Darwin, Charles Robert (1809-1882)
Naturalista británico nacido el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury (Shopshire, al oeste de Inglaterra) y muerto en Down House el 19 de abril de 1882. Figura emblemática de las ciencias naturales y del evolucionismo, fue el más polémico e importante defensor de las doctrinas de la selección natural.
Vida
Fueron sus padres el doctor Robert Waring Darwin y Susan Wedgwood, esta última hija de un artesano, inventor y ceramista llamado Josiah Wedgwood, creador de un pirómetro que lleva su nombre. El abuelo paterno de Charles fue el médico y poeta Erasmus Darwin, quien produjo varias obras en verso, entre ellas Zoonomia o las leyes de la vida orgánica (1794), donde anticipó la idea de la transformación de las especies. Para él, todos los animales y plantas se habían formado a partir de un “filamento orgánico” sobre el cual actuaban las condiciones ambientales, capaz de ir adquiriendo nuevas partes e ir perfeccionándose progresivamente de generación en generación. Otro tío del mismo nombre fue médico, fisiólogo y filósofo. Darwin fue, así, un privilegiado de cuna, perteneciente a la clase media alta, con lo que tuvo (como sus otros cinco hermanos) asegurada su buena situación desde el nacimiento.
A los ocho años asistió por primera vez a la escuela primaria, en la Capilla Unitaria, de cuya comunidad era miembro su madre, y permaneció allí durante un año. En sus primeros tiempos como estudiante no destacó en ninguna de las áreas de enseñanza, aparte de la historia natural, así como por su pasión por coleccionar objetos de la más variada índole, lo que le llevaría gradualmente a convertirse en un «sistemático investigador de la naturaleza«, según sus propias palabras. Era más un soñador que un niño prodigio.
En 1818 asistió al colegio del doctor Butler, en su pueblo natal, donde permaneció hasta 1825 en calidad de interno, lo que más tarde lamentaría, pues hubiera preferido pasar sus años juveniles como estudiante en un establecimiento donde se diera más importancia a las ciencias naturales que a las humanidades; no obstante, en el colegio (de orientación clásico-humanista) le proporcionaron un gran placer las Odas de Horacio, de quien fue siempre admirador. Aparte de esto, y de su afición a las sustancias, plantas y animales, no sobresalió en ninguna de las materias que se estudiaban en el colegio, en cuyo patio, en compañía de su hermano, construyó, eso sí, una caseta que fue su «laboratorio», donde realizaban ambos experimentos hasta altas horas de la noche. Allí nació en él el afán por la experimentación química, lo que motivó que sus compañeros de colegio le nombraran con el apodo de «Gas».
Dado que su padre no veía la utilidad de la permanencia de Charles en el colegio, y el mismo doctor Butler, su director, lo calificaba de «despreocupado», su progenitor decidió retirarlo de ese centro para hacerlo ingresar en la Universidad de Edimburgo, donde ya se encontraba desde algún tiempo atrás su hermano Erasmus, cursando estudios de medicina; y donde su padre matriculó a Charles para que siguiera la misma carrera. Contaba en aquel entonces con diecisiete años, y el ingreso en la Universidad no tuvo dificultades, ya que en aquel tiempo no se efectuaban exámenes de admisión.
La carrera de medicina no le entusiasmó; las conferencias sobre anatomía le aburrían y las prácticas de cirugía le aterraban (se llevaban a cabo sin anestesia), por lo que creció en él un sentimiento de desidia al que se sumó el hecho de que su padre fuera rico, lo que le impulsó a dedicarse a las disciplinas que más le complacían, y descuidar el resto. La única asignatura que de hecho le pareció interesante fue la química, impartida por Charles Hope (1766-1844), un seguidor de Lavoisier y Danton, de quienes enseñó sus teorías por más de cuarenta años. Las relaciones que estableció Darwin en Edimburgo fueron preferentemente con amantes de las ciencias naturales, como el profesor de anatomía comparada de la Universidad de Londres Robert Edmund Grant (1793-1874), quien le encaminó en el estudio de la zoología marina y del que se convirtió en compañero de excursiones de estudio y recolección de especímenes, que luego disecaba. Grant trabajó en sus clases el tema de la transformación de las especies, algo que tuvo gran influencia en el entonces joven Darwin, a quien dedicó más tarde uno de sus trabajos, en 1861, como fundador de la teoría de la evolución.
