Jonson, Benjamin (ca. 1572-1637).
Poeta y dramaturgo inglés, nacido en Westminster a finales de la primavera de 1572 (según las noticias más fiables, el día 11 de junio de dicho año), y fallecido en Londres en 1637. Considerado como uno de los dramaturgos ingleses más brillantes dentro del género satírico, fue sin lugar a dudas uno de los principales impulsores del teatro isabelino y, en consecuencia, de la mejor literatura dramática inglesa de todos los tiempos. Su importancia como autor teatral, cada vez más reivindicada por la crítica especializada, le ha llevado incluso a ser considerado como uno de los posibles responsables de la autoría de muchas de las obras atribuidas a William Shakespeare.
Desde joven mostró una especial capacidad para el aprendizaje y la práctica de las disciplinas humanísticas, aunque sólo pudo estudiar durante un corto período de tiempo en la escuela elemental de Wetsminster, puesto que pronto se vio obligado a ayudar a su padrastro en su modesto negocio de albañilería. Pero, consciente de que este oficio le estaba privando del desarrollo intelectual y humano que estaba deseando experimentar, se alistó en el ejército inglés destacado en Flandes para salir de su lugar de origen y cambiar radicalmente de forma de vida.
Así, tras un breve período al servicio de las tropas de Su Graciosa Majestad, el joven Benjamin Jonson abandonó la vida militar para ingresar, ya en la capital inglesa, en la compañía teatral de Philip Henslowe (la famosa Henslowe’s Company, rival, sobre los escenarios londinenses, de la no menos célebre The Globe), donde empezó trabajando como actor de reparto para, enseguida, convertirse en aprendiz de dramaturgo.
En efecto, el ingenio y la brillantez de estilo de que hacía gala Benjamin Jonson -cualidades innatas en él, ya que apenas había recibido formación académica- no pasaron inadvertidos para sus compañeros de tablas, quienes pronto le encomendaron la labor de corregir y adaptar a los gustos de los diferentes públicos de la época las obras que figuraban en el amplio repertorio de la Henslowe’s Company. Al mismo tiempo, el aprendiz de dramaturgo se fogueaba también como intérprete, y pronto llegó a desempeñar algún papel de protagonista (así, v. gr., en puesta en escena de La tragedia española, del dramaturgo londinense Thomas Kyd).
Pronto advirtió, empero, que su verdadero papel dentro del floreciente teatro isabelino estaba más cercano al de los grandes dramaturgos contemporáneos que al de sus compañeros de ensayos y representaciones, por lo que abandonó definitivamente el ejercicio de intérprete alrededor de los veinticinco años de edad, para consagrarse de lleno a la creación dramática. Así, en 1598 se estrenó su primera gran aportación a los escenarios ingleses, Cada cual según su humor, una versión muy personal de una antigua obra del comediógrafo latino Plauto, puesta en escena por la compañía de Lord Chamberlain -que, entre sus actores, contaba con el concurso del joven William Shakespeare-. En esta obra, Jonson dejaba esbozadas las líneas maestras de la que habría de ser su arquitectura dramática: sobre el fondo genérico de algo muy parecido a una comedia de situación, se mueven diferentes personajes que, en sus extravagantes comportamientos, encarnan cada uno de ellos un determinado temperamento humano (el colérico, el flemático, el melancólico, etc.).
La obra alcanzó cierto éxito, pero su autor apenas tuvo tiempo de gozar las mieles del triunfo, pues hubo de ocultarse precipitadamente después de haber dado muerte, en el transcurso de un duelo, a uno de los actores de la compañía que representaba su obra. Aclarado el asunto, Jonson se vio libre de la pena de ejecución que había recaído sobre su persona y pudo enfrascarse en la construcción de su segunda entrega dramática, Cada cual sin humor (1599), un larguísimo texto -tal vez el más extenso de la literatura teatral escrita en lengua inglesa- cuya representación constituyó un estrepitoso fracaso.
A pesar de este rotundo fiasco en los albores de su carrera como dramaturgo, Benjamin Jonson no se dejó vencer por el desánimo, pues era consciente de que la desmedida ambición en el planteamiento de su obra no era fácil de asimilar por un público acostumbrado a exigencias menores. Así, optó por hacer más ligera su escritura y se entregó a la composición de un par de comedias satíricas en las que se burlaba de otros escritores contemporáneos, con especial ensañamiento en las figuras de los dramaturgos Thomas Dekker y John Marston. A la primer de estas dos obras, titulada Las diversiones de Cynthia (1600) -la otra era El poetastro (1601)-, ambos autores satirizados respondieron con una pieza del mismo tenor, Satiromastix (1600); de este intercambio de pullas teatrales surgió, antes que una enemistad irreconciliable, un espíritu de identificación entre los tres autores, que les condujo a olvidar antiguas rencillas para aunar sus respectivos ingenios en la composición de algunas obras colectivas. Así, en colaboración con Dekker, Jonson escribió y estrenó La diversión del rey (1604), mientras que trabajó con Marston y George Chapman para presentar, un año después, Rumbo al este. Y hasta tal punto llegó la reconciliación entre estos antiguos enemigos literarios, que el propio Benjamin Jonson se sumó voluntariamente al cumplimiento en prisión de la condena impuesta a Marston y Chapman con motivo de algunas opiniones manifestadas por ambos dramaturgos en la susodicha obra.
