Ford, Henry (1863-1947).
Ingeniero industrial estadounidense, pionero de la industria automovilística, nacido el 30 de junio de 1863, en Dearbon, localidad próxima a Detroit (Michigan), y fallecido el 7 de abril de 1947 en su pueblo natal. Paradigma del self-made-man («hombre hecho a sí mismo»), fue el primer constructor de automóviles que utilizó las técnicas de producción en masa y el trabajo en cadena, a la par que perfeccionó los anteriores rudimentarios modelos. Henry Ford, no sólo puso el coche al alcance de la gran mayoría de los estadounidenses, sino que también influyó de manera decisiva en la industrialización de la sociedad y en el progreso tecnológico estadounidense.
Hijo de unos pobres granjeros irlandeses emigrados en 1847, desde niño demostró una gran afición y dotes excepcionales para la mecánica. Buen estudiante, compaginó sus estudios secundarios en Dearbon con las labores agrícolas y ganaderas de la modesta granja familiar. En este período construyó ya su primer ingenio mecánico con pretensiones de tractor, al que el propio Henry Ford bautizó con el nombre de Fordson (el hijo de Ford).
Con apenas 16 años, en 1878, Henry Ford se fugó de su casa para dirigirse a pie a Detroit, con intención de trabajar como mecánico, lo que consiguió pronto al ser admitido en un pequeño taller de maquinaria, el Detroit Automobile Company. Al poco tiempo regresó a Dearbon con la experiencia necesaria para dedicarse a la reparación de máquinas de vapor y al estudio y composición de relojes. En 1888 contrajo matrimonio con Clara James Bryant, con la que estuvo casado toda su vida y tuvo un hijo, Edsel, hombre brillante e imaginativo en el campo de la dirección de empresas pero que siempre estuvo tapado por la gigantesca sombra de su padre. En 1891, Henry Ford regresó de nuevo a Detroit, donde comenzó a trabajar en la Edison Illuminating Co., en la que pronto pasó a desempeñar el puesto de ingeniero jefe de mecánicos.
El nacimiento de la Ford Motor Company
Por aquel entonces, Henry Ford ocupaba la mayor parte de su tiempo libre, fundamentalmente las noches, en la construcción del que sería su primer coche sin caballos, que acabó en el pequeño taller que tenía en su casa en 1896. Se trataba de un vehículo de cuatro ruedas arrastrado por un motor de dos cilindros y de cuatro tiempos, refrigerado con agua y sin marcha atrás. Aunque no aportó ninguna novedad mecánica respecto a los autos que habían fabricado los alemanes Gottlieb Daimler y Carl Benz, Henry Ford introdujo novedades relacionadas con su construcción en serie y con las ventajas económicas que proporcionaba a los futuros usuarios (el coche salió a la venta por tan sólo 200 dólares).
Gracias al relativo éxito de ventas de su primer coche, en 1899 Henry Ford abandonó la Edison y se asoció con su antiguo taller mecánico para fabricar coches de encargo. Pero, debido a su fuerte carácter, a su comportamiento un tanto excéntrico para la época (pilotaba con éxito sus propios coches de carreras) y, sobre todo, a sus ideas empresariales revolucionarias, en 1903, cuando contaba cuarenta años, decidió fundar su propia compañía, la Ford Motor Company, donde pudo poner en práctica su propósito y construir un modelo estándar, en serie, para abaratar el costo y tener acceso al mayor mercado posible.
El sueño americano: el Ford-T
En Europa, la mayoría de las fábricas de coches habían sido constituidas entre los años 1880 y 1890 por la compañía Daimler, que en 1896 sacó a la calle el primer camión y en 1900 el primer automóvil verdadero (el moderno Mercedes), y por la Benz (ambas acabarían fusionándose para constituir la Mercedes Benz); pero en Estados Unidos, además de la factoría creada por Charles Edgar Durgea, la industria y producción de coches aún estaba sin desarrollar, circunstancia que Henry Ford supo percibir y de la que sacó provecho.
Asociado con los hermanos Dodge, fabricantes de motores, Henry Ford, con tan sólo el 25% del total de las acciones, comenzó a cosechar los primeros éxitos y también los primeros problemas con sus socios. Los hermanos Dodge se inclinaban por la fabricación de un coche de lujo y de alto precio, mientras que Ford defendía lo contrario: un coche sencillo, popular y, sobre todo, barato. La idea principal de Ford era que, si fabricaba en serie los coches, los costos de producción del automóvil se reducirían ostensiblemente, lo cual contribuiría a bajar también el precio de venta en la calle, circunstancia que haría aumentar la demanda, el mercado y las ganancias.
