Naipaul, Vidiadhar Surajprasad (1932-2018).
Narrador, ensayista y periodista británico, nacido en Chaguanas (población cercana a Puerto España, capital de la isla de Trinidad, en Trinidad y Tobago) el 17 de agosto de 1932 y fallecido en Londres (Inglaterra) el 11 de agosto de 2018. Su brillante trayectoria literaria ha sido considerada unánimemente -tanto por los partidarios como por los enemigos de su ideología- como una de las más relevantes de cuantas se han escrito en lengua inglesa durante la segunda mitad del siglo XX.
Nieto de emigrantes indios, ciudadano británico desde su llegada al mundo (nació cuando la isla de Trinidad todavía estaba bajo dominio inglés) y educado en las costumbres y tradiciones antillanas durante su infancia y adolescencia, en su persona concurría un singularísimo proceso de mestizaje cultural que basta para explicar los enfoques temáticos de su obra, preocupada siempre por los conflictos que inevitablemente surgen entre las civilizaciones tradicionales y las formas de vida contemporáneas. Distinguido por la Academia Sueca por ser un escritor «al margen de modas y modelos«, en el año 2001 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de una producción literaria en la que sobresale «la perspicacia de su narrativa y la incorruptible indagación, en unos textos que nos obligan a reconocer la presencia de muchas historias ocultas«. Los dieciocho miembros de la academia nórdica valoraron también el alcance universal de su obra, que, fruto del mencionado fenómeno de mestizaje, «se ha extendido más allá de la isla de Trinidad, su primer tema, y ahora abarca India, África, y América de sur a norte, los países islámicos de Asia y, no de manera menor, Inglaterra«.
Vida
Nacido en el seno de una familia de clase media, recibió desde niño una esmerada instrucción académica impuesta por deseo expreso de su padre, un modesto intelectual de provincias que, procedente a su vez de un hogar acosado por múltiples dificultades, había logrado escapar de la miseria merced a la adquisición de una rica formación cultural que le permitió ganarse cierto prestigio y bienestar ejerciendo el periodismo local. Los abuelos del futuro escritor habían llegado, en efecto, a la isla antillana en la que nacería y se criaría el pequeño Vidiadhar Surajprasad procedentes del norte de la India, en el curso de un vasto flujo migratorio que, a lo largo del siglo XIX, huyó de la miseria del régimen de castas para instalarse en determinados territorios de Hispanoamérica en los que, tras la abolición de la esclavitud, se requería abundante mano de obra. Fue así como una parte considerable del ámbito caribeño sujeto a la dominación británica (y, de forma muy señalada, la isla de Trinidad, que en la actualidad todavía cuenta con una cuarta parte de su población practicante del hinduismo) se pobló de exóticos naturales de la India que llevaron su religión, su cultura y sus costumbres a su nuevo lugar de asentamiento, y dieron paso así a una riquísima multiplicidad étnica en la que se conjugaban la tradición y la espiritualidad india con el resto de los ingredientes culturales heredados de las colonizaciones española e inglesa (sin olvidar la específica idiosincrasia que, por encima de cualquier influjo externo, comparten todos los pueblos antillanos).
Recién llegado, pues, a Trinidad, el abuelo del futuro Premio Nobel consiguió trabajo en las plantaciones de caña de azúcar que mantenían los ingleses en la isla, y, tras muchos sacrificios, logró proporcionar a su hijo una educación que después habría de ser decisiva en la formación intelectual de su nieto. En su obligado proceso de adaptación al nuevo territorio que les había acogido, la familia no abandonó algunas de sus señas de identidad más arraigadas en la cultura de su país de origen, entre ellas la espiritualidad religiosa y la práctica del hinduismo, en el que fue educado el joven Vidiadhar Surajprasad durante sus primeros años de vida. Pero, impulsado por su viva curiosidad humanística y su innata vocación literaria, al cumplir los dieciocho años de edad el futuro escritor advirtió que necesitaba ampliar no sólo sus estudios, sino también sus hasta entonces reducidos horizontes vitales, demasiado ligados a los estrechos límites del pequeño país en el que había venido al mundo, y a las arcaicas tradiciones de sus mayores. Con el beneplácito de su progenitor -que veía con agrado la consolidación en su hijo de ese talante humanístico que él mismo había procurado inculcarle, poniéndole de ejemplo la figura y la obra del novelista David Herbert Lawrence-, solicitó y obtuvo una beca que le permitió cruzar el Atlántico en 1950 para estudiar lengua y literatura en diferentes instituciones inglesas; así, al cabo de tres años pudo exhibir en su curriculum académico un título de licenciado en Artes por la prestigiosa Universidad de Oxford.
