Breton, André (1896-1966).


Poeta, ensayista, crítico y editor francés nacido el 18 de febrero de 1896 en Tinchebray-Orme y fallecido el 28 de septiembre de 1966 en París. Fue uno de los promotores del movimiento surrealista en Francia.

Criado en el seno de una familia de condición modesta, desde sus primeros años de estudiante en un liceo parisiense Breton descubrió los encantos y el poder de la poesía, ocupando ésta muy pronto un lugar central en su vida, incluso cuando en 1913 comenzó, sin demasiada vocación, la carrera de medicina. Los poetas que desde esa época iban a ser sus preferidos fueron Baudelaire y Mallarmé, los cuales utilizaron la poesía no sólo como un objeto de deleite estético, sino como un medio de búsqueda espiritual.

Al desencadenarse la Primera Guerra Mundial, fue movilizado desde principios de 1915 en un servicio sanitario. Las lecturas que realizó y las vivencias oscuras en la guerra hicieron que su sensibilidad y su pensamiento se vieran afectados. Leyó a Lautréamont, a Rimbaud, a Jacques Vaché y a Freud. Jacques Vaché, de quién Breton realizó un bello retrato titulado La confesión desdeñosa, es particularmente una de las figuras que más admiró por su humor corrosivo, que atacaba las jerarquías, sus valores sociales, su visión mística del Arte, etc. Su suicidio, cometido algunas semanas después del armisticio, lo situó para siempre a los ojos del poeta como un ejemplo de resistencia absoluta.

En 1919 publicó su libro Monte de Piedad, donde se hace latente la desconfianza cada vez más marcada respecto del orden poético establecido. En esta obra, rebasa la cuestión de las formas, y la naturaleza y los fines de la poesía son puestas implícitamente en tela de juicio. Es especialmente remarcable la importancia que en esta obra tiene la escritura automática, en gran parte por la posibilidad que ésta ofrece para resolver el conflicto entre la necesidad irreprimible de la escritura y la palabra, como un testimonio y actitud ante la vida, además de la tentación de utilizar el silencio como forma de comunicación.

La práctica de la escritura automática nació de la observación de los estados de semisueño y de una aplicación libre del método freudiniano de las asociaciones espontáneas. Básicamente, consiste en anotar el monólogo del pensamiento tal como llega al espíritu fuera de los controles (razón, lógica, moral, gusto, etc.) que en el estado de vigilia orientan la actividad mental. Esta anotación supone una velocidad de escritura variable pero siempre superior a la velocidad normal.

Los primeros ensayos de captación del dictado interior dan como resultado Los campos magnéticos, obra común de Breton y Philippe Soupault, publicada en 1920. La poesía que transmite es nueva, caracterizada sobre todo por un insólito desencadenamiento de imágenes. En 1933, en “Le message automatique”, artículo recogido en Point du juor, Breton insiste en las dificultades de este método de escritura, además de los riesgos de deformación que implica.

Sobre la escritura automática se apoyó el proyecto surrealista de refundición del entendimiento humano. La afirmación “yo es otro” de Rimbaud cobra en ella todo su alcance. Ese otro que habla en el discurso automático contiene nuestra propia subjetividad, pero la rebasa. Es importante desde este punto de vista que la experiencia sea llevada a cabo entre dos, ya que prueba la existencia de una materia mental común que nos pone tal vez en concordancia con las grandes corrientes naturales. La poesía aparece entonces no ya como una actividad de ornamentación o como un ejercicio de diversión, sino como una forma del ser, una necesidad esencial de todos los hombres.

El movimiento dadaísta llegó a París con Tristan Tzara en 1920 y fue violentamente rechazado. Breton, Louis Aragon, Paul Eluard, Philippe Soupault y Picabia se adhieron espontáneamente a este movimiento y participaron activamente en las manifestaciones y los escándalos que se produjeron en los años 1920 y 1921, los cuales indignaron y alteraron a los círculos literarios y artísticos.

Pero el nihilismo que conllevaba el movimiento dadaísta se condenó desde su propio inicio. Breton había visto desde el principio en este movimiento un medio de comunicación, no un fin, y cuando colmó sus expectativas se alejó de él. La ruptura con Tzara tuvo lugar en 1922, en ocasión de la tentativa de reunión de un congreso internacional para determinación y la defensa de las tendencias del espíritu moderno, la cual fracasó. Alrededor de Litteraturé, la revista fundada en 1919 por Aragon y Soupault con participación de Breton, se reunieron numerosos poetas jóvenes, entre ellos Paul Éluard, Robert Desno, Benjamin Perét, René Grevel, y pintores llegados del movimiento dadaísta, como Max Ernst, Jean Arp, Michel Leiris, Antonin Artaud, Pierre Naville, André Masson y Joan Miró.

