Garcilaso de la Vega (ca.1501-1536).


Poeta español, nacido en Toledo en 1501 (o, según otros estudiosos de su obra, en 1503) y muerto en Niza (Francia) en 1536.

Garcilaso de la Vega, según un gragado de 1883.

Vida

Nació en el seno de una familia noble que perteneció a la Corte del Emperador Carlos V desde que éste llegara a España, todavía como rey. En 1519 participó en un alboroto civil en el que el concejo (de parte del cual estaba el futuro poeta) se oponía al cabildo, lo que le costó tres meses de destierro. En las cortes de 1521 fue procurador de su ciudad. Tras ser nombrado «Contino» del emperador (su padre lo había sido de los Reyes Católicos, así como embajador suyo en Roma), participó en la batalla de Olías contra los comuneros y, en 1522, en el sitio de Rodas. Allí coincidió con su constante amigo Juan Boscán, con quien compartió tanto la trayectoria vital en la corte del Emperador como la gloria de haber dado carta de naturaleza al endecasílabo en español, tras los desafortunados intentos que en el siglo XV había hecho don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana.

Juan Boscán, «Garcilaso, que al bien siempre aspiraste».

En 1523 fue nombrado caballero de Santiago y se casó con doña Elena de Zúñiga, dama de la hermana del emperador, doña Leonor de Austria. Se estableció con ella en Toledo, donde era regidor.

En 1526, durante las bodas del emperador en Granada, conoció a la joven dama portuguesa Isabel Freire, la Elisa de sus poemas. El rechazo que ésta dispensó al homenaje que le hacía Garcilaso, y su posterior boda con Antonio (o Alonso) de Fonseca -quien, apodado El gordo, ha pasado a la historia con el antipático papel de interponerse entre la musa y el poeta, a pesar de haber sido uno de los más inteligentes administradores de Carlos V-, produjeron en el ánimo de Garcilaso una melancolía que impregnó su obra hasta la posterior muerte de la dama. A partir de aquel duro trance, transformó dicho sentimiento en un dolor del que buscó escapar a través de su poesía, que estaba destinada a sobrevivir a los dos y a hacer un mito literario de ambas figuras.

Acompañando al emperador, en 1529 realizó su primer viaje a Italia. Tras acudir a la coronación imperial en Bolonia, asistió en Ávila a la boda de un sobrino suyo, enlace que el emperador había desautorizado, lo que le ocasionó el destierro en una isla del Danubio, probablemente cerca de Ratisbona; de allí fue a Nápoles en 1532 como lugarteniente del duque de Alba, don Pedro de Toledo, que acababa de ser nombrado virrey. En Nápoles trabó contacto con los miembros de la Academia Pontaniana (Luigi Tansillo, Bernardo Tasso, Giulio Cesare Caracciolo, los hermanos Galeotta, Minturno, etc.) y formó parte de dicho círculo, dejándonos como testimonio la composición de tres odas latinas al estilo de Horacio. También parece haber tratado a humanistas españoles como Juan Ginés de Sepúlveda (dedicatario de una de sus odas latinas) o Juan de Valdés. Salvo esporádicos viajes a España para cumplir órdenes del virrey, y a Aviñón (donde visitó la tumba de Laura, la amada de Petrarca), su residencia quedó fijada en Nápoles para el resto de sus días, a pesar de haber logrado el perdón de Carlos V. En 1535, no obstante, participó en la campaña de Túnez, en la que recibió unas heridas a las que se referirá en el «Soneto XXXIII». Son también de este tiempo las elegías a Boscán y a la muerte de don Bernardino de Toledo, hermano del duque de Alba. En 1536, el emperador lo nombró Maestre de Campo de las tropas españolas del ejército imperial en la guerra contra Francia. Parece que durante esta campaña dio fin a su «Égloga III».

El 19 de septiembre de aquel mismo año, al atacar la torre de Muy, cuyos defensores habían negado el acatamiento al Emperador, e incluso se habían burlado de él, Garcilaso es herido de una pedrada en la cabeza. De resultas de las heridas, falleció en la playa de Niza el 13 o el 14 de octubre en brazos del entonces duque de Gandía, después San Francisco de Borja.

Obra

La obra poética de Garcilaso es breve y supone la definitiva adaptación a nuestras Letras de la métrica y los contenidos de la creación lírica de Petrarca. Como era frecuente en su época y en el círculo social en que se movía, Garcilaso no publicó nada en vida. Sus obras aparecieron impresas en 1543, junto con las de Boscán, en la edición que lanzó la viuda de éste último. El éxito de estas Obras de Boscán, con algunas de Garcilaso de la Vega fue grande -sobre todo por lo que a las del poeta toledano se refiere-, pues se editaron de nuevo otras dos veces en el mismo año, dos más en 1544 y otras diez hasta 1557. Desde 1569, la poesía del toledano se editará sin la compañía de la de Boscán.

