Hobbes, Thomas (1588-1679)
Filósofo y tratadista político inglés, Hobbes es considerado el teórico más inteligente y representativo del absolutismo moderno. A pesar del talante conservador de su obra, preludia las modernas ideas democráticas. Nació en Westport el 5 de abril 1588 y falleció en Hardwickhall (Derbyshire) el 4 de diciembre de 1679.
Vida y obra
De poderosa y precoz inteligencia, a los ocho años puso en versos latinos la Medea de Eurípides, y a los quince fue admitido en la Universidad de Oxford. Fueron muy importantes para su formación las relaciones que mantuvo con el ambiente cultural cartesiano y galileano, tanto a través del círculo intelectual que se reunía en torno a la familia Cavendish, de la que fue preceptor, como a lo largo de sus viajes por Francia e Italia. Las luchas entre parlamentarios y realistas le hicieron refugiarse en París en 1640. Vuelto a su país once años después, defendió el poder monárquico, por lo cual el rey Carlos II le asignó una pensión.
Sus obras más importantes son: Elementa philosophiae, dividida en tres partes (De corpore, 1655; De homine, 1658 y De cive, 1642), y Leviathan (1651). Destacan también otros trabajos como: Objeciones a las «Meditaciones» de Descartes (1641), Diálogo entre un filósofo y un estudiante de derecho consuetudinario inglés (1666), Behemoth (1670, diálogo sobre la guerra civil inglesa) y numerosas polémicas contra representantes eclesiásticos y académicos.
Pensamiento filosófico
El modelo mecanicista
Hobbes, después de criticar el idealismo implícito en el cogito de Descartes, comienza afirmando que no hay otra forma de existencia que la corporal. Toda sustancia, tanto natural como artificial, es corpórea, y todo fenómeno natural, movimiento. El mundo que llamamos espiritual no es más que una falacia, y el alma no es más que una yuxtaposición de ideas; el pensamiento es sólo fruto de la materia, y la conciencia, una vibración del sistema nervioso. Todo se reduce a un simple mecanicismo materialista, en el que los fenómenos no son otra cosa que movimientos. Al reducir todo lo existente a materia, necesariamente se cae en el sensismo y en el determinismo natural. Todo acontecer humano estará determinado por la naturaleza constitutiva del hombre; por tanto, el hombre no es libre. Hobbes, implacable defensor del nominalismo, tampoco admite la existencia de los universales. Éstos son meros nombres, formados en nuestra mente, signos convencionales con los que designamos a los objetos.
Estado natural y estado civil
Admitido el principio de que «todo cuerpo orgánico tiende a su conservación», Hobbes concluirá por decir que, en el caso del hombre, ésta es la ley natural. El hombre por naturaleza es egoísta, antisocial. En el estado natural anterior a todo compromiso o pacto de convivencia, la naturaleza da a cada uno el poder de hacer todo lo que quiera y de apropiarse de todo cuanto pueda. Busca su propia afirmación, aunque sea a costa de los demás, y arremete contra todo aquél que se interponga entre él y sus deseos. De ahí la famosa frase homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre), que equivale a la formulación de Hobbes: bellum omnium contra omnes.
Pero con el transcurso del tiempo, el hombre se da cuenta de que si no se aviene a convivir con los demás, con el egoísmo de los otros, hallará más dificultades para satisfacer su propio provecho. Así se llega al acuerdo o convenio («tratado de paz»» o «contrato social»), que da origen al Estado. Ésto permite al hombre trasladar su soberanía al Estado, pero hipoteca su libertad. El Estado se convierte en el dragón Leviatán, que se traga los derechos del individuo, y que dicta la moral, las leyes y las creencias.
Bibliografía
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McNEILLY, F. S.: The anatomy of Leviathan. Nueva York, 1968.
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CHIODI, G.: Legge naturale e legge positiva nella filosofia politica di T. Hobbes. Milán, 1970.
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PACCHI, A.: Introduzione a Hobbes. Bari, 1971.