Pedro II, Rey de Portugal (1648-1706).
Rey de Portugal, nacido en Lisboa el 26 de abril de 1648 y muerto en Coimbra el 9 de diciembre de 1706.
Hijo tercero de Juan IV de Portugal y de Luisa de Guzmán, en 1662 fue apartado por su madre de los malos ambientes en que se movía su hermano, el rey Alfonso VI, con la entrega de una casa y unos bienes en Queluz, en las posesiones del Infantado. Esta situación permitió al partido contrario al conde de Castelo-Melhor, principal ministro del rey, aglutinarse en torno al infante don Pedro, para preparar la eliminación del valido de los ambientes políticos y la deposición del rey, que había mostrado su incapacidad para el gobierno.
Ya se había barajado la posibilidad de casar al infante don Pedro con María Francisca Isabel de Saboya, que finalmente casó con Alfonso VI, pero de la que parece ser que el infante se enamoró nada más conocerla. El conde de Castelo-Melhor se había dado cuenta del peligro que significaba la connivencia de los dos cuñados, ya que la reina había mostrado su voluntad de participar activamente en la política del reino, así que el ministro convenció al rey para que apresurara el matrimonio de su hermano con Madmoiselle de Bouillon, sobrina del mariscal de Turenne, pero don Pedro se negó en rotundo al casamiento y pidió permiso al rey para abandonar la corte. Sin embargo don Pedro y la reina siguieron manteniendo relación gracias al marqués de Marialva. El infante acusó al ministro de haber querido envenenarle y exigió que el valido fuese castigado, pero como el rey se negó, don Pedro decidió exiliarse a Trás-os-Montes y sólo regresó a Lisboa después de que el ministro y el rey fuesen depuestos por el Consejo de Estado (1 de enero de 1668). En las Cortes del 27 de enero don Pedro fue jurado heredero del reino y nombrado regente, título que conservó hasta la muerte del depuesto Alfonso VI en 1683.
Desde finales de 1667 la reina había comenzado a solicitar la nulidad de su matrimonio con don Alfonso, declarando que seguía doncella y que el rey era incapaz de dar un heredero a Portugal y manifestando sus deseos de volver a Francia y de recuperar su dote. Comenzado el proceso de nulidad matrimonial, muchos preconizaron el matrimonio de doña María Francisca Isabel con el infante don Pedro, como medio de que las riquezas que habían constituido su dote permaneciesen en Portugal. El matrimonio por poderes entre ambos tuvo lugar en el palacio de Ribera el 28 de marzo de 1668, siendo el marqués de Marialva el procurador del príncipe y el duque de Cadaval el de la reina. En 1669 el nacimiento de la infanta doña Isabel aseguró la sucesión de don Pedro.
El regente mantuvo preso a don Alfonso hasta su muerte, primero en el propio palacio, después en la isla Terceira y por último en Sintra, donde murió. Durante el cautiverio de don Alfonso en las Azores fue descubierta una conspiración en Lisboa (1673) cuyo objetivo era liberar al depuesto rey, trasladarlo a España y hacerlo casar con la reina viuda, justificando de esta forma una eventual conquista de Portugal por los españoles; la conjura fue abortada con el encarcelamiento de los responsables. A la muerte de don Alfonso don Pedro fue jurado rey de Portugal.
A finales de 1683 falleció la reina doña María Francisca y un año después Pedro II contrajo segundas nupcias con doña María Sofía Isabel de Saboya Neuburgo (11 de agosto). De este matrimonio nacieron: el príncipe don Juan, que sólo vivió un mes; el príncipe don Juan, que sucedió a Pedro II como Juan V; los infantes don Francisco, don Antonio y don Manuel y las infantas doña Francisca y doña Teresa; el rey tuvo además tres hijos bastardos que legitimo: don José, don Miguel y doña Luisa. En 1692 regresó a Portugal la princesa doña Catalina, hermana del rey, que asumió la regencia de Portugal mientras don Pedro partió para dirigir las operaciones de la Guerra de Sucesión en España (1704) y cuando éste enfermó de gravedad (1705). Pedro II fue enterrado en el panteón de San Vicente.