En definitiva, su estancia en la Universidad de Edimburgo no contribuyó a su formación más que por el conocimiento que tuvo allí de varios personajes, entre los que se contaron investigadores de historia natural, químicos, ornitólogos y zoólogos, que influyeron notablemente en lo que llegaría a ser la obra de su vida. Hay que anotar que durante su estancia en Edimburgo continuó acrecentando su colección de ejemplares de la historia natural, conchas marinas en aquel entonces, desentendiéndose de lo que era el estudio formal de la medicina. Para el universitario Darwin eran mucho más importantes las excursiones de verano, donde experimentaba, observaba y coleccionaba, junto con algunos compañeros que compartían sus aficiones, que las aburridas conferencias en la facultad médica. En esta etapa de su vida sus ocupaciones eran preferentemente la cacería, sus colecciones de ejemplares de insectos y conchas, sus excursiones con los amigos al campo y el trato frecuente con las personas con las que compartía afinidades en alguno de los campos mencionados. Nunca fue un estudiante de medicina, como nunca había sido un escolar aplicado, ni tenía facilidad para los idiomas y, aunque se interesó vivamente por la geometría euclidiana, no llegó a estudiar a fondo las matemáticas, algo que deploró mas tarde.
Su profesor de historia natural, Robert Jamenson (1774-1854), había fundado para sus estudiantes la Sociedad Pliniana local en 1823, la cual se reunía en el sótano de la Universidad; Darwin se unió a ella, participando activamente en las excursiones de historia natural, y ante ella leyó sus primeras conferencias científicas. Una de éstas reveló que lo que se creía como huevos del briozoo flustra eran en verdad larvas ciliadas, y que las fases juveniles de la pretendida alga Fucus loreus pertenecían a un verme o hirudineo Pontobdella muricata, que ataca a las mantas; mérito que le reconoció Grant en una de sus publicaciones.
Darwin asistió regularmente también a la Royal Medical Society, de la cual fue miembro, aunque no prestaba mucha atención a las conferencias por ser exclusivamente médicas. También escuchó conferencias en la Real Sociedad de Edimburgo de personajes célebres, como el ornitólogo franco-norteamericano Jean Jacques Audubon (1785-1851). En esa época pagó a un hombre de color para que le enseñara a disecar pájaros. Con la ayuda de éste y bajo la orientación de William MacGillivray (1796-1852), conservador del Museo de Historia Natural y ornitólogo, se interesó vivamente en la zoología, y con él ensayó la taxidermia y llevó a cabo pequeñas investigaciones. Fue en esta época cuando se interesara por el libro Natural Theology or evidences of the Existence and Atributes of the Deity collected from the Appareances of Nature, de orientación teológica, que fue publicado en 1802 por el teólogo William Paley (1743-1805), quien defendía la idea de un acto único de la Creación, en oposición a las teorías de los evolucionistas de entonces, Jean Baptiste Lamarck, y el abuelo de Darwin, Erasmus.
Durante su estancia en Edimburgo, en sus días libres, visitaba con frecuencia a su tío materno Josiah Wedgwood, quien se convirtió en su modelo ideal y consejero. La vida en Maer, donde residía éste, era estimulante y activa; allí, entre otras actividades, se disertaba sobre las ciencias. Con Josiah realizó dos viajes en 1827, a Irlanda y París.
Robert, el padre de Darwin, figura dominante y autoritaria, se dio cuenta de que su hijo Charles tampoco sería médico, así que resolvió que fuera clérigo, sin mediar en ello los gustos o la voluntad del interesado. Por ello, en 1828 Darwin ingresó en el Christ´s College en Cambridge, donde permaneció hasta mayo de1831. Allí comenzó la carrera de Teología, sin abandonar su amor por la cacería ni por sus colecciones e investigaciones naturalistas; antes bien, la vida reposada de un cura se prestaba admirablemente a aficiones de este tipo, por lo que no le desagradó en un principio; y aunque nunca se había preocupado por el cristianismo, pronto, tras la lectura de varias obras teológicas, se dio cuenta que no le costaba ningún trabajo aceptar los postulados bíblicos. Además, tuvo ocasión de releer la citada obra de Paley sobre teología natural, donde se admite que la estructura y adaptación al medio de los organismos son pruebas de la sabiduría divina.
