Roosevelt, Franklin Delano (1882-1945).


Franklin Delano Roosevelt.

Abogado y político estadounidense, gobernador del estado de Nueva York (1928-1933) y trigésimo segundo presidente de los Estados Unidos de América (1933-1945). Nació el 30 de enero de 1882, en Hyde Park, Nueva York (estado de Nueva York), y murió el 12 de abril de 1945, en Warm Spring (estado de Georgia). Apodado con el sobrenombre de Champion of the Democracy (‘Campeón de la Democracia’), fue el único presidente de los Estados Unidos en asumir cuatro veces consecutivas la presidencia (1933, 1936, 1940 y 1944). Su programa político, conocido con el nombre de New Deal (‘Nuevo Trato’), se articuló en respuesta a la Gran Depresión, por el que el Gobierno federal formaba parte activa del proceso de recuperación económica y social. Heredero de las posturas aperturistas de Woodrow Wilson, Roosevelt abandonó el tradicional aislacionismo político como consecuencia del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Infancia y juventud

Primo segundo del presidente Theodore Roosevelt (1901-1909), Franklin Delano Roosevelt nació en el seno de una familia acomodada neoyorquina, de origen holandés, afincada en América desde mediados del siglo XVII. Su padre, James Roosevelt, era terrateniente y administraba varias sociedades, mientras que la familia de su madre, Sarah, poseía minas y una flota de barcos mercantes. Desde muy joven recibió una educación esmerada. A los catorce años ingresó en el Grotow Law School de Massachusetts, centro elitista similar al exclusivo Eton británico. Cuatro años más tarde, en 1900, se matriculó en la Universidad de Harvard para estudiar la carrera de Derecho. El último curso lo acabó en la Universidad de Columbia. Se graduó en el año 1904. El 17 de marzo de 1905, Roosevelt contrajo matrimonio con Eleanor Roosevelt, prima de su padre y sobrina del presidente Theodore Roosevelt, líder del Partido Republicano, con el que Roosevelt no llegó nunca a congeniar. Eleanor ejerció una influencia decisiva en la futura carrera política de su marido, al que convenció para que dedicara sus esfuerzos en proteger a las clases más desfavorecidas.

Prometedores comienzos políticos

En vista del poco interés que sentía por los asuntos jurídicos, Roosevelt abandonó muy pronto su labor como abogado y aceptó, en el año 1901, la propuesta de los demócratas neoyorquinos para presentarse a las elecciones al Senado del estado de Nueva York. Invirtió una gran suma de dinero en una campaña frenética que le llevó a recorrer las granjas rurales montado en su llamativo Ford-T de color rojo, presentándose como un candidato progresista, estrategia que no le pudo salir mejor, ya que ganó las elecciones con más de 1.000 votos de diferencia sobre sus oponentes. Una vez en el Senado estatal, Roosevelt obtuvo la presidencia de la Comisión de Bosques, Caza y Pesca, en la que llevó adelante un gran número de reformas y se significó por la defensa total de los intereses de los granjeros empobrecidos del estado.

Durante la Convención Nacional del Partido Demócrata del año 1912, apoyó sin reservas la candidatura a la presidencia del progresista Woodrow Wilson, ya que ambos coincidían básicamente en aspectos fundamentales como el rechazo al mundo de la gran banca y al aumento del poder de los poderosos trust financieros. Una vez que Wilson salió elegido presidente, éste le agradeció los servicios prestados durante la campaña nombrándole secretario adjunto de la Marina, cargo que ostentó hasta la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, y en el que se curtió definitivamente en el proceloso mundo de la política de Washington, además de establecer una estrecha colaboración con su jefe de filas, el senador Josephus Daniels, con el que llevó a cabo una serie de reformas dentro del departamento.

Cuando Wilson decidió retirarse de la política, Roosevelt fue nuevamente instigado por sus partidarios para presentarse como candidato demócrata a la vicepresidencia, acompañando al líder de los demócratas James Cox. Por contra, la victoria acabó del lado de la candidatura republicana, encabezada por Warren Gamaliel Harding (1921-1923), acompañado en la vicepresidencia por Calvin Coolidge (1923-1929). No obstante, Roosevelt supo sacar provecho de la derrota: cambió desde ese momento su forma de darse a conocer.

