Carlos II, Rey de Inglaterra (1630-1685).


Rey de Inglaterra, de Escocia y de Irlanda, hijo segundo de Carlos I, nacido en Londres el 29 de Mayo de 1630 y muerto el 26 de febrero de 1685. Estuvo en posesión del título de Príncipe de Gales desde el momento de su nacimiento, puesto que el primogénito murió antes de que él naciera, y, al igual que su padre, fue un niño de naturaleza débil y enfermiza, que tuvo que vivir durante su adolescencia todo el doloroso proceso de la encarcelación y posterior ajusticiamiento de su padre (a su regreso de Francia hizo una proclama de conciliación con los ingleses, pero llegó incluso a dirigir una carta en blanco al Parlamento en la que debían establecerse las condiciones para liberar a su padre).

La ejecución paterna, unida a la derrota sufrida por las tropas reales, le hizo ser coronado en un proceso muy rápido que tuvo lugar en Scone en el año 1651, pero fue reconocido rey en Irlanda, Escocia y algunas ciudades inglesas. Se dirigía hacia el sur para conseguir la lealtad de sus súbditos ingleses cuando fue interceptado por Cromwell, quien, no contento con la derrota infligida en Worcester, puso precio a la real cabeza. Así las cosas, Carlos se vio obligado a exiliarse durante los ocho años siguientes, años que pasó en el más absoluto desenfreno, al que sólo ponían coto sus escasos recursos económicos -su única fuente de ingresos era la pensión que le pasaba el rey de Francia-.

En este orden de cosas, a la muerte de Cromwell, el pueblo inglés en masa clamaba por la vuelta del rey; la restauración de la corona fue obra del general Monck, que se declaró a su favor, y que consiguió que Carlos fuera proclamado en Wesminster el año 1660 en medio del regocijo popular. Empezó Carlos su reinado en medio de sangrientas venganzas, ordenó duros castigos contra los regicidas, hizo exhumar el cadáver de Cromwell para ser ahorcado, y confiscó todos los bienes de la República, además de relevar de sus cargos a todos los republicanos, a lo que hay que añadir la sustanciosa pensión conseguida de la asamblea, hechos todos que confirieron al rey un poder casi absoluto, con la nación completamente a merced suya. Nombró primer ministro a Clarendon, que había estado con él durante el destierro y que había intentado mantener algo del resplandor que había tenido su padre; sólo en un punto se negó a ceder a las pretensiones del monarca: el establecimiento de la tolerancia religiosa para el catolicismo. El llamado complot papista costó la vida a numerosas personas, y no hubo más víctimas gracias a que el rey comprendió a tiempo cuán arraigado estaba el sentimiento protestante entre sus súbditos.

Las necesidades financieras que le procuraban sus continuas orgías y despilfarros le obligaron a vender la ciudad y el puerto de Dunkerque a Luis XIV de Francia y a declarar la guerra a los Países Bajos, contra la voluntad de su pueblo y del Parlalmento, que finalizó con la derrota naval de Chatham y la vergonzosa paz de Breda en 1667. Con la intención de restaurar la perdida fe popular en su figura, hizo una triple alianza con Suecia, los Países Bajos y Francia, y declaró nuevamente la guerra a los Estados Generales. En 1672 publicó un edicto sobre la libertad de conciencia y disolvió en 1679 el parlamento que había durado dieciocho años. La nueva Cámara de los Comunes votó la famosa ley del Habeas Corpus (Bill of Habeas Corpus) y, además, decidió despojar a su hermano de sus derechos a la corona. Las luchas entre los whigs y los torys, puesto que los primeros pretendían elevar al trono a un hijo natural de Carlos, se recrudecieron en esta época.

No tuvo el rey ningún hijo legítimo de su esposa Catalina de Portugal, aunque sus numerosas concubinas si le dieron una nutrida prole. Murió de un ataque de apoplejía y, a pesar de sus numerosos dispendios, fue un hombre de carácter amable, aficionado a las artes, que se ocupó de diversas fundaciones culturales, como la Real Sociedad de Londres. Le sucedió por Jacobo II.