William Darwin Fox, su primo, le inició en los estudios de la entomología. Este cura rural fue un estudioso de las ciencias naturales que confeccionaría, años más tarde, el índice de la obra de Darwin sobre Las variaciones de los animales y plantas bajo domesticación, y fue su amigo hasta la muerte de éste (1880). En Cambridge también cultivó una amistad que sería significativa en toda su obra y durante su vida: la del clérigo y botánico John Stevens Henslow, quien inculcó en Darwin el gusto por la geología. También conoció en ese colegio a otros notables geólogos, así como a varios defensores de la teología natural. En aquella época, pues, el hombre que con sus teorías iba a dar una sacudida al cristianismo tradicional se encontraba estudiando teología cristiana, aunque alternaba sus estudios con las partidas de caza, las colecciones, las tertulias científicas en casa de Henslow y en otras ocupaciones a menudo frívolas. Bajo la tutela de éste, quien ahora era la figura más importante en su vida después de su padre, se dedicó al estudio de la geología y las ciencias naturales, participó en cortas expediciones a las Islas británicas, para conocer sus condiciones geológicas, y se aplicó en la lectura de libros sobre viajes de investigación, especialmente los de Humboldt, quien, con su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, confeccionado a lo largo de cinco años de viajes por Sudamérica, hizo inapreciables aportes a la física, geografía, mineralogía y geología, y despertó en Darwin una sed de conocimientos y la resolución de viajar al extranjero con fines de investigación. Otro libro que le influyó notablemente fue la Introducción al estudio de la Filosofía Natural de John Frederick William Herschel. Bajo la influencia de estas lecturas, decidió planear una expedición a las Islas Canarias.
Durante su último año en Cambridge, el profesor Henslow le presentó al reverendo y geólogo Adam Sedgwick, al que invitó a su casa y en cuya compañía realizó en 1831 una excursión de tres semanas por el norte del País de Gales, para estudiar las formaciones rocosas y levantar un mapa de la región. Más tarde, Sedgwick sería uno de los mayores opositores a de la teoría evolucionista.
Durante su último año en Cambridge, el principal interés de Darwin se centró en la geología. El 26 de abril de 1831, a los 22 años de edad, recibió el grado de bachiller en Artes, equivalente a la licenciatura en Filosofía y Letras, con el décimo lugar entre los estudiantes, un buen puesto en la clasificación.
La vuelta al mundo (1831-1836)
Cuando regresó de su excursión por el país de Gales, en compañía de Adam Sedgwick, encontró en casa de sus padres una carta de su mentor Henslow, donde le informaba de una vacante para un naturalista en un viaje de investigación cuyos gastos corrían por cuenta del gobierno inglés. Aparte de esto no recibiría estipendio alguno, teniendo incluso que pagar su manutencion a razón de 30 libras anuales. Su misión era la de acompañar al capitán del navío Beagle, el hidrógrafo y meteorólogo Robert Fitz Roy, y realizar estudios geológicos y naturalistas que recogería en un Diario de Viaje (véase Viaje del Beagle).
Pese a los reparos de su padre, y con la intercesión de su tío Josiah, pudo aceptar y marchar a Londres en compañía de Henslow para entrevistarse con Fitz Roy. Así, Darwin, escolar mediocre, estudiante de medicina sin vocación, proyecto inacabado de clérigo y naturalista no remunerado, se encontró, gracias a la mediación de su maestro y orientador Henslow, a las puertas de un viaje que iba a cambiar el rumbo de su vida para siempre, y que aportaría a la humanidad una de las teorías más revolucionarias en el campo de las ciencias naturales, así como una revisión de los principios religiosos relativos a la Creación del mundo.
Darwin permaneció dos meses en Plymouth, en compañía del capitán Fitz Roy, antes de la partida del Beagle. Durante este tiempo, el áspero temperamento del capitán, las condiciones casi miserables del puerto y la certeza de que iba a estar tres años (que se iban a convertir en cinco) lejos de su familia y lo que le era querido, le produjeron una aguda depresión, lo que le llevó, más tarde, a calificar estos dos meses como el «peor período de su vida».
