Sandoval y Rojas, Francisco Gómez de. Duque de Lerma (1553-1625).


Retrato ecuestre del Duque de Lerma. Rubens. Museo del Prado. Madrid.

Noble, político, estadista y religioso español del siglo XVII. Valido o privado del rey Felipe III. Nacido en Tordesillas (Valladolid) en 1553 y muerto en Valladolid en 1625. Quinto marqués de Denia, cuarto conde de Lerma y desde 1599 primer duque de Lerma. Fue sucesivamente paje de los príncipes y caballerizo mayor del príncipe de Asturias (futuro Felipe III), virrey de Valencia y valido o privado del rey. Obtuvo también el capelo cardenalicio. En él se daban las tres condiciones que los tratadistas políticos del siglo XVII señalaban como indispensables en el privado o valido: riqueza, nobleza y prudencia.

Linaje y familia

El linaje principal del duque de Lerma procedía de la familia de los Sandoval. El origen y nobleza de la familia se remontaba al conde don Pedro de Palencia, quien a su vez era descendiente de Fernán González, conde de Castilla. Eran naturales y además señores de la localidad de Sandoval, que se encontraba en el partido judicial de Villadiego (Burgos), de donde a su vez tomaron el apellido del linaje. La primera mención histórica de ellos fue realizada en 1124, en un privilegio otorgado a la ciudad riojana de Nájera por la reina doña Urraca. En este documento las confirmaciones fueron realizadas, entre otros, por Fernando Díaz de Sandoval, quien aparecía como rico-hombre de Castilla. El linaje comenzó a dar ilustres personajes en toda la época medieval, como Diego Gómez de Sandoval, quien combatió contra los musulmanes en el reinado de Fernando III el Santo, ya en el siglo XIII. Don Gutierre Díaz de Sandoval fue adelantado mayor de León y además uno de los hombres más significativos durante el reinado del monarca Alfonso X el Sabio. Don Ruy Gutiérrez de Sandoval se distinguió en los combates en que participó en su época de tal modo que alcanzó el grado de alférez mayor del rey. Don Gutiérrez Díaz de Sandoval, murió en 1323 en la batalla mientras servía los infantes don Juan y don Pedro durante la campaña de la tala de la vega granadina. Don Álvaro Gutiérrez de Sandoval, asistió como uno de los personajes principales de la corona de Castilla a la coronación de Alfonso XI. Don Diego Gómez de Sandoval, quien murió en la primera batalla de Nájera. Don Hernán Gutiérrez de Sandoval, fue uno de los más fieles vasallos del rey Juan I y como tal murió en el combate durante la batalla de Aljubarrota contra los portugueses.

En el siglo XV, Diego Gómez de Sandoval ostentó los cargos de mariscal y adelantado mayor de Castilla, y como tal combatió en numerosos enfrentamientos que se dieron contra los musulmanes granadinos, así como combatió en la Corona de Aragón contra el conde de Urgel, que era uno de los aspirantes a la corona frente a Fernando de Antequera. En 1426, cuando Juan II de Castilla llegó a la mayoría de edad, y como recompensa de los servicios que le había prestado, concedió a Diego Gómez de Sandoval el título nobiliario de conde de Castrojeriz, que desde ese momento pasó a ser conocido como conde de Castro. Pero no finalizaron ahí las acciones de este miembro del linaje de los Sandoval ya que intervino en las revueltas nobiliarias castellanas a favor de los infantes de Aragón y falleció en 1454. A él le sucedió en la cabeza del linaje su hijo, Fernando de Sandoval quien fue el segundo conde de Castrojeriz. Este Sandoval, que murió en 1474, bajo el servicio conjunto a los reyes Alfonso V de Aragón y Juan II de Navarra, participó en la batalla naval que estos dieron contra los genoveses. Su hijo don Diego de Sandoval sirvió a los Reyes Católicos con sus huestes que estaban formadas por gentes, parientes y amigos en las guerras de sus Majestades Católicas contra los reyes de Portugal y Granada. Debido a los servicios que prestó en 1484 le concedieron a él y a su familia un nuevo título nobiliario, el de marqués de Denia. Debido a que murió en la localidad burgalesa de Lerma, en 1522, y a que los reyes creían que no habían recompensado suficientemente su labor, concedieron a su hijo y sucesor, Bernardo, el título nobiliario de conde de Lerma, así como el hábito de la Orden de Santiago, que era la más prestigiosa entre las hispanas.