La Guerra de Sucesión de España
A finales del siglo XVII ninguno de los matrimonios de Carlos II de España había dado sucesión, por lo que empezaron a surgir en Europa pretendientes a la Corona española y entre ellos estaba en propio Pedro II de Portugal, pero además se presentaron las candidaturas del delfín de Francia y el emperador Leopoldo de Austria. Habría que tener en cuenta que la inmensa sucesión española abarcaba importantes territorios tanto en Europa como en América y Oceanía. A la muerte de Carlos II (1 de setiembre de 1700), Pedro II aceptó su testamento, que ofrecía la Corona española al nieto de Luis XIV, Felipe, duque de Anjou, que reinó como Felipe V. La designación de éste rey dividió Europa en dos bandos, que se enfrentaron: por una parte se pusieron del lado del emperador, Guillermo III de Inglaterra, el rey de Holanda y casi todos los príncipes alemanes; Portugal, en cambio, firmó dos tratados de alianza (18 de junio de 1701), uno con Francia y otro con España. Pronto comenzaron las presiones sobre Portugal para que el rey abandonase la alianza con Luis XIV y Felipe V; desde finales de 1702 los embajadores inglés y holandés negociaron en Lisboa la entrada de Portugal en la Gran Alianza, lo que llevó en mayo de 1703 a la firma de dos nuevos tratados que ponían a Pedro II del lado del archiduque Carlos de Austria: uno de alianza defensiva entre Portugal, Inglaterra y Holanda; y otro de alianza ofensiva y defensiva, en el que a las citadas naciones se unía el Imperio. En el caso de que el archiduque fuese coronado, Pedro II obtendría las plazas de Badajoz, Valencia, Alcántara, Tui, Guardia y Alburquerque, además de posesiones en el Río de la Plata. Por el tratado de Methuen (1703), Portugal se convirtió en una colonia británica y ese fue el comienzo de la decadencia política y económica del país.
El 30 de abril de 1704, Felipe V declaró la guerra a Portugal y comenzó las operaciones bélicas con ataques sobre Beira y Alentejo. Tras unas primeras victorias de las tropas franco-españolas, comandadas por el duque de Berwick y por el propio Felipe V, los portugueses, bajo el mando del marqués de Minas, recuperaron territorio. Pedro II, reunido con el archiduque Carlos, proclamado ya como Carlos III, insistió ante éste y ante los generales Galloway y Fagal (inglés y holandés, respectivamente), de que se debía proseguir la ofensiva con más energía, pero sólo el marqués de Minas apoyó la decisión del monarca portugués, lo que llevó a éste a ordenar a las tropas lusas que se retirasen a los cuarteles de invierno. Pedro II entregó el mando de las tropas al marqués de Minas y éste inició el camino de Madrid, al tiempo que Carlos III y el general Peterborough habían marchado a Cataluña para atacar a Felipe V. Antes de llegar a Madrid, el marqués de Minas había logrado la proclamación de Carlos III en Coria, Plasencia, Salamanca y otras ciudades. El conde de Vila Verde, que comandaba la avanzada del ejército portugués, llegó a Madrid el 25 de julio de 1706 e hizo proclamar al pretendiente austriaco.
A pesar de estas victorias, la causa de Felipe V había tomado un carácter nacional en España y, en el momento que las tropas portuguesas fueron abandonando las diferentes ciudades, en éstas se volvió a proclamar al pretendiente francés y la población se sublevó, cortando las comunicaciones entre Portugal y los aliados y entre éstos y el ejército que se encontraba en Aragón. El archiduque Carlos se vio obligado a retroceder a Valencia y entretanto murió el rey portugués.
Problemas económicos
Durante el reinado de Pedro II la situación económica en las colonias de Oriente siguió empeorando, entre otras causas por las persecuciones de la Inquisición hacia los indígenas y por las luchas entre las órdenes religiosas. Los mercaderes de la India y los musulmanes comenzaron a cerrar tratos con ingleses y holandeses, más permisivos hacia las costumbres religiosas de los indígenas, mientras que la Inquisición portuguesa recrudecía sus persecuciones y, a partir de 1650, realizó actos de fe. Los gobernadores interinos de la India escribieron en varias ocasiones al monarca para pedirle que tratase de poner fin a las luchas entre las distintas órdenes religiosas, constituyendo estas luchas el principal escollo para el gobierno efectivo de la colonia.
A partir de 1649 Portugal comenzó a crear en Brasil compañías de comercio al estilo de las holandesas. Con la creación de la Compañía General de Comercio se sustituyó el monopolio de la metrópoli por el de una compañía particular, controlada en su mayor parte por ingleses, lo que puso el comercio portugués en manos de extranjeros. Los cuatro productos sobre los que se estableció el monopolio fueron el bacalao, el trigo, el vino y el aceite. La segunda compañía de comercio, creada en la época de Pedro II fue la Companhia do Comercio do Maranhao, cuyos abusos provocaron una revolución que, a pesar de unos triunfos iniciales, se extinguió por sí misma cuando los amotinados perdieron el entusiasmo. El rey envió una expedición restauradora al mando de Gomes Freire de Andrade.
El otro principal problema que surgió en Brasil durante el reinado de Pedro II fueron los enfrentamientos entre los jesuitas y los colonos a causa de la esclavización de los amerindios y las dificultades económicas derivadas del tratado de Methuen. A instancias de Lisboa se realizaron hasta finales del siglo XVII exploraciones para encontrar oro, las más importantes de las cuales fueron las encabezadas por Fernando Dias Pais y Manuel Borba Gato. El tratado de Methuen, firmado en Lisboa el 27 de diciembre de 1703, fue un medio de salvar Brasil de la expansión imperialista inglesa, pero a raíz de su firma todos las ventajas del monopolio portugués pasaron a los ingleses.
Bibliografía
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VIANA, H. Capítulos de Historia luso-brasileña. Lisboa, 1968.