Por aquel entonces, el escritor de Westminster ya se había convertido en una de las principales figuras literarias de la corte de Jacobo I Estuardo, sobre todo al raíz del estreno -a partir de 1603, fecha en la que fue llevada a las tablas El sátiro– de sus famosas mascaradas. En efecto, con ésta y otras obras de la misma naturaleza, Jonson se constituyó en uno de los principales impulsores de la masque isabelina, un género híbrido de música y texto en el que se ha querido ver el origen de la tradición operística inglesa. Especialmente aptas para el lucimiento de su ingenio, estas masques o mascaradas permitieron a Benjamin Jonson hacer alarde también de su vasta erudición y de su capacidad para adaptarse a las diversas innovaciones en los gustos teatrales de la época, al tiempo que se convertían en los vehículos más adecuados para desplegar los mejores efectos de su poesía lírica. Eran, pues, piezas idóneas para el lucimiento de los ingenios más agudos de una Corte que, cada vez más volcada hacia la dimensión estética del Arte, disfrutaba con su representación en unos sofisticados escenarios especialmente diseñados para la puesta en escena de este género de obras. En medio de este decadentismo estético cortesano, Jonson alcanzó gran renombre con la ya mencionada masque de El sátiro (1603), a las que pronto se sumaron otras piezas similares, como las tituladas Mascarada de la belleza (1608) y Mascarada de la reina (1609).
Pero, a pesar de estos éxitos palaciegos, Benjamin Jonson no desatendía su faceta de dramaturgo popular puesto al servicio del teatro comercial de su tiempo. Sus tragedias fueron muy aplaudidas en estas representaciones ajenas a los escenarios majestuosos de la Corte, especialmente las tituladas Sejanus (1603) y Catilina (1611); pero donde realmente se situó a la altura de los mejores dramaturgos del momento fue en el terreno de la comedia, al que enriqueció con algunas de las mejores piezas de la literatura dramática inglesa de todos los tiempos: Volpone o El zorro (1606), Epicena o La mujer silenciosa (1609), El alquimista (1610) y La feria de san Bartolomé (1614).
Estos éxitos populares y cortesanos le llevaron a ser honrado, en 1616, con el nombramiento oficial de «Poeta Laureado», cargo que, acompañado de una suculenta pensión de cien libras, le otorgaba el derecho y el deber de escribir las piezas dramáticas que habían de representarse en la Corte. No obstante, su mala cabeza para la administración de sus bienes monetarios -dispensados, entre otros muchos lugares, en la famosa taberna «Mermaid», en el distrito londinense de Cheapside, donde se reunía una tertulia de escritores en la que el propio Jonson ejercía el papel de guía y mentor de los más jóvenes-, le condujo a una vida de escasez y privaciones durante sus años postreros.
En círculos literarios como el de los escritores congregados en la taberna «Mermaid», Benjamin Jonson difundió una serie de teorías críticas que, a la postre, le convirtieron en uno de los dramaturgos más influyentes en el teatro inglés de la primera mitad del siglo XVII. Entre estas teorías, sobresalen su defensa a ultranza de los principios del drama establecidos por Aristóteles; su oposición a la mezcla -en una misma obra- de los ingredientes específicos de la comedia y la tragedia; y, en definitiva, su constante preocupación por hallar una fórmula que dignificara el teatro inglés como género literario, merced a la aplicación de los moldes formales y las reglas de construcción propias de la antigüedad clásica grecolatina.
No es de extrañar, por ende, que el teatro de Ben Jonson tuviera gran influencia entre los autores neoclásicos del siglo XVIII, y que volviera a gozar de gran predicamento durante la época victoriana. En la actualidad, su desprecio de esa flexibilidad e improvisación de que hicieron gala algunos de sus coetáneos (como el propio William Shakespeare) reduce, en cierta medida, la vigencia de sus propuestas teóricas, pero no rebaja en modo alguno la calidad literaria y la fuerza dramática de sus mejores aciertos teatrales, especialmente sus hallazgos costumbristas y su destreza y buen humor en la descripción de la vida cotidiana de su época.
Al margen de los títulos ya mencionados, Benjamin Jonson escribió otras obras teatrales de gran interés, como El diablo es un asno, La dama magnética o -ya en los últimos años de su vida- El cuento del tonel. El resto de su producción literaria se completa con numerosas composiciones poéticas que abarcan los principales géneros vigentes en su tiempo, desde el breve e ingenioso epigrama hasta la epístola literaria, pasando por gran cantidad de poemas líricos que le convierten en un apreciado autor de baladas. Entre ellas, resultó especialmente celebrada la canción titulada «Bébeme sólo con los ojos», un poema recogido en el volumen conjunto titulado El bosque (1616). Todos los poemas sueltos de Benjamin Jonson recién mencionados se conservan bien este libro, o bien en una obra similar, Underwoods, que apareció, con carácter póstumo, en 1640, tres años después de la desaparición del poeta y dramaturgo de Westminster.