Combatió Bernardo de Sandoval en la guerra de Granada pero además fue miembro en el Consejo de Estado y acompañó a Italia al rey Fernando. Murió en 1536 y fue su hijo y heredero don Luis de Sandoval y Rojas, comendador de Paracuellos en la Orden de Santiago. Éste gozó de la confianza del emperador Carlos y por ello siguió encomendándole la custodia de su madre, la reina Juana I, hasta la muerte de esta en 1555. Su hijo segundo, don Francisco de Sandoval y Rojas, le sucedió en 1570. El rey Felipe II le encomendó la guardia y custodia del príncipe don Carlos, hijo del rey y en principio heredero de la Corona, cuando se le ordenó retirarse en su casa y palacio real de Madrid, pero bajo su custodia el príncipe murió en extrañas circunstancias. Fue además gentilhombre de cámara de su majestad y sucedió a su padre en la encomienda santiaguista de Paracuellos. Por orden del rey visitó en Santander a la nueva reina Ana de Austria cuando llegó a España, para dar la enhorabuena y bienvenida a sus nuevos reinos y señoríos.

En 1574 le sucedió Francisco Gómez de Sandoval que fue el primer duque de Lerma por cédula expedida en 1599 por Felipe III. Su madre era doña Isabel de Borja, quien fue hija del IV duque de Gandía, San Francisco de Borja, y por ello biznieta por esta línea del rey Fernando el Católico, con lo que Fráncisco Gómez de Sandoval y Rojas estaba emparentado, en grado muy lejano, con los monarcas. Era pues uno de los miembros más destacados de la nobleza española cuando se inició el reinado de Felipe III, y tenía tras de sí una larga tradición familiar que se caracterizó por el servicio y trabajo a favor de los monarcas de turno. Lerma fue el continuador de esta tradición en los nuevos tiempos y circunstancias del siglo XVII, en que la nobleza no participó tanto en combates y batallas, como tampoco los propios monarcas, pero sí en las labores de la política y la administración de los estados de la monarquía hispánica.

Primeros años y vida en la Corte

Le crió y educó su tío, el arzobispo de Sevilla don Cristóbal de Rojas Sandoval. Se casó en 1576 con doña Catalina de la Cerda, hija del duque de Medinaceli, que murió en 1603. Como miembro de una de las principales familias nobiliarias recibió desde su juventud puestos en la corte del rey Felipe II. Tenía entonces el título de marqués de Denia y, como grande de España y gentilhombre de la cámara del rey, tenía fácil acceso a las habitaciones privadas del príncipe heredero, con el que inició una relación de gran amistad. El Consejo privado de Felipe II, formado por Cristóbal de Moura, el marqués de Velada y don Juan de Idiaquez, no tardó en darse cuenta de tal circunstancia y avisó al rey. No se supo si para alejarlo de la corte, pero Felipe II nombró en 1592 al entonces marqués de Denia virrey de Valencia. Sin embargo su estancia allí fue breve y pronto volvió a la corte, donde pudo seguir cultivando la amistad del heredero de la corona. Felipe II no debía de tener por peligrosa tal relación de amistad, ya que cuando preparaba la boda de su hijo, nombró a Francisco Sandoval caballerizo mayor del príncipe, a la vez que camarera mayor de la futura princesa a la duquesa viuda de Gandía.

El mismo día que murió el rey Felipe II, el 13 septiembre de 1598, se presentó ante el nuevo rey el ministro don Cristóbal de Moura, quien fue miembro del consejo privado de Felipe II. Entró en la sala con los legajos de los asuntos pendientes para despachar con el nuevo rey Felipe III. El monarca le mandó que dejase allí los papelees y cuando los colocó en uno de los bufetes, encomendó su manejo al marqués de Denia, al que había escogido para que le descansase del peso de la monarquía. Así es como lo contó un testigo privilegiado en la corte de la monarquía hispánica, el embajador de la república de Venecia. Felipe III declaraba, por el simple acto, que había elegido valido.

