Fabia Fabiana (s. II).


Matrona hispanorromana, nacida en el municipio de Barbesula (en el territorio ocupado actualmente por la localidad gaditana de Torre de Guadiaro) en el siglo II de la era cristiana. Dama rica y devota, perteneciente a una de las familias más influyentes de la Bética, dejó memoria de su existencia no sólo por los vínculos que la unieron a los varones más destacados de su entorno (como era habitual entre las mujeres romanas, apartadas por ley del ejercicio de cualquier actividad pública), sino por figurar en dos inscripciones que, merced a los avances actuales de la epigrafía, han permitido conocer, en la actualidad, numerosos detalles acerca de su peripecia biográfica particular y de la época en que ésta se desarrolló.

En general, casi todos los varones de su familia (la de los Fabios Fabianos) ocuparon relevantes cargos en las administraciones políticas y económicas de las localidades de la Bética por las que se extendieron las vastas ramificaciones de este poderoso clan. En muchas excavaciones arqueológicas practicadas en el amplio territorio que comprende desde Algeciras hasta el este de la provincia de Granada y el valle del río Genil, se han hallado estatuas e inscripciones de diferentes miembros de esta familia, casi todos ellos célebres por haber hecho ostentación de su rico patrimonio y por haber utilizado esta riqueza en pro del desarrollo de esta región de la Hispania romana, en la que muchos municipios recibieron grandes donaciones procedentes de algún miembro de los Fabios Fabianos. Los investigadores especializados en el estudio de este borroso período histórico han especulado con la posibilidad de que la magna riqueza poseída por este dilatado clan procediera de las explotaciones de las abundantes canteras de mármol que existieron en su ámbito de influencia, lo que en buena medida serviría para explicar también la enorme profusión de estatuas que, labradas en dicho material, honran a numerosos miembros de la familia. Al respecto, se han publicado algunas conjeturas -que no van más allá de la mera suposición- que pretenden identificar a Fabia Fabiana con la mujer representada por la estatua que su poderoso hermano Cayo Fabio Montano erigió en Iptuci (en el actual municipio gaditano de Hortales), estatua que revela la influencia ejercida por éste en dicho lugar, ya que su ubicación fue señalada directamente por el Senado local (lo que significa que fue levantada en espacio público, honor que no se otorgaba con demasiada frecuencia). Al margen de los vínculos fraternales que ligaban a Fabia Fabiana con este Cayo Fabio Montano, se ha sugerido también su posible relación familiar con Cayo Fabio Fabiano, el esposo de la sacerdotisa de Cartima (la Cartama malagueña actual) Junia Rústica.

Sea como fuere, lo cierto es que Fabia Fabiana disfrutó también con creces de la opulencia en que vivieron los suyos, merced a la herencia recibida de Lucio Fabio Cesiano, que ocupaba un relevante puesto político y religioso (era magistrado y sacerdote) en la citada población de Barbesula. En la inscripción conservada en nuestros días donde se da cuenta de este legado testamentario se indica, asimismo, que Fabia Fabiana debería compartir con una tal Fulvia Honorata las cuantiosas riquezas dejadas por el prócer, pero no especifica en lugar alguno el grado de parentesco o el vínculo familiar o afectivo que unía a estas dos mujeres con el generoso magistrado. Cabe suponer, en cualquier caso, que su relación con el finado Lucio Fabio Cesiano debió de ser muy estrecha, ya que, por un lado, tan relevante prohombre las nombró públicas herederas de su fortuna; y, por otro lado, las dos mujeres se apresuraron a celebrar un banquete público en homenaje al difunto sacerdote.

La segunda inscripción en la que los expertos en epigrafía han hallado noticias de Fabia Fabiana apareció en Algeciras, localidad a la que debió de haber sido trasladada desde su enclave original en Barbesula. El texto aparece grabado en una especie de candelabro sobre el que debió de reposar alguna lámpara destinada al culto de cualquier deidad en el interior de un templo (aunque la aparición del adjetivo «augusta» parece indicar que esta lámpara rindió tributo a la familia imperial, se ha especulado también con la posibilidad de que constituyera una ofrenda a Diana, diosa que aparece representada en su condición de cazadora en un relieve lateral del candelabro). En cualquier caso, lo más importante es que Fabia Fabiana, según reza la citada inscripción, hacía ofrenda de una valiosa colección de joyas a la diosa Diana Augusta, compuesta por «una cadenilla con siete piedras preciosas, pulseras con veinte piedras, brazaletes con trece piedras, una ajorca con dieciocho piedras y dos anillos con gemas«. Tal signo de ostentación, que respondía a la costumbre -muy arraigada en toda la provincia de la Bética- de adornar con joyas y piedras preciosas las estatuas de las deidades femeninas, era a la vez una muestra pública y fehaciente del poder y la bonanza económica de que gozaban los Fabios Fabianos; sin embargo, el gesto no quedaba reducido a un mero alarde de riqueza e influencia, ya que también reflejaba -o pretendía públicamente reflejar- la firme vocación religiosa de la matrona romana, quien a través de esta vía espiritual venía a reforzar su preeminencia entre el resto de la población femenina del lugar.