A partir de entonces, el joven Vidiadhar Surajprasad Naipaul experimentó un cambio radical en lo tocante a la visión del mundo que había tenido hasta su llegada al Reino Unido. Afincado, al término de sus estudios, en el condado septentrional de Wiltshire -en el que sigue residiendo en el momento de redactar este artículo (año 2001), aunque también posee un apartamento en Londres-, comenzó a reflexionar hondamente sobre sus orígenes multiculturales y, desarraigado y cosmopolita, se sintió muy lejano respecto a la tradición india de sus mayores, pero también a las formas de vida antillanas que habían dominado sus dos primeras décadas de vida y, a pesar de su asentamiento en Gran Bretaña, a los valores sociales, morales y culturales del pueblo inglés. Este desarraigo, autorizado por la propia experiencia y enriquecido luego por el fruto de lo observado en múltiples viajes, le permitió ir gestando una espléndida producción narrativa y ensayística que, caracterizada por su osadía franca y directa, se muestra muy crítica con algunas corrientes intelectuales de la segunda mitad del siglo XX, con el colonialismo inglés y, de forma muy acusada, con el fundamentalismo musulmán, fenómeno que ha estudiado con detenimiento Naipaul, dentro de su permanente voluntad de poner de manifiesto en sus libros la destrucción de pequeñas culturas locales llevada a cabo por la implantación de las grandes religiones.
Ya en sus años de estudiante en Oxford se había iniciado en la creación literaria con la redacción de una primera novela que nunca fue publicada. Poco tiempo después, antes de darse a conocer por su brillante producción literaria, ejerció el periodismo en calidad de free-lance en la cadena televisiva BBC (para el programa «Caribbean Voices»), lo que le brindó la oportunidad de realizar sus primeros desplazamientos hasta los lugares más alejados y deprimidos del planeta, desplazamientos que pronto habrían de convertirse en una constante en la vida de quien se sentía extranjero en Trinidad, extranjero en la India y extranjero también en ese Reino Unido que, a pesar de la hospitalidad que le ha brindado, ha estado siempre en el punto de mira de sus furibundos ataques (recientemente ha denunciado la política cultural del primer ministro Tony Blair, al que ha tildado de «pirata responsable de la cultura plebeya«). En esta faceta de periodista, Naipaul también colaboró durante un lustro en el New Statesman.
Antes de que concluyera aquella década de los años cincuenta -decisiva no sólo en su curriculum académico y su formación intelectual, sino, principalmente, en la forja de una conciencia que vino a determinar los derroteros profesionales y personales por los que habría de discurrir el resto de su vida-, Vidiadhar Surajprasad Naipaul ya se había dado a conocer como escritor por vía de la publicación de The Mystic Masseur (El curandero místico, 1957), una interesante opera prima que puso de manifiesto, desde los primeros compases de su carrera literaria, algunas de las que luego serían consideradas como claves fundamentales de su obra (a saber: el interés por esas culturas escondidas -o «historias ocultas«- que, casi medio siglo después de la publicación de su primer libro, tanto valoró la Academia Sueca; el talante polémico de sus aseveraciones -siempre tajantes y directas, cuando no abiertamente desabridas-, que le convirtieron en uno de los mejores paradigmas del escritor independiente y «políticamente incorrecto»; y la utilización de una espléndida prosa que, enriquecida y depurada tras muchos años de oficio, llevó a algunos críticos contemporáneos a considerar a Naipaul como el mejor prosista vivo en lengua inglesa).