Tras la derrota, Roosevelt pasó algunos años entregado al mundo de la empresa privada y alejado de la política activa; se dedicó a varios negocios de naturaleza especulativa en los que no demostró tener la misma habilidad que le caracterizaría en política. Poco antes de cumplir los cuarenta, la tragedia personal se abatió sobre Roosevelt. En agosto del año 1921, sufrió un ataque repentino de poliomielitis que le mantuvo varias semanas al borde de la muerte. La enfermedad le mantuvo completamente paralizado los dos primeros años y le dejó inválido para el resto de su vida.

Con una enorme dosis de voluntad, optimismo y ganas de superación, Roosevelt pudo salir adelante y rescatar una carrera política que ya parecía condenada al fracaso, gracias sobre todo a la ayuda y tesón de su mujer Eleanor, que fue la persona que más le apoyó y creyó en él, aparte de encargarse de mantener vivos los contactos entre la cúpula demócrata y su esposo mientras éste se recuperaba, a marchas forzadas, en el balneario de Warm Spring. Por fin, tras siete largos años de lucha personal contra la adversidad, Roosevelt volvió a la arena política ante el entusiasmo y la admiración de propios y extraños.

Roosevelt gobernador de Nueva York

A pesar de las dudas suscitadas por su invalidez, Roosevelt decidió presentarse como candidato a la gobernación del estado de Nueva York en 1928. Demostró en una espectacular campaña electoral, en la que su encanto y capacidad de persuadir a la opinión pública brillaron por encima de todo, que no había perdido su antigua vitalidad. Aunque los demócratas volvieron a salir derrotados en las elecciones presidenciales por el candidato republicano Herbert Hoover (1929-1933), Roosevelt logró imponerse en las elecciones a la gobernación con un margen de votos cercano a los 25.000.

Durante los cuatro años al frente del estado, cimentó su reputación de político progresista y preocupado por las clases más empobrecidas gracias a un ambicioso programa de reformas sociales que se reveló muy pronto como el más idóneo para hacer frente a los años críticos de la Gran Depresión. El canal utilizado para llevar a cabo sus planes fue la creación del Temporary Emergency Relief Administration (‘Agencia de Socorro en Emergencias Temporales’). Así mismo, para reforzar más la eficacia de su gestión, Roosevelt reunió en torno suyo a un equipo de colaboradores, el famoso Brain Trust (‘Grupo de Cerebros’), grupo de profesores y expertos de la Universidad de Columbia encargado de elaborar un plan global de acciones y medidas de choque contra la crisis, cuya principal característica era la intervención directa del Gobierno estatal.

El camino hacia la presidencia

Su primer período en la administración, con un balance totalmente positivo, le posibilitó ganar la reelección del cargo en las elecciones del año 1930, esta vez con un margen de votos sobre su oponente cercano a los 725.000. Roosevelt se limitó a seguir aplicando sus medidas de salvación a la par que se preparó para acudir a la próxima Convención Nacional del partido, que se celebró en Chicago, en el año 1932, en la que habría de salir elegido candidato demócrata a la presidencia por amplia mayoría de los asistentes, en detrimento del líder del partido, Al Smith.

La campaña de Roosevelt fue modélica y repleta de dinamismo e imaginación a la hora de encontrar los medios para llegar al mayor número posible de electores, en contraste con la del líder republicano, el todavía presidente Herbert Hoover, terriblemente desgastado y odiado por el pueblo como consecuencia de la Gran Depresión. Las elecciones, celebradas el 8 de noviembre de 1932, supusieron un rotundo éxito para Roosevelt, que consiguió cerca de veintitrés millones de votos frente a los quince millones alcanzado por su rival.

La presidencia de Franklin Delano Roosevelt

Cuando Roosevelt ocupó el cargo, el 4 de marzo de 1933, la situación social y económica del país no podía ser peor, ya que en los cuatro meses transcurridos entre la elección y la toma de posesión la economía volvió a caer en picado, lo que se tradujo en un aumento alarmante del desempleo, en una bolsa de valores totalmente hundida, con miles de bancos inmersos en un proceso de quiebra irreversible (38 estados habían proclamado el cierre bancario indefinido) y con los precios de los productos agrícolas muy por debajo del coste de producción.