Finalmente, el 27 de diciembre de 1831, después de dos tentativas fallidas de hacerse a la mar por culpa del mal tiempo, el H.M.S. Beagle zarpó de Plymouth con destino a las costas de la Patagonia y la Tierra del Fuego, para completar un estudio iniciado entre 1826-1830, levantar unos planos de las costas de Perú, Chile y algunas islas del Pacífico y realizar una serie de observaciones cronométricas. También se pretendía elaborar mapas y cartas marinas más exactas, lo mismo que recabar datos geológicos, botánicos y zoológicos, todo ello motivado por intereses políticos y económicos de la Corona inglesa. Además, se llevaba de vuelta a su tierra a varios nativos de la Patagonia, que para «civilizarlos» habían sido llevados a Inglaterra en su viaje anterior por el capitán Fitz Roy. Las colecciones que Darwin había recopilado hasta ese momento, entre ellas las de escarabajos (muy apreciadas por éste), quedaron en Cambridge al cuidado de su profesor y amigo Henslow. El padre de la teoría de la evolución tenía veintitrés años de edad; poco antes había escrito al capitán Fitz Roy, con relación al viaje: «mi vida comenzará con él por segunda vez, y será para el resto de mi vida como un día de cumpleaños«.
El comienzo del viaje fue para el naturalista del Beagle una dura prueba, pues el mareo le hacía interrumpir frecuentemente sus trabajos de observación y estudio, teniendo que tenderse de espaldas largos ratos hasta que se aliviaba algo el malestar. Siempre estuvo en buena armonía con la tripulación, que le respetaba, ya que compartía el camarote con el capitán, lo que le daba cierto prestigio entre los marineros; y con Fitz Roy se dio una relación cordial, a excepción de una dura discusión que se suscitó entre ellos en Brasil con motivo de la esclavitud, de la que el capitán era defensor y a la que Darwin atacaba con toda su alma.
El Beagle en su travesía tocó muchas regiones del planeta, como Las Azores, Cabo Verde, isla de San Fernando, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Perú, el archipiélago de Las Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, el continente australiano y muchas otras islas del océano Pacífico, regresando por la misma ruta. Durante el viaje, Darwin realizó descripciones minuciosas de la flora y la fauna de cada región visitada, y reunió colecciones de los diferentes especímenes que encontraba, muchos de los cuales fueron a parar a instituciones científicas inglesas, a la vez que realizaba experimentos con seres vivos para estudiar su naturaleza (de hecho, fue uno de los precursores de la biogeografía, que encauzaría a su vez posteriores estudios sobre la evolución). También efectuó estudios geológicos, rama en la que llegó a ser un autodidacto notable. En sus exploraciones paleontológicas descubrió numerosos fósiles, como conchas marinas, plantas y grandes mamíferos, que fueron enviados a Inglaterra y que más tarde le sirvieron para sustentar sus teorías evolutivas.
Durante su estancia en la Tierra del Fuego, Darwin, monárquico ferviente, entendió que la igualdad reinante entre los nativos retrasaría su ingreso en la civilización. Anotó en su Diario: «parece imposible que el estado político de la Tierra del Fuego pueda mejorarse, mientras no surja un jefe con suficiente poder como para asegurar las posesiones adquiridas. Actualmente, si alguien tiene una tela, la rompe en pedazos y cada uno toma su parte. Nadie puede ser más rico que otro. Es difícil que haya un jefe mientras la tribu carezca del sentido de la propiedad«. Lanzaba su teoría sobre la superioridad monárquica por encima de cualquier otro modo de gobierno: «el pueblo Otaheiti, gobernado por reyes hereditarios, era mucho más civilizado que el de sus hermanos neozelandeses, cuyo gobierno podía considerarse republicano«.
Durante su estadía en Argentina, conoció al general Rosas, futuro dictador del país, enviado por el gobierno a la zona de la Patagonia para imponer la paz, entendiéndose por ésta el exterminio de los indios irreductibles, que, por otra parte, vivían pacíficamente en su medio. Las luchas entre facciones políticas en Sudamérica y la situación de los indígenas de aquellas regiones le aclararon las ideas sobre monarquía y república, civilización y barbarie, igualdad y desigualdad, etc.