Apogeo

Don Francisco de Sandoval y Rojas fue el vasallo de más influjo sobre el rey que se conoció en España desde el siglo XV, en el tiempo de don Álvaro de Luna bajo el reinado de Juan II de Castilla. Tuvo, con algunas buenas cualidades, dos vicios destacados: el nepotismo y la avaricia. El aumento que protagonizó de poder y riqueza se inició poco después de la muerte de rey Felipe II. El 18 de diciembre de 1598 juró en la Torrecilla, localidad cercana a Aranjuez, como sumiller de corps y caballerizo mayor del nuevo monarca. Su privanza iba en aumento, y Lerma la asentaba. Para ello alejó de la corte a aquellos hombres que pudieran ponerla en peligro, tal y como hizo con don Cristóbal de Moura y don Rodrigo Vázquez de Arce. El 22 febrero de 1599 falleció el antiguo maestro del rey, don García de Loaysa, dejando vacante la mitra de Toledo. Inició entonces Lerma otra de sus facetas para mantenerse en el poder: conceder puestos a familiares o personas de confianza; así, Lerma dio inmediatamente a su tío don Bernardo de Sandoval y Rojas, quien por entonces era obispo de Jaén, la mitra toledana. En el viaje que el rey y su hermana Isabel Clara hicieron a Valencia para el matrimonio del primero, Lerma hizo que la comitiva real pasara por su villa de Denia, de tal forma que así hizo ostentación de su valimiento. De los gastos que allí hiciera no dejó de sacar fruto. El rey correspondió a los obsequios de los que fue protagonista en Denia con una escribanía en Sevilla, que el valido vendió posteriormente por un valor de 173.000 ducados; igualmente le nombró comendador mayor de Castilla, oficio que tenía una renta de 16.000 ducados. La culminación de estos agasajos a su valido fue cuando sobre el condado de Lerma creó el rey el ducado del mismo nombre.

La generosidad que el rey Felipe III mostró respecto a su valido durante este viaje fue de gran magnitud. Pero esta continuó con posterioridad: así, cuando el nuevo duque de Lerma le dio al rey la buena noticia de la llegada sin novedad de la flota de Indias, el rey le concedió 50.000 ducados. Cuando Lerma estuvo ligeramente enfermo, el rey le envió, con la persona que fue a visitarle en su nombre, un regalo en forma de diamantes que tenían un coste de 5.000 ducados. Pero no solo obtuvo recompensas, títulos y cargos para él. Lerma logró también nombramientos para su familia. Así, para Diego Sandoval, su hijo que después fue conde de Saldaña y que por aquel entonces tenía pocos años de edad, obtuvo la encomienda mayor de Calatrava, y para el otro de sus hijos, Cristobal de Sandoval, marqués de Cea y que posteriormente fue duque de Uceda, logró una plaza de gentilhombre. Para el mismo pensaba por entonces en la obtención de otro cargo fructífero, el de la Contaduría Mayor de Hacienda, aunque esto no hizo que despreciara otros cargos menores y que proporcionaban menor cuantía económica. Así obtuvo títulos y cargos como el señorío del lugar de Purroy, las escribanías de Alicante y la alcaidía del castillo de Burgos, que bien valían 4.000 ducados de renta. Otros familiares de Francisco Sandoval y Rojas, en este caso indirectos, resultaron también igualmente favorecidos con nombramientos, honores y títulos. Uno de sus cuñados fue nombrado virrey de Nápoles, mientras que otro lo fue del Perú. Su yerno, el marqués de Sarría obtuvo una sinecura de 3.500 ducados mientras que para otro yerno, el conde de Niebla, obtuvo el cargo de cazador o montero mayor del rey.