En relación con estas ideas expuestas en el párrafo anterior, resultan singularmente atractivas las opiniones de una de las investigadoras que con mayor interés se ha dedicado al estudio de este período histórico, María Dolores Pérez Mirón (vid., infra, «Bibliografía»), quien recuerda el origen de la costumbre de adornar las figuras de piedra con ropajes y complementos: la creencia -de raíz oriental, pero muy arraigada en Roma, sobre todo entre las matronas- de que las estatuas podían tener algo de vida propia, al seguir albergando en su interior a las divinidades que representaban. Según esta estudiosa, esta creencia supersticiosa cuajó en la Bética en esa costumbre de engalanar estatuas, costumbre que, en su opinión, responde incluso a un sustrato pre-romano, ya que en ninguna otra provincia del Imperio (ni siquiera en otros territorios de Hispania) se procedió a vestir y enjoyar las estatuas de las deidades.

Junto a ello, cabe reparar también -siguiendo las observaciones de Pérez Mirón- en que esta práctica quedaba relegada a las damas de las familias más poderosas, debido fundamentalmente a dos razones: por un lado, sólo ellas disponían de las riquezas necesarias para realizar tales ostentaciones de lujo y esplendor; y, por otro, sólo a ellas les era dado mantener, por vía de la devoción, esa preeminencia social que, recibida de sus familias, no podían en cambio exhibir en los cargos políticos locales, ya que éstos eran inalcanzables para las mujeres. Lo curioso es constatar que, como apunta la mencionada investigadora, «la perdurabilidad de estos rituales a través de los siglos y las religiones, perviviendo en la actualidad en la costumbre de las señoras ricas andaluzas de encargarse del vestido y el adorno de las imágenes sagradas y los pasos de Semana Santa«.

En alguna ocasión se ha identificado a esta Fabia Fabiana con una donante homónima de su misma familia, quien realizó la ofrenda más rica de cuantas se tiene noticia en Hispania. Se trata de una mujer relacionada con los Fabios Fabianos de Teba del Condado (Málaga), residente en Acci (la actual Guadix granadina), donde donó a Isis niña «una estatua de plata de ciento doce libras y media, dos onzas y media y cinco escrúpulos, así como ornamentos: en la diadema, una perla excepcional y seis perlas, dos esmeraldas, siete cilindros, una gema de carbunclo, una gema de jacinto y dos gemas de ceraunias; en los pendientes, dos esmeraldas y dos perlas; en el collar, una gargantilla con cuatro sartas de treinta y seis perlas y dieciocho esmeraldas y, en el broche, dos más; en las pulseras de los tobillos, dos esmeraldas y once cilindros; en el dedo pequeño, dos anillos con gemas de diamantes; para el dedo siguiente, un anillo con mucha pedrería de esmeraldas y una perla; en el dedo mayor, un anillo con esmeraldas; en las sandalias, ocho cilindros«. Al parecer, la Fabia Fabiana responsable de esta riquísima donación no era la misma mujer originaria de Barbesula y autora de la donación a Diana Augusta.

Bibliografía

  • CANTO DE GREGORIO, Alicia María. «Una familia bética: los Fabii Fabiani», en Habis, nº 9 (1978), pp. 293-310.

  • MARTÍNEZ LÓPEZ, Cándida. «Influencia social de las mujeres en las ciudades de la Hispania meridional», en La mujer en el mundo del mediterráneo antiguo (Granada: Universidad de Granada, 1990, pp. 219-241).

  • MIRÓN PÉREZ, María Dolores. «Fabia Fabiana», en Mujeres en la Historia de España (Madrid: Planeta, 2000), pp. 32-34.

  • MIRÓN PÉREZ, María Dolores. Mujeres, religión y poder: el culto Imperial en el Occidente Mediterráneo (Granada: Universidad de Granada, 1986).

  • PRESEDO VELO, Francisco J. «Hallazgo romano en Algeciras», en Habis, nº 5 (1974), pp. 189-203.

  • RODRÍGUEZ OLIVA, Pedro. «Nuevo epígrafe bético de los Fabii Fabiani», en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, ns. 40-41 (1975), pp. 615-623.

JR.