A su regreso a Inglaterra, el Beagle ancló en el puerto de Farmouth el 2 de octubre de 1836. Darwin, dejando sus colecciones en Cambridge bajo la custodia de su amigo Henslow, se dirigió a su casa en Shrewsbury, donde comenzó para él una etapa de agitación y charlas interminables con familiares, amigos y curiosos que lo tuvieron viajando constantemente entre su ciudad natal, Maer, Cambridge y Londres durante tres meses. El 13 de diciembre decidió poner fin a esta dispersión, trasladarse a Cambridge y centrarse en recapitular sus experiencias, lo mismo que a comenzar su obra escrita. Allí pasó tres meses examinando su colección de rocas con la ayuda del profesor de mineralogía William H. Miller (1809-1881), y dando comienzo a su Diario de Viaje con el resumen de sus hallazgos científicos, lo que no le resultó difícil, ya que sus notas eran minuciosas y ordenadas.
En marzo de 1837 se trasladó a Londres, donde terminó su Diario del Viaje y comenzó la elaboración de sus Observaciones Geológicas. Fue nombrado miembro de la Royal Society, institución en la que leyó varios de sus trabajos realizados durante y después de su viaje, tales como aquellos que versan sobre la formación del mantillo por las lombrices de tierra (1837), los terremotos (1838) y los bloques erráticos de América del Sur (1841). Durante este mismo año logró obtener del gobierno una subvención de mil libras esterlinas para la realización y publicación de la Zoología del Viaje del Beagle, que vio la luz en cinco volúmenes entre 1839 y 1843. En 1839 se publicó el Diario, que fue un gran éxito, tanto que su editor John Murray lo consideró, aparte su valor científico, uno de los mejores libros sobre viajes y aventuras escrito hasta la fecha y compró los derechos de edición; realizó una segunda en 1845 con el título de Diario de las investigaciones sobre la historia natural y la geología de las regiones visitadas durante el viaje del Beagle alrededor del mundo bajo el mando del capitán Fitz Roy, que contenía varias correcciones y complementos y fue un nuevo éxito de ventas, al que siguieron diversas traducciones y ediciones en otras partes del mundo, con el título de Viaje de un naturalista alrededor del mundo. En esta obra, Darwin, aparte de los resultados de sus investigaciones científicas, describe otros aspectos de las regiones visitadas, como la situación social, política, paisajes y recursos naturales, con lo que se convirtió en uno de los pioneros de la Ecología moderna.
En enero de 1839, Darwin se casó con su prima, Emma Wedgwood, quien nunca interfirió en su trabajo; tuvieron una relación satisfactoria de la que quedaron diez hijos, entre ellos los más conocidos el botánico Francis, biógrafo de su padre y sir Leonard, uno de los mayores defensores de la eugenesia. Su esposa sólo estuvo en desacuerdo con él por cuestiones religiosas, ya que ella era una creyente tradicional, por lo que en ocasiones pidió a su marido reconsiderar su punto de vista sobre el relato bíblico de la creación, que estaba en contradicción con las teorías evolucionistas, sin que por ello mermara el afán investigador de éste.
Durante el año de 1841 la salud de Darwin se resintió, resultándole penosa la asistencia a certámenes científicos y a las numerosas actividades sociales de la gran ciudad; sin embargo, en esta época terminó su manuscrito sobre los corales, que se publicó en diciembre de 1842 con el nombre de «The Structure and Distribution of Coral Reefs», primer tomo de la Geología del Viaje que, complementado con sus estudios «Geological Observations on Volcanic Islands» (1844), se refiere a fenómenos de actividad volcánica en las islas Galápagos, Cabo Verde y Tahití. También escribió «Geological Observations on South América», que versa sobre los mecanismos de levantamiento de los Andes y la formación de las llanuras en Sudamérica, obras que entre los pensadores científicos de entonces tuvieron gran preeminencia.
La casa de Down
Al empeorar su salud, en 1842, tres años después de su matrimonio, resolvió trasladarse con su familia al campo; eligieron para vivir el pueblecito de Down, cerca a Beckenham, en el condado de Kent, a unos 25 kilómetros de Londres, en compañía de sus dos hijos mayores William Erasmus y Anna. Allí transcurrieron los restantes 40 años de su existencia, en Down House, casona antigua y amplia, con jardines, campos, bosques, un invernadero, y, luego, una pista de tenis. Se encontraba apartada de las carreteras y rodeada de colinas, y en ella acondicionó Darwin el terreno para una pequeña huerta, así como un invernadero donde experimentar con variedades de plantas, lo mismo que un criadero de aves de corral, con idéntico fin. A pesar de su precaria salud se entregó de lleno a su tarea científica, ayudado por su fortuna y su incansable tenacidad.