Los duques de Lerma se instalaron en la corte madrileña en el propio Palacio Real y en los mismos aposentos que habían sido ocupado por el rey cuando era príncipe. La reina regaló a la duquesa la carroza que recibiera del duque de Mantua. Pero igualmente recibió obsequios de la villa de Madrid así como de algunos particulares, quienes le dieron joyas y dinero. Con estos regalos, los poetas tuvieron tema para irónicos sonetos, a riesgo de perder la libertad o incluso su vida, aparecieron así las primeras críticas al valimiento de Lerma y al nepotismo y simonía que conllevaba. Para mantener aislados a los monarcas de posibles rivales políticos, el duque de Lerma quiso el cargo de camarera mayor de la reina, que tenía la duquesa viuda de Gandía, para dárselo a la duquesa de Vibona, que era hermana de su mujer. Sin embargo salió al paso un obstáculo inesperado y es que a reina se resistía a este cambio. Sin embargo y debido a las presiones que recibió su entorno la duquesa viuda de Gandía acabó por dimitir con lo que dejó el puesto vacante. Esto dio paso a una nueva manifestación contraria al valido con la manifestación de simpatía que se le hizo a la duquesa el 17 de enero de 1600, el día de su salida de palacio. Lerma constató el desagrado con que los viejos cortesanos presenciaban su encumbramiento y el de su familia. Lejos de aplacarse en su escalada de poder, Lerma actuó de forma casi desafiante: en 1601 hizo que a su tío, para el que ya había logrado el arzobispado de Toledo, se le diera el adelantamiento de Cazorla; en Valladolid compró a los dominicos, por un precio de 80.000 ducados, la capilla mayor de San Pablo, así como su patronato sobre la misma; finalmente, y para desprestigiar a quienes le veían con desagrado, inspiró a uno de sus secretarios, Íñigo Ibáñez, a que escribiese un libelo que circuló mucho. En este escrito se calificaba como de «confuso e ignorante» al gobierno del reinado de Felipe II.

El duque de Lerma acrecentó la oposición a su privanza debido al escándalo que se generó. Por este escándalo el rey mandó averiguar quien fue el autor del libelo, y cuando se supo quien fue se le detuvo pero se le impuso un castigo insignificante ya que fue trasladado al castillo de Burgos, del que era alcaide el propio Lerma, pero además se le dio a cuenta del Tesoro 1.000 ducados para los gastos que se le ocasionaron. Respecto a la capilla de San Pablo, el fin de Lerma era el de hacerse en la capilla mayor una tribuna que comunicara con sus habitaciones del mismo convento. Igualmente quería disponer en ella su sepulcro y el de la duquesa, para la que exigió que se limpiase dicha capilla de las sepulturas que en ella había. En virtud del contrato, los restos del infante don Alonso, hijo de Sancho IV y de María de Molina, y los de otros dos infantes, hijos de Juan II de Castilla, fueron trasladados al monasterio de San Benito el Real. Deseaba Lerma que el entierro ducal, así como el de sus tíos los arzobispos de Toledo y de Sevilla emularan a los de El Escorial, y los contrató con Pompeo Leoni. Este escultor, que había trabajado en la capilla mayor de El Escorial, fue desde Madrid a Valladolid en 1601 para hacer, en yeso, las dos estatuas orantes de los duques, que luego se fundieron en bronce y se colocaron en San Pablo.

Cuando se inició 1602, la fortuna en aumento del duque de Lerma le permitió comprar al marqués de Auñón, por un precio de 120.000 ducados, la villa de Valdemoro, y estaba además en negociaciones ya que quería comprar otros lugares cercanos a Madrid, como los Carabancheles y Getafe. Estas compras eran efectuadas por el duque con el objetivo último de formar un mayorazgo a favor de su hijo don Diego Gómez de Sandoval y Rojas, conde de Saldaña, cuyas capitulaciones matrimoniales, que fueron negociadas en 1603, con Luisa de Mendoza, que era la heredera de la casa del Infantado (véase: duque del Infantado), fueron una prueba del poderío que había alcanzado la casa de Lerma. La hacienda del duque iba en aumento y en el mes de octubre de 1606 el duque le compró al conde de Siruela la villa burgalesa de Roa y su tierra, con el fin de redondear su Estado de Lerma. En 1607 el duque obtuvo un cargo extraño ya que la villa de Madrid tenía que nombrar dos procuradores para las Cortes que habían de celebrarse a partir del 16 de abril. La designación se hacía por sorteo entre los regidores. Lerma lo era en Madrid y su criado Rodrigo Calderón en Valladolid, curiosamente salieron los dos elegidos como procuradores de dichas cortes castellanas. Pero el valido no saciaba su sed de riquezas. En 1607 el ayuntamiento de Valladolid, con licencia real, le dio la villa de Tudela de Duero, donación que fue completada por el mismo monarca cuando concedió en el duque el cobro de las alcabalas y demás derechos de la corona en dicha villa, lo cual proporcionó al duque de Lerma otros 5.000 ducados de renta anual. La villa de Valladolid obtuvo a cambio compensaciones a cargo del Tesoro de la monarquía y así el pago que tenía que hacer de las alcabalas, que estaban concertadas en veinte millones, fue reducido a nueve.

