Nietzsche, Friedrich Wilhelm (1844-1900).
Pensador alemán, contradictorio y apasionado, que contrapone al frío racionalismo de la filosofía occidental, y a la moral cristiana, la fe en el «eterno retorno de lo igual» y en el «superhombre», como meta final de la historia. Aun en medio de las diversas interpretaciones de que ha sido objeto, aparece en la historia como un adelantado testimonio de la crisis contemporánea de la cultura burguesa.
Datos biográficos
Hijo de un pastor protestante, Nietzsche nació en Röcken (Prusia). Cuando sólo contaba cuatro años, murió su padre y poco después su hermano. Realizó sus estudios en las universidades de Bonn y Leipzig. En esta última ciudad leyó por primera vez El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, que habría de causarle honda impresión. En 1867 fue llamado al servicio militar, del que sería retirado a causa de una traumática caída de caballo. Aún no había cumplido 25 años cuando fue nombrado profesor de lengua y literatura griega en la universidad de Basilea, ciudad en la que trabará honda amistad con Wagner, cuya música influyó en su pensamiento, pero con el que romperá más tarde. Se verá obligado a abandonar su cátedra por quebrantos de salud, en 1879. A partir de entonces, y gracias a una módica pensión que le pasaba la universidad, viajó por Suiza, Italia y Túnez. En una de sus estadías en Roma, sufrió un fracaso sentimental cuando la rusa Lou Andre-Salomé, rechazó su propuesta de matrimonio. En 1889, estando en Turín, se vio aquejado por una grave crisis de locura. Por intermedio de uno de sus amigos, fue internado en una clínica de Basilea, donde se le diagnosticó «reblandecimiento cerebral». Su madre, y, tras la muerte de ésta, su hermana le prodigaron cuidados durante sus once años de postración. Finalmente murió en Weimar. El motivo de su parálisis cerebral parece ser se debió a la evolución de una antigua sífilis, aunque otros creen pudo ser efecto de un mal hereditario.
Su obra y su pensamiento.
La obra de Nietzsche se puede encuadrar en la corriente vitalista, y se presenta, conscientemente, asistemática e intuicionista, pues para él toda sujeción a sistema es una trampa para la razón. En el trasfondo de influencias se halla el evolucionismo de Darwin (más como sentido que como letra), y el concepto schopenhaueriano de la «voluntad», que en Nietzsche pierde el tono pesimista de Schopenhauer, y se convierte en voluntad de poder.
En la obra de Nietzsche se pueden observar tres etapas. A la primera de estas etapas corresponden las obras: El origen de la tragedia (1872) y Consideraciones extemporáneas (1873-76). En la primera propone una interpretación nueva del clasicismo y, en consecuencia, una nueva noción de decadencia. El clasicismo griego se compone de dos fuerzas contrapuestas: lo dionisíaco (simbolizado en Dionisos, dios báquico) es la exaltación de la vida, la embriaguez, el frenesí, la afirmación de la existencia más allá de la razón, y lo apolíneo, (personificado en el dios Apolo), que representa el equilibrio, la medida, la claridad, la forma, la idea reguladora (véase Apolíneo y dionisiaco). Los dos impulsos se combinan en Esquilo y Sófocles con predominio de lo dionisíaco. La llegada de Eurípides («el sacrílego») supone la irrupción de lo apolíneo, que al interiorizar e intelectualizar los temores del alma griega, inicia la decadencia. Lo mismo sucede en filosofía con Sócrates y Platón. El pensamiento platónico, al establecer el mundo de las Ideas separadas, inicia el camino del dualismo, que después la religión judeo-cristiana llevará a extremos para Nietzsche intolerables. Esta nefasta pujanza de la razón contra la vida, a la que frena su expansión sin límites, es uno de los grandes males que la filosofía griega ha infligido a la civilización occidental, lastrada de «racionalismo». Podemos considerar esta primera etapa como afín al romanticismo, representado por la música de Wagner anterior a Parsifal. Para Nietzsche, esta obra significa la claudicación de Wagner ante el cristianismo, por eso romperá con él y lanzará contra él todo tipo de improperios.
En la segunda etapa, a la que pertenecen Humano, demasiado humano (1878), Aurora (1881) y La gaya ciencia (1882), se afirma en el ateísmo y, a pesar del repudio que había mostrado por el ejercicio de la razón, se interesa por el estudio de las ciencias naturales. Es una etapa marcada por la lectura de los ilustrados franceses, con especial simpatía hacia Voltaire.
La tercera etapa está representada por las obras Así habló Zaratustra (1883-85), Más allá del bien y del mal (1886), Genealogía de la moral (1887), y las editadas póstumamente: Ecce homo, El Anticristo, El caso Wagner, El ocaso de los ídolos, La voluntad de poder (1906) (Es necesario advertir que esta última obra, editada por su hermana, está recortada y tan manipulada, que no representa el auténtico pensamiento de Nietzsche). Es ésta la etapa más original. En ella se propone la «trasmutación de todos los valores», intento que en realidad asoma en todos sus escritos, aunque para conseguirlo sea necesario atropellar a cuanto se oponga a la voluntad de poder. En su opinión hay que aniquilar la vieja moral cristiana, pues el cristianismo es «la peor mentira de seducción que ha habido en la historia«, con su predicación de la existencia del más allá. Esto ha creado una «moral de esclavos«, contra la que hay que edificar una «moral de señores«. Con su rotunda frase «Dios ha muerto» marca el principio del devenir que él propone para el hombre, encaminando a éste a ocupar el puesto de Dios (véase el apartado «La muerte de Dios» en la entrada Dios en la filosofía contemporánea). «Yo predico y enseño el No frente a todo lo que debilita, lo que agota. Y enseño el Sí frente a todo lo que fortalece, lo que acumula fuerza, lo que justifica el sentimiento íntimo de la fuerza«. «Yo os predico el superhombre«. Un hombre nuevo, personificación de la voluntad de dominio, para el que no contará la antigua moral de sumisión, sino que se instalará más allá del bien y del mal. En su intento demoledor, Nietzsche no verá en la democracia más que un precipitado, rebajado, de la moral cristiana. Igual rechazo le merece el socialismo. Y del Estado dirá que es «el monstruo más frío de todos los monstruos«.
Junto a la idea del superhombre, pone la noción del eterno retorno, obedeciendo a una revelación que experimentó mientras contemplaba la majestuosidad de las montañas de la Alta Engadina, en Suiza. Según esta idea del eterno retorno, lo existente ahora desaparece para volver a aparecer en el futuro, porque el número de elementos que compone el universo es limitado.
La interpretación del pensamiento de Nietzsche
La ambigüedad de muchas de sus expresiones, y las falsificaciones llevadas a cabo por su hermana en la edición de sus escritos póstumos, son el origen de la interpretación y utilización del pensamiento nietzscheano. La Alemania hitleriana, por ejemplo, vio en el concepto del «superhombre» el prototipo del hombre ario; el pensador marxista Lefèbvre, lo entiende como el «hombre total», fruto de la sociedad sin clases. Es posible también una interpretación no nazi, como lo demuestran las grandes obras de K. Jaspers y de K. Löwith, publicadas en 1930. Heidegger publicó sus estudios sobre Nietzsche que actualmente constituyen uno de los puntos de referencia obligados para cualquier interpretación. Los numerosos estudios realizados en los últimos años, sobre todo en Francia, representan un auténtico «renacimiento nietzscheano» dentro de la cultura contemporánea.
Bibliografía
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