Valeriano Bécquer (1834–1870): Pintor Costumbrista y Hermano del Poeta Gustavo Adolfo Bécquer
Valeriano Bécquer (1834–1870): Pintor Costumbrista y Hermano del Poeta Gustavo Adolfo Bécquer
La vida de Valeriano Bécquer
Valeriano Bécquer (1834–1870), pintor español más conocido por su nombre artístico, marcó la historia del arte del siglo XIX a través de su mirada única sobre la vida cotidiana de su país. Hermano del célebre poeta Gustavo Adolfo Bécquer, Valeriano compartió con él no solo la vida familiar y personal, sino también una profunda búsqueda artística que, aunque menos reconocida que la de su hermano, dejó un legado importante en el ámbito de la pintura costumbrista. A lo largo de su vida, se dedicó principalmente a la pintura de escenas populares y costumbres de la España de su época, creando obras que se destacan por su realismo y detallada observación del mundo que lo rodeaba. A pesar de vivir en circunstancias difíciles y ser marcado por la pobreza, su arte logró captar la esencia de una España que estaba en transición.
Orígenes y Educación en Sevilla
Valeriano Bécquer nació en Sevilla en 1834, en el seno de una familia con una notable tradición artística. Su apellido de nacimiento era Domínguez, pero se dio a conocer como Bécquer, el nombre artístico que su padre, Domínguez Insausti, también utilizó en su carrera artística. Desde temprana edad, Valeriano estuvo rodeado de un entorno artístico: su tío Joaquín, pintor y dueño de un estudio en Sevilla, fue su primer mentor. De él aprendió las técnicas básicas de la pintura y, sobre todo, el estilo costumbrista andaluz que luego marcaría su obra.
A través del taller de su tío, Valeriano entró en contacto con los primeros rudimentos de la pintura, familiarizándose con el uso del óleo, los paisajes y las escenas costumbristas, un género que se encontraba en auge en la España de mediados del siglo XIX. Aunque su formación inicial fue limitada, supo encontrar en su entorno el modelo para desarrollar una visión artística propia que sería reconocida más tarde. Desde sus inicios, la influencia de la pintura sevillana, especialmente la de Murillo, dejó una huella significativa en sus primeros trabajos.
Primeros Años de Carrera y Desarrollo del Estilo Costumbrista
Al principio de su carrera, Valeriano Bécquer se dedicó principalmente a la pintura de pequeños cuadros de género costumbrista, un estilo que representaba escenas de la vida cotidiana de las clases populares y campesinas. Estos cuadros, muchas veces de tamaño reducido, fueron vendidos con rapidez, ya que respondían a una demanda del público, que encontraba en ellos un reflejo accesible de la realidad social y cultural de la época.
Durante sus primeros años de carrera, las circunstancias económicas de Valeriano fueron complicadas. A pesar de su evidente talento, las dificultades para encontrar mecenas y encargos de gran envergadura lo obligaron a sustentarse con la venta de estas pequeñas obras, que se caracterizaban por un estilo detallado y una mirada directa a las costumbres andaluzas. La pobreza que vivió en estos años tempranos no le impidió seguir perfeccionando su estilo, pero le limitó las posibilidades de desarrollar su arte con mayor amplitud. La pintura costumbrista le permitió ganarse la vida, pero al mismo tiempo le dejó espacio para experimentar y evolucionar hacia un estilo más personal, influenciado por grandes maestros de la pintura española.
Relaciones Personales y Familiares
En el ámbito personal, la vida de Valeriano estuvo marcada por sus relaciones familiares y amorosas. En 1859, conoció a Winifred Coghan, una mujer de origen irlandés que vivía en el Puerto de Santa María. La relación entre Valeriano y Winifred fue intensa y rápidamente se convirtió en una historia de amor. En 1860, tuvieron su primera hija, Julia, y al año siguiente contrajeron matrimonio. Sin embargo, la relación se vio envuelta en dificultades y tensiones que llevaron a su separación en 1862, tras el nacimiento de su segundo hijo, Alfredo.
A lo largo de estos años, la vida personal de Valeriano estuvo marcada por sus esfuerzos por equilibrar su carrera artística con las exigencias familiares. La separación de Winifred dejó una huella en él, pero no lo desanimó en su trabajo. En 1862, decidió mudarse a Madrid con sus dos hijos, buscando una vida mejor en la capital. Fue en esta nueva etapa de su vida cuando su relación con su hermano Gustavo Adolfo Bécquer se fortaleció, y juntos emprendieron varios viajes por el norte de España, lo que influiría profundamente en la obra de Valeriano.
