Güemes Pacheco, Juan Vicente (1740-1799).
Administrador colonial español nacido en 1740 en La Habana y muerto el 12 de mayo de 1799 en Madrid. Su nombre completo era Juan Vicente Güemes Pacheco y Horcasitas. Fue el segundo conde de Revillagigedo, y estuvo considerado como uno de los mejores virreyes de México. Gobernó desde 1769 hasta 1794.
De origen criollo, fue hijo de Juan Francisco Güemes de Horcasitas, primer conde de Revillagigedo, que había sido gobernador y capitán general de Cuba (1735), y luego virrey de Nueva España (1746-1755). A los tres años ingresó como cadete en las milicias provinciales de Cuba, pero su formación la hizo realmente en México, adonde llegó con siete años. Estudio Filosofía y Latín en compañía de su hermano con un profesor del Seminario. Su padre pretendió dedicarlo a las letras, pero se inclinó decididamente por el ejército. Al cumplir los 15 años fue nombrado capitán de la guardia de Palacio. En México vivió también su adolescencia, pues no lo abandonó hasta los 17 años, cuando su padre regresó a España (1756).
Una vez en Cádiz, se incorporó al regimiento de Soria, que guarnecía dicha plaza. Sus padres se instalaron en Madrid, donde murió pronto la condesa. El joven Juan Vicente pasó a servir en un regimiento de Ceuta, del que se encargó a los 22 años, por haber muerto el coronel que lo mandaba. A los 24 años estuvo en la campaña de Portugal; fue ayudante de campo del marqués de Sarriá, comandante general del ejército español. Sus actuaciones militares le valieron luego el nombramiento para dirigir el Regimiento de la Reina, con el que volvió a Ceuta por nueve meses. Desde allí fue enviado a Panamá con dicho Regimiento por el conde de Aranda, que deseaba reforzar las defensas del istmo. Güemes tuvo un duro traspiés en Panamá, ya que surgió una rebelión de los milicianos de la región cuando intentó organizar eficientemente el cuerpo. Emprendió entonces la represión de los alzados, pero cuando estaba en plena campaña, recibió la noticia de la muerte de su padre y de las disputas familiares por su herencia, lo que le obligó a abandonar su cargo en Panamá sin permiso para regresar a España, cosa que le costó ser alejado de la vida pública y política de la Corte hasta que Floridablanca le sacó del ostracismo en 1779 (era ya segundo conde de Revillagigedo) para que tomara parte en el asedio a Gibraltar. Allí se distinguió en los planes de ataque desde Algeciras.
Tras la Paz de París volvió a Madrid, pero siguió siendo relegado de la administración, por lo que se dedicó a sus negocios, en los que obtuvo buenas ganancias. Cabarrús le ofreció la dirección del Banco de San Carlos, para el que fue elegido por los accionistas en 1788. Al morir Carlos III volvió su buena estrella y Floridablanca le propuso para el virreinato del Río de la Plata.
Antes de embarcar para Buenos Aires, recibió otra propuesta para ser nombrado virrey del México, ya que Manuel Antonio Flórez había pedido el relevo, cargo que aceptó de inmediato. Era teniente coronel del Ejército y tenía el título de caballero de la orden de Carlos III. Llegó a Veracruz el 9 de agosto de 1789, y entró en la capital el 18 del mismo mes.
El gobierno del segundo conde de Revillagigedo fue uno de los más importantes de todo el período colonial. Su primera actuación le ganó ya la simpatía del pueblo, pues actuó de forma inflexible en el proceso y castigo de tres miserables que habían robado y asesinado al conocido comerciante Joaquín Dongo; habían matado a once personas de su casa para substraerle dinero y objetos de valor, lo que había provocado una repulsa popular. El virrey ordenó un proceso y ejecución rápida de los facinerosos. Luego inició una enorme labor administrativa, en la que destacaron los siguientes aspectos: embellecimiento y organización de la capital; mejora de la enseñanza; realización de numerosas obras públicas; organización de las intendencias; mejora de la minería y de la agricultura; cuidado de las fronteras; y robustecimiento del ejército y de las defensas existentes.
Su preocupación por mejorar la capital mexicana le ha valido ser calificado como “el mejor Alcalde de México”. La ciudad contaba con 111.067 habitantes, según el censo de 1791 que mandó hacer; era, por tanto, una de las más importantes de su tiempo. Aparte de sus vecinos usuales, contaba con 4.250 soldados y 7.878 religiosos, que vivían en conventos, colegios, cárceles y casas de comunidad. El virrey ordenó remodelar totalmente la plaza mayor; se niveló y empedró, sustituyéndose la fuente existente por cuatro nuevas en los ángulos de la misma. Mandó tambien suprimir el mercado que se hacía en ella, trasladó la horca a otro lugar y terminó las dos torres de la catedral, que se inauguraron en 1791. Reformó así mismo la capilla de palacio virreinal, y derribó el muro que rodeaba el atrio catedralicio. En 1790 se halló la famosa piedra del Calendario Azteca, que se colocó luego en la misma plaza. También se mejoraron sus alrededores, empedrándose las calles y abriéndose nuevos paseos. Se pusieron más de mil faroles de alumbrado público, se mejoró el abastecimiento de agua potable y la recogida de basuras con carros y, finalmente, se establecieron los primeros coches de servicio público, que empezaron a funcionar en 1793. En cuanto al suprimido mercado de la plaza mayor, fue sustituido por otros tres, El Volador, Santa Catalina y El Factor, en otros lugares capitalinos. Un reglamento para mercados y otros para policía y gobierno municipal cuidaron de mantener la ciudad al nivel de las grandes urbes de su tiempo. Finalmente, se hicieron obras de desagüe y se arregló el camino de Toluca, que estaba en mal estado. En Veracruz se hizo lo mismo con el que iba a Jalapa, y se erigió un nuevo tinglado portuario y un cementerio. Todo esto costaba mucho dinero, por lo que Revillagigedo organizó para ayudar a recabarlo la “Lotería o Rifa de billetes con el titulo de Auxiliar para obras públicas», que tenía dos sorteos anuales de 100.000 pesos cada uno.
