Rousseau, Jean Jacques (1712-1778)


Jean-Jacques Rousseau.

Filósofo y escritor suizo, de lengua francesa, nacido en Ginebra en 1712, y muerto en Ermenonville (Oise-Francia) el 2 de julio de 1778. Por su apego al sentimiento y a la naturaleza, es considerado uno de los precursores del Romanticismo. Su pensamiento ejerció fuerte influencia sobre los ideales de la revolución francesa y en favor de la expansión de las ideas democráticas.

Vida y obras.

Tras una infancia en circunstancias poco aptas para el equilibrio emocional, tuvo una vida inquieta y rica en acontecimientos. Huérfano de madre desde el momento de su nacimiento, su padre, de vida errante, lo confió a la custodia de su tío Bernard. A los 18 años se marchó de Ginebra y encontró la protección de Madame Warens, joven viuda, quien le dio al principio cariño maternal, pero que terminaría «tratándolo como a hombre». Tras algunos viajes esporádicos a diversas ciudades de Europa, llegó finalmente a París en 1741. Allí conocería a varios personajes de la intelectualidad, entre ellos a Diderot, que le encargó los artículos de la Enciclopedia dedicados a la música. Se casó con una costurera de escasos alcances, con la que tuvo cinco hijos. Pasados los años, las persecuciones por motivo de sus obras le hicieron deambular por diversos países de Europa, incluido Inglaterra, donde frecuentó la amistad con Hume, con quien no obstante rompería violentamente. De regreso a Francia y preso de manías persecutorias, murió en Ermenoville.

Su temperamento de escritor se reveló al ganar el concurso abierto por la Academia de Dijon con el lema El progreso de las ciencias y de las letras, ¿ha contribuido a la corrupción o a la mejora de las costumbres? Otras obras que sobresalen en su amplia producción son: Discours sur les sciences et les arts (1750), Du contrat social ou principes du droit politique (1762), Emile ou De l’education (novela, 1762), Les confessions (1765), Les rêveries du promeneur solitaire (póstuma, (1789), Discours sur l’origine de l’inégalité parmi les hommes (1755), y Julie ou La nouvelle Héloïse (1761).

Pensamiento filosófico.

Civilización y desigualdad. El pacto social.

En el Contrato social (que aunque apareció después del Discurso sobre el origen de las desigualdades fue escrito antes), Rousseau expone la noción de convenio o acuerdo concertado entre los miembros de la colectividad, cuya finalidad es aunar voluntades para el mayor bien del hombre y su conservación. Lo que el hombre pierde con el convenio en cuanto a su libertad, lo ve compensado con la protección que recibe del establecimiento de las leyes protectoras («estado civil»). La soberanía se fundamenta, según él, en la anuencia de voluntades de los individuos («voluntad general»). Como custodia de esta soberanía fijada en leyes surge el Gobierno, que tiene la finalidad de velar por el cumplimiento de las leyes en beneficio de todos.

La formación del hombre y la comunidad ideal.

En el Discurso sobre el origen de las desigualdades el pensamiento de Rousseau cambia totalmente. La sociedad y su entramado legislativo, lejos de suponer una protección para el individuo, se convierten en germen de desigualdades y de depravaciones. Como principal causa de tal degradación señala la propiedad privada. Para defender su propiedad, el poderoso se unió con otros poderosos, estableciendo leyes que defendieran sus derechos y oprimiendo a los pobres e indefensos. El hombre es bueno por naturaleza, dice Rousseau; es la sociedad la que, al desnaturalizarlo, le malea y le hace infeliz. La solución estará en la vuelta a su estado originario (a la espontaneidad de «el buen salvaje»), donde todo es bueno e incontaminado, porque se siguen naturalmente los dictados certeros del instinto. En su novela Emilio Rousseau imagina a su protagonista educado en el campo, lejos de la comunidad humana, siendo objeto de los principios educativos ideales. He aquí algunos de los principales: Es preciso que el niño no tropiece con inútiles prohibiciones o tropiezos a su libertad; ante las fantasías inmotivadas del niño, se debe oponer una denegación firme y resuelta sin castigos ni reproches; hay que educar mediante la acción, no mediante la palabra, que no tiene ninguna eficacia en la mente del niño; en general, en el proceso educativo nada es enseñable, sino que todo deberá ser «descubierto» por el educando. Otro principio muy importante es el de «perder tiempo». Rousseau subraya la verdad -que más tarde resultará obvia- de que el niño no es un hombre todavía inmaduro, sino un individuo con características propias y cuyo proceso educativo adquiere toda su fuerza en la extrema lentitud del aprendizaje.

Religión.

Sus ideas en torno a la religión las expone en la Profesión de fe del vicario saboyano (inserto en Emilio). Rousseau se confiesa creyente en Dios, a quien se une sentimentalmente. Pero su «fe» no pasa del deísmo, reacio a toda autoridad eclesiástica y a toda institucionalización de esa «fe». En el Contrato, sin embargo, sugiere la conveniencia de que el Estado establezca una «religión civil», depositaria de cierto código moral.

Rousseau recibió las más duras críticas de los defensores de la Ilustración a ultranza por sus ideas en favor del sentimiento. Éstas, en efecto, chocan contra el pretendido imperio de la razón y «culturización» del género humano.