Enrique II, Rey de Francia (1519-1559).
Rey de Francia nacido en Saint-Germain-en-Laye el 31 de marzo de 1519 y muerto en París el 10 de junio de 1559. Hijo segundo de Francisco I y de Claudia de Francia. Se convirtió en sucesor al trono de Francia en 1536 tras la repentina muerte de su hermano mayor Francisco. Enrique II fue junto con su padre el rey más importante de la Dinastía Valois.
En 1526 fue enviado a España junto con su hermano Francisco, en calidad de rehenes, dados por su padre Francisco I al emperador Carlos V tras la derrota del francés en Pavía el 24 de febrero de 1525. Permaneció en España hasta 1529, cuando ambos reyes firmaron la paz de Cambrai o de las Damas, por la que Francisco I renunciaba a todas sus aspiraciones sobre Italia y Flandes además de devolver el Artois y Tournai al emperador. Carlos V renunciaba por su parte a sus pretensiones sobre Borgoña.
En 1533, cuando aún Enrique no era el heredero al trono, Francisco I le casó con Catalina de Médicis. Con este matrimonio el rey francés pretendía dejar en una buena posición a su segundo hijo, al emparentarlo con una de las familias más importantes de Italia, al tiempo que ponía cerca del trono a un futuro aliado de gran valor para sus ambiciones italianas, a las cuales y pese a las continuas derrotas militares, Francisco no cejó hasta su muerte. Del matrimonio entre Enrique y Catalina nacieron diez hijos, pese a lo cual Catalina vivió humillada en Francia debido a las relaciones que su esposo mantenía con la duquesa de Valentinoís, Diana de Poitiers, su amante (también lo fue de su padre) y auténtica mano derecha del rey. Pese a ello, con Catalina de Médicis introdujo en la corte francesa el ceremonial, las modas y la manera de hacer política típicas de la cortes italianas, e incluso llamó a la corte francesa a algunos de los artistas italianos más importantes de la época, como el músico Beaujoyeulx.
Cuando en 1547 Francisco I falleció y Enrique II fue proclamado rey se produjo un cambio total en las personas que componían la corte. Ana de Pisseleu, duquesa de Étampes, amante de su padre, que durante más de veinte años gobernó por completo la voluntad de Francisco I, fue expulsada de la corte, tanto por el odio que el propio Enrique la tenía como por la animadversión entre Ana de Pisseleu y Diana de Poitiers. El puesto de Ana fue ocupado por Diana, a la cual Enrique II nombró duquesa de Valentinoís. Otro personaje importante en estos primeros momentos del reinado de Enrique II fue Anne de Montmorency, un fiero guerrero que ya había servido a las órdenes de Francisco I y que para Enrique II aplastó la rebelión de Guyena en 1548.
El acontecimiento más importante de esta primera parte del reinado de Enrique II fue la definitiva unión de Bretaña al territorio de la monarquía francesa.
Más adelante surgieron las figuras de dos personajes que iban a marcar de forma significativa la historia de Francia durante los siguientes reinados; hablamos de Francisco de Lorena, segundo duque de Guisa y Carlos de Lorena cardenal de Guisa. El cardenal fue el responsable de consagrar a Enrique II como soberano de Francia; mientras que Francisco de Lorena se convirtió en uno de los más importantes generales de la época y fueron precisamente sus numerosas victorias las le hicieron ganarse el favor del soberano y ocupar un papel destacado durante el reinado de su débil sucesor. El tercero de los grandes militares franceses del momento que ocuparon un lugar destacado en el reinado de Enrique II fue el mariscal de Saint-André, Juan de Albon.
En 1548, Enrique II obtuvo su primer gran éxito diplomático como rey. Logró convencer a la reina de Escocia, María de Lorena, para concertar el matrimonio entre su hija María Estuardo y el delfín Francisco, futuro Francisco II. María Estuardo, que contaba con apenas seis años de edad pero que ya había sido proclamada reina de Escocia, pasó a vivir a Francia donde fue educada en la corte. En 1459 Enrique II estuvo por primera vez París y su visita coincidió con una ejecución masiva de calvinistas. Exigió a Enrique VIII la plaza de Boulogne, pero ante la negativa del rey inglés de cederla amistosamente recurrió a las armas y en mayo de 1550 entró triunfal en la plaza.
