Darío, Rubén (1867-1916)


Escritor nicaragüense, nacido en San Pedro de Metapa, localidad conocida hoy como Ciudad Darío, el 18 de enero de 1867 y fallecido en León (Nicaragua) en 1916, cuyo verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento. Es uno de los más grandes poetas de todos los tiempos en lengua castellana y el máximo representante del Modernismo hispanoamericano.

Vida

Era hijo de Manuel García y Rosa Sarmiento, que se separaron cuando Rubén era un niño de corta edad. El futuro poeta quedó al cuidado de su tía abuela Bernarda Sarmiento y del marido de ésta, el coronel Félix Ramírez. En León, ciudad donde vivía su nueva familia, cursó sus estudios elementales, primero en una escuela regentada por jesuitas y luego bajo la tutela del maestro José Leonard, de origen hispano-polaco.

Rubén Darío, retratado por Daniel Vázquez Díaz.

Recibió una buena formación humanística. Pero la familia que le criaba no andaba sobrada de dinero, por lo que no pudo ir a la Universidad (al parecer, no llegó siquiera a completar sus estudios secundarios).

Desde su infancia demostró una especial inclinación hacia la poesía. Sus vecinos le llamaban «el poeta niño», y solían encargarle composiciones poéticas para las fiestas. Por eso no le resultó complicado publicar algunos poemas juveniles en El Termómetro, el diario local. En esos primeros poemas de su juventud, aparecidos en la prensa, se mostró muy independiente y progresista, defendiendo la libertad, la justicia y la democracia.

Ya con catorce años solía firmar sus escritos con el nombre de Rubén Darío, pues le sonaba mejor que sus apellidos auténticos (García Sarmiento). El nombre lo tomó de su familia, conocida como la de «los Darío». A los quince años de edad (1852), en vista de los escasos recursos económicos de que disponía en León, marchó a Managua con la esperanza de obtener una beca del Gobierno que le permitiera ir a estudiar al extranjero.

Pero las autoridades, incómodas con el ardor político y social de sus primeros poemas, sólo le concedieron una ayuda para estudiar en un instituto de la ciudad nicaragüense de Granada. Se convenció entonces de que en su país tenía pocas posibilidades de prosperar y se marchó a El Salvador, donde desplegó una intensa actividad poética.

Regresó a Nicaragua en 1883 y se afincó de nuevo en Managua, donde colaboró con diferentes periódicos hasta que pudo fundar su propia publicación, El Imparcial. Trabajó también un tiempo en la Biblioteca Nacional de Managua.

Luego se fue a Chile, en donde pasó tres años (1886-1889). Se ganaba la vida como periodista, colaborando en diarios y revistas como La Época y La Libertad Electoral (de Santiago) y El Heraldo (de Valparaíso).

Conoció a Pedro Balmaceda Toro, escritor e hijo del presidente del Gobierno de Chile, quien le introdujo en los principales círculos literarios, políticos y sociales del país. Balmaceda le ayudó a editar sus primeros libros en Chile, y le animó a presentarse a un célebre concurso al que Darío concurrió con un poema de tono heroico («Canto Épico a las glorias de Chile») y otro de carácter lírico y estilo becqueriano («Otoñales»).

Darío ganó mucha fama con estos y otros poemas en Chile, donde amplió sus conocimientos literarios con lecturas que habrían de influir mucho en su trayectoria poética. Leyó a muchos románticos españoles (Zorrilla, Bécquer, Campoamor…) y a los grandes poetas franceses del siglo XIX (Victor Hugo, Théophile Gautier, Lamartine, Baudelaire, etc.).

En 1888 apareció en Valparaíso (Chile) el poemario Azul, la primera obra maestra del joven poeta nicaragüense, considerada como el punto de partida del Modernismo.

Entre 1889 y 1893, el poeta vivió en diferentes naciones centroamericanas (Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Cuba, etc.). Ejerció el periodismo y llegó a dirigir diarios, mientras seguía escribiendo poemas. Y se casó con su primera esposa, Rafaelita Contreras, con la que tuvo un hijo (Rubén Darío Contreras).