La Cultura y la Administración colonial no quedaron a la zaga de las reformas. Fundó numerosas escuelas para los indios y la Escuela de Minas en 1792 (que dotó de un buen laboratorio y de profesorado adecuado). Durante su mandato se creó el establecimiento pedagógico de las Vizcaínas, para que pudieran estudiar las niñas. Mejoró la Real Academia de San Carlos, donde se impartían cursos de Matemáticas, Pintura, Escultura, Botánica, Anatomía y Fisiología. Mandó copiar los documentos antiguos y proyectó un Archivo General (sólo pudo hacer sus ordenanzas en 1793) con papeles de las diversas administraciones. También escogió el sitio adecuado para el establecimiento del Jardín Botánico. Vigiló celosamente la honradez de los empleados públicos y prácticamente organizó el sistema de intendencias creado anteriormente; revisó su plan y los límites que se habían establecido y propuso que a las doce existentes se añadieran otras cuatro. Mandó que los intendentes cumplieran con su visita (ordenada pero jamás cumplida), y solicitó a la Corona que se descargara al virrey de cumplir con algunas funciones rutinarias de los intendentes. Durante su mandato se estableció el correo quincenal entre la capital y las Intendencias.
La economía novohispana sufrió igualmente una transformación importante. Sostenía una población de tres millones y medio de habitantes y estaba dividida en dos sectores extraordinariamente importantes, que eran la agricultura y la minería. La primera surtía de numerosos productos de consumo y de exportación. El fundamental era el maíz, del que se producían hasta 700.000 toneladas anuales. Le seguían el trigo y otras gramíneas. Se exportaban colorantes, tabaco, azúcar, etc. El pulque rentaba 800.000 pesos al año. Del incremento agrícola dio prueba evidente un informe del virrey en el que anotaba que los diezmos habían aumentado en la década 1780-89 respecto de la anterior hasta un 37%. La minería afrontaba un intento de modernización con mineros alemanes, que ensayaban el método Born. Revillagigedo informó de la conveniencia de acomodar tales métodos con los tradicionales. Impulsó un proyecto de Emparan para traer azogue chino a cambio de pieles californianas, y estimuló nuevas prospecciones en México que dieron nuevos hallazgos de minas de cinabrio, si bien con explotaciones muy costosas. El comercio alcanzó una de sus épocas más esplendorosas, y la industria textil hizo algunos ensayos con algodón en nuevos telares. La Real Hacienda fue reorganizada en sus diversos renglones y rentas, empezando por los de alcabala y pulques, y recaudó cerca de 20 millones de pesos. Revillagigedo apoyó la creación de una Junta Superior de Real Hacienda y revisó los ramos de propios y de bienes de comunidad.
El Virrey intervino activamente en la reorganización de las misiones de California, a las que ordenó enviar colonos, y medió en los asuntos surgidos entre las distintas religiones en su papel de Vicepatrono de la iglesia novohispana. Finalmente tuvo importantes actuaciones internacionales, y ayudó a mejorar la planta defensiva de México. A poco de llegar se encontró con el problema de Nutka, que había surgido en la época de Flórez, y que se agravó por el enfrentamiento con Gran Bretaña. Revillagigedo mandó las exploraciones de Esteban y Fidalgo a San Blas y Nutka, luego Malaspina, y de las goletas Sutil y Mexicana a buscar el estrecho de Juan de Fuca. Incentivó cuanto pudo el Departamento de San Blas. Mandó tambien hacer algunos trabajos hidrográficos.
El desarrollo de la política internacional le obligó a prestar atención a los afrancesados, que eran vistos con sospechas. Realmente Revillagigedo era lo más afrancesado que puede imaginarse, ya que eran franceses su cocinero, su peluquero y hasta su cochero. Tuvo que intervenir en los asuntos de Santo Domingo y vigilar las Provincias Internas y la Luisiana. Para ello duplicó las fuerzas regulares mexicanas, que llegaron a tener 9.723 plazas (el doble de las que había cuando llegó), a las que había que sumar los milicianos. Revillagigedo propuso crear fortificaciones en Monterrey, San Blas, San Diego, Bodega, etc.
El segundo conde de Revillagigedo hizo una excelente “Instrucción” para su sucesor y terminó su mandato el 17 de octubre de 1794, traspasando sus poderes a Branciforte el 11 de julio de 1794. Volvió a España en el navío Europa, que se demoró en salir de Veracruz hasta el 22 de diciembre de 1794 y llegó a Cádiz el 19 de abril de 1795. En 1796 fue nombrado gobernador y capitán general de Barcelona, y poco después comandante general de Artillería, cargos que no llegó a desempeñar por padecer una enfermedad que le producía frecuentes jaquecas. Murió en Madrid, en su palacio de la calle Sacramento, sin haber conocido la sentencia de su juicio de residencia, que le fue favorable.
Bibliografía
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DÍAZ TRECHUELO, M. L. «Juan Vicente de Güemes Pacheco, segundo conde de Revillagigedo (1789-1794)» en Virreyes de Nueva España (1787-1798). Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1971, t. I.
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MOLINA, A. Los virreinatos en el siglo XVIII. Barcelona, Salvat, 1945.
MLS