La política interior Enrique II se dirigió a afianzar el poder monárquico y eliminar los brotes de disidencia religiosa, medidas que se reforzaron tras la firma del edicto de Ecouen en 1557. Pero el objetivo primordial, casi obsesivo, de la política exterior e interior de Enrique II consistió en fortalecer la posición de Francia en el mundo, para con ello debilitar el poder de España y derrotar al gran enemigo heredado de su padre, el emperador Carlos y su hijo Felipe II, rey de España.
La primera oportunidad que se le presentó al joven rey francés de enfrentarse al poderío imperial aconteció a raíz del nuevo levantamiento de los príncipes protestantes alemanes. Estos se habían levantado entre 1531 y 1547 en la Liga de Esmalkalda, pero tras la victoria de Carlos V en Mühlberg (1547) la Liga fue derrotada y el emperador Carlos trató de mantener esta paz a base de una serie de medidas conciliadoras entre católicos y protestantes. En 1548 se publicó el Ínterin de Augsburgo, que recogía dicha política. El Ínterin se encontró con la oposición de los protestantes y de los católicos; los primeros, ante la presión imperial para que se aceptase el documento volvieron a sublevarse encabezados por Mauricio de Sajonia y apoyados en la doctrina de Melanchthon y otros teólogos protestantes que respondieron al Ínterin de Augsburgo con el denominado Ínterin de Zella o Leipzig. Enrique II se unió a los príncipes alemanes por el Tratado de Chambord de 1552. Por otro lado, Enrique había firmado tratados secretos con el resto de los enemigos del emperador, los turcos y los suizos en 1550. El propósito de estos dos tratados, más que en los beneficios territoriales que supusieron, radicaba en hacer un frente común contra el emperador con el objeto de acabar con su poder hegemónico en Europa.
Enrique II junto a sus aliados lograron en 1552 derrotar a las tropas imperiales en la batalla de Innsbruck. Ante la imposibilidad de hacer frente a todos sus enemigos unidos, Carlos firmó en junio de 1552 el Tratado de Passau con los protestantes y en 1555 se llegó a la paz definitiva. Enrique II había logrado apoderarse de los obispados de Metz, Verdún y Toul. Pese a los intentos imperiales, Metz permaneció en poder francés hasta 1870 y Verdún y Toul hasta nuestros días. El inicio de este conflicto imposibilitó la participación francesa en la segunda fase del Concilio de Trento, iniciada el 1º de mayo de 1551.
En 1555 apareció en escena un nuevo enemigo del emperador y por tanto un nuevo aliado de Enrique II, el papa Giampietro Caraffa, conocido como Paulo IV, uno de los más crueles y antiespañoles de la historia. Enrique II firmó en 1556 un tratado con el papado con el objeto de ocupar las posesiones imperiales en territorio italiano. Con este fin, Enrique II rompió la tregua de Vacucelles al tiempo que Paulo IV lanzaba una bula de excomunión contra Felipe II y Carlos V, el cual ya se encontraba en Yuste. Ese mismo verano Enrique II envió a sus ejércitos a Roma bajo el mando de Francisco de Lorena, duque de Guisa. Felipe II reaccionó enviando hacia Roma al mejor militar de la época, Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, que se encontraba en Nápoles. Al mismo tiempo Felipe II preparó un ejército en Flandes para invadir Francia. En marzo de 1557 la diplomacia de Felipe II alcanzó su más esplendoroso momento al lograr de la reina de Inglaterra y esposa de Felipe II, María Tudor una declaración de guerra contra Francia. El mando del impresionante ejército del rey de España fue puesto al mando de Manuel Filiberto, Duque de Saboya, que tras haber sido desposeído por los franceses tenía ganas de venganza. Enrique II por su parte puso su ejército en manos de sus mejores hombres, al ya mencionado duque de Guisa se sumaron Anne de Montmorency y Coligny, sobre el que recaía el mando del ejército francés. Pero la iniciativa de los combates fue española, ya que Manuel Filiberto invadió Picardía y obligó a Coligny a encerrarse en San Quintín; en esta plaza, el 10 de agosto de 1557, las tropas españolas derrotaron a Coligny y a Anne de Montmorency que había ido en rescate del mariscal, en la famosa batalla de San Quintín. La derrota francesa fue devastadora, lo mejor de la nobleza de Enrique II cayó prisionera de las tropas españolas y la plaza, el principal baluarte de Francia en el norte de Italia, fue conquistada para Felipe II. Paulo IV, abandonado por los franceses tuvo que firmar la paz con España.