También en 1607 el duque de Lerma adquirió por 600.000 ducados trece lugares cercanos a Cea y Lerma y que tenían en total unos 6.000 vecinos. El precio no fue abonado por Lerma sino que los hubo de pagar la Hacienda Real, por cuenta de ciertas recompensas que, según se dijo, los Reyes Católicos habían prometido a los antepasados del duque. Por aquella época, corría el mes de octubre, se decía por Madrid que el duque, viudo desde 1603, tenía la voluntad de entrar en la Compañía de Jesús o retirarse a un monasterio. En marzo de 1608 el duque fue a visitar los lugares recién adquiridos, pero los vecinos de algunos de ellos, como Santa María del Campo, Torquemada y Tudela, hicieron patente de forma irrespetuosa su descontento con el nuevo señor. La oposición al valido iba en aumento conforme lo hicieron su riqueza y poder. Así, a mediados de julio del mismo año y en los sitios más frecuentados de Madrid, aparecieron de madrugada pasquines en los cuales se incitó a los habitantes de la corte a levantarse contra el tirano que supuestamente tenía esclavizado al rey y que había hundido al pueblo en la miseria. El almirante de Castilla, don Francisco de Mendoza, que era hermano del duque del Infantado, había hecho llegar al rey Felipe III un memorial que parecía extraído de los propios pasquines. Debido a ello el duque de Lerma ordenó la detención del almirante y que se recogieran y confiscasen los papeles de personas que se relacionaban con él, como fue el caso del cronista Antonio de Herrera. En 1610 Lerma, viudo como se dijo desde 1603 y que por entonces tenía unos cincuenta y siete años de edad, proyectó su segundo matrimonio con una mujer hermosa y rica, que además era viuda como él: la condesa de Valencia, que contaba con unos cuarenta años de edad. Los preparativos de boda iban tan adelantados que los reyes hicieron un regalo a la novia 100.000 ducados en bienes de moriscos que habían sido recientemente expulsados del reino de Valencia (en 1609). Sin embargo el novio se arrepintió, la boda se anuló y la condesa quedó muy enfadada.

No se sabe muy bien lo que impulsó a Lerma a anular la boda, desde luego la misma le habría reportado grandes beneficios, y él continuó aumentando su riqueza y poder, así como continuó favoreciendo a sus allegados. En 1609 había comprado en Madrid las casas que lindaban con el convento de las Descalzas franciscas ya que tenía el objetivo de hacer de ellas un gran palacio. En 1610 recibió un legado considerable, que fue estimado en 60.000 ducados, y que le dejó en herencia en su testamento el arzobispo de Zaragoza, que era también tío suyo. En 1613 compró Lerma la villa de Arganda, cercana a la corte. Pero cuando se presentó en la misma a tomar posesión de ella, los vecinos se amotinaron, lo que fue otra muestra de la oposición que su persona suscitaba. Uno de los días más significativos de la vida pública del duque de Lerma fue el 2 de julio de 1614. En esta jornada y en la cumbre de su poder, dio en su huerta de Madrid una gran comida al cardenal de Este y al Nuncio pontificio. La comida fue servida por los propios hijos de Lerma con gran silencio y puntualidad, sin que se oyera otra cosa que la música de una pequeña orquesta.