Política interna. El New Deal de Roosevelt

En el discurso inaugural de su toma de posesión, Roosevelt no adelantó propuestas específicas, pero sí dio satisfacción a los anhelos nacionales de esperanza y recuperación al afirmar confiado que «a los único que debemos tener miedo es al miedo mismo», confirmando con semejantes palabras la capacidad del Estado para enfrentarse con éxito, ganas y garantías al período crítico que el que estaba atravesando el país. Por primera vez, la política de un presidente estadounidense se tiñó de un innegable contenido social y hacía hincapié en desarrollar la igualdad de oportunidades bajo la tutela directa del Estado federal. Se consagraba la práctica política consistente en un moderado intervencionismo frente al salvaje individualismo liberal de antaño.

Durante sus primeros cien días de presidencia (los famosos «cien días de Roosevelt»), el presidente dejó atónitos a todos con su furor legislativo, además de por el consiguiente cambio de estilo, de un intervencionismo jamás visto hasta la fecha, permanentemente asesorado por su «trust de cerebros».

El objetivo consistió en mejorar el poder adquisitivo de las clases trabajadoras y agrícolas, a la vez que se buscaba la confianza de los banqueros. El Congreso fue literalmente acribillado por Roosevelt con mensajes, propuestas y proyectos de ley, medidas todas que fueron aprobadas en un tiempo récord y que afectaban a todo tipo de temas y problemas endémicos del país: el subsidio de desempleo, la industria, la agricultura, el trabajo, el transporte colectivo, la Banca y la moneda.

Para solucionar el fracaso del sistema bancario, Roosevelt sacó adelante la Emergency Relief Administration Act (‘Ley de Emergencia Bancaria’), por la que se dictó la reapertura de los bancos, dio al Tesoro Público la facultad exclusiva de emitir moneda e impedir el acaparamiento del oro, el abandono del viejo patrón oro y fomentar la necesaria devolución del dólar.

La siguiente medida de talla fue la aprobación de la Civilian Conservations Corps Act (‘Ley del Cuerpo de Conservación Civil’), de finales de 1933, por la que se creó una organización que recogía a jóvenes sin empleo para trabajar en proyectos de conservación. El éxito de la medida lo atestigua el hecho de que, al ponerse fin a estas campañas, dos millones y medio de jóvenes habían pasado por ella y se habían replantado casi 8 millones de hectáreas y se habían construidas varias presas.

El 12 de mayo, se aprobó la siguiente medida, la Federal Emergency Refief Administration Act (‘Administración Federal de Ayudas Urgentes’), por la que se establecía un fondo de 500 millones de dólares, que con el tiempo ascendieron a los 5.000, para favorecer la realización de obras públicas o de interés ciudadano. Cuando el dinero de la FERA se agotó, fue sustituida por la Public Works Administration (‘Servicio de Obras Públicas’), creación de nuevo cuño formada para supervisar todas esas realizaciones que, bajo la dirección del secretario del Interior Harold Ickes, construyó escuelas, juzgados, hospitales, presas, puentes, carreteras, edificios públicos de todo tipo, etc.

Innovación más espectacular si cabe fue la desarrollada por el programa Tennessee Valley Authority, elaborado también en el año 1933, llamado a convertirse en uno de los mayores logros del New Deal, por el que se proyectó sobre el área deprimida del río Tennessee la construcción de presas y plantas hidroeléctricas para proporcionar electricidad barata. Incluía también el control de inundaciones, reclamaciones de tierras, reforestación, realojamiento, con lo que se lograba una mayor diversificación en la economía sureña.

Por la Agricultural Adjustment Act (‘Ley de Ajuste Agrario’), de 1933, Roosevelt intentó elevar los precios agrícolas recortando la producción. Los granjeros y ganaderos que aceptaron reducir la producción de sus cosechas y cabezas de ganado fueron recompensados con fondos estatales procedentes de los impuestos sobre los productores de productos agrícolas específicos.