Las experiencias de exploración del inconsciente elaboradas por el grupo se realizaron bajo diferentes formas: relatos de sueños; palabras; escritos; dibujos obtenidos en estado de sueño hipnótico, principalmente por Robert Desnos; juegos colectivos; textos y dibujos automáticos; etc. En varios artículos de 1922, Breton prosiguió su reflexión sobre el fenómeno, con la intención de mostrar una vía a un nuevo modo de conocimiento.

En 1923 publicó su libro Claro de tierra, cuyo título, como los poemas más recientes impulsados por el gran remolino de las imágenes, es una afirmación de esperanza en el hombre, lanzado siempre hacia adelante por una aspiración apasionada a la libertad.

En la primavera de 1924, Breton publicó un libro recopilatorio, Los pasos perdidos, en el cual aparecieron los artículos escritos entre 1918 y 1923. En él, se fijaron las etapas de largo camino que llevó al poeta a la definición y afirmación del Surrealismo.

Sin embargo, fue a través de la publicación de la revista La Revolución Surréaliste, cuyo primer número se publicó en diciembre de 1924, donde se puso de acuerdo el grupo en la exteriorización de los ideales del grupo surrealista. En el epígrafe del primer número se dice «Hay que concluir en una nueva declaración de los derechos del hombre«. El manifiesto del surrealismo había aparecido unas semanas antes, y fue de vital importancia ya que consiste ante todo en la comprobación de la inadecuación fundamental de la vida al hombre, ya que rehúsa con fuerza el estado de hecho y todas las formas de capitulación y resignación, lo mismo que la muerte: «Vivir y dejar de vivir son las soluciones imaginarias. La existencia está en otra parte«.

En el año 1924 fundó el movimiento surrealista mediante la publicación del «Manifiesto surrealista», donde expresa su idea de revolución social: «El surrealismo se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación desdeñadas hasta la aparición del mismo y en el libre ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos y a sustituirlos en la resolución de los principales problemas de la vida«. En este manifiesto, además, se asientan las bases del automatismo psíquico como medio de expresión artística que surge sin la intervención del intelecto.

Muy pronto el movimiento se acercó a la política y en 1927 Aragon, Éluard y Breton se afiliaron al Partido Comunista, aunque la idea surrealista se alejará muy pronto del Comunismo oficial. En 1928 publica en París Le surréalisme et la peinture. En 1929, Breton replanteó las bases del grupo con la publicación del «Segundo manifiesto surrealista» y dio un nuevo nombre a la revista del movimiento, ahora bajo consignas políticas: «El surrealismo al servicio de la Revolución».

El Manifiesto no extendió sus ideales al campo político y social, aunque si invitaba a cada hombre a exaltar y a alimentar en sí mismo las fuerzas de resistencia y rebeldía, a llegar al no conformismo absoluto. Así, hacía 1927, el Surrealismo se acercó al Comunismo, lo que significó para Breton la voluntad de trabajar para la llegada de la Revolución social, la participación efectiva en las luchas de su tiempo y la utilización del surrealismo para estos fines. Pero, finalmente, Breton rompió con el Comunismo en junio de 1935, en la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios, durante el Congreso Internacional por la Defensa de la Cultura.

Breton comenzó a trabajar con el Surrealismo para intentar desestabilizar por diversos medios los pilares de la sociedad dominante: el trabajo enajenante, la familia constrictiva, la patria que mutila, la religión que mistifica y, en los últimos años de su vida, los falsos mitos de la sociedad de consumo. Parece que tampoco perdió del todo la esperanza de una reconciliación aún por venir entre el Comunismo y la liberación total del ser.

Esa capacidad, por su parte, fue manifestada por el poeta en todos sus libros desde la aparición del Manifiesto. Estuvo atento a redefinir la exigencia surrealista cuando las circunstancias se lo impusieron, como lo hará en 1929 con el «Segundo Manifiesto del Surrealismo», o en 1942 por medio de los «Prolegómenos a un tercer manifiesto del surrealismo o no». Así, el movimiento evolucionó y comenzó dentro del mismo a dibujar los rasgos de un tipo humano nuevo y de una ética de ruptura, interrogando sin descanso los diversos niveles de la experiencia humana, desde sus aspectos más modestos y vulgares hasta su expresión más íntima y más trastornante, el amor.