La vida que llevaba en Down House (hoy Museo Darwin) era de una tranquilidad envidiable, matizada con las frecuentes reuniones a las que asistían científicos notables que contribuyeron de manera decisiva en el desarrollo de su obra. En esta época visitaba Londres cada dos o tres semanas, visitas que fue espaciando a medida que se hacía más sedentario, hasta que finalmente rara vez salía para visitar a sus parientes en Shrewsbury o en Maer, o pasar cortas temporadas junto al mar o en algún balneario de aguas medicinales para curas que en ocasiones lo mejoraron. En su casa pasaba el tiempo leyendo, escribiendo, estudiando sus aves y sus panales de abejas, diseccionando animales, recibiendo a sus amigos y a otros criadores de aves o experimentando en su invernadero. Contribuía con la iglesia local, fue tesorero del Club del Carbón y Tejidos, supervisor de cuentas de la Escuela Nacional de la Iglesia de Inglaterra, y Juez de Paz, cargo en el que tenía que dirimir pequeñas querellas entre vecinos y ocasionales disturbios que alteraban la paz de la pequeña comunidad. Siempre mantuvo relaciones cordiales con sus hijos, no imponiéndoles sus puntos de vista, sino apoyándolos y dándoles libertad para elegir, respetando el desarrollo de su personalidad.
Poco a poco fue estableciendo una rutina que mantuvo inalterable toda su vida: se levantaba antes de las 7 de la mañana; luego de un paseo por el jardín desayunaba, se iba a su despacho a trabajar hasta mediada la mañana, hora en que visitaba su invernadero, para controlar algún experimento en curso, pasaba revista a las instalaciones de sus aves y conejos y regresaba al estudio, donde permanecía hasta la hora del almuerzo. Tomado éste, y luego de un corto reposo, daba un corto paseo y regresaba al trabajo para contestar correspondencia y madurar sus ideas. Su biblioteca crecía constantemente y, aunque tenía dificultades para redactar, era sorprendente su capacidad de asimilación de la lectura, síntesis y esquematización de ideas y teorías. En las horas de la noche se reunía con su esposa Emma y con sus hijos, para disfrutar de la velada escuchando música, leyendo, o distrayéndose con algún juego de salón; si no recibía alguna visita de sus amigos, se iba a la cama a las diez y media de la noche. También en Down House, los esposos Darwin tuvieron que soportar el dolor por la muerte de tres de sus hijos, y las del padre de Emma y el de Charles.
Desde la edad de treinta años, Darwin sufrió una mala salud. Casi desde el regreso de su viaje se empezaron a manifestar síntomas tanto psíquicos como físicos de enfermedades que no fueron exactamente localizadas o diagnosticadas correctamente. Sufría astigmatismo grave, problemas del sistema nervioso, del sistema digestivo, erupciones cutáneas, mareos y vómitos que le obligaban a interrumpir su trabajo después de dos o tres horas. Algunos investigadores apuntan a la hipótesis de que padecía la enfermedad de Chagas, transmitida por la vinchuca, insecto del trópico, algunos de cuyos ejemplares recogió Darwin en Sudamérica y que conservaba a bordo del Beagle, experimentando con ellos sobre su propia persona. También pudo ser atacado por algún tipo de parásito durante su viaje (las enfermedades tropicales no eran un terreno muy explorado en su época).
Darwin deseaba llegar a su muerte como su padre, con sus facultades en plena lucidez, y a la postre lo consiguió. Se juzgaba como un hombre que no tenía gran rapidez de comprensión ni inventiva como su amigo Huxley, y un mal crítico (cosa que no era cierta), pues le costaba mucho esfuerzo seguir las cuestiones abstractas. De la misma manera aseguraba tener una cuota regular de sentido común y raciocinio, como la de un médico o abogado más o menos afortunados, aunque fue realmente superior al hombre común, ya que se daba cuenta de cosas que escapaban a la atención de la mayoría. Se sabía laborioso y amante de las ciencias naturales, algo que le había granjeado la estimación de sus colegas naturalistas, y muy dispuesto a abandonar o modificar las hipótesis de trabajo que se demostrase fueran incorrectas, sin ser demasiado escéptico, pues a su juicio esta característica afectaba el progreso de la ciencia. Igualmente, se autodefinía como de hábitos metódicos, paciencia ilimitada para reflexionar sobre cualquier asunto y muy laborioso al observar y recopilar datos con razonable porción inventiva y de sentido común.