El 16 de junio, Roosevelt y su equipo sacaron adelante la National Industrial Recovery Act (‘Ley de Recuperación Nacional Industrial’), con el propósito de impedir la ruinosa competencia de precios entre los comerciantes e industriales y la explotación de mujeres y niños en pequeños talleres artesanales. Para ello, se creó el National Recovery Administration (‘Administración de Reconstrucción Nacional’). La NRA también legitimó la negociación colectiva de los trabajadores por sectores, imprimiendo un ímpetu extraordinario al movimiento sindical.

En la misma línea de fortalecer la banca, se aprobó la Glass-Steagall Act, por la que se extendió el sistema de Reserva Federal, se posibilitó a los bancos participar en negocios de inversión y se creó la Federal Bank Deposit Insurance Corporation (‘Sociedad Federal de Seguros sobre Depósitos Bancarios’), para garantizar los depósitos individuales de menos de 5.000 dólares. La estricta regulación de la emisión de valores bursátiles, reforzada por la aprobación de la Securites and Exchange Commision (‘Comisión de Bolsa y Valores’), del año 1934, obligaba a la plena divulgación de la información sobre nuevas emisiones de valores, circunstancia que provocó el desencanto de los grandes empresarios y agentes financieros que comenzaron a hacer un frente común contra la política económica demasiado intervencionista de Roosevelt. Por último, en el año 1935, Roosevelt sacó adelante la social Security Act (‘Ley de Seguridad Social’), por la que se creó un sistema nacional obligatorio de pensiones y un sistema federal estatal conjunto de seguros de desempleo, ambos financiados mediante deducciones salariales y aportaciones empresariales.

Pero, a pesar de sus incuestionables éxitos, Roosevelt sufrió su primera derrota al enfrentarse al Poder Judicial, es decir, al Tribunal Supremo, dominado por los republicanos y los grupos de poder, contrarios a las «excentricidades económicas» del presidente. El 27 de mayo de 1935, el Tribunal Supremo invalidó la NRA por inconstitucional, ya que iba en contra de la autonomía comercial de los estados. El 6 de enero de 1936, la AAA (Agricultural Adjustment Act) siguió el mismo camino. Aun así, Roosevelt siguió imperturbable y con el mismo dinamismo sus reformas sociales y económicas, con las que, a pesar de contar con escaso apoyo por parte de la prensa especializada y de los círculos políticos, volvió a ganar las elecciones presidenciales del año 1936 al candidato republicano Alfred M. Landon, hecho que volvió a repetir en las de 1940 y 1944 frente a los candidatos Wendell L. Wilkie y Thomas Dewey, respectivamente. Sin duda alguna, la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, seguida de la participación de Estados Unidos en la misma, ayudaron a apartar la atención de todas las fuerzas políticas del país de los problemas internos para pasar a prestársela a la política exterior.

Política exterior

Partidario en un principio de las ideas intervencionistas de su referente político, el anterior presidente Woodrow Wilson, una vez que fue elegido presidente, Roosevelt se inclinó por apoyar al poderoso sector aislacionista de su partido, temiendo que un enfrentamiento interno pudiera poner en peligro su plan del New Deal. Para reafirmar ese aislacionismo triunfante, el Congreso aprobó entre los años 1935 a 1937 tres leyes sobre la neutralidad, las Neutrality Act, por las que se prohibía al Gobierno de los Estados Unidos apoyar o censurar a cualquier país que se encontrase en una situación beligerante, ya fuera agresor o agredido, además de aplicar una serie de embargos. La medida adoptada permitió, por ejemplo, que Mussolini invadiera Etiopía, en el año 1935, sin la más mínima protesta estadounidense, o también la no inclusión del país en la Sociedad de Naciones.

En relación con América Latina, Roosevelt adoptó una línea política basada en la «buena vecindad», con la que llevó todavía más lejos la política de gradual retirada emprendida por los presidentes Calvin Coolidge y Herbert Hoover: concedió la plena independencia a Cuba, en 1934, y dos años después a Panamá; en 1936 mandó evacuar de la isla de Haití a todas las tropas militares de ocupación; y, por último, permitió una serie de confiscaciones nacionalistas de varios países sudamericanos sobre productos e industrias estadounidenses instalados en sus territorios. El propósito de Roosevelt no era otro que contrarrestar una más que posible influencia alemana e italiana en las repúblicas vecinas del sur, por lo que debía esforzarse por encontrar vías de colaboración económicas y políticas con estos países, tal como hizo participando activamente, como un miembro más, en las conferencias panamericanas de Montevideo, en 1933, de Buenos Aires, en 1936, y, por último, de Lima, en 1938.