Tras solucionar los problemas con sus socios y optar por la compra del 58% de las acciones de los Dodge, Ford lanzó por fin, a principios de 1908, la primera serie de su flamante Ford-T a un precio único y revolucionario en el mercado, 500 dólares, bastante bajo en comparación con los 2.000 dólares que constituían el precio medio de un coche por aquella época. El éxito fue fulminante y las ventas se multiplicaron por cinco. Fue por aquel entonces cuando Ford, exultante y feliz, afirmaba: «Daré a cada americano un automóvil del color que prefiera, con tal de que sea negro«. De repente, una gran cantidad de campesinos y obreros de las ciudades podían disponer de su propio vehículo, lo cual revolucionó incluso los hábitos sociales del país. El modelo Ford-T, que, según decía la propaganda, «podía hacer de todo, incluso lavar platos«, se vendió solo, sin necesidad de una campaña publicitaria de grandes proporciones, como demostraron las apabullantes cifras de ventas: en 1916 se vendieron medio millón de unidades, dos millones en 1923 y, para 1927, fecha de su retirada de producción, se había alcanzado la friolera cantidad de 15 millones de Ford-T (todos ellos negros, por supuesto).
Desde el punto de vista estrictamente empresarial, el secreto de Henry Ford fue el haber sabido combinar tres factores decisivos. El primero fue la normalización y la fabricación masiva de todas la piezas que componían el vehículo, de tal forma que, al congregar ordenada y racionalmente todas las piezas sobre la cadena de montaje, se podían ensamblar, en tan sólo 1 hora y 33 minutos, un centenar largo de unidades diarias listas para salir a la calle. El segundo factor fue la concesión a sus trabajadores de unos salarios bastante altos (según sus competidores desorbitados), de cinco dólares al día, con lo que logró dos propósitos a la vez: incrementar el nivel de vida de éstos, que inmediatamente pasaban a comprarse un Ford-T, y rebajar todavía más los precios de venta. Finalmente, Ford estableció a escala nacional un tupida red de concesionarios, vendedores y expertos agentes de publicidad, y fomentó otro sistema de pago revolucionario: la compra del coche a plazos.
Hombre preocupado por la deshumanización que conllevaban los nuevos métodos de producción que él mismo aplicaba en sus factorías y fervoroso pacifista, en vísperas de la entrada de los Estados Unidos en la Gran Guerra financió varias campañas pacifistas sonadas para detener el conflicto. Pero cuando comprendió lo inevitable del mismo, Ford sacó su espíritu pragmático e industrial y puso a disposición del Gobierno todo el potencial de sus factorías, maniobra que le proporcionó multimillonarios contratos de producción. En el año 1919, Henry Ford fue obligado por un juez a repartir beneficios entre sus socios minoritarios, entre ellos los hermanos Dodge, los cuales le acusaron de no querer repartir los beneficios de la empresa e invertirlos en la fabricación de más coches, por lo que Henry Ford, en una contraofensiva financiera brutal y expeditiva, optó por comprar todas las acciones (por un valor de más de 100 millones de dólares) para hacerse con el control absoluto de la Ford Motor Company.
El imperio Ford cede su hegemonía
A pesar de seguir ganando buenos dividendos con el Ford-T, de sacar al mercado el famoso tractor Fordson y de comprar filiales, como la Lincoln Motor Company, lo cierto es que, a partir de la década de los veinte, la Ford Motor Co. dejó de ser la empresa líder en el sector automovilístico estadounidense por dos motivos fundamentales: por la feroz competencia que encontró en la otra empresa gigante del sector, la General Motor, en propiedad del magnate J. P. Morgan (con el famoso modelo Cheovy), y en la Chrysler; y por su lentitud de reflejos a la hora de adoptar la práctica, común en las otras compañías, de lanzar un modelo nuevo prácticamente cada año.