Tras la derrota de San Quintín Enrique II se vio obligado a renunciar a su sueño italiano. La derrota había dañado profundamente el prestigio militar y político francés por los que el monarca galo buscó una compensación en el intento de invadir los Países Bajos españoles. Para ello envió al duque de Guisa a atacar la plaza de Calais, que desde hacía doscientos años estaba en poder de los ingleses y que era la puerta natural de entrada a Flandes. Mientras en París Enrique II celebraba fastuosamente su boda con María Estuardo. Calais estaba bajo el mando del incompetente lord Wentworth que nada pudo hacer frente al genio militar del duque de Guisa y el 8 de enero de 1558 rindió la fortaleza. Pese a que los ingleses había rechazado en numerosas ocasiones la ayuda de los tercios españoles, tropas de los acantonamientos de Gravelinas y Hesdin marcharon hacia Calais pero no llegaron a tiempo. El avance del duque de Guisa permaneció imparable y tras Calais cayeron Guines, Thionville y Dunkerque. La defensa de Flandes fue encomendada a Manuel Filiberto de Saboya y al conde de Egmont. El 13 de julio de 1558 los ejércitos de Felipe II y Enrique II volvieron a encontrarse, esta vez en Gravelinas, prácticamente con los mismos protagonistas que en Italia y con idéntico resultado. Las tropas francesas fueron derrotadas y obligadas a retirarse, muchos de los mandos franceses fallecieron, la artillería, los estandartes y el botín quedó en manos españolas. Tras este nuevo desastre francés, y dado que ambos contendientes tenían serios problemas económicos para continuar con una guerra ya demasiado larga y que la situación internacional empezaba a ser problemática tras el ascenso al trono de Inglaterra de Isabel I y los problemas religiosos internos de Francia, se iniciaron las negociaciones de paz. El 3 de abril de 1559 se firmó la paz de Cateau-Cambresis, el tratado se reforzó con el enlace entre la hija de Enrique II, Isabel de Valois y su gran enemigo, Felipe II. Ese mismo año Enrique II llamó al famoso médico y anatomista belga, Vesalius, para que le tratase de una herida causada por un arma de fuego, de la cual, el médico belga logró curarle satisfactoriamente.
Las sucesivas derrotas de Enrique II frente a España, así como el penoso estado de la Hacienda, al borde del desastre, propiciaron el avance de los opositores al monarca francés, concentrados en torno a la disidencia religiosa de los calvinistas, que adquirieron una fuerza inusitada hasta el momento.
En cuanto a la política interior el reinado de Enrique II fue desastroso para Francia. Las continuas guerras contra España provocaron el caos de la Hacienda, a lo que no ayudó los inmensos gastos de la corte y sobre todo de la amante del rey, Diana de Poitiers. Los problemas económicos provocaron un sin fin de revueltas a lo largo de todo el reinado, ya que el pueblo hambriento unas veces y las clases más favorecidas pero igualmente descontentas otras, se levantaron en contra de la desastrosa política de Enrique II. A los problemas económicos se sumaron los religiosos. La Francia de Enrique II vio como los hugonotes se hacían con cada vez mayores parcelas de poder y como se constituían en una amenaza importante para el Estado, por lo que el rey no dudó en reprimirlos con severidad. Enrique II logró desanquilosar la atrasada administración francesa, para lo que redujo el número de altos cargos y delimitó las funciones de cada uno de ellos; permitió la fundación de la Universidad de Reims. En 1555 concedió la licencia para que se abrieran en París las primeras iglesias protestantes.
En 1550 una colonia de hugonotes franceses, impulsada por Enrique II, estableció en la bahía de Guanabara, bajo la dirección de Nicolau Durand de Villegaisnes, una colonia denominada Francia Antártica. La intención del gobierno francés era crear un enclave según los principios de la ciudad-modelo de los pensadores del Renacimiento, donde se pudiera enviar a todos aquéllos que fueran perseguidos en Europa a causa de sus creencias. Dicha colonia fue desmantelada y expulsada del territorio portugués por el gobernador Mem de Sá el 15 de marzo de 1560.
En el transcurso de las celebraciones de los esponsales de Isabel de Valois con Felipe II, se celebraron una serie de justas y torneos, en los cuales Enrique participó de forma muy activa. En uno de estos combates el jefe de la guardia escocesa del rey, el conde de Montgomery, le hirió en un ojo con una astilla de su lanza. El rey sobrevivió al incidente tan solo doce días. Le sobrevivieron siete de sus diez hijos: Isabel de Valois, reina de España; Claudia, duquesa de Lorena; el futuro rey Francisco II; el futuro rey Carlos IX; el futuro rey Enrique III; Margarita, reina de Navarra y Francisco, duque de Alençon y Anjou.