Primeros Viajes y Colaboración con su Hermano Gustavo Adolfo Bécquer
A partir de 1862, Valeriano se trasladó a Madrid, donde se reencontró con su hermano Gustavo Adolfo. La relación entre los dos hermanos fue siempre cercana, y sus trayectorias artísticas se entrelazaron en varios momentos importantes. En 1864, Valeriano acompañó a Gustavo Adolfo y a su cuñada Casta a un retiro en el monasterio de Veruela, en Aragón. Durante su estancia en Veruela, Valeriano realizó numerosos bocetos de los paisajes y escenas de la región, que luego transformó en cuadros. Esta serie de trabajos contribuyó a la imagen que su hermano creó en sus poemas sobre la belleza de aquellos paisajes.
Los viajes de Valeriano y Gustavo Adolfo por diferentes regiones de España, como Aragón, Navarra y Castilla, fueron fundamentales para el desarrollo artístico de Valeriano. A través de ellos, el pintor pudo recoger una gran cantidad de apuntes que luego utilizaría para sus cuadros costumbristas. Estas obras reflejaban la vida de los pueblos y las tradiciones populares, y se convirtieron en una parte esencial de su producción artística. El estilo costumbrista de Valeriano se vio enriquecido por las experiencias que vivió junto a su hermano, un escritor que, a través de sus poemas, también supo captar la esencia de la España de su tiempo.
Pensión del Ministerio de Fomento y Obra Costumbrista
En 1866, Valeriano Bécquer recibió una pensión del Ministerio de Fomento que le permitió viajar por diferentes regiones de España para capturar escenas populares que representaban la vida de las clases bajas, las costumbres rurales y las tradiciones que, según los funcionarios de la época, estaban en peligro de desaparecer. Este reconocimiento institucional abrió nuevas posibilidades para el pintor, quien pudo dedicar su tiempo a crear obras que formarían parte de un proyecto más amplio de documentación visual para el Museo de Pinturas, instalado en el antiguo monasterio de la Trinidad.
A lo largo de los años 1866 y 1867, Valeriano entregó varios cuadros, entre los cuales se destacan obras como El Presente, Interior de una casa de Aragón, El Baile y La Carreta de los pinares. Estas pinturas, cargadas de un carácter realista y detallado, mostraban a campesinos, pescadores y trabajadores de diferentes regiones de España. El trabajo de Valeriano en este período reflejaba el ethos costumbrista que definió su carrera y su deseo de capturar una España rural que se desvanecía rápidamente debido a los avances de la modernización.
Su misión, que consistía en entregar dos cuadros al año, pronto se vio superada por su dedicación y compromiso con la tarea, ya que en los años 1867 y 1868 entregó tres obras cada año, tal vez para compensar el retraso en los primeros años de la pensión. Sin embargo, a partir de 1868, tras el cambio político que trajo consigo la Revolución Gloriosa, Valeriano se quedó sin el apoyo económico estatal, lo que agravó aún más sus problemas financieros. A pesar de esto, siguió creando nuevas obras de género costumbrista, aunque sus recursos eran limitados y su producción disminuyó.
Últimos Años y Cambios Políticos
La Revolución de 1868 marcó un punto de inflexión en la vida de Valeriano. La caída del régimen de Isabel II y la inestabilidad política que siguió a la Revolución Gloriosa llevaron a un cambio de gobierno y, con ello, a la pérdida de la pensión que Valeriano había recibido durante los dos años anteriores. Este giro de los acontecimientos dejó al pintor en una situación precaria, sin la seguridad económica que le había permitido dedicarse plenamente a su obra.
A pesar de la difícil situación económica, Valeriano no abandonó su arte. La venta de pequeños cuadros de escenas costumbristas, que había sido su principal fuente de ingresos, se convirtió en su única manera de sobrevivir. Sin embargo, el trabajo de Valeriano, aunque de gran calidad, no encontró la misma aceptación que en sus primeros años, y su situación económica empeoró aún más en los últimos años de su vida. La salud de Valeriano también se vio afectada por la pobreza y la vida agotadora que llevaba. Su muerte en 1870, apenas unos meses antes que la de su hermano Gustavo Adolfo, cerró una etapa difícil pero intensa para el pintor, quien nunca pudo disfrutar del reconocimiento que su talento merecía.