Sólo cuando el zarpazo nazi sobre Europa se hizo evidente, Roosevelt empezó a tomar en serio la necesidad de entrar en la guerra, decisión a la que contribuyó el peligroso movimiento expansionista japonés por el Pacífico, el cual ponía en serio peligro los intereses estadounidenses en la zona. A pesar de las leyes de neutralidad, Roosevelt pudo convencer al Congreso para votar una ley que autorizaba la venta de armamento a los países en guerra que pudieran pagarlo al contado y transportarlo. A medida que Adolf Hitler llevaba a cabo sus planes de invasión por toda Europa, Estados Unidos fue cediendo progresivamente en su postura aislacionista hasta convertirse prácticamente en el arsenal de las fuerzas aliadas europeas, sobre todo a partir del 11 de marzo de 1941, fecha en la que se aprobó la Lend-Lease Act (‘Ley de Préstamos y Arriendo’), para ayudar financieramente a Gran Bretaña en su resistencia contra la Alemania nazi. El ataque japonés a Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941, acabó por romper cualquier reparo de los aislacionistas. Al día siguiente, el Congreso en bloque, con tan sólo un voto en contra, declaró la guerra a Japón. Tres días después, como era de prever, Alemania e Italia, conjuntamente, declararon la guerra a los Estados Unidos.

Roosevelt y la Segunda Guerra Mundial

A partir de la declaración de guerra, Roosevelt redobló sus responsabilidades al erigirse en el principal coordinador de los esfuerzos bélicos de los aliados. Todos sus esfuerzos se encaminaron a establecer y reforzar los lazos entre los aliados. En agosto de 1941, se reunió con el primer ministro británico, Winston Churchill, de cuya conversación salió la Carta del Atlántico, que establecía las bases ideológicas que más tarde inspiraría la carta fundacional de las Naciones Unidas. Dos años más tardes, en enero de 1943, ambos políticos volvieron a encontrarse en la Conferencia de Casablanca, en la que aprobaron la doctrina de rendición incondicional de las potencias totalitarias con vistas a evitar un futuro resurgimiento militar alemán. Posteriormente, en la Conferencia de Quebec, de agosto de 1943, los aliados planificaron el desembarco de Normandía, y en la de Moscú, de octubre del mismo año, la creación de una organización internacional capaz de asegurar la paz mundial una vez finalizado el conflicto. Esta última cuestión sería abordada con mucha más profundidad y realismo en la Conferencia de Yalta, en febrero de 1945, en la que Roosevelt y sus homólogos, Churchill y Stalin, pusieron las bases de la futura ONU como única garantía para preservar la paz. En Yalta, Roosevelt, decidido a evitar cualquier roce con la URSS (a la que previamente había reconocido oficialmente en el año 1933), permitió un sustancial desplazamiento de las fronteras polacas hacia el oeste en favor de la URSS y cedió los Balcanes a la influencia soviética, junto con los ferrocarriles transmanchurianos, el sur de la península de Sajalín y las islas Kuriles.

Declive físico y muerte

Pese a su decisiva participación en los asuntos internacionales, lamentablemente Roosevelt no pudo ver el fin de la guerra ni presenciar la victoria en la que tanto esfuerzo había derrochado. Víctima de una degradación física irreversible que le obligó a recluirse en Warm Spring tras la Conferencia de Yalta, el 12 de abril de 1945 falleció como consecuencia de una hemorragia cerebral. Con él desapareció el presidente más amado y a la vez más odiado de la historia de los Estados Unidos. Sus restos mortales fueron instalados en los jardines de su residencia familiar en Hyde Park, junto al río Hudson, tal como era su último deseo.

Probablemente, Roosevelt ha sido el presidente de Estados Unidos más importante del siglo. Cambió la esencia misma de la política estadounidense, ampliando el papel del Gobierno federal y garantizando así un marco estable para un desarrollo económico y social más equilibrado que permitiera elevar al país al primer puesto en la política mundial.

Bibliografía

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C. Herráiz García.