Su estado de salud mejoró considerablemente en los últimos años de su vida, para gran satisfacción suya y de su familia, pudiendo trabajar de forma más continua, como recoge su hijo Francis. El 15 de abril de 1882, mientras cenaba, sufrió un mareo y perdió el conocimiento. «No tengo miedo a morir«, dijo cuando se recobró. Cuatro días más tarde, el miércoles 19 de abril, a las cuatro de la tarde, dejaba de existir uno de los hombres más relevantes de las ciencias naturales de todos los tiempos. Su familia había querido enterrarlo en su posesión rural de Down, pero primó la voluntad de un número considerable de miembros del Parlamento inglés. El funeral, celebrado el día 25, contó con gran número de personalidades, entre los que estaban los amigos de Darwin, Huxley, Hooker y Wallace. Fue enterrado en la Abadía de Westminster, junto a Isaac Newton.
Su relación con otros científicos de la época
En el desarrollo de su obra influyeron significativamente varios investigadores con los que mantuvo contacto en las reuniones que convocaba en su casa de Down o mediante correspondencia. Entre ellos destacan su antiguo profesor John Stevens Henslow y sir Charles Lyell.
Henslow era un sacerdote anglicano y botánico a quien conoció en Cambridge y quien fuera uno de sus orientadores en el inicio de sus estudios de botánica y zoología, amigo suyo durante toda su vida que regalara a Darwin los Principios de Geología de Lyell, cuyo primer tomo llevó al viaje del Beagle.
El propio Lyell era un eminente geólogo que animó a Darwin a continuar su trabajo sobre la evolución, aunque no compartiera sus ideas por completo. Lyell aceptó parcialmente la teoría de la evolución, pero no incluyó en ese proceso al hombre. Darwin dijo que sus libros procedían a medias de los de Lyell y de lo que veía por sus ojos; pensaba que la ciencia geológica le debía a él más que a ningún otro investigador. Como Lyell, se oponía a la teoría de las formaciones geológicas por cataclismo sucesivos, y Henslow había recomendado a Darwin que leyera los Principios de geología de aquél, pero sin aceptar los criterios que allí exponía. Sin embargo, Darwin lo consideró utilísimo y el mejor de todos los textos al analizar la geología de la isla de Santiago en Cabo Verde.
Darwin se relacionó, además, con un buen número de geólogos y naturalistas distinguidos, entre ellos William Buckland, profesor de mineralogía de Oxford, clérigo y defensor de la teología natural; Roderick Impey Murchison, estudioso de la geología de Rusia europea y los Urales y a quien se deben las principales divisiones del Paleozoico (Silúrico, Devónico y Pérmico); el botánico y morfólogo Robert Brown, quien por esa época (1831) había descrito por vez primera el núcleo de la célula vegetal y había descubierto el movimiento de las partículas microscópicas en un líquido o gas (conocido como «movimiento browniano»); Richard Owen, autor de excelentes trabajos sobre anatomía comparada y quien, después de la publicación del Origen de las especies, se convertiría en enemigo implacable de Darwin; y el paleontólogo y botánico Hugh Falconer (1808-1865), amigo de Darwin que aceptó parcialmente sus criterios evolucionistas.
Además de éstos, debe mencionarse al botánico Joseph Dalton Hooker, que fue uno de los mejores amigos de Darwin y uno de los primeros en aceptar y defender con calor sus ideas evolucionistas. Él y Lyell presentaron los estudios de Alfred Wallace y de Darwin en la Sociedad Linneana, en 1858, para demostrar la primacía de este último. Efectuó con Robert MacCornick un viaje como naturalistas al hemisferio sur y la Antártida. Los estudios que realizaron al respecto de este viaje les sirvieron para adelantar la hipótesis de que las floras meridionales parecían derivarse de una primitiva flora antártica. También realizó otros viajes, uno de ellos de más de tres años a la región del Himalaya. Afianzó la teoría darwiniana con una serie de estudios sobre la distribución geográfica de los seres vivos, de los que ofreci