Pronto se sumaron a esta opera prima otros muchos títulos que incrementaron y aquilataron la bibliografía del escritor de Trinidad en los diferentes géneros prosísticos que mejor se prestaban a la defensa de sus tesis, como la novela, el libro de viajes, el ensayo y la reflexión memorialista; y, aunque a mediados de la década de los noventa se sumó a las voces de los numerosos intelectuales occidentales que venían levantando acta de defunción del género narrativo por excelencia («no puedo comprender -declaró en 1996 V. S. Naipaul- que sea necesario escribir o leer historias inventadas«), lo cierto es que al cabo de un lustro, en el mismo año en que habría de ser inmortalizado por la concesión del Premio Nobel, volvió a los anaqueles de las librerías con una nueva entrega novelesca, titulada Half a Life (Media vida, 2001). Entre la publicación de The Mystic Masseur y la aparición de esta última narración quedaba impresa una densa, deslumbrante y polémica bibliografía compuesta por más de dos decenas de títulos, y jalonada por algunos honores, distinciones y galardones tan prestigiosos como el premio Arts Council Grant (1969); el Booker Prize, concedido por los editores ingleses en 1971; el Premio T. S. Eliot de Literatura Creativa (1986); y el Primer Premio Nacional de Literatura David Cohen del Reino Unido (1993). Honrado con el título de caballero (Sir) desde 1989, fue investido como doctor honoris causa por las universidades de Saint Andrews, Columbia, Cambridge, Londres y Oxford.
Hombre altanero e independiente, celoso de su intimidad, hiriente casi siempre por la sinceridad de sus declaraciones y precedido en cualquier lugar que visitaba por su fama de misántropo, «cultivó» a lo largo de su vida serias enemistades en el siempre susceptible panorama literario mundial, donde se despachó a gusto contra la tibieza moral o la dudosa calidad artística de grandes autores consagrados, sin omitir en ningún momento los nombres propios de aquéllos a los que denigraba por no comulgar con sus ideas o, simplemente, por considerar que su obra no estaba a la altura de la fama de que gozan. Así, v. gr., de Charles Dickens afirmó que «murió por autoparodiarse«; de Pío Baroja sostuvo que era un novelista pésimo (al mismo ínfimo nivel -siempre según su opinión- que el resto de la literatura escrita en lengua española, de la que sólo salvó la producción de los autores del Siglo de Oro), y añadió que su Zalacaín el aventurero «es una auténtica tontería«; al poeta y narrador argentino Jorge Luis Borges lo censuró por su «anglofilia pobre«, por su falta de profundidad y por su «poesía de escape«, y llegó a afirmar acerca del conjunto de su obra que «ensalza el pasado con falsedades, un pasado heroico que no es heroico«; y a Edward Morgan Forster, famoso por haber analizado en su obra A passage to India (1924) las relaciones entre los británicos residentes en la India y los naturales del vasto subcontinente asiático, lo tachó de «homosexual desagradable«, responsable de haber escrito «auténtica basura» y de haberse aprovechado de la indefensión y vulnerabilidad de los indios, de los que no sabía nada que no estuviera relacionado con «los jovencitos a los que deseaba seducir«. Respecto a Salman Rushdie y la conmoción causada en el mundo islámico por la aparición de sus Versos satánicos, despreció el alcance literario del autor asegurando que no tenía tiempo para leer sus novelas, al tiempo que calificaba la fatwa dictada contra Rushdie por el ayatollah Jomeini como «una forma extrema de crítica literaria«.
No es de extrañar que las antipatías despertadas por esta audaz arrogancia de Naipaul le granjearan la severa enemistad de docenas de colegas de oficio, entre ellos el gran poeta antillano Derek Walcott, de quien se cuenta que, tras haber sido galardonado con el Premio Nobel en 1992, se alegró porque ello suponía un gran impedimento para que en breve fuera premiado otro autor caribeño por la Academia Sueca (que ya por aquel entonces barajaba en sus quinielas anuales, junto al del propio Walcott, el nombre del polémico escritor de Trinidad y Tobago). Entre los pocos amigos -pero grandes defensores- de V. S. Naipaul y su obra, se contaban el novelista londinense Martin Amis y el también controvertido escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, afincado en Londres y residente en el mismo barrio en que Naipaul poseía un apartamento.
