Mallarmé, Stéphane (1842-1898).
Escritor francés, que nació en París y falleció en Valvins. Perdió a su madre a los cinco años, y también a su hermana María; su padre era funcionario del registro. Consiguió un empleo estatal que le comportó periódicas humillaciones. Este cúmulo de circunstancias le acarrearon a lo largo de su vida un sin fin de frustraciones. Tras conocer la poesía de Baudelaire y de Poe se animó a formarse en la carrera literaria. Viajó a Gran Bretaña para perfeccionar el inglés; cuando regresó, contrajo matrimonio con Marie Gehrard y entró a trabajar en el liceo de Torunon. Por estas fechas publicó unas cuantas poesías en el Parnasse Contemporain, 1886, y comenzó a escribir el poema Herodías, poema que tardó mucho en terminar debido a los numerosos traslados que tuvo que soportar por motivos laborales: primero a Besançon y luego a Aviñón. No consiguió volver a París hasta 1871.
Nacimiento de la poesía simbolista
La poesía simbolista nació oficialmente en 1876 y encontró en Mallarmé su más fiel exponente. En 1867 comenzó el relato de Igitur, o la locura de Elbehnon, obra en la que está presente todo el repertorio de objetos, imágenes etc. de sus poesías posteriores. Sus amigos se agruparon en torno a él como fundador de una escuela. La poesía simbolista fue un acto de escisión del gran filón del decadentismo. En 1876 publicó La siesta de un fauno donde los símbolos se convierten en medio para apresar el mundo de los sueños y representar lo absoluto. En 1897 Mallarmé publicó Una tirada de dados jamás abolirá el azar. Al romper con el sistema sintáctico y gráfico tradicionales y retomar el gran diálogo dejado en suspenso, con un punto de interrogación, del poema Igitur, escrito muchos años antes, resolvió la duda metafísica con una negación. Mallarmé prometió a sus discípulos el libro absoluto, pero falleció sin escribirlo. No llegó a ninguna conclusión en la búsqueda de lo absoluto, pero abrió multitud de interrogantes. Su influencia fue decisiva tanto para los dadaístas como para los futuristas y herméticos: unos y otros aprendieron a usar el interlineado de los cuerpos tipográficos, nuevos recursos técnicos, el valor del silencio, los espacios en blanco en torno a palabras escritas…, hasta llegar a reducir la poesía a un puro signo, a pura figura.