Desarrollo del Estilo Personal y las Influencias en su Pintura
Valeriano Bécquer, a pesar de los vaivenes económicos y las dificultades personales que atravesó a lo largo de su vida, logró desarrollar un estilo personal que, si bien en sus primeros años estuvo marcado por la influencia de la pintura sevillana, con claros ecos de Murillo, más adelante encontró su propio camino al incorporar otras influencias. El pintor sevillano se acercó a la obra de Velázquez, cuyo manejo del espacio y la luz le permitió liberar su pintura de los detalles excesivos para concentrarse en la fuerza expresiva de sus personajes. Obras como Leñador Soriano y El conspirador carlista lector de «La Esperanza» muestran claramente este viraje hacia un estilo más depurado y sofisticado.
En sus últimos años, la influencia de Goya se hizo cada vez más evidente en la pintura de Valeriano, especialmente en sus cuadros que representaban tipos populares y escenas costumbristas. Esta etapa también estuvo marcada por la incorporación de elementos más sombríos y amargos en sus obras, lo que refleja la situación personal y social que atravesaba España en ese momento. Al mismo tiempo, Valeriano adoptó el estilo de Francisco de Goya y sus discípulos como Alenza, aunque con una visión más melancólica y, a veces, inquietante. Las composiciones en esta etapa revelan un profundo conocimiento de las emociones humanas y un enfoque más serio y reflexivo sobre la realidad.
El Retrato y la Decoración en sus Últimos Años
A medida que avanzaba en su carrera, Valeriano Bécquer también se aventuró en el retrato, un género que le permitió mostrar su habilidad para captar la esencia de las personas que plasmaba en sus lienzos. Entre sus retratos más destacados se encuentra el Retrato de Gustavo Adolfo Bécquer, una obra que, aunque hoy no se conserva en su forma original debido a su pérdida durante la Guerra Civil, refleja la cercanía de los hermanos y la habilidad de Valeriano como retratista. En su etapa madrileña, pintó retratos de personajes notables de la época, como el Retrato del conde de Ibarra, el Retrato de niña (actualmente en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid) y el Retrato del caballero de Rodas, entre otros. Estas obras destacan por su capacidad para captar las características psicológicas de los sujetos, un logro que demuestra el talento y la destreza técnica de Valeriano en este género.
Además de los retratos, Valeriano también se dedicó a la pintura decorativa. En este ámbito, colaboró con su hermano Gustavo Adolfo en proyectos para decorar palacios, como el del marqués de la Remisa. Para este encargo, Valeriano pintó una serie de alegorías teatrales basadas en obras de autores como Calderón de la Barca, Rivas, Alfieri y Shakespeare. Su interpretación de Ofelia de Shakespeare inspiró a su hermano Gustavo Adolfo a escribir uno de sus famosos poemas: «Como la brisa que la sangre orea».
La Producción Gráfica y los Últimos Años
Durante los últimos años de su vida, Valeriano también se dedicó a la ilustración, publicando numerosas imágenes en periódicos y revistas, como El Museo Universal y La Ilustración de Madrid, publicaciones que dirigía su hermano. Estas ilustraciones eran una extensión natural de su visión artística, que no solo se limitaba a la pintura, sino también a la crítica social y política. Uno de los aspectos más interesantes de su producción gráfica fue su colaboración con Gustavo Adolfo en la creación de las sátiras Los Borbones en pelota, un conjunto de láminas que se burlaban de la corte de Isabel II. Publicadas póstumamente en 1991, estas láminas revelan la faceta más ácida y crítica de Valeriano, que utilizaba el humor negro y la ironía para comentar sobre la corrupción y las costumbres de la realeza española.
Al final de su vida, Valeriano Bécquer dejó un legado que, aunque eclipsado por la fama de su hermano, es igualmente valioso. Su obra, que abarcó desde la pintura costumbrista hasta la sátira política, revela un artista profundamente atento a los cambios sociales de su tiempo. Valeriano nunca alcanzó el reconocimiento póstumo de su hermano, pero su trabajo sigue siendo un testimonio de la vida cotidiana en una España en transformación, una mirada entrañable y profunda a una época que, al igual que su arte, ya no existe.
MCN Biografías, 2025. "Valeriano Bécquer (1834–1870): Pintor Costumbrista y Hermano del Poeta Gustavo Adolfo Bécquer". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/dominguez-bastida-valeriano [consulta: 4 de octubre de 2025].