La novela Nadja, publicada por Breton en 1928, es un claro ejemplo de esta evolución surrealista. La protagonista de este relato (basado en una historia verdadera), Nadja, está dotada de poderes insólitos y, al mismo tiempo, es un ser débil, que encarna esa idea de la vida más allá de toda prudencia. Anuncia la revelación que se cumplirá poco después de su desaparición en la locura, «la plena luz del amor en donde se confunden, para la plena edificación del hombre, las obsesivas ideas de salvación y perdición del espíritu«, citando al Segundo Manifiesto del surrealismo.

En adelante, el Surrealismo estableció el amor como valor clave. La fe en el amor resiste y debe resistir para Breton a las decepciones y a los fracasos; perderla es falta inexplicable, pues en el amor de un ser reside nuestra esencial verdad. Así, no sólo en los poemas reunidos en 1932 en El revólver canoso, o en 1934 en El aire del agua, sino también en Los vasos comunicantes y en El amor loco, el amor se sitúa en el centro de su inspiración y de su pensamiento.

En Los vasos comunicantes, publicada en 1932, Breton se dedica a mostrar por el análisis sucesivo de sueños y de episodios mínimos de la existencia diurna la estrecha relación que vincula el sueño a la vigilia. Toda una red de relaciones entre las preocupaciones afectivas e intelectuales y unos acontecimientos exteriores que son independientes de ellas queda puesta de manifiesto. Parece que la conciencia no pudiera atender sino a aquello que responde, incluso de manera totalmente indirecta, a la necesidad inconsciente.

El amor loco (1937) continúa con la exploración de esos fenómenos que Breton designa con el nombre de azar objetivo, donde coinciden para el mayor deslumbramiento del espíritu la necesidad natural y la necesidad humana, y la edificación, que no podría terminarse, de una moral del deseo, respecto del cual Breton proclama su inocencia absoluta y radiante, en ruptura total con el pensamiento cristiano: «No ha habido nunca fruto prohibido. Sólo la tentación es divina«. Es por la acción del deseo como el hombre llega a establecer con la naturaleza relaciones nuevas de participación y de transparencia. El libro da también testimonio en su modo de crecimiento de la relación singular que une en Breton a la obra y a la vida; relata no una experiencia acabada y clausurada, sino una experiencia en proceso de vivirse, abierta, en la que los escritos interviene como fuerza de llamado a la transmutación de lo imaginario en real.

Estos tres libros, que trascienden en mucho la autobiografía, están al mismo tiempo íntimamente ligados a la existencia del escritor. En 1929 rompió con su primera esposa y, después de la relación exaltante y dolorosa evocada en Nadja y la publicación de Los vasos comunicantes, se casó en 1934 con la inspiradora de El amor loco. Tuvieron una hija hacia finales de 1935. Entre 1935 y la guerra, realizó diversos viajes (Praga, las islas Canarias, Londres y México) que señalaron el ensanchamiento internacional del Surrealismo, cuyas concepciones se habían extendido a través del mundo; y se habían constituido grupos surrealistas en diversos países, principalmente Yugoslavia, Bélgica, Checoslovaquia, Brasil y Japón.

Desde su adolescencia, en la que descubrió el Cubismo, Breton tuvo un gusto muy marcado por la pintura. Consideraba la expresión plástica como un testimonio de aspiraciones humanas que la civilización estrecha de miras había reprimido y en las que, fiel al «modelo interior» y sin dejarse dominar por la convención representativa, unificaba la percepción física y la representación mental. El Surrealismo y la pintura fue publicado por primera vez en 1928 y posteriormente se preparó una última edición en 1965, la cual se enriquecía con numerosos textos sobre pintores y sobre ciertos aspectos o ciertos momentos de la creación artística.

En septiembre de 1939, con motivo del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Breton fue movilizado como médico auxiliar en la Escuela de Aviación de Poitiers. Después del desastre de junio de 1940, pasó algún tiempo en el sur de Francia, aún no ocupado por el ejército alemán. En Marsella fue acogido por la hospitalidad del Comité Norteamericano de Ayuda a los Intelectuales, con otros escritores y pintores sospechosos para el régimen de Vichy. Allí escribió dos de sus grandes poemas, «Pleno margen» y «Fata Morgana»; aunque éste último fue prohibido por la censura como contrario al espíritu de revolución nacional. La publicación de la Antología del humor negro, concebida entre 1937 y 1940, había sido también bastante criticada.

Privado de toda posibilidad de expresión, el poeta recibió un visado para Estados Unidos y se embarcó con su mujer y su hija en marzo de 1941, en el mismo barco que el escritor Victor Serge y el etnólogo Claude Lévi-Strauss, cuyo libro Tristes trópicos da algunas pinceladas rápidas de ese viaje.

