores renunciaron a su cargo y el rey comenzó a gobernar, siendo una de sus primeras acciones la de reorganizar su corte y consejo. El principal consejero del rey fue don Alvar Núñez de Osorio, pero también formaron parte de su consejo Garcilaso de la Vega, Nuño Pérez, abad de Santarem, Martín Hernández de Toledo y el maestre don Pedro. Casi todos los anteriores habían militado en el bando del infante don Felipe durante la minoridad del rey, lo que despertó los recelos de don Juan de Haro y de don Juan Manuel, que pactaron entre ellos y acordaron el matrimonio de doña Constanza, hija del segundo, con el Tuerto. El rey y su consejero, para evitar la guerra, ofrecieron a don Juan Manuel el matrimonio entre el rey y su hija; don Juan Manuel aceptó, abandonando la alianza con don Juan y el matrimonio entre don Alfonso y doña Constanza se celebró en Valladolid en noviembre de 1325; el yerno del rey recibió el adelantamiento mayor de la Frontera. Don Juan trató de reconciliarse con el rey, pero la intervención de don Juan Manuel, que aseguró al monarca que el vizcaíno pensaba actuar contra él, bastó para que Alfonso XI ordenase su muerte y confiscase sus territorios, con parte de los cuales recompensó a sus consejeros.

En 1326 Alfonso XI comenzó una ofensiva por mar y tierra contra el reino de Granada. El almirante mayor de la mar, don Alfonso Jufré Tenorio, consiguió una importante victoria contra las tropas africanas que habían venido a socorrer al rey de Granada. En verano el ejército castellano conquistó la villa y castillo de Olvera, el castillo de Pruna, Aimonte y la Torre de Alfaquín.

Pronto se levantó don Juan Manuel contra el rey, cuando supo que Osorio alentaba al monarca para que solicitase la nulidad de su matrimonio con la jovencísima doña Constanza, a quien el rey mandó trasladar a Toro (noviembre de 1327). El rey de Castilla recibió del de Portugal, Alfonso IV, la oferta de casar con su hija doña María y el castellano aceptó. Cuando don Juan Manuel lo supo ofreció sus servicios al rey de Granada y juntos comenzaron a hostilizar el reino castellano. La reacción del rey le permitió recuperar el alcázar de Cuenca y el castillo de Huete, al tiempo que sitiaba la villa de Escalona, que pertenecía al rebelde. Don Juan Manuel respondió poniendo sitio a Huete en marzo de 1328. Sucedió entonces un hecho que precipitó el valimiento de don Alvar Núñez de Osorio: corrió un rumor de que el valido se iba a casar con la infanta doña Leonor, hermana del rey, lo que hubiese incrementado enormemente su influencia, y los habitantes de Valladolid retuvieron en la ciudad a la infanta; don Alfonso levantó el sitio de Escalona y viajó a Valladolid, donde una asamblea de caballeros le convenció para que ordenase a Alvar Núñez abandonar la corte y devolver los lugares y castillos que tenía por el rey. El conde buscó entonces la alianza con don Juan Manuel, y aunque hubo acuerdos, éstos no se llevaron a la práctica debido al asesinato de Osorio.

Fortalecimiento del poder del rey

Aunque el papa aún no había anulado el matrimonio de don Alfonso con doña Constanza, el rey acudió a Portugal y se casó en Alfayates con doña María de Portugal (julio de 1328). En octubre el rey se encontraba en Salamanca cuando ultimó con Gonzalo García, consejero del rey de Aragón, el matrimonio del último con la infanta doña Leonor. Alfonso XI resolvió la insurrección de Alvar Núñez de Osorio ordenando su asesinato y confiscando posteriormente sus tierras y bienes. Para justificar su acción, el rey mandó buscar el cuerpo de su antiguo privado y le acusó de traición, ordenando después quemar su cadáver. Un nuevo intento de reconciliación con don Juan Manuel fracasó a finales de año y después el rey viajó a Tarazona para acudir al enlace de su hermana, la infanta doña Leonor, con Alfonso IV de Aragón.