Caída

En función de un tratado de paz francoespañol, Felipe III había designado en 1615 al cardenal-arzobispo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas, el tío del duque de Lerma, para que llevara a la frontera de Francia a la infanta Ana de Austria, que iba a casarse con el rey Luis XIII. En la frontera, el cardenal-arzobispo recibió a su vez a la princesa Isabel de Borbón, que venia a casarse con el entonces príncipe de Asturias, el futuro Felipe IV. El cardenal alegó su avanzada edad y su frágil estado de salud para que se le eximiera de cumplir dicha misión. La sustitución parecía difícil y además Lerma no quería que tal misión recayera en alguien ajeno a su círculo de influencia por lo que el duque de Lerma se ofreció como voluntario para dicho encargo. El 23 de septiembre de 1615 Felipe III aceptó tal ofrecimiento. Los desposorios por poderes de Ana de Austria y Luis XIII se celebraron en Burgos el día 18 de octubre, a la vez que los que los de Isabel de Borbón con el príncipe Felipe, matrimonio que también se formalizó por poderes. Lerma representó al rey de Francia y el embajador francés a Isabel de Borbón. Estaba cercano el invierno y el rey Felipe III ordenó que ocupara el puesto de Lerma su hijo, el duque de Uceda y marqués de Belmonte. Este encabezó la comitiva que acompañó a la infanta española hasta Behovia, donde a su vez tenía que recibir a la princesa de Francia. El hijo de Lerma cumplió con lucimiento su misión.

Por otra parte don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, que era gentilhombre de la casa del príncipe de Asturias (casa que se convirtió en centro de las intrigas palaciegas), alentó la creciente división entre padre e hijo. Corrió además el rumor de que don Rodrigo Calderón que era confidente de Lerma, ordenó matar a uno de los mensajeros de los rivales de Lerma. Contra Calderón y contra Lerma, clamaban personas respetables, algunas de ellas religiosas, como el padre fray Luis de Aliaga que era el confesor del rey como antes lo había sido del propio Lerma, pero también el predicador padre Florencio y la priora de la Encarnación. Felipe III estaba preocupado por la suerte que pudiera de Lerma, por las resultas de ese proceso judicial. Por eso habló en secreto con el duque de Uceda y le dijo que, si era preciso procesar a don Rodrigo, también lo era salvar a su padre. Desde ese momento Uceda, que lo que realmente quería era que el poder quedase en la facción de su padre y no fuera a parar a manos rivales a las de su familia, quedó como el nuevo valido o privado del monarca. El duque de Lerma no tardó en darse cuenta por lo que solicitó del rey permiso para retirarse de la vida pública a sus posesiones burgalesas. El rey le respondió que lo pensaría pero inicialmente denegó tal solicitud.