A pesar de los litigios que levantó en el enrarecido mundillo literario por sus juicios estéticos, Vidiadhar Surajprasad Naipaul fue aún mucho más atacado por sus opiniones políticas, culturales y sociales acerca del Tercer Mundo y el fundamentalismo islámico, que le valieron el sambenito de «conservador» o «reaccionario» colocado por numerosos intelectuales occidentales enemigos de sus posturas ideológicas. El escritor británico rechazaba en todas sus obras que el atraso de las zonas más deprimidas del mundo se debiera exclusivamente a la política imperialista y la opresión colonizadora de las potencias occidentales, y señalaba a las corruptas clases dirigentes de aquellos lugares como las principales responsables -con la ayuda inestimable de algunas religiones tan inmovilistas y represivas como la islámica- de la miseria en que se halla sumido actualmente el Tercer Mundo. No pocos de sus abundantes enemigos quisieron ver, precisamente, en esta condena a los excesos del integrismo musulmán la razón por la que la Academia Sueca galardonó con el Premio Nobel a Naipaul el 11 de octubre de 2001, el mismo día en que se cumplía un mes desde el devastador atentado contra las Torres Gemelas del World Trade Center neoyorquino y contra el Pentágono en Washington.
Obra
La crítica especializada ha puesto de manifiesto unas claves estéticas, temáticas e ideológicas en la obra de Naipaul que, como se desprende de lo apuntado en parágrafos anteriores, no son sino un traslado a la creación literaria (ora ficticia, ora reflexiva, ora testimonial) de esas peculiares señas de identidad que determinaron su personalidad desde el mismo instante de su nacimiento: «Desde la publicación de The Mystic Masseur (1957), su obra, sorprendente y polémica, está situada en la encrucijada de varias filiaciones literarias, tradiciones culturales y numerosos géneros literarios. En ella destacan angustias como la búsqueda de sus raíces culturales (el hecho de no considerarse un indio completo por la ruptura con la tierra de sus antepasados, ni caribeño por su excesiva educación inglesa, ni inglés por su visible diferencia étnica), la tensión entre la superioridad de la tradición occidental y el atraso de las culturas no occidentales del Caribe y el África Negra. Su contundente crítica hacia el Tercer Mundo se ha centrado en el caos de estos países y su imposibilidad de emanciparse por una violencia estructural, política y económica aparentemente inherente. Heredero de una visión del Otro inspirada por Joseph Conrad, Naipaul se ha comprometido abiertamente a favor de la cultura occidental, sometiendo a una crítica implacable el fundamentalismo musulmán por su supuesto fanatismo religioso y su incapacidad de garantizar un mínimo de libertades individuales» (Landry-Wilfrid Miampika).
Cabe distinguir, no obstante, dentro de estas apreciaciones generales que bien pueden aplicarse a sus veintitrés libros publicados hasta la fecha, un período inicial en el que domina la mirada retrospectiva hacia su infancia y juventud en Trinidad, el recuerdo de vivencias reales en las calles y residencias de Puerto España que, en no pocas ocasiones, sirven como recurso estructural para emprender un viaje de regreso en el tiempo que desemboca en el período del Descubrimiento de América y la colonización por parte de los españoles. En palabras del escritor argentino Horacio Vázquez-Rial, traductor al castellano de The Mystic Masseur, tanto esta opera prima como su cuarta novela, A house for Mr. Biswas (Una casa para Mr. Biswas, 1961), constituyen, dentro de esa fase inicial recién descrita, «un ejercicio de digestión de la realidad de la isla de origen y, en ella, la realidad de los inmigrantes indios. Un ejercicio catártico, para liberarse de esa zona de su biografía y emprenderla con el resto del mundo. Las comunidades indias de Trinidad reflejan un dato del origen: hay hindúes, pero también, y sobre todo, indios islamizados, musulmanes«. La novela cuenta, en efecto, las vicisitudes de un hindú residente en la misma isla en que nació Naipaul, y sumergido en una mezcla de culturas en la que se diluye su identidad, sobre todo cuando intenta afirmar su propia herencia cultural y, simultáneamente, hacer causa común con los movimientos independentistas criollos.