Su primer viaje a España tuvo lugar en 1892, como miembro de la delegación diplomática de Nicaragua en los actos conmemorativos del Descubrimiento de América. Conoció entonces a las principales figuras literarias de la España de finales del siglo XX.

A su regreso a Nicaragua, tuvo noticias de la muerte de su esposa y, en 1893, se casó en segundas nupcias con Rosario Murillo. Aquel mismo año visitó otras grandes ciudades (como París y Nueva York) que, junto con su estancia en Madrid, le hicieron sentirse cosmopolita (o sea, ciudadano del mundo, que se siente hijo de cualquier país y está a gusto en todas partes).

Monumento a Rubén Darío. Managua.

Entre 1893 y 1896 residió en Buenos Aires, ejerciendo un cargo diplomático en la capital argentina. Allí escribió numerosos poemas y artículos de periódico, y convivió con los escritores e intelectuales más bulliciosos (muchos de ellos, futuros grandes nombres del Modernismo).

El periódico argentino La Nación le envió como corresponsal a España en 1896, con el encargo de que escribiera crónicas sobre el desmoronamiento del antiguo imperio español (estaban a punto de perderse las últimas colonias: Cuba y Filipinas).

Entró entonces en una fase de su vida en la que viajó sin descanso, consagrado ya como una de las figuras más destacadas de las Letras hispanoamericanas: recorrió numerosos lugares de Europa (España, Francia, Italia, Hungría y Austria) y visitó el norte de África.

Regresó a América en varias ocasiones, con diferentes destinos: Brasil, Argentina, México, Uruguay, Estados Unidos… y su Nicaragua natal, donde se le nombró director del periódico La Unión Cetroamericana y se le tributaron honores de máximo representante del país.

Pero volvía siempre a Europa, para fijar su residencia en Madrid o en París. Consumía grandes cantidades de alcohol, por lo que, en 1913, se sintió muy enfermo e intentó una cura de reposo en la Cartuja de Valldemosa (Palma de Mallorca).

Volvió luego a América y, tras una breve estancia en Guatemala, regresó definitivamente a Nicaragua y, ya muy enfermo, se recogió en la ciudad de León, en donde falleció el 6 de febrero de 1916.

Obra

La poesía de Ruben Darío, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Junto con Garcilaso (s. XVI) y Luis de Góngora (XVI-XVII), Rubén Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras hispánicas.

«Caupolicán».

Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.

Es el maestro universal del Modernismo, el máximo representante de esta corriente en todo el mundo. Sus tres obras maestras marcan las etapas principales en la evolución de esta escuela: Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza.

«Sonatina».

Azul (1888) está considerada el primer gran poemario plenamente modernista, el que deja fijados los modelos formales (estrofas, tipos de verso, léxico y sintaxis, musicalidad y sonoridad) y temáticos (cisnes, góndolas, princesas, esplendor medieval, lujo oriental, etc.) de dicho movimiento.

En Prosas profanas (1896), la poesía modernista iniciada en Azul alcanza su momento de máxima plenitud y esplendor.

Cantos de vida y esperanza (1905) representa el declive del Modernismo, y fase amarga y triste en la vida de Rubén: temas como la muerte y la desesperación se apoderan de sus versos. Ya no hay lujo, ni esplendor, ni cantos al placer sensual; pero los poemas, en su nuevo tono, siguen siendo magistrales.

Cantos de vida y esperanza. Melancolía.

Otras poemarios de Darío son: Abrojos (1887), Rimas (1887), El canto errante (1907), Poemas de otoño y otros poemas (1910), Danzas gimnesias (1913) y Canto a Argentina y otros poemas (1914)

«La bailarina de los pies desnudos», El canto errante

En prosa, Ruben Darío escribió varios libros de descripciones e impresiones, y recopilaciones de artículos de prensa, tales como Los raros (1896), España contemporánea y Peregrinaciones, ambos de 1901, La caravana pasa (1903) y Tierras solares (1904), cuentos como «El Dios bueno», «Betún y sangre», «El velo de la reina Mab» o «La muerte de la emperatriz de la China», y la autobiografía La vida de Rubén Darío (1915). Conservamos también, aunque inacabada, la novela autobiográfica La isla de oro (1913).