Lerma cardenal

El que había sido el poderoso valido del rey se veía, por primera vez, en peligro y para libarse de la justicia ordinaria y con autorización del monarca solicitó un capelo cardenalicio. Como tenía buenas relaciones con la Iglesia, el papa Pablo V le nombró sin tardanza cardenal de San Sixto. Con fin de evitar que fuera nombrado arzobispo de Toledo, al que también aspiraba Lerma por ambicion y conducta, el confesor del rey, fray Luis de Aliaga hizo que el monarca pidiera el cardenalato y esa sede para uno de sus hijos, el infante don Fernando. El capelo cardenalicio le fue concedido a Lerma el 26 de marzo de 1618 y la noticia llegó al rey el 11 de abril. Cuando llegó de Roma el capelo, se lo vistió el duque de Lerma para saludar con los hábitos de nuevo prelado al monarca. Después se retiró algunos días a su huerta, y tras este retiro fue con el soberano a El Escorial. Allí ocurrieron diversos incidentes que obligaron al conde de Lemos, presidente del Consejo de Italia, a dejar este alto puesto, que le fue concedió al conde de Benavente. Era un nuevo triunfo de Uceda y Olivares, que se completó poco después con la salida definitiva de Lerma del entorno cortesanmo. El rey llamó a sus aposentos al prior de El Escorial, fray Juan de Peralta, y le confió la misión de visitar al cardenal-duque y decirle que el rey le concedía el descanso que tantas veces le había pedido, dándole permiso para retirarse, cuando quisiera, a Lerma o Valladolid. El cardenal-duque se despidió del rey, del príncipe y de los infantes y de su hermana la condesa de Lemos, y por la escalera secreta del bosquecillo de San Lorenzo, el 4 de octubre de 1618, salió para Lerma. Ese mismo día se hizo público el valimiento del duque de Uceda, que sucedió a su padre en todos sus cargos y honores. El nepotismo de Lerma no había conocido límites: toda su familia, su hermana, sus tíos, sus hijos, yernos, nietos y biznietos recibieron honores y cargos productivos; el más favorecido correspondió con la máxima ingratitud. Tampoco se olvidaba Lerma de sus amigos, pero al que más ayudó fue a don Rodrigo Calderón, sin embargo la retirada de Lerma arrastró a don Rodrigo, que fue preso y procesado. El duque de Lerma, aunque caído, no fue preso, ni por su hijo Uceda ni con posterioridad por el valido de Felipe IV, el conde-duque de Olivares. Estaba amparado por su condición de cardenal y de presbítero, pues fue ordenado sacerdote y cantó su primera misa en Valladolid, un año más tarde de recibir el capelo cardenalicio. Sin embargo no salió del todo impune ya que se le impuso una fuerte multa como sanción económica así como el destierro. A este respecto el cardenal-duque de Lerma recibió la orden de retirarse a Tordesillas, donde fue confinado y allí cayó gravemente enfermo. Al tener noticia de esto el papa Gregorio XV y del Colegio de Cardenales intervinieron para que se anulase dicho destierro, cuestión que lograron. Tras esto fue autorizado para vivir en Lerma, mientras seguía el expediente que pretendía la devolución a la Hacienda de la monarquía de las riquezas del patrimonio que el duque-cardenal había repartido en donaciones a sus amigos y familiares. El decreto que se dirigió a los jueces especiales que llevaban a cabo la investigación sobre su corrupción hablaba de «cosas depravadas que el cardenal-duque de Lerma hizo despachar en su favor con ocasión de su privanza». El resultado que dio la información del mencionado expediente le fue muy desfavorable. Fue condenado a pagar a la Real Hacienda 12.000 ducados anuales, con los atrasos de veinte años, por las riquezas que adquirió durante el período de tiempo que mandó los designios políticos de la monarquía hispánica. El anciano cardenal no pudo resistir tan duro golpe, y, como su hijo, Uceda, murió en el año 1625.

El reinado de Felipe III

Actuación política

Política exterior

La actuación de Lerma, al frente de los negocios de Estado puede ser considerada como positiva. A Valladolid llegó el 30 de julio de 1600 el embajador de Enrique IV de Francia, conde de la Rochepot, con objeto de ratificar la paz de Verins, y, tras algunos incidentes, la paz quedó ratificada el 27 mayo de 1601. El almirante inglés Howard llegó igualmente a Valladolid el 26 de mayo de 1605. Traía también propósitos pacíficos como era la ratificación el tratado de paz y concordia capitulado y firmado en Londres el 9 de agosto de 1604. Esta ratificación se hizo el 9 de junio de 1605. Con Howard marchó a Londres don Pedro de Zúñiga que tenía como misión sustituir al conde de Villamediana en la embajada de España. En política exterior, la tendencia de Lerma fue siempre pacifista.

En las instrucciones escritas firmadas por el rey pero redactadas por el valido que fueron dadas a Ambrosio Spínola, marqués de los Balbases, en 1606, se le indicaba la conveniencia de llegar a una paz o tregua larga con los holandeses, aunque sin que se notase que tal cuestión era deseada por el gobierno de la monarquía. En las Provincias Unidas las opiniones sobre la conveniencia de la paz estaban divididas aunque finalmente se impuso la de los partidarios de la paz. Ambrosio Spínola firmó un armisticio de ocho meses, e inmediatamente dio lugar a que se iniciaran negociaciones de paz. La injerencia de Enrique IV de Francia y las exigencias de las Provincias Unidas obligaron a prorrogar el armisticio. Los colaboradores de Lerma confesaban la impotencia de España para continuar indefinidamente con el conflicto y el lenguaje que se usaba en la corte era públicamente derrotista. Se celebraron en La Haya entre el 7 de febrero de 1608 y el 9 de abril de 1609 una serie de conferencias, entre los representantes de las Provincias Unidas y los del