En la isla de la Martinica descubrió la poesía de Aimé Césaire y trabó amistad con el poeta. Escribió en su Cuaderno de un retorno al país natal, las páginas admirativas que desde entonces prolongan la obra. Un libro nació también de esa breve estancia: Martinica encantadora de serpientes, publicado en 1948, con la colaboración del pintor André Masson. El poeta fue deslumbrado por la naturaleza tropical y reflexionó sobre los contrastes que alternativamente posee el espíritu humano y sobre las iniquidades del sistema colonial todavía en vigor y que no deja de denunciar.

Estableció su estancia en Nueva York desde el verano de 1941 hasta comienzos de 1946, donde trabajó para sobrevivir como locutor de radio en las emisiones de La Voz de América. Se reencontró don diversos amigos en los Estados Unidos, como Marcel Duchamp y Max Ernst, y con ellos y otros nuevos colaboradores organizó en 1942 una Exposición Internacional del Surrealismo y lanza la revista VVV: «Victoria sobre las fuerzas de regresión y de muerte desencadenadas actualmente sobre la tierra… Victoria sobre lo que tiende a perpetuar el sometimiento del hombre por el hombre… Victoria también sobre todo lo que se opone a la emancipación del espíritu, cuya primera condición indispensable es la liberación del hombre«. De esta revista, se publicaron sólo cuatro números, y en el último, aparecido a principios de 1944, se publicó el gran poema «Los Estados Generales».

El acontecimiento principal de ese período fue el encuentro con Elisa en 1943, después del fracaso y posterior ruptura con su anterior pareja. Ella resultó la principal inspiración del libro Arcano 17, que apareció publicado en Nueva York en 1945. Breton empezó a escribirlo durante el viaje que hicieron juntos a Gaspesia, en la desembocadura del San Lorenzo, en el verano de 1944. Es una obra de esperanza, como lo da a entender su título que se refiere a la diecisieteava lámina del tarot, la Estrella, símbolo del eterno renacimiento. A través de la realización humana de la pasión, de los mitos de Osiris y de Melusina, de los sueños fecundos del pensamiento utopista, el libro celebra el poder inalterable de regeneración y de recomienzo, cuyos medios son la rebeldía y el amor.

Después de una estancia en las reservas indias del oeste de Estados Unidos, donde esbozó la Oda a Charles Fourier, y luego otra en Haití, donde una de sus conferencias provocó entre los estudiantes tal efervescencia que por una serie de reacciones en cadena el gobierno fue derrocado un poco después, Breton regresó a Francia con Elisa en la primavera de 1946.

Un grupo surrealista ampliamente renovado y compuesto sobre todo por gente muy joven se reconstituye alrededor de él. El poeta comenzó a publicar boletines, volantes que fijan la posición del surrealismo sobre problemas políticos y sociales. Comenzaron a publicarse varias revistas, entre ellas Neon, 1948-1949; Medium, 1953-1955; Le Surréalisme Même, 1956-1959; Bief, 1959-1960; y La Brèche, 1961-1965.

Las exposiciones se suceden una detrás de otra; en París, por ejemplo se celebraron tres diferentes entre 1947 y 1965. Los textos que Breton escribió durante este período figuran en dos recopilaciones: La llave de los campos, publicada en 1953, y Perspectiva desenfadada, donde se reunió cierto tipo de escritos en 1970, cuatro años después de su muerte. En 1959, las Constellations, prosas paralelas a veintidós gouaches de Miró, realizaron de una forma particular la interpretación de la pintura y de la poesía, que es una de las principales aportaciones del Surrealismo.

André Breton falleció el 28 de septiembre de 1966, atacado por el asma y una crisis cardíaca. Su cuerpo yace en un cementerio parisiense, cerca de Benjamin Péret, su amigo de toda la vida, desaparecido unos años antes, en 1959.

Bibliografía

  • André Breton. La beauté convulsive. Catálogo de la exposición. Museo Nacional de Arte Moderno. París, Centre Georges-Pompidou, 1991.

  • BONNET, M. André Breton. Naissance de l’aventure surréaliste. París, José Corti, 1975.

  • GRACQ, J. André Breton. Quelques aspects de l’écrivain. París, José Corti, 1948.

  • LEGRAND, G. Breton. París, Belfond, 1977.

  • SHERINGHAM, M. André Breton. A Bibliography. Londres, Grant and Cutler, 1972.

Enlaces en Internet

http://www.france.diplomatie.fr/culture/france/biblio/folio/breton/; Página sobre André Breton (en francés) http://www.kirjasto.sci.fi/abreton.htm; Página sobre André Breton (en inglés)