Entre estas dos grandes narraciones que abren la producción impresa de Vidiadhar Surajprasad Naipaul habían aparecido otras dos espléndidas novelas del autor de Trinidad: The sufrage of Elvira (1958) y Miguel Street (1959), en la que las reminiscencias autobiográficas se manifiestan en la figura de un narrador que abandona la dirección que da título a la obra para marcharse a estudiar al extranjero. Era evidente que Naipaul se había propuesto satirizar en su obra de ficción las creencias y supersticiones de los habitantes de su isla natal y, por extensión, de todos sus convecinos del entorno geo-cultural caribeño, lo que levantó de inmediato las protestas enérgicas de otros escritores antillanos que gozaban de cierto prestigio en la época, como George Lamming, natural de Barbados, o John Hearne, de nacionalidad jamaicana (aunque nacido en Canadá). Acusado por éstos de renegado y de exhibir en sus textos literarios una suerte de vergüenza inconfesada sobre sus orígenes, V. S. Naipaul contraatacó a comienzos de los sesenta con la ya mencionada A house for Mr. Biswas, obra que, escrita en un tono similar al de sus tres novelas anteriores, insistía de nuevo en la interpretación del mestizaje cultural y religioso del Caribe, pero ahora plasmado en la figura de un sólido personaje -el protagonista Mohun Biswas- que no era sino el trasunto literario del padre del escritor. Con este sincero y emotivo homenaje a la persona de su progenitor -responsable de su formación humanística y su vocación literaria-, Vidiadhar Surajprasad Naipaul seguía manteniendo su mirada crítica sobre el ámbito antillano, al tiempo que conjuraba los ataques de quienes creían descubrir en sus novelas anteriores un complejo de inferioridad derivado de su pertenencia a una zona geográfica deprimida y alejada de los principales círculos intelectuales y artísticos de la cultura occidental contemporánea.
Tras la publicación de estas cuatro primeras entregas novelescas, V. S. Naipaul, ya rodeado de un notable prestigio literario en los foros culturales del Reino Unido, dio a la imprenta otros títulos tan reveladores de sus inquietudes viajeras y cosmopolitas como The Middle Passage: Impressions of five Societies (1962); Mr. Stone and the Knights Companion (1963); An Area of Darkness (1964); A flag on the island (1967); The mimic men (Los simuladores, 1967) -en la que pueden seguirse las peripecias de Ralph Sing, uno de sus personajes mejor construidos-; y The loss of El Dorado: A History (La pérdida de El Dorado, 1969). Esta asombrosa fecundidad literaria se mantuvo a lo largo de la década de los setenta, en la que el escritor británico publicó In a free state (En un estado libre, 1971); The overcrowded Barracon and other articles (1972); Guerrillas (1975) -donde abordó de forma general la historia de las revoluciones antillanas, valiéndose de un protagonista ficticio que, inspirado en la figura real del jamaicano Michael X, encarna por excelencia el arquetipo del guerrillero revolucionario-; India: A wounded civilization (India: Una civilización herida, 1977); The perfect tenants and the mourners (1977); y A bend in the river (Un recodo en el río, 1979) -novela con la que cosechó un gran éxito de ventas, y en la que reflejó los problemas de un país africano recién independizado y agitado por la búsqueda de su propia idiosincrasia.
A comienzos de los años noventa aparecieron A Congo diary (1980) y The return of Eva Perón with the killing in Trinidad (1980), a las que de inmediato se sumó otra de sus publicaciones de mayor proyección universal, Among the belivers: An Islamic journey (Entre los creyentes: Un viaje por tierras del Islam, 1981), obra ferozmente contestada por la comunidad musulmana internacional, que acusó a Naipaul de ofrecer una visión «estrecha y selectiva» del mundo islámico. Se trata de su alegato más crudo -entre lo que llevaba publicado hasta entonces- contra el fundamentalismo musulmán y, en general, contra el credo islámico, plasmado en afirmaciones tan rotundas como aquella en la que sostiene que «no ha habido probablemente imperialismo como el del Islam y los árabes«. En opinión de Naipaul, la imposición del Islam en países ajenos al mundo árabe supuso una violenta forma de abolición de las culturas autóctonas, ya que, según su particular interpretación de este fenómeno, la conversión a la fe musulmana exige una simultánea aniquilación del pasado histórico de quienes la asumen. Además, entre las páginas de esta controvertida obra pueden leerse otras aseveraciones tan tajantes como éstas: «La vida que hay en el Islam no ha surgido desde dentro. Ha derivado de sucesos y circunstancias exteriores, del desarrollo de las civilizaciones universales. Ha sido el final del siglo XX el que ha convertido al Islam en revolucionario, dándole un nuevo significado a sus viejas ideas de igualdad y unión, agitando a unas sociedades estáticas y atrasadas«.
La ya copiosa bibliografía del Premio Nobel de Trinidad se enriqueció después con otros títulos tan interesantes como The enigma of arrival (El enigma de la llegada, 1987), India: A million Mutinies now (1990) y A way in the world (Un camino en el mundo, 1994), obra -ésta última- en la que Vidiadhar Surajprasad Naipaul volvió a dirigir una mirada retrospectiva sobre su isla antillana, para crear un argumento ficticio basado en un proceso histórico de alcance universal: la colonización de Hispanoamérica por los diferentes pueblos europeos que la llevaron a cabo, y las repercusiones concretas que tuvo en Trinidad.