Alfonso XI convocó una reunión de cortes en Madrid para abril de 1329. Su finalidad principal era solicitar subsidios para preparar la guerra contra Granada, pero la mayor importancia de dichas cortes radica en que en ellas se llevó a cabo una significativa reorganización de la justicia de la corte y de la Chancillería. El objetivo era terminar con la corrupción que se había instalado en la corte durante la época de la minoría del rey y que se manifestaba en actos como la compraventa de oficios o su arrendamiento. Antes de la clausura de las cortes el rey recibió la noticia de la dispensa y la confirmación de su matrimonio por parte del papa. Al poco sufrió una grave enfermedad de la que se recuperó, pero durante la cual don Juan Manuel intensificó su búsqueda de aliados. El rebelde casó con doña Blanca Núñez de Lara, ganando el importante apoyo de la familia vizcaína, que a su vez reclamaba del rey la entrega del señorío de Vizcaya. Don Alfonso logró pactar con don Juan Manuel en diciembre de 1329 la colaboración en la guerra contra Granada del segundo a cambio de que el rey le devolviese las propiedades incautadas. Pero don Juan Manuel no cumplió el acuerdo.

En abril de 1330 el rey ultimó su campaña contra Granada al conseguir apoyos militares del rey de Portugal. Desde Córdoba partió con sus tropas y en agosto ya había conquistado la villa de Teba y las torres de Cuevas y Ortejícar. A finales de año, en Sevilla, el rey de Castilla recibió del de Granada la petición de un año de tregua a cambio de rendir vasallaje a Alfonso y pagarle parias. Alfonso aceptó, no sólo por el beneficio económico que le proporcionaba la tregua, sino porque con ella se privaba además a don Juan Manuel de un posible aliado, en un momento en que su connivencia con los Núñez de Lara le convertía en una amenaza.

En mayo de 1331 Alfonso XI recibió de su tío, Alfonso de la Cerda, la renuncia a todos sus derechos sobre el reino de Castilla. El rey premió este acto con la entrega a su tío de varias villas en heredad. Y mientras esta renuncia y la completa absorción del señorío de Álava dentro de la órbita del realengo un año después fortalecían jurídica y territorialmente la potestad de Alfonso, en su entorno se seguían desarrollando intrigas: el rey de Portugal se comprometió con don Juan Manuel a deshacer el matrimonio de don Pedro, heredero de Portugal, con doña Blanca, hija del infante don Pedro de Castilla, y casarlo con doña Constanza, la hija de don Juan Manuel. Tampoco quiso el rey de Granada, Muhammad IV, prorrogar la tregua firmada con el castellano y buscó el apoyo de don Juan Manuel mientras esperaba refuerzos del emir meriní de Fez para combatir al castellano. Ante tan crítica situación el rey volvió a ofrecer la concordia al levantisco don Juan Manuel y éste volvió a rechazarla.

Alfonso XI se hizo coronar rey en Burgos en verano de 1332, después de haber recibido en Santiago de Compostela las órdenes de caballería. Y durante todo el año se enfrentó a don Juan Manuel y a don Juan Núñez de Lara, que llegaron a apoderarse del castillo de Avia. En febrero del año siguiente Muhammad IV retornó a las hostilidades contra Castilla, en esta ocasión con la ayuda de Abd al-Malik, hijo del emir meriní Abul Hassan, que con un ejército de cinco mil hombres cercó el castillo de Gibraltar. Aunque el rey mandó a socorrer la plaza al almirante Alfonso Jufré, a los maestres de Calatrava y Alcántara, a los concejos de Córdoba y Sevilla y a don Vasco Rodríguez, adelantado mayor de la frontera, no quiso acudir en persona a la defensa de la ciudad, por no dejar indefenso el reino ante las correrías de don Juan Manuel, a quien de nuevo ofreció la paz en ventajosas condiciones si además colaboraba en la defensa de Gibraltar. En esta ocasión don Juan Núñez de Lara y don Juan Manuel accedieron a colaborar con el rey a cambio de la concesión de la soberanía sobre sus respectivos señoríos. Alfonso se negó y se entrevistó en Peñafiel con don Juan Manuel para pedirle que intercediese ante Núñez de Lara, que a la sazón, se encontraba realizando incursiones en la Tierra de Campos. Después de tres meses de asedio de Gibraltar la situación era tan desesperada que el rey reunió su consejo e hizo llamamientos a todos aquellos ricoshombres que quisieran acudir a liberar la plaza. En junio de 1333 se reunió en Sevilla con un importante contingente formado por las Órdenes Militares, los concejos y un gran número de ricoshombres y caballeros. No obstante, Gibraltar no resistió y se rindió antes de recibir los refuerzos. El ejército cristiano tomó posiciones frente a la ciudad y, después de recibir las necesarias provisiones por mar (desde Sevilla), Gibraltar fue totalmente rodeada y un buen número de las galeras musulmanas que se encontraban fondeadas en su puerto, fueron hundidas mediante potentes catapultas. Pero el propio rey de Granada acudió a socorrer a su correligionario, lo que volvió a equilibrar las fuerzas. Alfonso se vio forzado a firmar una salida al conflicto debido a la gravedad que tomaban los acontecimientos en Castilla. Abandonó el asedio de Gibraltar el 24 de agosto de 1333. Al día siguiente Muhammad IV fue asesinado.