La poesía de Garcilaso se convirtió así en un modelo de lengua poética, en el que beberán las siguientes generaciones de poetas españoles, desde Fray Luis de León y San Juan de la Cruz hasta Lope de Vega e incluso Góngora. En 1574 aparece la obra comentada por Francisco Sánchez de las Brozas, «El Brocense» (con el añadido de tres sonetos desconocidos hasta entonces), y en 1580 por Fernando de Herrera, «El Divino», que busca en sus Anotaciones explicar de forma exhaustiva la poesía del que había llegado a ser modelo indiscutible de poetas. Tal puesto lo ocuparía Garcilaso hasta el triunfo de la poesía gongorina, que, en un primer momento, provocó que las reediciones del toledano fueran decreciendo hasta desaparecer. Con todo, en los años de oposición al quehacer poético gongorino, será Garcilaso la principal arma arrojadiza blandida por los enemigos del culteranismo, tanto en alusiones e imitaciones como, incluso, en el aspecto teórico: así lo demuestran las nuevas anotaciones a la obra del toledano realizadas por Tamayo de Vargas en 1622 y, ya en 1765, la edición de Nicolás de Azara, que buscaba la imitación de buenos modelos frente a los excesos en los que habían caído los últimos imitadores de Góngora. Ya en nuestro siglo, al amparo de la edición de don Tomás Navarro Tomás (1911), la influencia de Garcilaso es evidente en la formación de los poetas de la generación del 27: especialmente claros son los casos de Pedro Salinas, que tomó del poeta toledano el título para una de sus obras más conocidas, La voz a ti debida; y de Rafael Alberti, que llegó a transformar esta admiración en argumento poético:

«Si Garcilaso volvierayo sería su escudero,¡qué gran caballero era!«.

Asimismo, en la primera postguerra, el afán de los vencedores por restaurar los tiempos del Emperador dio lugar a una imitación superficial y fría de la obra de Garcilaso por parte de unos poetas que, agrupados en torno a una revista literaria que llevaba por título el nombre del vate toledano, recibieron el apelativo de «garcilasistas».

Toda la trayectoria editorial señalada, ajena por completo al autor, nos ha preservado un corpus poético breve y sin apenas variantes, al que se aplicó casi desde el origen un orden estrófico (coplas, sonetos, canciones, elegías, epístola y églogas) que no parece que fuera el original, toda vez que la mezcla de estrofas como medio de evitar la monotonía era casi norma desde el propio Canzoniere de Francesco Petrarca. De hecho, el orden cronológico no se guarda siquiera dentro de la ordenación estrófica, dado que la «Égloga II» es anterior a las otras dos y que la «Elegía a la muerte de don Bernardino de Toledo» parece ser una de sus últimas composiciones. Todo ello ha dado lugar a estudios como los de H. Keniston, Rafael Lapesa o Antonio Prieto, encaminados a encontrar el orden cronológico desde el punto de vista estilístico -los dos primeros- o a partir de la historia amorosa que en él se narra -según propone Antonio Prieto.

El tema principal de la poesía de Garcilaso es el amor, entendido -al modo petrarquesco- como una pasión que sigue al poeta a lo largo de toda su vida, pasión que el poeta cultiva con el ánimo de superar, a través de ella, el paso del tiempo. Sin embargo, no es Petrarca la única fuente de la poesía de Garcilaso, sino que el influjo de las Bucólicas de Virgilio y de su adaptación al italiano a cargo de Sannazaro, de la poesía de Ausias March (especialmente claro en el soneto Amor, amor, un hábito vestí) y de la de Horacio están presentes a lo largo de su producción. Con todo, la presencia de Petrarca y de la división in vita e in morte de su cancionero (partiendo de la vida y la muerte de Laura, su amada) están presentes en la obra del poeta toledano, quien cantará a Isabel Freyre tanto en vida como tras su muerte, buscando en la poesía un espacio de encuentro con ella más allá del tiempo, en una trayectoria ascendente que culminará en la «Égloga III».

Garcilaso de la Vega: Égloga I: Salicio y Nemoroso.

Garcilaso de la Vega: Égloga Tercera.