A finales de los años noventa, después de haber realizado otro extenso recorrido por cuatro naciones en las que predomina la fe musulmana (Indonesia, Irán, Pakistán y Malasia), el ya sexagenario Naipaul demostró que no había perdido un ápice del vigor polemista que le venía caracterizando desde hacía ya varias décadas. Los anaqueles de las librerías de las principales capitales del mundo occidental exhibieron su último libro, publicado bajo el título de Beyond Belief: Islamic Excursions Among the Converted Peoples (1998) y centrado en las experiencias y anotaciones recogidas durante esa visita a cuatro «pueblos conversos» -según la terminología del autor-, cuyas respectivas poblaciones, que no están integradas por individuos árabes, han asumido el credo islámico. De nuevo dejó patente en esta obra su teoría acerca de la destrucción de la riqueza cultural autóctona -y, desde luego, del empobrecimiento material- causada por la imposición del Islam en dichos territorios, y de nuevo fue duramente contestado por los musulmanes de todo el mundo, que volvieron a poner de relieve esa visión reducida de sus creencias y costumbres que Naipaul ofrecía en sus libros; sin embargo, otras muchas voces de intelectuales occidentales (procedentes, en su mayor parte, de los Estados Unidos de América) sostuvieron que esta obra de Naipaul era uno de los mejores instrumentos para comprender, a finales del siglo XX, la mentalidad musulmana.
Después de haber dado a la imprenta Reading an Writing: A personal account (2000), un texto configurado -como queda explícito en su título- por recuerdos e impresiones personales, Vidiadhar Surajprasad Naipaul regresó al género de la novela (del que había abjurado, como ya se ha indicado más arriba, en 1996) con Half a Live (Media vida, 2001), una espléndida narración que tres años después tuvo su continuación en Magic seeds (Semillas mágicas, 2004), cuya acción transcurre entre India y Londres, en un nuevo cruce entre los mundos de Oriente y Occidente.
Desde mediados de los años setenta, la obra de Naipaul viene gozando de una singular atención por parte de la industrial editorial española, que ha ofrecido al lector castellano-hablante numerosas traducciones de los libros del autor de Trinidad. Entre ellas, cabe recordar Un estado libre (Barcelona: Destino, 1976), en versión de Ester Donato; Miguel Street (Id. Id., 1981), traducida por Francisco Páez de la Cadena; El curandero místico (Barcelona: Seix Barral, 1983), por Horacio Vázquez-Rial; Una casa para Mr. Biswas (Id. Id., 1983), por Floreal Mazía [publicada también en castellano, al cabo de más de tres lustros, en versión de Flora Casals (Madrid: Debate, 1999)]; El regreso de Eva Perón y otras crónicas (Barcelona: Seix Barral, 1984), por Jordi Beltrán Ferrer; Los simuladores (Id. Id., 1984), por Jordi Beltrán Ferrer; Entre los creyentes: Un viaje por tierras del Islam (Barcelona: Quarto, 1984), por María Inés Taulis Moreno; Un camino en el mundo: Una historia (Barcelona: Círculo de Lectores, 1995), por Francisco Pérez de la Cadena; El enigma de la llegada (Madrid: Debate, 1997), por Flora Casals; India: Una civilización herida (Id. Id., 1998), por Flora Casals; y La pérdida de El Dorado (Id. Id., 2001), por Flora Casals.
En 2006 se publicó Cartas entre un padre y un hijo, un epistolario que recoge la correspondencia de Naipaul y su familia durante la estancia que, gracias a una beca, tuvo en Oxford, entre 1949 y 1953.
Bibliografía
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MARSDEN, Kathleen Firth: Aspects of V. S. Naipaul’s Caribbean fiction, Barcelona: Universidad de Barcelona, 1989.
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THEROUX, Paul: Sir Vida’s Shadow, 2000.
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VARELA ZAPATA, Jesús: V. S. Naipaul: El retrato de la sociedad post-colonial desde la literatura de la Commonwealth, Santiago de Compostela [La Coruña]: Universidad de Santiago de Compostela, 1998.