La pacificación del reino

Mientras el rey se encontraba en el sitio de Gibraltar don Juan Manuel y don Juan de Haro habían intentado ganar la alianza de Alfonso IV de Aragón para luchar contra el castellano; ante la negativa del rey aragonés, los dos Juanes se dedicaron por su cuenta a realizar correrías por el reino castellano y a apoderarse de numerosas villas y lugares de realengo, sobre los que llegaron a imponer tributos cuatro veces superiores a los que se satisfacía al rey.

Los acontecimientos en Marruecos hicieron que Abul Hassan firmase una tregua de cuatro años con Alfonso XI. Por otra parte, el nuevo rey de Granada, Yusuf I se unió a la citada tregua, dejando a Alfonso las manos libres para actuar en Castilla. Desde abril de 1334 el rey trató de prender a don Juan Núñez de Lara y ante la imposibilidad de conseguirlo atacó directamente sus tierras en Vizcaya y dejó tropas frente a Lerma, donde se refugiaba el rebelde. Al verse atacado por varios frentes, don Juan solicitó al rey una avenencia y el rey consintió, sometiendo al vizcaíno a su vasallaje y neutralizando así uno de sus principales enemigos. Para someter a don Juan Manuel, el rey le fue privando de sus apoyos, atacando las posesiones de sus vasallos. Por última vez el rey propuso a don Juan Manuel que cesasen las hostilidades entre ellos, y en ésta ocasión aceptó don Juan, a cambio de que el rey reconociese el matrimonio de su hija doña Constanza con el infante don Pedro de Portugal.

Las luchas del rey con la nobleza habían puesto de manifiesto la debilidad del monarca, que fue aprovechada por los navarros para apoderarse del monasterio de Fitero y disponerse para atacar Castilla, reforzados por tropas aragonesas. Ante la inhibición de Alfonso IV de Aragón y de don Juan Núñez de Lara, a quien el monarca había solicitado su concurso para detener a Enrique de Soli, gobernador de Navarra, don Alfonso consiguió vencer a la coalición navarro-aragonesa y recuperar Fitero, por medio de un ejército encabezado por don Martín Fernández de Portocarrero. La mediación del obispo de Reims en las negociaciones de paz con Navarra trajo el fin de una guerra que en absoluto interesaba al monarca castellano, porque una nueva coalición nobiliaria, en la que se encontraban sus dos antiguos enemigos, don Pedro de Castro, don Alfonso de Alburquerque y el rey de Portugal, se preparaba contra él.

Desde la primavera de 1336 el rey se dedicó a debilitar la liga nobiliaria, pactando por separado con algunos de los insurrectos, a los que entregó tierras a cambio de que abandonasen la rebelión. En junio sitió en Lerma a don Juan Núñez de Lara, mientras que las tropas de las Órdenes Militares inmovilizaban a don Juan Manuel para evitar que acudiese en socorro del primero. Pero el rey de Portugal reaccionó poniendo cerco a Badajoz. La victoria de los castellanos sobre Alfonso IV de Portugal permitió a Alfonso XI emprender el asalto definitivo sobre Lerma. Juan Núñez se rindió ante el rey el 4 de diciembre. Durante los meses siguientes Alfonso planeó concienzudamente la guerra contra Portugal, cuyas primeras escaramuzas tuvieron lugar en marzo de 1337. Entre junio y septiembre el rey se encontró enfermo, pero las huestes castellanas consiguieron importantes victorias sobre los ejércitos de Alfonso IV. Alfonso XI firmó la paz con el portugués el 27 de diciembre de 1337, gracias a la intervención del papa y el rey de Francia. En junio del año siguiente, y esta vez mediante propuesta de don Juan Manuel, se firmó en Cuenca la amistad entre éste y el rey. Alfonso aprovechó además el ascendente de don Juan Manuel sobre Pedro IV de Aragón (sucesor de Alfonso IV) para conseguir el fin de las hostilidades que en los años anteriores se habían desarrollado entre ambos reinos, cuyo origen fue la defensa de los derechos de doña Leonor de Castilla, hermana de Alfonso XI, que había casado con Pedro IV después de la muerte de doña Teresa de Entenza.