Por fin, en diciembre de 1927, Henry Ford presentó en sociedad el nuevo coche de la compañía, el Ford Modelo-A, vehículo mucho más evolucionado y de lujo, con el que también tuvo un gran éxito, pero muy lejos del obtenido con el Ford-T. Dos años después, volvió a sacar otro coche, el sorprendente Ford V-8. Ambos coches le permitieron recuperar algo del terreno perdido con sus grandes competidoras, pero ya sin conseguir el liderato en el mercado de ventas estadounidense. Sin embargo, sí que se hizo fuerte en Europa, donde, a raíz de la colaboración con el cártel petrolero de los Rockefeller (accionista de la Ford Motor Company) y de su amigo íntimo Harvey S. Firestone, Henry Ford pudo acaparar más de la mitad de la industria del sector.
Problemas laborales
Tras el tremendo varapalo financiero del crack del 29 (véase Crisis de 1929), Ford, pésimamente asesorado por uno de sus principales directivos, Harry Bennet, se negó obstinadamente a firmar la Ley de Recuperación de la Industria Nacional emitida por el Gobierno de Franklin Delano Roosevelt, que implicaba sustanciosos contratos estatales pero, a su vez, obligaba a los patronos a pactar con los sindicatos. Tras el éxito de una huelga de sus trabajadores en protesta por la congelación de sus salarios, Ford no tuvo más remedio que aceptar la intromisión sindical en su Imperio.
Al igual que hiciera en los prolegómenos de la Gran Guerra, Ford volvió a oponerse a que Estados Unidos interviniera en el segundo gran conflicto bélico que se estaba gestando en Europa, pero tras la entrada de su país después del ataque japonés contra la base naval de Pearl Harbour, puso su gigantesco potencial al servicio de la Administración de Roosevelt. Inició la construcción de una enorme fábrica en Willow Run, en Michigan, con la que fabricó, bajo una serie de contratos ventajosos, superbombarderos. A pesar de algunas evidentes dificultades técnicas, a finales de la contienda había fabricado más de 8.000 aviones.
La sombra del gigante
Pero la falsa prosperidad de los contratos de guerra no pudo ocultar las graves deficiencias de la compañía, debidas al notorio retraso tecnológico por el empeño de Henry Ford en continuar produciendo vehículos baratos y, por lo tanto, técnicamente más mediocres que los de la competencia. A principios de los años cuarenta, Henry Ford, demasiado viejo y enfermo, se dispuso a ceder la dirección del imperio a su competente hijo Edsel. Pero éste murió de repente en 1943. Gracias a la decidida intervención de su esposa, Clara Bryant, Henry Ford delegó toda la responsabilidad en su nieto Henry Ford II, que se encontró con la misión de sacar a flote el fabuloso conglomerado de empresas levantado por su abuelo. Cuando Ford murió, en abril de 1947, el imperio esta empezando a ser la maquinaria de antaño, funcionando a toda presión y en todos los frentes competitivos abiertos en el mercado.
Hombre sencillo y amable en su vida privada, Ford no dejó de contribuir con su dinero a la financiación y auxilio de varias instituciones culturales, educativas y caritativas. En 1919 creó el Hospital Henry Ford de Detroit, al que dotó con siete millones de dólares de la época. Ese mismo año se hizo con la edición del semanario Dearbon Independent, rotativo anteriormente de tendencia antisemita. Ford prohibió tal tipo de artículos en su periódico y ordenó la redacción de una disculpa pública a los judíos. En el año 1936 puso en pié su mayor obra social, la sociedad filantrópica Fundación Ford, a la que legó parte de sus acciones cuando murió para que se dedicara a promover estudios de investigación sobre la pobreza, la superpoblación mundial y la problemática del Tercer Mundo, el deterioro del Medio Ambiente y la conservación de la Naturaleza y sus recursos. Actualmente, la fundación cuenta con medio billón de dólares para dichos proyectos.
Ford escribió dos libros en colaboración con Samuel Crowther: My life and work, en 1922 (Mi vida y mi obra), y Today and Tomorrow, de 1926 (Hoy y mañana). Su destacado papel en la evolución de la economía industrial moderna ha sugerido la acuñación del término fordismo para describir el modelo socioeconómico predominante en los países más desarrollados del siglo XX.
Bibliografía
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COLLIER, P.: Los Ford: una epopeya americana, Barcelona: Tusquets, 1990.
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FLINK, J. J: The car culture, Cambridge: Mitpress, 1976.
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SCHLESSINGER, A. M: La era de F. D. Roosevelt, México: UTEHA, 1968.
CHG