Con el tema amoroso se entrelazan, dentro del mismo deseo de variedad que había llevado a Petrarca a mezclar metros diferentes, la amistad como descanso en las penas amorosas (habitualmente el confidente de estas cuitas es Boscán) y el sentimiento de simpatía con la naturaleza, que acompaña al poeta en sus cavilaciones (así, el paisaje danubiano en la «Canción III» -«Con un manso ruido«- o en la «Égloga I», en la que los cantos de Salicio y Nemoroso tienen como fondo, por simpatía o por contraste, la naturaleza propia de los libros de pastores que, aún en su idealización, es soporte constante de los sentimientos del poeta). Con todo, amistad y naturaleza aparecen subordinadas a la historia de amor que el poeta vive, en la que son episodios principales sonetos como el quinto («Escrito está en mi alma vuestro gesto«), el octavo («De aquella vista pura y excelente«) y el decimoquinto («Si quejas y lamentos pueden tanto«), en el que aparece ya el mito de Orfeo como modelo del poeta, que volverá a referirse a él en la «Égloga III» en unos versos tan felices como recordados, en los que anuncia cómo dentro de la égloga va a superar el mito de Orfeo, llevando más allá de la muerte su canto a la amada:

«Y aún no se me figura que me tocaaqueste oficio solamente en vida,mas, con la lengua muerta y fría en la boca,pienso mover la voz a ti debida.Libre mi alma de la estrecha roca,por el Estigio lago conducida,celebrándote irá, y aquel sonidohará parar las aguas del olvido«.

Este poema presenta a cuatro ninfas que bordan sendos mitos en cuatro telas. Los tres primeros mitos son, precisamente, el de Orfeo y Eurídice, el de Apolo y Dafne (al que ya había cantado el poeta en el «Soneto XIII» -«A Dafne ya los brazos le crecían«-) y el de Venus y Adonis: las tres historias trágicas en las que la muerte separa a los enamorados, o bien el rechazo y el cambio de naturaleza (Apolo y Dafne) impiden la realización del amor. Estos mitos sirven de introducción al cuarto mito, bordado por «la blanca Nise», en el que aparece la historia de Elisa y Nemoroso, es decir, la propia historia del enamorado poeta que, de esta forma, llega a una automitificación que supera el límite de lo mortal y en la que ambos enamorados alcanzan el mismo destino que los dioses de la antigüedad, ese espacio que el poeta buscaba en la primer égloga en la «tercera rueda» (es decir, en la esfera celeste correspondiente al planeta Venus) para reencontrarse más allá de la muerte con Elisa.

Garcilaso de la Vega, «Cuando me paro a contemplar mi estado» (Soneto I).

Estilísticamente hablando, se pueden distinguir dos etapas en su poesía: una primera de aprendizaje dentro de los moldes estróficos de la poesía castellana del XV, a la que pertenecen las ocho Coplas que abren su poemario, y en los que encontramos ya la presencia de Boscán como destinatario de una y coautor de otra, dentro del entender la poesía como juego cortesano tan frecuente en las cortes del XV; y la segunda y definitiva, motivada por su decisión de probar la adaptación del endecasílabo italiano a la lengua castellana. Sobre esta decisión nos ha dejado Boscán testimonio en su Carta a la duquesa de Soma, con la que se abren Las Obras y en la que se cuenta cómo este recoger la herencia petrarquista fue sugerencia de Andrea Navagero (embajador veneciano en las bodas del Emperador), sugerencia que Boscán trasladó a Garcilaso, quien habría de conseguir una perfección en el tratamiento de dicho verso que lo haría totalmente natural en nuestra lengua. Conviene destacar también que buscó cultivar todo tipo de estrofas con dicho endecasílabo, tanto el soneto como la epístola en tercetos encadenados, la octava o el endecasílabo blanco, así como diversas variedades de estancia, de entre las que destaca la que, imitada por Fray Luis, San Juan y tantos otros, es conocida hasta nuestros días como lira por ser ésta una de las palabras del primer verso de dicha composición («Canción V» u «Ode ad Florem Gnidi»):

«Si de mi baja liratanto pudiera el son, que en un momentoaplacase la iradel animoso vientoy la furia del mar en movimiento […]».

Bibliografía

  • GALLEGO MORELL, Antonio. Garcilaso: documentos completos. (Barcelona: 1976).

  • LAPESA, Rafael. Garcilaso. Estudios completos. (Madrid: 1985).

  • PRIETO, Antonio. La Poesía Española del siglo XVI (Vol. I, «Andáis tras mis escritos»). (Madrid: Cátedra, 1984).

  • RIVERS, Elías L. edición de las Poesías Castellanas Completas. (Madrid: Castalia, 1984). (4ªed.).

G. Fernández San Emeterio.