La Guerra de Granada

En pocos años el rey había conseguido la paz interna y con los reinos cristianos vecinos, no sólo mediante las campañas y acuerdos ya vistos, sino también, y sobre todo en el orden interno, gracias a instrumentos jurídicos como las Cortes de Burgos de 1338, que supusieron un refuerzo de la potestad regia y un triunfo del rey sobre la nobleza. El siguiente peligro provenía de África.

La afluencia de tropas meriníes había hecho recelar también a Pedro IV, que, ante la posibilidad de que Abd al-Malik invadiese el reino de Valencia, se ofreció a aliarse con Alfonso XI para hacer frente a los musulmanes. El rey de Castilla convocó unas cortes en Madrid para 1339, en las que solicitó subsidios para acometer la inminente guerra. En marzo comenzaron los ataque por parte de ambos bandos. La muerte de Abd al-Malik en una algarada precipitó la llegada a la Península de su padre, el emir de Fez, que intensificó los preparativos para invadir la Península Ibérica, reuniendo bajo su mando a las principales tribus del norte de África.

Los benimerines, que se encontraban en Algeciras, aprovecharon el hecho de que el rey se encontraba sofocando la rebelión del maestre de Alcántara, don Gonzalo Martínez, para atacar las tierras de Arcos, Jerez y Medina Sidonia, obteniendo numerosos prisioneros y ganados como botín. Los castellanos lograron detener las algaradas musulmanas, pero la llegada de una importante escuadra africana no pudo ser evitada por el almirante Alfonso Jufré Tenorio, que fue derrotado y muerto en una batalla naval (8 de abril de 1340), que dejó el Estrecho en manos de los meriníes. El rey recibió la noticia de la derrota en Sevilla y en la misma ciudad supo que Alfonso IV de Portugal estaba dispuesto a enviar naves para la defensa del Estrecho. Alfonso XI ganó además la alianza de genoveses y de Pedro IV de Aragón. Poco después recibió de la Santa Sede la bula de Cruzada. Abul Hassan puso sitio a Tarifa, defendida enconadamente por don Juan Alfonso de Benavides y en octubre un ejército formado por castellanos y portugueses se movilizó para liberar la ciudad. Según las crónicas las fuerzas musulmanas eran muy superiores a las cristianas, pero mil quinientos jinetes pudieron socorrer a los defensores de Tarifa; juntos constituyeron la retaguardia de la batalla campal que tuvo lugar el lunes, 28 de octubre, en los vados del río Salado y que se resolvió con una flamante victoria cristiana y la huida de Abul Hassan y de Yusuf I de Granada.

La victoria del Salado permitió que don Alfonso consiguiese nuevos subsidios para continuar la guerra contra Granada en las cortes que para tal efecto convocó en diciembre de 1340 en Llerena. La primavera siguiente el rey acometió la toma de Alcalá de Benzayde (Alcalá la Real). El mayor problema que se planteó fue el abastecimiento de los sitiadores. El asedio fue largo y complicado, pero finalmente la ciudad se rindió y Yusuf I solicitó una tregua que el castellano no aceptó. En los meses siguientes Alfonso XI conquistó Pliego, Rute y los castillos de Cartabuey, Benamejí y la torre Matrera.

Si el cariz militar de la guerra no podía ser más alentador para los castellanos, en cambio la situación económica de los concejos era alarmante, sometidos como habían estado a constantes exacciones para financiar la guerra durante los años anteriores. A finales de 1341 llegó a oídos del rey la noticia de que Abul Hassan preparaba un nuevo ejército para invadir la Península. Alfonso, no pudiendo recurrir ya a las ciudades para conseguir dinero, instituyó un nuevo impuesto de carácter temporal, la alcabala, que gravaba las mercancías y por tanto era soportado por todo el reino. No fue suficiente y el rey se vio obligado a solicitar empréstitos a la Santa Sede y a los reyes de Portugal y Francia. A principios de 1342 don Alfonso expuso en Burgos la necesidad de tomar Algeciras, como medio para controlar el Estrecho y evitar la invasión. Consiguió las alcabalas de los habitantes de la ciudad y después lo hizo de los de León y las Extremaduras. Durante el mes de mayo el almirante Egidio Bocanegra infligió varias derrotas a las naves meriníes y granadinas cuando éstas trataron de romper el bloqueo del Estrecho. Después el rey ordenó al almirante que bloquease Algeciras y a finales de julio partió de Jerez a poner sitio a la ciudad. Desde el comienzo el rey comprendió que la conquista iba a ser larga y se dispuso a pedir ayudas económicas a los reyes de Portugal y Francia y al papa, y a establecer la guerra de desgaste. Pero el desgaste era mutuo y el rey hubo de recurrir a esquilmar su propio tesoro y a pedir préstamos a distintos magnates del reino. En la primavera de 1343 más de cien naves bloqueaban el Estrecho para evitar cualquier abastecimiento de Algeciras; se construyeron todo tipo de ingenios para derribar los muros de la ciudad. En julio el rey estuvo a punto de levantar el asedio, dada la circunstancia de que Yusuf I había solicitado la paz a cambio de las necesarias parias. Finalmente triunfó entre el consejo del rey la opción de continuar con la conquista, en un momento en el que además las huestes cristianas se vieron incrementadas por la afluencia de caballeros castellanos, navarros, alemanes, ingleses y borgoñones. Pero en el mes de septiembre los ingleses y franceses abandonaron la campaña y el rey de Navarra Felipe III, esposo de Juana II, que había acudido en cabeza de sus tropas, murió en Jerez. En octubre Algeciras pudo ser abastecida gracias a la dispersión del ejército cristiano y un mes después los cristianos apenas tenían víveres. Sin embargo Alfonso estrechó el cerco de la ciudad y cuando estaba dispuesto para el asalto final recibió de Abul Hassan una carta de rendición a cambio de que respetase las vidas de los defensores. El rey aceptó y los acuerdos se firmaron el 26 de marzo de 1344.

Últimos años de reinado

La detención de la Crónica de Alfonso XI después de la conquista de Algeciras impide conocer al detalle los movimientos del rey Justiciero durante los últimos años de su vida. Don Alfonso pasó en Castilla el verano de 1344 y a principios de 1345 se encontraba en Sevilla. Los meses siguientes el rey convocó ayuntamientos o reuniones de ricoshombres en las que se trataron temas sobre todo de índole fiscal, en Alcalá de Henares, Burgos y León. En 1346 Alfonso promulgó en Ciudad Real un importante ordenamiento dirigido a renovar la administración de justicia. Un año después promulgó un ordenamiento similar en Segovia. Ambos fueron el preámbulo del ordenamiento promulgado en las Cortes de Alcalá de febrero de 1348, culmen de la labor legislativa de Alfonso XI. Con el de Alcalá, el rey dotó de coherencia al ordenamiento jurídico castellano, integrado hasta ese momento por una diversidad de fueros, costumbres y privilegios. El Ordenamiento estableció una prelación de fuentes y dedicó títulos a costumbres procesales, regulación de delitos y se establecieron leves innovaciones en el campo del Derecho privado.

Durante los meses siguientes el rey viajó por Aragón, Castilla y Sevilla, donde a comienzos de 1349 comenzó a preparar la conquista de Gibraltar. El asedio al peñón se inició a comienzos de verano y poco después llegó a Castilla la gran peste que el año anterior había diezmado la población europea. Alfonso enfermó y murió sin abandonar el sitio de la ciudad, la primavera siguiente. Su cuerpo fue trasladado a Sevilla y en tiempos de Enrique II fue llevado a Córdoba y enterrado en la iglesia de Santa María. Fue sucedido por su hijo Pedro, que reinó como Pedro I.

Bibliografía

  • SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, J. Alfonso XI: 1312-1350. Palencia, 1995.

  • TORRES FONTES, J. (dir.) "La expansión peninsular y mediterránea. La Corona de Castilla", en Historia de España Ramón Menéndez Pidal, tomo XIII, vol. I. Madrid, 1995.

Bibliografía

  • SÁNCHEZ ALONSO, B.: Historia de la historiografía española, Madrid, 1947.

  • CATALÁN, D., El prosista anónimo del siglo XIV, La Laguna, 1955.

  • CATALÁN, D. y ANDRÉS, Mª S. de, eds.: Gran crónica de Alfonso XI, Madrid, 1976.

  • SNIFF, D.P.: Libro de la Montería, Madison, 1983.

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero